LA TORRE DEL GALLARÍN ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA.

Manuel Cabrera Espinosa y Juan A. López Cordero.

(En Sumuntán. Revista de Estudios de Sierra Mágina, núm. 33, 2015. Cárcheles: Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina, 2016, p.157-172)

 

1. Introducción.

La Torre de Gallarín estaba ubicada en el cerro llamado de la Atalaya, en la línea divisoria de los términos municipales de Noalejo y Montejícar, a 1.300 m. de altitud, coordenadas UTM X: 454409; Y: 4162729 (Datum ETRS89). Era una torre circular, de unos seis metros de diámetro, hoy derruida. La población más cercana es la pedanía de Arbuniel, desde donde es más factible el acceso. El camino de subida comienza al poco de salir de Arbuniel, por la carretera que lleva a Huelma y Montejícar hay un desvío a la derecha hacia el cortijo de La Torre. Tras recorrer unos 4.500 metros, en lo alto de la meseta, hay un carril a la izquierda, que tras 800 m. de recorrido lleva a un olivar. Allí hay que dejar el coche y recorrer unos 300 m. a pie hacia el Este hasta llegar a la cresta del cerro de la Atalaya, donde se ubican los restos de la Torre del Gallarín. Es un terreno kárstico, rodeado de vegetación arbustiva, en su mayor parte chaparros. Su situación ofrece una defensa natural por tres de los cuatro puntos cardinales, excepto por el suroeste. La torre estaba formada por mampuestos calizos. Al estar derruida muestra una imagen de cono de piedras, culminada con una señal metálica a modo de mojón que marca un coto de caza. Sus alrededores están ocupados por vegetación autóctona, formada por chaparros y monte bajo. A unos trescientos metros hacia el Oeste hay una rotura de olivos.

La ubicación de la torre es estratégica, no sólo para el control del paso entre las tierras de Jaén y Granada, sino también de comunicación entre las poblaciones históricas del entorno. A los pies de la Torre de Gallarín pasa un prehistórico camino que comunica el Alto Guadalquivir con la zona intrabética granadina. Formó parte del antiguo trazado de la vía romana Cástulo-Acci[1], en cuyo antiguo trazado aún perdura en parte como vía pecuaria, denominada cordel del Salado.

Esta torre servía de vigilancia del antiguo camino que llevaba de Cambil y Huelma a Montejícar y otras poblaciones del reino de Granada. Desde el lugar se pueden observar las fortalezas de La Guardia, Huelma, Alhabar, Collar y Montejícar; y las torres de la Pedregosa, la Estrella y la del cortijo de la Torre (término de Huelma). La función estratégica de esta torre se incrementó en la Baja Edad Media, especialmente tras la conquista de valle del Guadalquivir por Fernando III. La frontera, con escasas variaciones, quedó establecida en las cumbres de la Subbética giennense, quedando los castillos de Cambil y Alhabar como vanguardia del reino nazarí de Granada. La conquista en la primera mitad del siglo XV del castillo de Huelma por el Marqués de Santillana en 1438 acercó la frontera a la Torre del Gallarín, por lo que la vigilancia de este paso hacia Montejícar se hizo aún más necesaria para los musulmanes por el temor a posibles incursiones cristianas.

2.      2. Referencias históricas.

En la Baja Edad Media el entorno donde se ubicaba la Torre de Gallarín estaba despoblado. Entre Cambil y Alahabar, Huelma y Montejícar se extendía una zona de monte, importante cazadero de osos y jabalíes en época de paz. Así lo recoge el libro de la Montería de Alfonso XI (1311-1350), hablando de los cazaderos en torno a los montes de Cambil:

“El monte de Majatrienta es bueno de oso, et de puerco en ivierno. Et son las vocerías la una desde el lomo encima de Lopera catante a Huelma fasta el Lanchar de encima de Collar, et la otra desde el Barranco del Salado fasta el Angostura del Gallin. Et son las armadas, la una en la senda de Sebastian Perez, et la otra contra la sierra de Frontin”.[2]

Evidentemente la “angostura del Gallin” se refiere al paso que dominaba la Torre de Gallarín, por donde pasa en la actualidad el cordel del Salado, que toma la denominación del barranco de su nombre, citado también en el libro de la Montería. Otros topónimos han llegado hasta nuestros días, como el “Collar”, un promontorio donde se ubicaba un castillo rodeado por pequeños cerros a modo de collar; o la sierra del Frontín, cercana a Arbuniel.

