TROGLODITISMO EN SIERRA MÁGINA. LAS CUEVAS PIQUITA.
Enrique Escobedo Molinos y Juan Antonio López Cordero.
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RESUMEN
El hábitat troglodítico en sus versiones tanto natural como artificial es tan antiguo como la propia humanidad y localizable en cualquier parte del mundo. En Sierra Mágina el trogloditismo artificial presenta su máximo apogeo a partir del siglo XVIII perdurando hasta mitad del siglo XX.
El objeto de este trabajo, es el estudio preliminar de un conjunto troglodítico existente en Jódar y conocido como las Cuevas Piquita, que por sus características y peculiaridades bien merece ser conservado.
SUMMARY
Troglodyte habitat both in its natural and artificial versions is as old as humanity, and can be found anywhere around the world. In Sierra Mágina, artificial troglodyteness is at his peak from 18th century until the mid-20th century.
The aim of this work is the preliminary study of a troglodyte site in Jódar known as Cuevas Piquita, which is worth preserving because of its characteristics and peculiarities.
1. Introducción.
La cueva-vivienda es un tipo de arquitectura que la propia naturaleza o la acción del hombre ha conformado en el terreno. Puede ser natural, producto del paso del tiempo y conformada por la propia naturaleza; artificial, cuando el ser humano ha excavado en el terreno hasta conseguir la vivienda deseada; o mixta, cuando se aprovecha la cavidad natural junto aportación humana de materiales.
El objeto de este trabajo son las cuevas artificiales construidas por el hombre, un trogloditismo que en Sierra Mágina y en sus características actuales arranca en Edad Moderna, sobre todo en el siglo XVIII, acrecentándote en el XIX. Son cuevas excavadas por el hombre en materiales desmenuzables y fáciles de tallar, secos y muy impermeables, como son los depósitos de rocas sedimentarias, en la mayoría de los casos, en las que el manto freático es suficientemente profundo para que los habitantes no tengan que temer a la humedad, que por otra, habitualmente se produce.
Las cuevas-vivienda se extienden por gran parte del mundo, pues existen viviendas excavadas a partir de los materiales volcánicos en Turquía, en las tierras arcillosas de las mesetas de Irak e Irán, extendiéndose hasta el norte de China; al igual que en América donde se extiende por casi toda su geografía. También están presentes en todos los países mediterráneos, donde han sido muy frecuentes hasta tiempos recientes, como en Italia, Cerdeña, Francia continental, Yugoslavia, Palestina, Siria, Egipto, Libia, Túnez, Marruecos y España. Mantienen muchas características comunes; no obstante, presentan peculiaridades en cada lugar adaptándose al modo de vida de la población.
Las cuevas se han emplazado normalmente en las vertientes, por lo general con orientación Este o Sur. Es un tipo de vivienda poco costosa, al no necesitar el aporte de materiales, más bien la retirada de los mismos es lo que hemos dado en llamar la arquitectura del vacío. Favorecida en España por el clima continental con temperaturas extremas y precipitaciones bajas. Aunque este tipo de construcción es muy antiguo, es a partir de la Edad Moderna cuando alcanzan gran proliferación, siendo permanentemente habitadas por los grupos más humildes de la sociedad. El uso de cuevas-vivienda en Sierra Mágina se vio favorecido por varios factores: El aumento de la población que se produjo en el siglo XVI tras la desaparición de la frontera con el reino musulmán de Granada; también por la presencia de un clima generalmente con escasa pluviometría, la existencia de terrenos impermeables y la acusada pobreza de las clases más bajas. Forma así Sierra Mágina parte de una cultura troglodita generalizada en el Sudeste de la Península.
2. Construcción.
La sencillez de la técnica de construcción, la práctica ausencia de materiales y la mano de obra, formada por jornaleros en paro la mayor parte del año, hacían de la cueva, una vivienda de autoconstrucción asumible por su práctica ausencia de coste.
