REFERENCIAS MÁGICAS EN LA ETNOGRAFÍA DE PEGALAJAR[1]

Juan Antonio López Cordero

 

(Publicado en El Toro de Caña. Revista de Cultura Tradicional de la Provincia de Jaén, nº 2. Diputación Provincial. Jaén, 1997, pp. 233-248)

 

 

            En el Editorial del número 4 de Sumuntán se critica el carácter de sierra mágica que se le pretende dar a Sierra Mágina en búsqueda de cierto atractivo turístico para la zona, puesto que de mágica nuestra comarca tiene poco en la actualidad y es un calificativo que pueden aprovechar interesadamente algunos "iluminados y esotéricos" para instalarse en el lugar y lucrarse, como anteriormente ha ocurrido con otras cuestiones y en otros lugares. Es algo que el autor de este artículo también suscribe. Sin embargo, atendiendo al llamamiento que desde dicho editorial se hace para estudiar el tema en las distintas poblaciones de Sierra Mágina, nace este estudio.

            En efecto, hoy día la comarca culturalmente tiene poco de mágica, lo que no quiere decir que en el pasado no lo haya tenido, como tantas otras. Este trabajo se propone rescatar aquellos aspectos mágicos de la etnografía pegalajeña que, de una u otra forma, hemos podido tener conocimiento; pues no cabe duda que hoy más que nunca el tiempo va borrando inexorablemente las creencias populares tradicionales, en las que están las claves del origen cultural de la población.

            Si bien muchos siglos de cristianismo han impuesto un modelo de cultura tradicional muy determinado, a través de sus manifestaciones se dejan entrever determinadas reminiscencias precristianas en las que la magia está muy presente, magia entendida como una ilusión que pretende dominar a la naturaleza, o a supuestas fuerzas sobrenaturales, mediante determinados actos en los que se usa de un supuesto poder coercitivo propio del hombre. E incluso la misma jerarquía eclesiástica, en determinados momentos, ha utilizado la magia, caso de los conjuros y exorcismos, frente a fenómenos naturales.

            Este es un mundo muy diverso, en el que la superstición ha jugado un papel fundamental en el hombre. Las largas noches invernales, la impotencia ante las enfermedades y epidemias, el temor frente a una mala cosecha que traía la hambruna consiguiente, la nula formación cultural y, en general, la debilidad ante la naturaleza vista con un halo mágico, contribuían a que en Pegalajar, también como en tantos otros lugares, estuviesen muy  arraigadas las más diversas creencias, muchas de ellas de antiquísimo origen, que en gran parte enlazan con las tierras del Centro y Norte de España, de donde procedieron sus repobladores en la Baja Edad Media y, por extensión, con la cultura indoeuropea.

 

 

            El mundo de los espíritus.

 

            En Pegalajar era muy generalizada la creencia en los espíritus, de muy diferente tipo, que utilizaban la oscuridad para intervenir en la vida cotidiana periódicamente. Es el caso de las apariciones de difuntos, en busca de una promesa incumplida, de un amor frustrado, o en un acto de amedrentamiento. Creencia muy generalizada en el pasado, propia de una mentalidad colectiva en la que la vida y la muerte no aparecían separadas nítidamente, pues se consideraba que el difunto no estaba verdaderamente muerto, y en cualquier momento podía mostrarse. A veces, esto estaba provocado por un miedo mágico al difunto e incluso al moribundo[2].

            Es el caso también de los duendes, seres fantásticos, normalmente enanos o de pequeña estatura, con poderes sobrenaturales. Eran considerados seres traviesos, que habitaban en las casas y el campo. En sus travesuras cambiaban de sitio los muebles, ocultaban objetos y jugaban malas pasadas.

            La creencia en los duendes es principalmente de origen indoeuropeo. En Pegalajar se cuentan leyendas de ellos. Una de ellas dio lugar a un apodo que aún pervive en el pueblo. En la casa de esta familia había un duende que provocaba el miedo en sus moradores, de tal forma que decidieron cambiar de vivienda. Sin embargo no fue la solución, pues cuando, acabada la mudanza, estaban haciendo el recuento de mobiliario, se dieron cuenta que habían olvidado las devanaderas. Entonces, el duende apareció y dijo: "No, que las llevo yo".

            Otra leyenda en Pegalajar atribuye al paraje del Puente de la Aceña la ubicación de un duende, que causaba temor a los que cruzaban el lugar. Es un paraje cercano a la población, situado en la Huerta, frondoso y con abundante agua en el pasado, que aún hoy mantiene un encanto especial. La existencia en él de un duende es algo que no es de extrañar, pues en el mundo europeo éstos son considerados también espíritus de la Naturaleza que viven entre árboles y bosques.

            La noche era el tiempo de los espíritus. Existía un miedo a la noche, herencia de un mundo inseguro para el hombre, que queda plasmado en la identificación del mal con las tinieblas, como refleja la Biblia en numerosas citas[3]. E incluso la Luna, como elemento de la noche, causa temor y tiene conexiones con el infierno. Entre los antiguos indoeuropeos el Sol es el principio de la vida, mientras la Luna preside la noche y ampara a los muertos, y durante ella se creía que aparecían las almas de los difuntos[4]. En Pegalajar se decía que la Luna encerraba a un hombre con un haz de leña a la espalda, que un día se demoró al regresar del campo, siendo tragado por ella. Esta leyenda enlaza con otras europeas, que ven también en la Luna a un hombre encerrado con un haz de zarzas a la espalda y calzado con zapatos claveteados[5].