Sin duda, la Torre del Gallarín es la que aparece también citada en la Historia de los Hechos de don Rodrigo Ponce de León, Marqués de Cádiz, entorno a la toma de Cambil y Alhabar en 1486.  Estos castillos estaban muy bien fortificados. Para su conquista, los Reyes Católicos tuvieron que desplazar la artillería y abrir con grandes dificultades un camino para su desplazamiento a través de la sierra. El Marqués de Cádiz se encargó del control del territorio cercano a estos castillos con periódicas patrullas para evitar emboscadas de los nazaríes, así llegó hasta la Torre de Gallarín y la destruyó:

“E como el marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León, era propio guerrero, y tanto fuese su deseo del servicio de Dios y de la corona real, en tanto que el rey allí estovo, nunca jamás las armas quitaba de encima, e salia de noche con sus gentes á tomar los caminos e atajos, porque el rey estoviese seguro en sus combates, e no rescebiese algún rebato de los moros, y también porque no se perdiesen algunos de los cristianos que del real salían desmandados. E continuando esto el marqués fasta quelas fortalezas fueron ganadas, andando un dia destos por el campo, llegó á una torre muy fuerte, que estaba en el paso, en que habia dentro ciertos moros de pelea, e salían de allí, e facían grandes daños en los cristianos, e llegóse cerca della, e díxoles que se diesen al rey, su señor, y que les estaría muy bien si así lo ficiesen, en otra manera, que él les certificaba que todos serían metidos á espada. E los moros le respondieron palabras soberbiase feas, de que el marqués ovo grande enojo, e vínose al real, e tomó pertrechos, e más gente; e otro dia amaneció sobre ellos, y el combate que les dio fué tan grande, que mató muchos dellos, e les entró por fuerza, e todos los moros que dentro falló metió á espada, e derribó la torre por el pié; e el rey cuando lo supo, ovo grandísimo placer, de lo cual todo sacó el marqués de Cádiz muy grande honrra.”[3]

La ubicación de esta torre en “el paso” se identifica con Torre de Gallarín. Además, su equidistancia entre el castillo nazarí de Montejícar y los sitiados de Cambil y Alhabar la incluyen en las rutas que los cristianos debieron hacer en la vigilancia de la zona. La destrucción total de la torre en 1586 no impidió que su nombre perdurara en la toponimia del lugar. La encontramos recogida en diversos documentos, como en el pleito entre la ciudad de Jaén y el Duque de Alburquerque, señor de la villa de Huelma, por el heredamiento de la dehesa Mata Begid. En el amojonamiento que se hizo tras la sentencia de 1504 que daba su posesión a la ciudad de Jaén entre dicha dehesa incluida dentro del término de Cambil, que pertenecía a la ciudad de Jaén, y la villa de Huelma se dice:

“Desde allí fueron derechos a otro mojón que estaba debajo de la torre del Gallarín, por donde pasaba el camino que iba de Granada a Cambil. En ese camino, cerca del mojón, había otros dos más pequeños hechos de piedras, y sobre ellos se hallaban restos de personas que habían sido asesinadas por los caminos. Desde allí se dirigieron hacia otro mojón que se encontraba en el cerro de los barrancos del Salado”.[4]

También tuvo el Duque de Alburquerque pleito con la ciudad de Úbeda, porque sus ganaderos entraban en los pastos de Huelma. El pleito fue visto por los magistrados de la chancillería de Ciudad Real en grado de apelación por parte del señor de Huelma, que confirmaron la sentencia del licenciado Yepes y, como novedad, repartieron por mitad los términos en litigio por sentencia de 21 de febrero de 1505. En este expediente también aparece la torre del Gallarín:

“Finalmente, hizo saber a los magistrados de Ciudad Real que el agua de la fuente del Espino, la propia fuente, la fuente Amarguilla y las salinillas próximas al mojón de la torre del Gallarín habían formado parte también de los términos de Huelma”.[5]

El lugar de las Salinillas próximas al mojón de la torre del Gallarín, que aparece en la cita, se refiere a las actuales salinas de Los Montes, que siguen en explotación[6].