Sobre la técnica de construcción, que está basada en la orografía del terreno, escribe el regeneracionista Joaquín Costa, a quien en su época de notario en Jódar llamó su atención este tipo de vida troglodita en las clases trabajadoras de la población.
"Se hallan situadas las cuevas en una ladera de pendiente no muy pronunciada... Para tomar altura suficiente se principia por abrir desde el camino-calle, en dirección coordinada a ella, o sea cara a la cumbre, o desde el barranco a la derecha o a la izquierda, una zanja a cielo abierto de ocho o diez metros de longitud. Al extremo de este desmonte se excava la puerta, de la altura de un hombre o algo menos...
La superficie media de las cuevas oscila entre 16 y 75 metros. Las más humildes constan de un vestíbulo de 8 a 9 metros cuadrados, única pieza alumbrada; una cocina con hogar, de 4 a 6 metros cuadrados, y chimenea que sale a flor de tierra por la parte de afuera; y un dormitorio poco mas extenso: a esto se agrega en muchos casos una reducida cuadra, capaz para un borrico. Sus comunicaciones con el exterior son dos únicamente: la puerta y la chimenea, no reciben por tanto más luz que la que reciben por aquella, pues la de la chimenea es tenuísima y casi nula. Así que la vida de este pueblo singularísimo se realiza comúnmente al aire libre, junto a la puerta de la cueva, es decir, a la parte de afuera, en el llanete, sea a la parte de adentro, en el vestíbulo, cuando llueva o haga mucho calor o frío. En los casos en que la zanja o llanete corresponde a una sola cueva o a dos de frente, suele tener a uno de los lados una cuevecilla minúscula de un metro en cuadro o uno y medio, donde se sienta la inquilina para trabajar con más luz que en el vestíbulo de la habitación y al abrigo de la lluvia o el sol".[1]
En el interior las paredes de las salas son rugosas y tienden a la verticalidad Gruesos muros separan unas salas de otras. El techo es bajo a veces abovedado, a veces plano según la naturaleza del terrero y el suelo en algunas ocasiones aparece empedrado con cantos rodados. Característica de las cuevas vivienda es la isoterma que mantienen a lo largo del año, a pesar de que el clima presente condiciones muy contrastadas estacionalmente.
3. Las cuevas-vivienda en los núcleos poblaciones de Sierra Mágina.
Existen cuevas en muchos de los pueblos de la comarca de Sierra Mágina, como Torres, Pegalajar, Bedmar, Jódar, Jimena, Bélmez de la Moraleda, Cambil, Cabra del Santo Cristo y La Guardia.
Jódar fue la población de Sierra Mágina y de la provincia tradicionalmente más troglodita (contaba con más del 25% de las cuevas habitadas de la provincia en 1900), cuyas cuevas estaban situadas en la parte alta de la población. En esta población, el punto más álgido de hábitat en estas construcciones fue en 1944, cuando 3.000 personas vivían en 400 cuevas, algunas habitadas por más de una familia. Aún a finales de la década de 1960 numerosas familias vivían en ellas, reduciéndose su número paulatinamente: 11 en 1981 y a 4 en 1991. Actualmente se conservan muy pocas en Jódar debido a la iniciativa municipal que a finales del siglo XX decidió derruirlas.
En Pegalajar, las cuevas forman un cinturón que se extiende por la parte alta de la población, en la falda de la Serrezuela, en los barrios del Romeral, Cuevas de la Fuente y Chorreadero. Comenzaron en el Romeral, con una utilización masiva a partir del siglo XVIII, coincidiendo con el aumento de la población. En 1838 existían ya 85 cuevas habitadas. Y en 1951, más de doscientas familias vivían en cuevas que no reunían ninguna condición higiénica. Además, otras doscientas familias habitan pequeñas y débiles edificaciones con una o dos habitaciones, escasa solidez, espacio y ventilación. Las abundantes lluvias de 1963 provocaron el derrumbe de varias de ellas, lo que llevó a la ubicación de sus habitantes en albergues provisionales, y contribuyó a la aceleración de la construcción de viviendas de tipo social.