            Las largas noches invernales en torno a la única luz de la hoguera y un candil eran propensas a tenebrosos relatos. Se consideraba que por la noche los espíritus malignos campeaban a sus anchas. La casa ofrecía un refugio para el hombre. En Pegalajar se cerraban puertas y ventanas para que no entrasen; incluso se colaban las tenazas de la lumbre junto a ésta en forma de cruz para que, cuando se consumiese el fuego, estos espíritus no penetrasen en el hogar por la chimenea; rito común a otros lugares, como Cazorla y su sierra, donde se consideraba que las tenazas en cruz bajo la chimenea cerraban la entrada al espectro de la muerte, que rondaba las calles en las frías y oscuras noches de invierno, sobre todo cuando ululaban los perros callejeros -ulular que tanto en Pegalajar como en otros lugares atribuían a la visión de la muerte-[6].

            Estas creencias, con pequeñas diferencias, estaban muy extendidas por la geografía comarcal y provincial, pues en torno a la muerte, elemento trágico y cotidiano, existía una rica cultura popular que imponía estrictas reglas de prevención. Es el caso de la posición de la cama en el dormitorio -pues el lecho recuerda la sepultura y el sueño la muerte- transversal a las vigas del techo con el fin de evitar que el alma escapase del cuerpo; y, por el contrario, se disponía la cama paralela a las vigas cuando la agonía se perpetuaba; rito también utilizado en otros lugares de Francia[7]. De hecho, el miedo a la muerte tiene una importancia primordial en la cultura popular, que continuamente está presente, e incluso llega a imponer ciertos elementos de comportamiento, como la prohibición de hacer girar las sillas sobre una pata[8] o abrir un paraguas dentro de la casa, por ser signos de llamada para ella.

            El demonio, como espíritu del mal, está muy presente en las creencias mágico-religiosas pegalajeñas, al cual haremos también referencia más adelante. Existen diferentes espíritus del mal que, según creencia general, son causantes de todo aquello que tiene un perjuicio para el hombre, desde una plaga de insectos a una enfermedad, frente a los cuales el pegalajeño tenía en la magia una fe ciega. Es el caso del "mal de ojo", forma de maleficio de brujas y hechiceros capaz de producir incluso la muerte. Se cree que normalmente actúa sobre animales domésticos, embarazadas y niños. Su curación solía corresponder a ensalmadores y santiguaderas[9]. Esta creencia estaba muy extendida por Europea, así como la de gentes que por sus características físicas producían el mal de forma involuntaria[10]. En Pegalajar, además de las santiguaderas especializadas en la cuestión, se previene del mal de ojo a los niños con una "higa", tradicionalmente objeto pequeño de hueso o plata en forma de cuerno, otras veces se busca el mismo remedio con trocitos de pan o medallas religiosas.

            Una popular enfermedad a la que se atribuía como causa un espíritu maligno era la "culebrilla". Aún hoy día, como en tantos otros lugares, hay santiguaderas especializadas en su cura, que utilizan la oración y un ungüento a partir de sarmientos manteca blanca y azufre.

            Cuando la sociedad tradicional más necesita de la magia es con la sequía, a la que se le teme especialmente por sus terribles consecuencias en una sociedad estrechamente unida al agro con una economía agraria tradicional básicamente de subsistencia. En general, era considerada un castigo divino, muy temida por el hambre, que, como diabólico jinete de la Apocalipsis, podía caer sobre la población. La sequía creó toda una histórica cultura entorno a ella. Las rogativas públicas pidiendo lluvia eran frecuentes, tanto en Pegalajar como en todo el Sur de España. En ellas se sacaban en procesión las imágenes de mayor devoción y se rezaban oraciones específicas, como "ad petendam pluviam", pues el latín, las imágenes religiosas más veneradas y todo objeto religioso son objeto de utilización mágica.

            El carácter penitente, claramente afirmado en estas procesiones, oculta el aspecto exorcista; así vemos que el llevar las procesiones a la vista de los campos se trata de beneficiarlos con los efluvios protectores de las imágenes, o sea, de expulsar el mal de ellos. Un reciente caso de procesión, que terminó por ser de rogativa en relación con la sequía, fue el de Nuestro Padre Jesús en 1990 -imagen recién restaurada que llevaba muchos años relegada en el "desván" de la sacristía-. Hacía dos años que la importante fuente de la Reja, seña de identidad de Pegalajar que regaba la Huerta, se había desecado, por lo que se llevó la imagen en procesión junto a la Fuente mostrándole su sequedad, como una forma de romper el maleficio con su presencia mediante magia por contacto.

            Una de las últimas procesiones expresamente de rogativa impetrando la lluvia realizadas en Pegalajar fue la de 1905, de la que aún se canta la siguiente canción, cuyas primeras estrofas dicen así:

 

                        "El día cinco de abril

            de mil novecientos cinco

            la Procesión General

            en Pegalajar se hizo.

                        Con lágrimas en los ojos

            hombres, niños y mujeres,

            todos pidiéndole agua

            a la Virgen de las Nieves.

                        Iban en procesión

            Los Sagrados Corazones,

            San Gregorio Nacianceno,

            la Virgen de los Dolores.

                        Y el Señor de la Columna

            y nuestro Padre Jesús

            y la Virgen de las Nieves

            que llevaba el manto azul.

            ...".

 

            Otras elementos mágicos están presentes en distintas fiestas populares, la mayoría de las cuales aún se celebran en la actualidad.

 

 

            La noche de San Juan.