 

3.      3. Leyenda.

En torno a la estratégica Torre de Gallarín encontramos, en la literatura oral[7] de la comarca, una leyenda que relata la existencia de un tesoro escondido en sus inmediaciones por el rey Almanzor; leyenda que entra a formar parte del rico acervo cultural de Sierra Mágina.

Al hablar de leyenda nos estamos refiriendo a un tipo de narración tradicional fantástica esencialmente admirativa, generalmente puntualizada en personas, época y lugar determinados.[8]Sus límites con otras formas narrativas orales no son claros, pues participa de características y personajes del mito, del cuento, del romance o de la fábula. Es, en parte, histórica, pero en ella también queda plasmado y representa el sistema cultural en el que nacen. Con la leyenda nos introducimos en el campo de la historia, pero una historia que, aunque con influencias de la realidad, se nutre de la fantasía que suele estar permanentemente subyacente en el pensamiento humano.

Las temáticas de las leyendas son variadas, en el caso que nos ocupa estamos ante una leyenda histórico cultural, cuya trama se basa en la presencia de tesoros ocultos. El final del dominio de cualquier pueblo y su sustitución violenta por otra cultura ha sido el caldo de cultivo perfecto para la proliferación de este subtipo de leyendas. Por ello, la península ibérica, por su azarosa vida histórica, es proclive a este tipo de relatos. En la comarca de Sierra Mágina, por la importancia que tuvo en época musulmana, son las leyendas referidas a tesoros escondidos por los musulmanes las más extendidas, estando presentes en la mayoría de los pueblos de la comarca. El lugar geográfico de nuestra leyenda se centra el torno a la Torre de Gallarín y la época histórica cercana a la muerte del rey Almanzor en el año1002.

El sueño de encontrar un tesoro es una constante en nuestra sociedad, una sociedad en la que el dinero es el medio común de intercambio, fuente de prestigio y poder. Pero buscar tesoros es algo más que buscar dinero, como bien describe Gómez de Liaño:

“Empieza a parecer como si fuese buscar otra cosa, algo que compromete al entero psiquismo, que le pone en el riesgo de recorrer un territorio de agazapadas sorpresas. No sólo era un encontrar y un sorprender el tesoro, sino que el tesoro era la realidad oculta que se iba a descubrir, y de ese modo, descubierta la realidad, uno se haría rico, podía ya estar seguro de su fortuna, de su buena estrella, y es que esa realidad oculta del tesoro es una materia llena de poderes, guardada por fuerzas demoníacas. Buscar tesoros, en este ambiente mágico-místico, es exponerse a encontrarse con una realidad de la que el tesoro concreto que pudiera hallarse no es más que mero signo sensible o sacramento. Buscar tesoros es vivir una ficción maravillosa y rica”.[9]

Es esta ficción maravillosa y rica la que a lo largo de la historia ha propiciado, sobre todo en las clases sociales más desfavorecidas, la búsqueda incesante de tesoros ocultos, con la fantasía esperanzadora de que su hallazgo les cambiara el signo de sus duras vidas.

En el caso que nos ocupa, el de la época musulmana, encontramos unas características específicas que sobredimensionan el fenómeno, y es que ¿quién no ha oído alguna vez una historia sobre la existencia de un tesoro de “los moros”? Entre estas específicas características hay que mencionar el largo período histórico que permaneció en la península el pueblo musulmán, la riqueza material y cultural de al-Andalus, o la posesión de fértiles tierras con sistemas de regadío sofisticados y trabajadores especializados[10]. Pero hay también fuertes razones sociológicas basadas en creencias e imágenes sociales del musulmán y del morisco, que alimentan esta proliferación de leyendas alrededor de majestuosos tesoros escondidos. Nos estamos refiriendo a ese imaginario social, aquel que sirvió para justificar la lucha contra el invasor musulmán y la posterior expulsión de los moriscos, y que representaba a éstos como personas engañosas, mezquinas y acumuladores de riqueza. Bajo esta descripción no es difícil imaginar que ante la obligada y precipitada huida de nuestros territorios, junto con la imposibilidad de trasportar sus ricos botines, los dejaron escondidos pensando en un futuro regreso.