En Bedmar también llegaron a estar habitadas algo más de cien cuevas. Tanto en esta villa, como en otras del contorno, la distribución de estas cuevas es variada. Constan de dos a cinco habitaciones, las interiores sin ventilación exterior, pues sólo la puerta de entrada y alguna otra pequeña ventana se abre al exterior. Están orientadas hacia el Sur y todas tienen un patín de entrada o pasillo a cielo abierto hasta llegar a la puerta de entrada. Los techos suelen ser bajos y estaban encalados. Todas tienen su chimenea troncocónica de 1-1,5 metros, que emerge en un paisaje yermo como único promontorio.
Hoy día, casi todas las cuevas de la comarca están abandonadas, muchas han sido derruidas, otras sirven en todo caso como cuadra o habitáculo de animales domésticos, y en los solares de muchas de ellas se levantan casas de nueva construcción. Sin embargo, en algunos sitios, como Pegalajar, se han rehabilitando algunas de ellas por iniciativa privada, buscando recuperar tanto éstas como el paisaje circundante como muestra de una cultura peculiar que durante siglos formó parte de la comarca, al mismo tiempo que son destinadas al turismo rural en un claro ejemplo de utilización de los recursos culturales como desarrollo endógeno y sostenible.
4. Complejos troglodíticos de Sierra Mágina.
Fuera de los núcleos poblacionales Sierra Mágina presenta numerosas cuevas vivienda, por lo general aisladas, con un uso temporal, como puede ser en Pegalajar la cueva de la Nogueruela (X 448501, Y 4177247 ED50), que se conserva en muy buen estado, la cueva del Tío Caete (X 471825, Y 4177091 ETRS89), la cueva del Cordel de Guadahortuna ( X 471464, Y 4177578 ETRS89) ambas en termino de Huelma o la cueva de Jeromillo en el área recreativa de los Pinares en Jódar (X 472961, Y 4180968 ED50), hoy transformada por otra reciente construcción.
Sin embargo, existen también grupos de cuevas-vivienda con funciones diferenciadas, como son las Cuevas Piquita de Jódar, aisladas de cualquier población cercana, o el conjunto troglodítico próximo a la Estación de Huesa en término de Cabra de Santo Cristo. Funcionaban como núcleos poblacionales estacionales en periodos de recogida del esparto, llegando a albergar casi a un centenar de personas, con una economía agrícola y ganadera que se refleja en las diferentes estancias de cada cueva y en su entorno.
4.1. La ubicación y entorno . El Monte de los Pinares.
El Monte “Los Pinares” fue adquirido por el Ayuntamiento de Jódar en 1850 para beneficio de los vecinos como dehesa boyal. Poco después, en 1868 y dentro del periodo revolucionario, se repartió el predio de Los Pinares para que fuese roturado por los vecinos, dedicando esta zona a tierras de labor, causando gran destrozo en el monte, que debido a la mala calidad del terreno sólo produjo a los roturadores buenas cosechas al principio, quedando las tierras, en su mayoría, abandonadas. En 1926 aún existían 80 hectáreas cultivadas de la roturación de 1868[2].
Según la primera memoria descriptiva del mismo del 17 de abril de 1897, tenía aprovechamientos de madera, caza y terrenos sobrantes para la agricultura. La superficie total era de 1.782 hectáreas. En esta época era monte en su mayor parte desnudo de vegetación arbórea, "sólo se encuentra en la parte SO del monte algunos manchones de pino carrasco que recuerdan la exuberante vegetación que existió. Se encuentra sin embargo alguna especie leñosa y muy abundantes espartos. Aunque el monte es en general árido, existen aprovechamientos de aguas, pues el río Jandulilla baña gran parte del monte, existiendo también algunos manantiales”[3].