 

            La noche de San Juan, solsticio de verano, tenía en Pegalajar un fuerte componente mágico, sin duda relacionado con el culto solar de los antiguos indoeuropeos. Otras reminiscencias del mismo origen también están presentes este mismo día en el culto al árbol. Así encontramos en Pegalajar, hasta hace pocas décadas, la costumbre de realizar en la noche de San Juan el rito de "pasar a los niños por la mimbre", aprovechando el carácter mágico de esta noche para una curación muy determinada, la de los niños herniados; en la que también está presente otro elemento mágico, el árbol, en este caso la mimbrera.

            El acto tenía que celebrarse a las doce horas de la noche de San Juan alrededor de dicho árbol, normalmente en el campo, y en él participaban cuatro "juanes" y cuatro "marías". Se santiguaba la hernia del niño y se rezaba una oración mientras los ocho concurrentes -juanes y marías- se iban pasando al niño en brazos de uno a otro entre las mimbres diciendo las palabras "tómalo Juan, tómalo María,..."

            La mimbrera tenía una especial significación en la localidad. Es un árbol que se cría en humedales, junto a los cauces de agua. En Pegalajar, pues, estaba ubicado en la Huerta, zona de tradicional importancia socioeconómica y dificultosa orografía, limítrofe al casco urbano, que constituye un paisaje agrario singular al estar formada por antiguos bancales regados por una inteligente red de acequias que aprovechan cada palmo del desnivelado terreno. Era un lugar de abundante vegetación y honda significación histórica para el pegalajeño, que ejercía especial importancia en el rito de la noche de San Juan; así como el árbol en cuestión que en él se cría, la mimbrera, muy ligado a la artesanía local en el pasado.

            La relación mágica de la noche de San Juan, el árbol y los herniados es común a otros muchos lugares con ligeras variaciones. En la misma comarca de Sierra Mágina, como Jódar y Albanchez, la ceremonia de curación de los niños herniados que se celebraba la Noche de San Juan se llamaba "pasarlos por el granao", acto que se celebraba también en una huerta. Allí se desgajaba una rama sin arrancarla del tronco, se llevaba un recipiente con tierra gredosa amasada en agua, y en el acto participaban, un padrino y una madrina, que pasaban al niño entre la rama y el tronco con un ritual en el que empleaban las palabras "tómalo y dámelo"..."Quebrao te lo entrego y sano me lo has de dar". Luego se juntaba la rama fracturada del granado y se unía con barro[11], buscando así una curación mediante un acto mágico por simpatía.

            Otros casos semejantes se dan por el resto de España. Tal es el caso de Asturias, donde dicha noche se pasaban a los herniados tres veces por una hendidura practicada en un roble para curar su enfermedad[12]. En otros lugares de Europa hay también referencias a la noche de San Juan y la mimbre en relación a los efectos curativos, prácticas que eran perseguidas por la Iglesia. Así aparece en un Confessional, redactado en bretón a principios del siglo XVII, que dice textualmente: "...durante la noche de la fiesta de San Juan,... curar con la mimbre los miembros rotos o sacados de su sitio, o para otras cosas semejantes, es pecado mortal..."[13].

 

 

            La Pascua de Resurrección y la fiesta campestre.

 

            En Pegalajar existe la tradición de celebrar tres días de campo en la Pascua de Resurrección -en el pueblo reciben el nombre de "Merendilla"-. En esta fiesta es costumbre comer hornazos, tortas de pan un huevo cocido en el centro, costumbre que ya recoge la Crónica del Condestable en la segunda mitad del siglo XV.

            Posiblemente esta costumbre de celebrar tres días de fiesta campestre en estas fechas esté en relación con otras que se realizan en Castilla, como en Talavera de la Reina y su comarca, en relación con la "Monda", ofrenda y fiesta que estos pueblos hacen a la imagen de Nuestra Señora del Prado el tercer día de Pascua de Resurrección, y que consta de ciertas ceremonias, en las que la impronta hispanorromana está muy presente. En la ofrenda solían repartirse panes benditos.

            El nombre de "monda", según Caro Baroja, es probable que derive de la palabra latina "mundum" y de su acusativo plural "munda". El "cereris mundum" se trataba de una cesta llena de objetos sagrados de importancia primordial en relación con la diosa de la agricultura. En el culto eleusino en esta cesta predominaban las tortas y pasteles de diversas formas. La fiesta en el mundo romano tenía lugar el mes de abril, constaba de una parte religiosa y de una serie de juegos, comidas públicas, coros de doncellas,..., que formaban parte del culto a Ceres[14]. En Pegalajar y en otros lugares ha quedado en el dialecto coloquial la expresión de "esto es la monda", en referencia a un hecho gracioso, quizás recuerdo del carácter festivo, pagano y desenfadado de estas fiestas. 

 

 

            Fiestas de Mayo.

 

            Las fiestas de Mayo que se celebraban en gran parte del centro y norte de España y en Europa tienen un origen indoeuropeo, fiestas típicas de la vegetación, dedicadas a la primavera. En ellas además de colocar un árbol en la plaza, en torno al cual hacían una serie de danzas, se adornaban las casas con ramas de árboles y otras plantas, y se nombraba a una muchachilla con el título de "maya", mientras los mozos eran denominados "mayos"[15].