Como cabía esperar, no puede faltar la leyenda de un tesoro escondido en un lugar tan importante estratégicamente como lo era la Torre de Gallarín. Además, en este caso la leyenda subsiste al olvido colectivo y se incorpora a nuestra época contemporánea con un hábil mecanismo de actualización, pues su relato se inicia con la aparición de un documento en época moderna, el testamento del rey Almanzor. Probablemente, haya sido esta actualización lo que provoca que encontremos una versión muy homogénea de la misma[11].

Pero pasemos a relatar la leyenda: concretamente, se dice que un anciano de Noalejo le cuenta a nuestro investigador que junto a la Torre de la Atalaya se encontraba, el cortijo de la Torre[12]. En la época de mayor esplendor musulmán este cortijo estaba en poder de un moro llamado Gallarín. Contaba este poderoso gerifalte moro con la amistad y la confianza de un personaje muy principal, el rey Almanzor que con frecuencia lo visitaba en su escondido rincón de Sierra Mágica. En una de ellas, Almanzor, como un gesto premonitorio de su trágico final en Calatañazor, le propuso esconder en algún lugar secreto de su propiedad todos los tesoros que había acumulado a lo largo de sus correrías por el suelo peninsular.

Así fue que con la asistencia de los más allegados súbditos de Gallarín excavaron un profundo subterráneo con cámaras adecuadas donde Almanzor fue colocando todas sus riquezas. Entre ellas destacaban los nueve caballos cargados de oro y el famoso collar de la Reina de Nápoles, también introdujo abundante armamento, espadas, monturas, etc., como para dotar a un grandioso ejército y, además, un retrato de todos los moros que durante siglos habían cruzado el estrecho para pisar tierra española. Pero una vez acabado el trabajo y después de camuflada totalmente la entrada de la caverna, Almanzor receló de su amigo y maquinó una traición que acabó con la muerte de Gallarín y de todos sus colaboradores. Derribó su palacio y la torre vigía que había construido en el monte, hasta tal punto que no quedó rastro de que aquella tierra hubiera estado poblada en ningún momento.

No pasó mucho tiempo cuando el ministro árabe tuvo que abandonar tierras segovianas derrotado y perseguido hasta que se encontró con la muerte en las puertas de Medinaceli, quedando su tesoro en el anonimato para siempre.

Según el informante que cuando era joven había trabajado mucho en este cortijo, vivía cerca de Cambil una mujer muy rica que tenía mucha amistad con el obispo de Jaén. Solía visitar a menudo al prelado y le llevaba buenos regalos. En una ocasión, el obispo, en pago de su amistad le dio una copia del testamento del Rey Almanzor, que estaba en el Archivo de la catedral jiennense. Lo curioso de este documento era la descripción tan precisa que daba de un lugar muy concreto situado a una treintena de kilómetros de la capital, y que según unánime opinión podía tratarse muy bien de un tesoro.

Esta señora guardó el documento en su cortijo con la idea de algún día prestarle un poco de atención, cosa que no ocurrió nunca, pues al poco tiempo una grave enfermedad acabó con su vida. El cortijo pasó entonces a manos de los patronos de mi interlocutor y cicerone en esta historia, encontrándose presente cuando los nuevos dueños descubrieron el documento. Lo leyeron en voz alta, sin comprender al principio su significado, y cuando sospecharon lo que podía ser guardaron celosamente el papel donde nadie pudiera encontrarlo. Pero no contaron con la avisada memoria de su moza, que aprendió el texto de corrido y que sería de la siguiente forma:

”A cinco leguas de Jaén, sitio de la Torre, señas más principales: la loma de las Cabras y el castillo derribado en la atalaya que divisa siete torreones. El terreno que allí existe tiene dedos y yemas y rayas en las piedras. Un árbol negro con un tronco muy grueso y unos endrinos. Tres mogotes de piedra hechos de la mano del hombre, uno enfrente de Coloma y los otros al hilo de éste. De uno de ellos baja un carril desmochado de piedras, cuando acaba, a tres metros en dirección al sol saliente, una piedra igual de ancha que de larga tapa un agujero y a continuación un pasillo ancho y largo, no hagas caso de cuanto veas ni oigas, sigue adelante hasta que veas, al final, dos poyos grandes”.

