SAN GREGORIO Y LOS CONJUROS CONTRA LA LANGOSTA

Juan Antonio López Cordero. 

(En Fiestas de mayo en honor a San Gregorio Nacianceno. Pegalajar, del 8 al 10 de Mayo de 2009. Ayuntamiento. Pegalajar, 2009, p. 25-28.)

 

Pegalajar tiene como patronos a la Virgen de las Nieves y San Gregorio, por este orden de importancia. Ambos tienen una tradición secular que justifica la devoción, al menos desde el siglo XVII, época en que se hizo el voto del pueblo de Pegalajar a San Gregorio (27 de abril de 1670), cuyo texto ha sido publicado en diferentes ocasiones. Consistía en una procesión como la que el pueblo realizó en aquella fecha, cuando los campos estaban invadidos de langosta, con la salida del Santo de la Iglesia de la Santa Cruz al repique de una campana; encabezaba la procesión el Prior, Cura y demás Sacerdotes de dicha Iglesia, el Concejo, Justicia y Regimiento, el Síndico personero y Procurador general de dicha villa; les seguían casi todos los vecinos hacia la ermita del Señor San Marcos. El voto incluye la obligación de hacer la procesión cada nueve de mayo e ir todos descalzos a la ida y a la vuelta. El original de este voto, escrito en escritura procesal, difícil de leer, que adjuntaba una transcripción realizada en el siglo XIX, se encontraba en el Archivo Parroquial de Pegalajar.

El voto surgió en una población con una base económica agroganadera de subsistencia, expuesta a periódicas crisis climatológicas y plagas que mermaban las cosechas y que con frecuencia provocaban hambrunas. Hoy día, es evidente que no se dan estas circunstancias, pero esta tradición ha dejado su impronta en la cultura popular de  Pegalajar. El voto fue renovado en épocas posteriores; y aún hoy día cada nueve de mayo el pueblo de Pegalajar acude en procesión con su Santo al lugar de la antigua Era de San Gregorio, donde se realizaba la misa. En el pasado, en esta era se conjuraba a la langosta, teniendo como abogado a San Gregorio.

La iglesia regulaba todo este ritual, que estaba muy generalizado; un ceremonial propio de una época en la que se realizaban actos vinculados con la magia, por contacto y por simpatía. Por la época del voto de Pegalajar a San Gregorio, en 1662, fue editado un manual de conjuros contra las plagas del campo, reeditado en Jaén en 1708, y que con mucha probabilidad, fuera utilizado por los clérigos de nuestra diócesis. En él se recoge un resumen de los conjuros que utilizaba el sacerdote y exorcista contra las plagas del campo, identificadas con el poder del infierno. Estos conjuros eran admitidos por la iglesia católica, y como tal tenía licencia eclesiástica.

El obra fue impresa con el título: Libro de conjuros contra tempestades, langostas, pulgón, cuquillo y otros animales nocivos, que dañan, y infestan los frutos de la tierra. Impresso en Madrid, año de 1662, y por su original en Jaén en la Imprenta de Tomás Copado, con licencia del Ordinario, año de 1708.[1]

En el “exorcismo contra langostas y otros cualesquier animales nocivos a los frutos de la tierra” se advierte que se han de decir tres misas antes del conjuro. La primera ha de ser de la Santísima Trinidad, con conmemoración de San Gregorio y San Pedro Mártir; la segunda de la Santísima Cruz de Mayo o Septiembre; y la tercera la Septuagésima, con conmemoración a San Marcos y San Luis. 

El ritual exigía para hacer las ceremonias de la langosta llevar un caldero con agua y un brasero con brasas. El agua se utilizaba cuando se decía en el conjuro “et sumergat in profundum maris”, arrojando al agua un puñado de langostas que el sacerdote cogía de una olla, las cuales también pisaba y quemaba.

El lugar del conjuro debía ser un sitio fuera de la población donde se divisasen la mayor parte de los campos de cultivo, como era en Pegalajar la era de San Gregorio. A este lugar se debía llevar una gran cruz en procesión, que había de tener “un poco de oliva bendita y palma puesta en los brazos de la cruz”, y quedar allí, clavada en la tierra para siempre, cruz que en Pegalajar daría lugar a la denominación de la actual calle Calvario.

El sacerdote exorcista debía ponerse un sobrepelliz y estola, llevar agua bendita y una pequeña cruz en la mano en el momento del conjuro.