            En Pegalajar las antiquísimas fiestas agrícolas de "mayo" debieron celebrarse con esplendor como en otras zonas de España, pero su carácter pagano supondría un obstáculo para su pervivencia en épocas de fuerte presión religiosa. No obstante aún persiste la costumbre de adornar, tras la procesión del Domingo de Ramos, los balcones de las casas con palmas bendecidas, o bien cruces elaboradas con sus hojas y colocadas en las ventanas, permaneciendo en su sitio hasta el año siguiente, tal y como solía hacerse en las fachadas de las casas con diversos enramados durante las fiestas de mayo, costumbre indoeuropea de protección frente a los espíritus del mal. [16]

            Otra huella de fiestas de mayo en Pegalajar se reflejaba en los juegos tradicionales que se realizaban durante las fiestas patronales. Uno de ellos consistía en levantar un tronco de árbol lijado y con sebo, en cuya cima se colocaba un gallo. Los mozos escalaban el tronco en sucesivos intentos hasta que uno de ellos llegaba a la cumbre y se hacía con el gallo. En este acto festivo es evidente la relación del tronco lijado con el árbol de mayo, el espíritu vegetal y el culto agrario. Además, el mozo que captura el gallo recuerda a aquél "Rey de gallos" de las fiestas de este mes en algunas zonas de Castilla, que termina sacrificando al animal[17].

            También las "Cruces de Mayo", de honda raigambre en Pegalajar, están relacionadas -según Caro Baroja- con el árbol de Mayo, del cual ha surgido el "Árbol de la Cruz" como protagonista de una tradición festiva cristianizada de amplia difusión. La cruz corona un altar escalonado a modo de pirámide en el que están expuestos los más variados objetos: joyas, muñecas, imágenes religiosas, candelabros, jarrones,...; no faltando el elemento foral típico de mayo en macetas y jarrones. Solían colocarse dentro de las casas, en una habitación adornada con múltiples colchas y mantones lujosos. Colaboraban en ella diversas vecinas durante varios días para tenerla lista el 3 de mayo, en recuerdo del aquel mismo día del año 614, cuando según la tradición las reliquias de la Santa Cruz, descubiertas por la emperatriz Elena en el año 326 y posteriormente robadas por los ejércitos persas en el 614, fueron recuperadas y devueltas a Jerusalén por el emperador Heraclio[18].

            Por otro lado, el culto a la Santa Cruz, como fiesta heredera de mayo, ha tenido en Pegalajar históricamente una gran importancia, quizás por el carácter de frontera con el reino de Granada durante 250 años. Desde tiempos medievales, la Iglesia del pueblo tiene por advocación la Santa Cruz y también existió durante varios siglos la Cofradía de la Vera Cruz[19]. Las cruces de mayo tuvieron así, pues, un terreno especialmente abonado para que en en Pegalajar esta tradición haya pervivido hasta hoy día con fuerte singularidad local.

 

 

            Día de San Antón.

 

            San Antón es una devoción cristiana que tuvo su origen en el Medievo. Según la tradición, en 1089 una extraña epidemia afectó al Delfinado, en Francia, cuyos síntomas eran unas manchas en la piel, similares a quemaduras, que terminaban por ennegrecerse y provocar la muerte. Esta enfermedad recibió el nombre de "fuego sacro". Continúa narrando la tradición que dos caballeros se encomendaron a San Antonio Abad, ermitaño que murió en el año 356, y gracias a su intercesión curaron el mal. En agradecimiento fundaron la orden de los Hermanos Hospitalarios de San Antón, que se extendió por toda Europa.

            La relación de la enfermedad, origen de la Orden de San Antón, "fuego sacro", con los antiguos fuegos de invierno de origen pagano, conduciría a una cristianización de la fiesta y a su rápida difusión. La tradición llegaría a la provincia de Jaén con los primeros repobladores cristianos en el siglo XIII. De hecho en la antigua catedral hay noticias de que San Antón tuvo una capilla y en los estatutos dispuestos para la Catedral por el obispo don Alonso Pecha, en 1368, se determinaba la realización de su fiesta con solemnidad[20].

            En Pegalajar la fiesta caló hondo, como en otros muchos lugares, se fundó una cofradía y se hizo popular la costumbre del "marranillo de San Antón", cerdo que vagaba por las calles sin control y que era alimentado por los vecinos hasta que el llegaba su "San Martín", tras cuya matanza los beneficios revertían a la cofradía. Pero en la población, el día de San Antón, 17 de enero, se caracteriza principalmente por sus fogatas nocturnas.

            Los fuegos de invierno poseen un valor purificador: "ayudan al débil sol invernal facilitando luz y calor, expulsando las tinieblas, el frío y las enfermedades, y con su función lustral ayudan a que vuelva el buen tiempo". En muchos lugares, San Antón, protector de los animales, es el titular de estas fogatas que se celebran la noche del 17 de enero. En algunas localidades, como en Mamoiada (Italia) existe una leyenda que relaciona a San Antonio con los diablos, al tener que bajar el santo al infierno para recuperar su cochinillo, que le habían robado los demonios; cochinillo que a la vuelta trajo el fuego prendido en sus vísceras, haciendo así de Prometeo. Por lo tanto, las fogatas en honor de San Antón tienen un claro valor exorcista que le confiere la asociación de protector de los animales domésticos y vencedor de las fuerzas infernales[21].