En un principio las pesquisas se dirigieron al castillo de Arenas, en término de Campillo de Arenas, donde, según cuentan, más de una fortuna se ha derrochado cavando túneles por los alrededores, y aun la vida de algún desafortunado que la arriesgara remontando sus peligrosos paredones. Al no encontrarse nada las prospecciones cambiaron de escenario, llevándose a cabo más recientemente en el cortijo de la Torre.

Como podemos observar, estamos ante una leyenda típica de tesoros escondidos por “los moros” tan usuales de Mágina. De argumento parecido, dentro de la comarca de Sierra Mágina, son, por ejemplo, la leyenda del toro del tesoro de Bedmar, la del león de las Vegas de las Piedras de Huelma, el tesoro de Bélmez, el tesoro de Cabra o el tesoro de la cueva del tío Malverano de Albanchez. Encontramos otra leyenda muy parecida dentro de la provincia de Jaén y es la del tesoro de Zumel en la que se cuenta que en el Cerro del Zumel Redondo[13] había sido escondido un fastuoso tesoro en la época del Califato, por un rey moro, muerto en combate, muriendo con él el sitio del escondrijo, pues nadie más lo sabía. Algún aspecto más singular del tesoro de Torre Gallarín es su actualización con la aparición del testamento del rey Almanzor y la imagen positiva que se da del pueblo llano, pues es la doncella con su astucia y buena memoria la que hace perdurar la posibilidad de localizarlo.

Muchas han sido las personas que han vivido la ficción maravillosa y rica de buscar el Tesoro de la Torre de Gallarín excavando por las inmediaciones del cortijo de la Torre sin encontrarlo. Queda pues, otro tesoro aún oculto y que alimenta las historias de riqueza y esplendor de una comarca tan llena de magia como es la de Sierra Mágina.

   4. Conclusión.

La Torre del Gallarín es un ejemplo de cómo la historia y la leyenda se conjuntan para crear en un espacio físico determinado un elemento histórico-etnológico que puede ser aprovechado como recurso de desarrollo rural. La historia y la leyenda de la torre, tan distintas, se encuentran y se bifurcan en este caso concreto, donde la “crueldad” bélica, que históricamente ocurrió con el asalto y destrucción de la torre, se une a la crueldad de la leyenda con el asesinato del fiel Gallarín por parte de Almanzor. También se unen en el aspecto geográfico, donde la historia la torre extiende su función estratégica a la zona circundante del paso que controla, del que tomó su nombre, y la leyenda se extiende por el monte circundante para ubicar el palacio de Gallarín y la cueva del tesoro. Sobre este elemento arquitectónico existente y sus hechos históricos, el hombre construye la leyenda con la impronta de sus sueños, en este caso la riqueza en forma de tesoro, al que supuesto protocolo notarial del testamento intenta dar credibilidad. Sin duda, la ubicación de la Torre del Gallarín, su historia, su leyenda, su entorno físico y paisajístico… le dan un alto valor potencial como recurso endógeno de la comarca a recuperar, en una zona de frontera medieval emblemática.

5. Apéndice.

 

Fot. Torre del Gallarín (26-2-2015)

Fot. Torre del Gallarín (26-2-2015)

 

Torre del Gallarín. Ubicación Mapa

Torre del Gallarín.  Ubicación Ortofoto

 

 

 

 


 

[1] Ver: CABRERA ESPINOSA, Manuel. “Caminando por Arbuniel: la vía romana Acci-Cástulo a su paso por Arbuniel”. I Congreso virtual sobre Historia de la Caminería (15 al 30 de septiembre de 2013). Comunicaciones. Jaén: Asociaciones Orden de la Caminería y Amigos del Archivo Histórico Diocesano de Jaén, 2013 [publicación virtual].