Algunos de estos conjuros decían así, traducidos del latín:

“Puesto de rodillas dirá

OREMOS

Omnipotente Verbo del Padre, Cristo Jesús, Dios y Hombre, y Señor de toda creatura, que diste a tus santos apóstoles la potestad de pisar sobre las serpientes y escorpiones y sobre toda la fuerza del enemigo, imploro suplicante, con pavor y temblor, tu santo nombre, para que a mí, indigno sacerdote tuyo, dada la posibilidad del perdón de mis pecados, te dignes dotarme de virtud, para que ceñido por tus brazos y tu protección, pueda ahuyentar de este lugar estas langostas...

OREMOS

Que se ponga fin, oh Señor Jesucristo, por los méritos de tu Santísima Pasión, a la postración de nuestra humildad, y reine la felicidad eterna, la prosperidad divina, la alegría serena, la fructífera caridad y la salud sempiterna. Que se aleje de nuestra tierra y de todos sus frutos la presencia de los demonios, langostas, y cualesquier otros animales que corroen los frutos de la tierra...

Asperjará con agua bendita las cuatro partes de la tierra diciendo.

Por la virtud de esta agua bendita huyan de nosotros los diferentes enemigos, y esta plaga de langostas. Amén.

Conjuro primero

Por la santa e individua Trinidad y por la sacrosanta sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y por su admirable nombre, ante el cual todo ser dobla la rodilla, tanto celestes, terrestres y de los infiernos, yo, en calidad de ministro y sacerdote de la Iglesia Católica, os conjuro + expulso y estrecho Aplión, Behemot, Belcebú, jefes y guías de todas las langostas con todos vuestros compañeros y satélites, para que al momento y sin dilación alguna salgáis de este término y de todos los términos de esta ciudad y expulséis totalmente todas las langostas... que devastan y comen los frutos de la tierra y los ahoguéis en el profundo del mar o los oprimáis en sus propios lugares, los pisoteéis, aniquiléis y exterminéis totalmente, de manera que no quede vestigio alguno de su semilla ni de ellos y no pongáis medio alguno para la regeneración o conservación de tales animales...

Conjuro segundo

Oh malditas langostas que estáis en los términos de este lugar, yo, por la virtud y la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, os conjuro + y os constringo de la manera más contundente por Dios Padre + omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible, por Dios + su Hijo Jesucristo, Nuestro señor: Por Dios + Espíritu Santo, que procede de uno y otro, y por la Cruz + y Pasión del Unigénito Hijo de Dios y por su Sangre + Preciosísima; por su Muerte y sepultura + por su Resurrección + y Ascensión y por la venida del Espíritu Santo + Paráclito, que iluminó al mundo entero, y por la purísima Virgen María + madre de Nuestro Señor Jesucristo, que en su vientre encerró a aquél que todo el orbe es incapaz de contener, cuyos santísimos pechos amamantaron al mismo Cristo, verdadero Dios y Hombre, y por todos los santísimos méritos de la misma gloriosísima Virgen María, emperatriz de los ángeles, y por los nueve coros de los espíritus celestes, y por San Juan Bautista, quien bautizó a Cristo en el Jordán, y por todos los patriarcas y profetas de Dios; por los apóstoles y evangelistas y por los santísimos pontífices Gregorio y Luis, y por todos sus méritos, gracias y virtudes, y por  todos los mártires, confesores, vírgenes y célibes, por todas estas cosas sobredichas os conjuro + y ordeno que no comáis en adelante, ni dañéis en lo más mínimo las mieses, siembras, árboles, viñas o hierbas, que hay en este término..., sino huid inmediatamente y salid del sobredicho término, y si lo contrario hiciereis, Nuestro Señor Jesucristo, que rompió las puertas del infierno y redujo a los diablos, él mismo os reduzca, maldiga y golpee por su santo ángel y rompa vuestros labios, quijadas y dientes, y os triture y desmorone.

Ahora pise con el pie algunas langostas.

A todos vosotros y a todos los malditos demonios, vuestros jefes, lo mismo que golpeó Sodoma y Gomorra, el mismo os acose, para que hagáis mi voluntad y obedezcáis mis preceptos, de manera que redunde en gloria de Él, y maldición sempiterna para vosotros, cuya maldición confirmo sobre vosotros con todo mi corazón, así y totalmente, de manera que do quiera os encontréis, seáis malditas. De tal modo que no podáis roer ni dañar fruto alguno de cualquier género que sea, sino que os consumáis en vosotras mismas y os extingáis completamente y os aniquiléis, de modo que no quede de vosotras el más mínimo vestigio o semilla en la posteridad; y, si por casualidad, alguna quedare, la maldigo en nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de la Santa Iglesia Romana, y la privo de toda su virtud, de manera que sea absolutamente imposible que de ella pueda nacer ningún animal nocivo ni langosta alguna, ya de forma natural ya por ayuda o virtud de los demonios, a los que os entrego con toda mi voluntad y a todos vosotros, con todas mis fuerzas, doy a comer toda vuestra semilla. En el nombre del Padre + e Hijo + y Espíritu + Santo, y de la Bienaventurada Virgen María. Amén.