            Esta función exorcista de las fogatas es evidente en Pegalajar en algunas acciones que tenían lugar alrededor de las lumbres de San Antón, como era el disparar al aire para expulsar a los espíritus del mal, que en el pasado causó alguna muerte accidental, y que viene a recordarnos otra conexión indoeuropea. Esta costumbre es semejante a otras de Europa central. Así en la víspera de Año Nuevo, que es el día de San Silvestre, los bohemios disparaban con escopetas al aire tres veces seguidas. El motivo era disparar a las brujas y hacerlas huir despavoridas[22], objetivo que pudo ser semejante en Pegalajar; pues, en el pasado, la creencia en brujas era general, no sólo en la localidad, sino también en otros muchos lugares de Sierra Mágina. El fuego como elemento purificador del mal, encarnado en las brujas, es una antigua tradición muy extendida por Europa; así en la misma provincia hay poblaciones en las que aún pervive su recuerdo, como en Alcalá la Real, donde durante la víspera del día mágico de San Juan se quema una bruja de trapo que desciende desde el campanario hasta una hoguera[23]. En Pegalajar se decía de las brujas: "Tres son de Andújar, dos de Escañuela y la Capitanilla de Villanueva"[24], expresión muy parecida a otras de la comarca. Se contaba que en la noche raptaban a gente y la llevaban en vuelo, haciendo rápidos viajes entre lejanas poblaciones. Esta creencia es las brujas es propia del mundo campesino, de gentes que vivían inmersas en una civilización mágica, que no conocían muy bien el cristianismo e inconscientemente lo mezclaban con prácticas paganas procedentes de la noche de los tiempos. Creían en el poder maléfico de algunas personas con las que convivían, el que identificaron con la demonología que el clero difundió en la cultura popular.

            Por otra parte, el motivo de saltar las lumbres recuerda el antiguo ritual de prevención y curación de las dolencias por el sentido purificador del fuego. Además, en la localidad, el hecho de dispersar los rescoldos de la lumbre de San Antón con varas y de forma violenta, a la orden de "ya está de dar", muestra también el aspecto exorcista del acto, en el sentido de espantar a los espíritus del mal de forma expeditiva, que huyen ante los rescoldos mágicos de la lumbre.

 

 

            El Carnaval

 

            Ésta es una fiesta de hondo raigambre, una fiesta "inquietante, que se vive a la sombra de la muerte", pues las máscaras en realidad son presencias demoníacas. La alegría, los cantos, la licencia general sirve en realidad para disimular la angustia y el temor, que tienen un origen mágico arcaico. Por un lado, el Carnaval es la representación de las presencias demoníacas que instauran el caos hasta el tiempo establecido; y por otra, es el cambio de las jerarquías consuetudinarias y poderes establecidos, que son reemplazados por los opuestos a éstos.

            Estas manifestaciones de descompostura formal que, en realidad, formaban parte del orden establecido, trataban por el contrario de garantizarlo, y eran frecuentes en el ritualismo romano. No obstante, el Carnaval tenía un fuerte componente contestatario, pese a ser elemento de garantía del orden establecido. De ahí que en el pasado se realizaran prohibiciones, limitaciones y excepciones formales, con la intención de controlarlo.

            Todo termina en el mundo cristiano con el triunfo de la Cuaresma, personaje femenino opuesto a Carnaval, masculino. Adquiere así el conflicto universal de elementos opuestos: Bien y Mal, Ángel y Demonio, Calor y Frío...[25]

            En Pegalajar el Carnaval siempre se ha vivido intensamente, pese a prohibiciones que en puntuales períodos históricos se han realizado por parte de las autoridades, volviendo a resurgir con fuerza pujante, en el que las máscaras, bien individualmente o en comparsas, llenan el pueblo, donde la mofa, la crítica, la risa, la diversión y toda forma de esperpento están más presentes que nunca; incluso la fusta mujeril, o actos de incordiar al sexo femenino, que en cierta ocasión llevó a su prohibición en la localidad.

            El carácter mágico venía dado por las máscaras tradicionales que diversos disfraces (abuelas jorobadas, monjas, espantapájaros,...), unidos a simbólicos gestos que suponían un encumbramiento de lo feo, una liberación de las presencias demoníacas, que tenían un tiempo limitado de existencia.

 

 

            Sábado de Gloria

 

            Éste era un día cargado de gran simbolismo mágico en Pegalajar y en otros pueblos de la comarca, estrechamente unido a la conmemoración religiosa de la Resurrección de Jesucristo. Ese día, coincidiendo con las campanadas[26] que tocaban a gloria a las 10 de la mañana, los niños arrastraban latas y las mujeres salían a las puertas de las casas haciendo sonar repetidamente los llamadores para que no entrase el Demonio, haciendo el mayor estruendo posible. Mientras tocaban las campanas, las mujeres recogían del suelo de la calle todas las chinas que podían, las que consideraban con un gran poder mágico para deshacer nubes o tormentas[27]            En Mengíbar, también el Sábado de Gloria se celebraba un rito semejante al de Pegalajar, acudían muchos fieles a la parroquia para llenar recipientes de agua recién bendecida, que era esparcida por los rincones de la casa para alejar al Diablo; las piedras que se recogían se echaban en el agua bendecida y se arrojaban a los tejados cuando llegaba una tormenta (Barahona Vallecillo, Sebastián: La Parroquia de San Pedro Apóstol de Mengíbar. Templo y Comunidad. Historia, tradición y Fe. Caja de Jaén, Diputación Provincial y Ayuntamiento de Mengíbar. Jaén, 1995, p. 238-239)., tan perjudiciales para la agricultura. En el futuro, cuando viesen el primer rayo u oyesen el primer trueno, tirarían las chinas al aire lo más lejos posible con el fin de disipar la nube.

            Durante este día, las mujeres iban también a la Iglesia a recoger agua bendita para asperjar todos los rincones de la casa, por si aún quedaba algún demonio[28], lo mismo que el cura hacía en todos las capillas y rincones de la Iglesia. Vemos, pues, que esta fiesta religiosa enmascaraba un ritual exorcista a través de dos elementos que tienen una gran tradición sagrada y purificadora en el mundo mágico-religioso como son las chinas (piedra) y el agua[29].