A principios del siglo XX, la explotación principal era la leña de matorral, que salía periódicamente a subasta, pues el arbolado era escaso, y de algunos pinos pequeños de nueva plantación. El esparto producido en Los Pinares se consideraba de mala calidad y muy diseminado. Los pastos eran aprovechados por los ganados de labor, utilizándose los sobrantes por medio de subastas: 40 cabezas de ganado vacuno, 200 de cabrío y 700 de lanar, no considerándose el aprovechamiento de la caza por ser de poca importancia. El 17 de marzo de 1926 se dice en que en 1924 fueron parceladas 208 hectáreas en Los Pinares[4].
4.2. La ubicación de las Cuevas Piquita.
Las Cuevas Piquita están situadas al Sur del término municipal de Jódar, en el monte público de Los Pinares (X 4744416, Y 4180146 y X 474503, Y 4180247 ETRS89). La mayoría debieron ser excavadas en la primera mitad del siglo XIX, según se desprende del concordato entre el Marques de Jódar y los vecinos de la Villa de fecha 25 de abril de 1848 (Archivo de Protocolos Notariales de Úbeda), donde ya se mencionan las cuevas de Alicante y Campillo, denominación esta anterior de las Cuevas Piquita. Las cuevas Piquita toman su nombre del apodo de una conocida tratera La Tía Piquita , persona al parecer hábil para los negocios, pues al mismo Joaquín Costa le sorprende la cueva que esta señora tenia en Jódar. La Tía Piquita debió de nacer en las primeras décadas del siglo XIX, pues para mediados de dicho siglo ya tenemos referencias de su actividad. Las trateras actuaban como intermediarios entre los recolectores de esparto y los almacenistas, BALBOA, ALCALA, BALBOA (2010), nos dicen en su libro al respecto: “En el mismo día venden la labor hecha a una tratera sea a precio de dinero o en especie, pues las trateras tienen tienda de comestibles, a veces estas adelantan a las familias, el pan del día por las mañanas para cobrárselo en esparto labrado por la noche. El esparto que las trateras van adquiriendo en esta forma, no lo venden para el consumo, sino que lo ceden a los almacenistas de la ciudad, que han de portarlo”. Con la adquisición por parte del Ayuntamiento de la dehesa de Los Pinares para beneficio de los vecinos (Libro Capitular de 1850) La Piquita debió de intuir el rico potencial económico de la zona, haciéndose con el control de las cuevas, pues para 1859 vemos que ya ha cambiado la denominación de cuevas del Campillo por cuevas de la Piquita en el Archivo Municipal de Jódar, año 1859, se dice que “las Cuevas de la Piquita y de Alicante sin habitar del Común de Vnos”. s/f.[5] Pues la gente no residía habitualmente en dichas cuevas, por lo que quedaban censadas en sus domicilios habituales, excepto algunas excepciones. Así, en el Padrón de 1863 se habla de la “Cueva de la Piquita”, en la que se cita como habitante de la misma a José Rodríguez Alba de estado soltero, 60 años de edad y de profesión jornalero, residía con Josefa Martínez Quinta de 47 años y tenían tres hijos Francisco, de 18 años, Juana y María. Padrón sin foliar. En el padrón de 1873 en las páginas 218 y 219 se cita como habitante de la Cueva de la “Piquita” en los Pinares a José Rodríguez de 60 años, casado y de profesión cenicero.
La crisis sobrevenida de materias primas, principalmente el algodón en el Viejo Continente por motivo de la guerra de secesión americana, hizo que las industrias textiles y del papel de Inglaterra demandaran de nuevas materias primas para su producción. Será el esparto la nueva materia prima demandada por las industrias inglesas principalmente para la elaboración del papel, articulo este con una fuerte demanda por el importante desarrollo de la prensa.