[2]  GUTIÉRREZ DE LA VEGA, José. Libro de la Montería del Rey D. Alfonso XI. Tomo II. Madrid: Imprenta y fundición de M. Tello, 1877, p. 359.

[3]Historia de los Hechos de don Rodrigo Ponce de León, Marqués de Cádiz (1443-1488). Capítulo XXX. En FUENSANTA DEL VALLE, Marqués de. Colección de Documentos Inéditos para la historia de España. Tomo CVI. Madrid: Imprenta de José Perales y Martínez, 1893, p. 246-247.

[4] Archivo casa ducal de Alburquerque, nº 215, leg. 14. Ver: FRANCO SILVA, Alfonso. “Los términos de Huelma. Problemas y conflictos con Jaén, Granada y Úbeda”. En SER QUIJANO, Gregorio del; y MARTÍN VISO, Iñaki (editores). Espacios de poder y formas sociales en la Edad Media. Estudios dedicados a Ángel Barrios. Salamanca: Universidad, 2007, p. 93. También en RODRÍGUEZ MOLINA, José. Colección diplomática del Archivo Municipal de Jaén, siglos XIV y XV. Jaén: Ayuntamiento, 1895, p. 339.

En otros deslindes del término de Cambil en esta época también aparece citada la torre. Así, el primer mojón del término jurisdiccional era el mojón grande las cañadas de Jeduna (Xeduna), bajo la torre del Gallarín (CHAMOCHO CANTUDO, Miguel Ángel. Cambil, 1485-1558: Génesis Histórica e Institucional de una Villa en la Frontera Castellano-Granadina. Jaén: Universidad, 1999, p. 233.)

[5]  Archivo Casa Ducal de Alburquerque, núm. 7, caja 7, nº 6ª (a). En FRANCO SILVA, Alfonso. Personajes, poderes, fortalezas y otros temas de la historia de Andalucía (siglos XIV y XVI). Cádiz: Universidad, 2009, p. 215-216.

[6] Sobre estas salinas ver: LÓPEZ CORDERO, Juan Antonio y CABRERA ESPINOSA, Manuel. "Salinas del Alto Guadalquivir: Don Benito y Los Montes". Senda de los Huertos. Revista cultural de la provincia de Jaén, núm 65-66. Asociación de Amigos de San Antón. Jaén, 2009, p. 157-175.

[7]Como señala Pascuala Morote: “La literatura oral es algo vivo que crece con el niño, reactiva la memoria colectiva, forma parte del patrimonio intangible de la humanidad y es un pequeño gran tesoro que depende de la voluntad de todos para su permanencia en el tiempo “ (MOROTE MAGÁN, Pascuala. “Las leyendas y su valor didáctico”. Actas del XL Congreso AEP 400 años de Don Quijote: pasado y perspectivas de futuro. Valladolid, 2005, p. 391.

[8] GARCÍA DE DIEGO, Vicente. Antología de leyendas de la literatura universal Vol. 1. Barcelona: Labor, 1958, p.3.

[9]GÓMEZ DE LIAÑO, Ignacio. Los juegos del Sacromonte. Madrid: Editorial Nacional, 1975, p. 192.

[10] PÉREZ DE PERCEVAL, José María. En busca del “Tesoro de los Moros”. Boletín del Instituto de Estudios Almerienses, nº7, 1987, p. 176.

[11] Encontramos multitud de referencias a la leyenda del tesoro de Torre Gallarín sin encontrar variaciones entre ellas. Así lo han tratado autores como Francisco Catena, José Manuel García Bautista o Manuel Amezcua. Nosotros tomamos como referencia para usarla aquí, por su antigüedad, la publicada por Manuel Amezcua en 1985: AMEZCUA MARTÍNEZ, Manuel. “Leyendas del Tesoro de Sierra Mágina”. Revista de folklore nº 57. Obra cultural de la Caja de Ahorros Popular. Valladolid 1985, pp. 75-82.

[12]En la actualidad existe en la misma ubicación un cortijo con ese nombre.

[13] Es un cerro que apenas dista 3 km de Jaén en dirección SE.

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