 

            Día de San Gregorio Nacianceno.

 

            Tradicionalmente se ha celebrado el 9 de Mayo, fiesta que ha enlazado con las Cruces de Mayo, pero con una causa muy distinta. Se trata de una fiesta que tiene su origen en las rogativas y conjuros que en el pasado se realizaban contra la plaga de langosta. En 1670, en la localidad se realizó un voto a este santo en el que se plasmaba toda una tradición secular contra la langosta. En este voto aparece también la figura de San Marcos, que en el pasado fue el gran intercesor frente a esta plaga en la provincia, junto con las rogativas, ayunos y elementos que se empleaban en los conjuros, como es el agua. Ésta, utilizada como instrumento de purificación, no es original del cristianismo, que la recoge en su significación mística de otras religiones. El agua es símbolo de la totalidad de las virtualidades y desempeñan la función de regeneración total: por el ritual mágico cura, por el ritual iniciático supone un volver a nacer, convirtiéndose así en símbolo de la vida[30]. Fue parte integrante de los misterios eleusinos, también en los de Dionisios e Isis[31]. En el cristianismo, este acto de purificación tiene especial significación en el bautismo, al servir de borrador del pecado original; pero también lo tiene en otras acciones como los conjuros y exorcismos de diferentes tipos, entre ellos los de la langosta, recogiendo así una tradición secular precristiana, pues las prácticas chamanistas del conjuro y exorcismos contra espíritus indignos son métodos curanderos basados en la magia.

            El lugar de ubicación del conjuro solía ser aquél donde más cómodamente pudiera divisarse el término. A él solía llevarse una cruz grande, que se clavaba en la tierra cuando lo mandaba el conjuro y allí debía quedar para siempre, divisando los campos[32]. Quizás sea éste el primitivo origen de muchas cruces que hoy día han llegado hasta nosotros, como la cruz de piedra de la calle de su nombre en Pegalajar, lugar que hasta el siglo XVI estaba situado a las afueras de la población. Más adelante, la extensión del pueblo llevó a celebrar los conjuros frente a la plaga en la llamada Era de San Gregorio, situada en la actual calle Calvario, en las proximidades de La Charca, que pervivió hasta hace algunas décadas y donde anualmente se dirigía la procesión del santo, lugar donde aún hoy se dirige y se levanta un altar, aunque hace pocas décadas una construcción sustituyó a la Era.

 

 

 

            Fiesta del Corpus.

 

            El Corpus Christi es una fiesta religiosa en la que, como tantas otras, han convivido elementos mágicos, muy presentes en la cultura popular. Esta fiesta surgió en 1246 en la ciudad de Lieja, y el Papa Urbano IV la hizo extensiva a toda la cristiandad. En España comenzó a extenderse por el siglo XIV y, ya en el siglo XV, la Crónica del Condestable nos informa de forma detallada del Corpus en Jaén.

            Desde la baja Edad Media, el elemento vegetal está muy presente en esta fiesta. Los suelos se cubren con juncias y otras hierbas, las macetas festonean el recorrido de la procesión y su vegetación adorna las puertas y balcones de las casas. Es un claro recuerdo de las antiguas fiestas de mayo extrapolado a esta fiesta religiosa. En la localidad, durante el recorrido de la procesión, la gente hace "porras" con la juncia que alfombra el suelo, una especie de arma con un primitivo sentido exorcista en un acto que tiene como fin ensalzar el poder divino frente a las fuerzas del mal.

            En el pasado, los diablillos y sus danzas, tan típicos en las fiestas del Corpus en tantos lugares, tenían un evidente significado como fuerzas del mal vencidas por el poder de Dios. En la Edad Moderna, los danzarines pegalajeños del Corpus -especie de diablillos con máscara y cascabeles- eran requeridos a otras poblaciones por lo vistoso de su danza, acompañada por música de laúd y tambor[33]. Sin embargo, lo que más caracterizaba al Corpus pegalajeño eran los "mondinguillos", muñecos hechos de trapo o paja, de tamaño natural, que se colocaban en los altares del Corpus. Solían ser la imagen de dos viejos de ambos sexos que, en principio, representarían a elementos del mal, como podrían ser un hechicero y una bruja. El nombre de "mondinguillos" es muy probable que sea una evolución de la palabra "dominguillos", como bien ha estudiado Manuel Urbano Pérez. Con este nombre se designaban en el siglo XVII, durante las fiestas del Corpus de Castilla, a unos muñecos vestidos de rojo, especie de diablillos que eran corneados por los toros.

Mondinguillos

 

            Los "mondinguillos" eran aprovechados también como instrumentos de crítica popular. Tal fue el caso del Corpus de 1944, cuando en el altar de la Plaza de La Laguna se colocaron dos "mondinguillos", un abuelo y una abuela. El abuelo, conocido como "Tío La Ricia" -quizás un elemento tradicional en el antiguo Corpus pegalajeño- portaba una estaca con la que amenazaba a la abuela y en la que podía leerse: "El lunes me lío con ella". Era una crítica encubierta a las autoridades municipales en referencia a las obras del estanque de La Charca, de gran importancia económica para la población de la época, que se iban posponiendo reiteradamente con la misma excusa: que empezarían el lunes siguiente. Este hecho causó gran malestar entre las autoridades, más aún cuando se realizó en un período duro de dictadura.

 

Altar del Corpus

 

 

            Día de la Concebida.