Comienza así desde la década de los sesenta a la década de los ochenta del siglo XIX una exportación masiva de esparto desde los puertos españoles hacia Inglaterra y lógicamente los atochares de la zona de Los Pinares no fueron ajenos a esta demanda, dejándolos prácticamente esquilmados, para 1903 encontramos esta referencia “El esparto producido en Los Pinares se consideraba de mala calidad y muy diseminado, llevándose once años en que las subastas de éste se quedan sin licitadores” ( ALCALA MORENO 2010)
4.3. Descripción de las Cuevas Piquita.
El conjunto de las cuevas conocidas hoy como cuevas Piquita ( anteriormente cuevas de Alicante y del Campillo ) se pueden dividir en dos núcleos: Las cuevas del llano y las cuevas del barranco, separadas entre si por unos ciento cincuenta metros.
El primer núcleo , las cuevas del llano, están ubicadas a ambos lados del camino que atraviesa la zona, consta de un total de ocho cuevas de diferentes tamaños y en diferente estado de conservación (fueron objeto de un campo internacional de trabajo a finales del pasado siglo) pues algunas de ellas están hundidas y otras ya han comenzado ha acusar el paso del tiempo. Características comunes a casi todas ellas son:
1ª La presencia de cuadras con numerosos pesebres, hasta un total de 25 en tan solo 6 de ellas.
2ª La ausencia de habitación dormitorio específica, pues las que la presentan, parece tratarse de una ampliación posterior de la cueva, pues cambia el eje de orientación de la misma.
3ª La existencia de una habitación que cumple la función de Sala de estar, Cocina hogar con chimenea y dormitorio, pues junto a la chimenea suele haber dos poyos, bien labrados en la roca, bien construidos en madera que sirven como asiento durante el día y como cama durante la noche, característica ésta también habitual en pequeñas casas rurales de la sierra.
Las paredes muestran diversas hornacinas o huecos excavados, cuya función está relacionada con el almacenamiento (cantareras), guarda de utensilios domésticos y alimentos (alacenas) o bien nichos de luz. También en las cuadras los pesebres están horadados en la roca, pudiendo ser de forma circular, rectangular u ovalada. Otros orificios muestran otra función, como el uso de viguetas de madera para evitar la salida de los animales de las cuadras o para introducir estacas donde colgar utensilios o alimentos.
Tan solo la cueva número cinco, presenta algunas características singulares, en primer lugar es la más amplia de todas. En segundo lugar, la sala de entrada o distribuidor parece cumplir la función de tienda, pues presenta alacenas con puerta, amplia cantarera y gran nicho par la exposición de mercaderías. Así mismo la cueva número uno, presenta en su parte central unos pesebres bajos par ovicápridos, fruto de una posterior adaptación de la cueva para otros usos.
Casi ninguna de las cuevas conserva la puerta de entrada, solo alguna de ellas la tiene aún, pero en muy mal estado, se trata de una puerta de tablas de madera unidas con clavos de gruesa cabeza.
El segundo núcleo está compuesto por siete cuevas, que se distribuyen linealmente en la ladera oeste del barranco contiguo al llano. Son más pequeñas y su esquema constructivo responde al modelo básico de cueva de jornalero, formado por tres estancias: la sala de entrada, que hace la función de sala de estar, distribuidor y cocina hogar con chimenea, una segunda sala que tendría la función de dormitorio y una tercera estancia con función de cuadra con capacidad normal para uno o dos équidos.
La técnica constructiva es por lo general de peor factura que la de las cuevas del Llano y al igual que en estas en las paredes encontramos nichos y hornacinas con funciones similares a las ya descritas.
Tan solo la cueva número diez, más amplia que el resto, parece romper este esquema general, pero en realidad no lo hace pues es el resultado de la unión interna de dos cuevas, habiéndose tabicado la entrada de una de ellas, que ha sido reconvertida en ventana.