OREMOS

Señor Jesucristo, pastor bueno, que por nosotros pecadores, derramaste tu preciosa sangre en el altar de la Cruz, para atar con tu potestad a los antiguos enemigos, te rogamos suplicantes, que te dignes atar, reducir y confundir a este maligno espíritu Apolión y a todos sus socios, para que no prevalezcan contra nosotros ni contra este lugar. Que vives y reinas, etc.

Vuelto al Oriente, dirá.

Huye maldito espíritu Apolión, conductor de estas langostas o de estos animales, con todos tus satélites y socios; huye, te insto, por la inefable Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, que es la causa total de la reparación humana, y te mando que no te atrevas a dañar este término por medio de las langostas o cualesquier otros animales.

Vuelto al Medio día, dirá.

De nuevo te ligo, maligno espíritu Apolión con todos tus socios, por medio de la virtud y la potencia de Nuestro Señor Jesucristo, quien quiso ser envuelto por la gloriosa Virgen María con pañales y fajas, y pendiendo de la Cruz, ligó vuestra potestad, para que no puedas por ti o por estos animales dañar este término ni a fruto alguno del mismo. Amén.

Vuelto hacia Occidente, dirá.

De nuevo te ato y te aprieto, maligno espíritu sobredicho, por aquella admirable Resurrección que se producirá en el último día del juicio, mediante la indisoluble unión de almas y cuerpos, que no dañes a estos términos mediante los sobredichos animales nocivos, ni los hagas dañar, sino que a todos ellos los acoses y destruyas totalmente. Amén.

Vuelto hacia el Aquilón (Norte), dirá.

De nuevo con más fuerza y estrechez te ato, pésimo espíritu sobredicho, con las cadenas incandescentes infernales, con las que por virtud divina, con tus pésimos socios, te encuentras atado, y te ordeno virilmente, que no puedas dañar ni hacer dañar este término, por medio de los sobre dichos animales, ni ahora ni nunca. Amén.

Asperjará con agua bendita las cuatro partes diciendo.

Por la virtud de esta agua bendita, huyan de nosotros nuestros enemigos, y esta plaga de langostas o de cualquier otros animales nocivos. Amén...

MISA DE SAN GREGORIO, la primera del común de un confesor pontífice.

ORACIÓN

Oh Dios que concediste al bienaventurado Gregorio tu confesor y pontífice especial gracia contra la peste de langostas, concede propicio que cuantos devotamente gozamos de tus beneficios, por sus méritos y oraciones seamos liberados de la corrosión y destrucción por ellas de nuestros frutos y animales, así como de las pestes, epidemias y de cualquier otra enfermedad que pueda afectar a nuestros cuerpos. Por nuestro Señor, etc.

Secreta.

Apiádate, Dios omnipotente, te rogamos, de estos tus siervos, por la intercesión del bienaventurado Gregorio, tu confesor y pontífice, al que otorgaste la gracia y la virtud de extirpar las langostas y brucos, para que ayudados por sus méritos, merezcamos recibir piadosamente de ti la conservación de nuestros frutos. Por Nuestro Señor, etc.

Después de comunión.

Te rogamos Dios omnipotente concedas a tus fieles suplicantes tu gracia y tu misericordia y por la intercesión del bienaventurado Gregorio tu confesor y pontífice, a quien enviaste a España, como tu vicario para destruir las langostas y brucos, que nuestros frutos nos sirvan de nutrición, gracias a tu santa virtud y nos conservemos inmunes de cualquier lesión. Por Ntro. Señor, etc.”


 

[1] Sobre este libro y se repercusión en la época es interesante el artículo de José Rodríguez Molina, “Los insecticidas en la época precientífica”. BIEG, núm. 153, T II, Jaén, julio-septiembre 1994, p. 687-744. Y una visión general de estas plagas en el libro de J. A. López Cordero y Ángel Aponte Marín, Un terror sobre Jaén: las plagas de langosta (s. XVI-XX), Ayuntamiento, Jaén, 1994.

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