 

            El aspecto mágico el día de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre, se caracterizaba por el "Pan Billotero", que durante la procesión de la imagen era lanzado al aire y recogido por muchos de los asistentes; un acto de magia simpatética por el que se pedía la abundancia en las cosechas, de ahí el nombre de pan, que no era más que un símil, puesto que en el aspecto material estaba compuesto de tronchos de berzas, higos pasados, bellotas[34],... El nombre de "billotero" está en relación con la bellota, fruto de la encina, que existía en abundancia en los montes del término y encontraba maduro por el día de la Concebida.

 

 

 

            La Pascua de Navidad.

 

            Las fiestas de Navidad, últimas del año, tuvieron en el pasado de Pegalajar un contenido mágico, relacionado con la Cofradía de las Ánimas, que aprovechaba la carga espiritual de las fiestas para sus labores de colecta. Esta cofradía estaba muy extendida por todos los pueblos. En determinados períodos esta actividad la ejecutaban sus miembros encapuchados y es recogida por la tradición oral en muchos lugares de la comarca:

 

            "A las Ánimas Benditas

            no hay que cerrarles la puerta

            en diciendo que perdonen

            se van ellas tan contentas"

 

            La colecta que realizaban estos días en Pegalajar tenía como fin no sólo conseguir fondos para la cofradía, sino también para el acto celebrado el Día de los Inocentes, 28 de diciembre, conocido como "tirar al gallo" o "tirar a los pollos". Este acto, hoy considerado una salvajada, estuvo en el pasado muy generalizado por diversos lugares, bien en relación con esta fiesta o con otras, pues en otras poblaciones, el gallo simbolizaba el Carnaval en su significado de lujuria. De ahí que el último día de Carnaval, el Domingo de Piñata, existiera la costumbre de darle muerte, finalizando de esta forma la fiesta desenfrenada[35].

            En Pegalajar, la muerte del gallo o, en su defecto, del pollo tendría un significado semejante. Se realizaba el tiro al gallo a las afueras de la población, en el camino de Mancha Real. Se hacía con escopetas, habiendo atado previamente al animal con una cuerda de una pata a una estaca clavada en el suelo. Otras veces, la muerte del gallo se hacía de forma más cruel, mediante pedradas, a imitación de un acto mágico por simpatía; pues, en el fondo, simbolizaría la muerte del mal frente al Nacimiento de Jesús.

            En el pasado, esta tradición estaba extendida por los pueblos del entorno. Así, en Albanchez, según un documento fechado en 1866, existía una tradición semejante, conocida como los pollos de las Ánimas, que se mataban de modo semejante a Pegalajar los días de Año Nuevo y Reyes[36].

 

 

            Noche de Difuntos.

 

            Una antigua tradición en Pegalajar, como en otros pueblos de la comarca -por ejemplo Jódar[37]- está relacionada con la Noche de los Difuntos, el 1 y 2 de noviembre, consistía en comer gachas, tomando las sobras para tapar las cerraduras de las puertas, pues se temía el paso de la procesión de los espíritus a medianoche. El fin de tapar la cerradura con gachas era evitar que entrasen en la casa contagiando la muerte a sus moradores, que también recuerda el acto de la colocación de las tenazas en forma de cruz en la chimenea.

            Las gachas, como elemento primordial en la cena ritual de la noche, actuaban al tapar la cerradura de las puertas exteriores de las viviendas con un sentido mágico protector frente a la oscura noche, imaginadamente poblada de almas de difuntos que en estantigua recorren en procesión todas las calles, siendo la casa sellada con la comida ritual el único lugar seguro.

 



[1]Agradecemos a los informantes su colaboración en este trabajo, especialmente a María Ruiz Almagro, María Antonia Cordero Cano, Antonio Fernández Herrera y Luis Torres Garrido.

[2]Delumeau, Jean. El miedo en Occidente (siglos XIV-XVIII). Taurus. Madrid, 1989, pp. 119 y 130-131.

[3]Delumeau, Jean. El miedo en Occidente..., pp. 138-139.

[4]En el mundo medieval, el Demonio es el señor de la noche en las aldeas y campos. Durante ella, los lugares más peligrosos, según creencia generalizada, eran las encrucijadas de caminos donde se congregaban magos y hechiceros, por un lado, y muertos con condena eterna, por otro, presididos por el Demonio (Caro Baroja, Julio: Las brujas y su mundo. Alianza Editorial. Madrid, 1982, pp. 23 y 101).

[5]Delumeau, Jean. El miedo en Occidente..., p. 147.

[6]Almansa Tallante, Rufio: "El misterio de la muerte en Cazorla y su sierra". Demófilo. Revista de Cultura Tradicional. La cultura tradicional en Jaén. Fundación Machado-Diputación Provincial de Jaén. Sevilla, 1994, pp. 153-154 y 157.

[7] En el Perche, se colocaba la cama del agonizante paralelamente a las vigas del techo para que no obstaculizasen la partida del alma (Delumeau, Jean: El miedo..., p. 132.

[8]Estas costumbres, como en Pegalajar, también aparecen en Cazorla y su sierra (Almansa Tallantes, Rufino: "El misterio..., pp. 154-155).

[9]Sánchez Lora, José Luis. "Claves Mágicas de la Religiosidad Barroca". En La Religiosidad Popular. II. Vida y Muerte: la Imaginación Religiosa. Barcelona, 1989, p. 137.

[10]Caro Baroja, Julio: Las brujas..., p. 101.

[11]Navidad Vidal, Nicolás. "Ritos de agua...", p. 174.