4.4. Funcion de las cuevas Piquita
A la vista de este conjunto de cuevas, nos surge la siguiente pregunta, ¿Qué razón de ser tiene la existencia de un complejo troglodítico en un lugar tan apartado?. Como ya hemos dicho antes, las cuevas de la Piquita se encuentran en el monte de Los Pinares en un lugar prácticamente equidistante de los cuatro núcleos de población más próximos, Jodar, Larva, Cabra de Santo Cristo y Bélmez de la Moraleda, y con un isocrono superior a las dos horas y media para acceder caminando desde cualquiera de estas poblaciones, lo que suponía la perdida de cinco horas laborales, en caso de querer ir y volver en el mismo día y en aras simplemente de un ahorro energético ya quedaría justificada su existencia y emplazamiento, más si tenemos en cuenta que la zona de Los Pinares y El Campillo, disponían de magníficos atochares.
Por los testimonios orales[6] recogidos por Alcalá Moreno sobre dichas cuevas, sabemos que hasta los años 50 del pasado siglo fueron utilizadas como refugio de pastores, y sobre todo, como vivienda en épocas de recolección de esparto. El segundo informante, nieto de un habitante de un cortijo de la zona le comentó que las cuevas se construyeron a finales del siglo XIX, cuando el Ayuntamiento repartió tierras, a obreros que no tenían, que vivieron unas 30 ó 40 familias, que malvivían entre cosechas con el trabajo del esparto y la ganadería. La cueva más grande era la llamada La Piquita donde habitaba el guarda del Ayuntamiento: “Jose el del tambor” y más abajo estaba la llamada cueva de Los Felipones donde Vivian los pastores de Guadahortuna, el núcleo troglodita se abastecía de la fuente del Capitán, que dice era de agua de calidad mediana. Otra cueva cercana era habitada por los pastores procedentes de Pedro Martínez, que acudían al sorteo de pastos que cada año hacía el Ayuntamiento. Le comentó también que la zona se llenaba de gente el día de la “romana” cuando se daba autorización para coger esparto en la zona y pesarlo en una romana para el pago del canon. El que no conste sus habitantes en los padrones consultados, es por su utilización esporádica en épocas concretas del año. Fueron deshabitadas en su mayoría, en los años 40, ante la amenaza de los llamados Maquis.
Esta información facilitada por los informantes se ve refrendada por las huellas que dejaron sobre el terreno de su actividad agro-ganadera y así encontramos entre las cuevas del Llano y las cuevas del Barranco, los restos en buen estado de una era de trilla, sin empedrar de 12 metros de diámetro, que soluciona la pendiente del terreno mediante un muro a piedra seca, quedando así mismo restos de su actividad ganadera, tanto en la adaptación de alguna cueva del llano como refugio de ovi-cápridos, como en la existencia en las proximidades de las cuevas de rediles o corrales para ganado, éstos muy deteriorados.
Pero pensamos que estas cuevas, y nos referimos concretamente a las del Llano pues las del Barranco se corresponden al tipo casa cueva típica de jornalero recolector, presentan una peculiaridad que las hace singulares.
La arquitectura no es más que el reflejo de una necesidad humana y como tal los espacios arquitectónicos creados nos dan idea del fin para el que fueron construidas. La arquitectura tal y como la conocemos, suele ser una arquitectura constructiva, el espacio arquitectónico surge por la aportación de materiales de la más variada índole, por el contrario la arquitectura troglodítica, es una arquitectura destructiva, donde el espacio arquitectónico surge por la destrucción de unos materiales preexistentes, lo que le confiere una peculiaridad y es que las huellas de la idea primigenia quedan grabadas en el terreno a pesar de las reformas posteriores.
De las cuevas del Llano nos llamó poderosamente la atención la abundancia de pesebres en las cuadras y la ausencia de habitaciones dormitorio, suplidas éstas por la presencia de unos bancos corridos junto a la chimenea, con función de asiento o de cama (algunos simulan incluso la almohada) Esto nos hizo pensar que los usuarios de estas cuevas no eran simples jornaleros, pues la presencia de numerosos equinos en las cuadras delataban una economía diferente. Después de barajar varias hipótesis, pensamos que las ocho cuevas del Llano en su conjunto conforman una antigua posada para arrieros, donde los usuarios disponían de cuevas individuales donde pasar la noche y donde encerrar sus animales de carga y mercancías.