[12]Caro Baroja, Julio: Los pueblos de España. Istmo. Madrid, 1981, p. 121.

[13]Delumeau, J. El miedo en Occidente..., pp. 574-575.

[14]Caro Baroja, Julio: Los pueblos..., pp. 253-255

[15]Caro Baroja, Julio. Los pueblos de España..., pp. 172-173.

[16]El mismo sentido de protección del hogar frente a los espíritus del mal tienen las hornacinas con una imagen religiosa colocadas en el muro de las fachadas de algunas casas de la localidad.

[17]Caro Baroja, Julio. Los pueblos de España..., pp. 219-220 y 423.

[18]López Pérez, Manuel: "Cruz de Mayo". En Cartas a don Rafael. Ayuntamiento de Jaén, pp. 503-505; y Ortega y Sagrista, Rafael (1918-1988): "Cruz de Mayo Giennense". Senda de los Huertos, nº 13 (1989), pp. 39-44

 

[19]López Cordero, J. A.; Liétor Morales, J.; Rojas López, J.: Pegalajar: aproximación histórica. Ayuntamiento de Pegalajar. Pegalajar, 1994, p. 145.

[20] López Pérez, Manuel: "Lumbre de San Antón". En Cartas a don Rafael. Ayuntamiento de Jaén. Jaén, 1991, p. 408.

[21]Cardini, Franco. Días Sagrados. Tradición popular en las culturas Euromediterráneas. Argos Vergara. Barcelona, 1984, p. 193.

[22]Frazer, J. G. La Rama Dorada. Nueva York, 1922. Fondo de Cultura Europea. Madrid, 1986, p. 633.

[23]Aguilera, Antonio J.: "Historia de la fortaleza de La Mota en Alcalá la Real". En diario Jaén, 20-octubre-1995, p. 28.

[24] En el pueblo de Bélmez de la Moraleda se dice: "Cuatro somos de Andújar, /tres de la Higuera/ y la que toca el pandero/ de Villanueva" (Amezcua Martínez, Manuel. "Noticias históricas de la brujería en Sierra Mágina". En Comunicaciones presentadas a las V Jornadas de Estudios de Sierra Mágina. Bedmar, 22-marzo-1987. XI Centenario del Castillo. Ayuntamiento de Bedmar y Garcíez. Córdoba, 1987, p. 501).

[25]Cardini, Franco. Días Sagrados. Tradición popular en las culturas Euromediterráneas. Argos Vergara. Barcelona, 1984, pp. 193 y 217-225.

[26]En el campanario de la Iglesia de la Santa Cruz de Pegalajar, antigua torre del homenaje del castillo, existían tradicionalmente cuatro campanas (la Gorda, la Vela, la Mediana y el Esquilón) y una gran carraca. Esta última era utilizada aquellos días, como el jueves y viernes santo, que estaba prohibido su uso por las autoridades eclesiásticas.

[27]Este acto también se realizaba en otros pueblos de la comarca. También tiene cierta semejanza con los tizones del Nochebueno (gran tronco de olivo que en algunos pueblos de Sierra Mágina era quemado en Nochebuena), que eran guardados en Cambil para en caso de tormenta arrojarlos a la calle y mediante este acto mágico deshacerla (Navidad Vidal, Nicolás: "Ritos de agua y fuego en Sierra Mágina". Demófilo. Revista de Cultura Tradicional, nº 14. La Cultura Tradicional de Jaén. Fundación Machado / Diputación Provincial de Jaén. Sevilla, 1994, p. 169).

 

[28]Acto mágico también muy corriente en los pueblos de Sierra Mágina (Navidad Vildal, Nicolás: "Ritos de agua..., p. 169; y Ozaez Almagro, Julián: "Tres ritos de expulsión en el folklore de Cambil (Jaén)". Demófilo. Revista de Cultura Tradicional, nº 14. La Cultura Tradicional de Jaén. Fundación Machado / Diputación Provincial de Jaén. Sevilla, 1994, p. 179).

[29]Eliade, Mircea: Tratado..., pp. 227 y 237-238.

[30]Eliade, Mircea: Tratado de Historia de las Religiones. Morfología y Dinámica de lo Sagrado. París, 1949. Ediciones Cristiandad. Madrid, 1982, pp. 200-201.

[31]Tókarev, Serguei. Historia de la Religión. Biblioteca del Estudiante. Editorial Progreso. Moscú, 1990, p. 176.

[32]Rodríguez Molina, José. "Los insecticidas en la etapa precientífica". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 153, pp. 711.

[33]López Molina, Manuel: "Danzas en Pegalajar en el siglo XVII". Sumuntán, nº 4. Vol. 4 (1994). Jaén.

[34]En algunos pueblos de la comarca se realizaban actos semejantes, aunque en relación con otras fiestas, como en Cambil en el día de San Marcos, cuando en su procesión -25 de abril- se lanzaban "allozas e higos verdes" (Navidad Vidal, Nicolás. "Ritos de agua..., p. 171).

[35]Amezcua, Manuel: "El triunfo de don Carnal. Historia, cultura y tradición del Carnaval en Jaén". Alsur, nº 7 (1993), pp. 62-63.

[36]"Los pollos de las Ánimas, costumbres de Año Nuevo y Reyes en Albanchez". En Sumuntán, nº 4 (1994), p. 253.

[37]Alcalá Moreno, Ildefonso: "La Religiosidad Popular ante la muerte: Testamentos de Jódar. Siglos XVI al XX". En Sumuntán. Anuario de Estudios de Sierra Mágina. Religiosidad Popular en Mágina, nº 2, pp. 28.

volver