La cueva número cinco, la de La Piquita haría la función recepción y tienda de suministros de esta singular posada y conociendo la actividad “tratera” de la dueña, el lugar debió de constituirse en “centro logístico” para la recepción de esparto y posterior transporte del mismo, pues la actividad de arrieros en la zona estaba en continuo aumento y así vemos por los padrones municipales como para 1752 se contabilizaban ya cuarenta arrieros, que pasaron a ser sesenta para 1791 y ciento uno en 1833 y que seguiría creciendo en años posteriores por la fuerte demanda de esparto en el último cuarto del siglo XIX.
No este un caso único de posada troglodítica, la gran investigadora, arquitecta y arqueóloga francesa Maryelle Bertrand, recoge en su tesis doctoral L´habitat troglodytique de la région de Guadix ( Andalusie Orientale). La existencia de una venta troglodítica en Diezma, la Venta de Trevela, con características muy similares a esta posada. Finalmente para corroborar nuestra hipótesis veamos la descripción realizada por un notable viajero francés Jean-François Peyron, que recorrió España a finales del siglo XVIII, en su libro Nouveaux voyages En Espagne.
Al salir de Lorca, se llega a Lumbreras por un camino bastante bueno: ahí es donde he visto los albergues de España, en su más desnuda y sensata expresión; una posada, u hostelería Española bien se merece una descripción para sí sola.
La primera habitación de la casa es a menudo una cuadra amplia, llena de asnos y mulas entre los cuales hay que hacerse camino para pedir y conseguir hospedaje; se llega con bastante dificultad a la cocina.
Es una habitación redonda o cuadrada que acaba en forma de pirámide con su punta abierta, para dejar pasar el humo; alrededor de esta gran chimenea hay un banco largo de piedra que por la noche, sirve de cama a la familia; pero durante el día y por la tarde es un lugar cómodo de descanso para los viajantes, los cocheros y los muleteros que, entremezclados y sentados con los huéspedes, roban al aire parte del humo.
En el centro de esta guarida, se queman unos tizones, a menudo con boñiga (caca de vaca) mezclada con paja.
Así es el alumbre normal que servirá a la ronda, para cocinar lo que cada uno haya conseguido traerse; la batería de cocina se resume a unas sartenes largas y anchas; casi todo lo que se come está frito en aceite malo; cierto es que no ahorran en eso, y a la gran cantidad se suma la mala calidad, lo que al final hace que pierdas el apetito.
Al lado de la hoguera, casi siempre hay alguno en busca de noticias, envuelto hasta las cejas en su capa; a veces hay algún ciego que canta con la nariz y rasca su guitarra, y algunos hijos de los huéspedes, niños o niñas, vestidos con camisa corta aunque no sean tan pequeños, vistiendo así de modo más humilde.
Una vez se ha calentado lo suficiente, y cuando haya conseguido hacerse entender, le llevarán en un rinconcito húmedo que llaman dormitorio; suele tener dos sillas, normalmente sillas altas cuando la mesa está baja, y sillas muy bajas cuando la mesa está alta, porque lo hacen todo sin gusto y sin proporción.
Echan un colchón malo en el suelo, al que le faltaría un pié (unidad de medida); las sábanas son tan grandes como toallas; la manta, cuando la hay, a penas da para tapar los bordes del camastro.
Y encima de esta cama de voluptuosidad es donde tendrá que reponerse del cansancio del camino, tener dulces sueños y hacer nuevos proyectos de viaje.
Los peores albergues son los que regentan los Gitanos, o los bohemios; (porque se está más a salvo en un bosque,) hay que guardar un ojo en todo, y por mucha precaución que tome uno, nunca sale de ahí con todo su bagaje.
Todos estos albergues pertenecen a terratenientes o a monjes adinerados, que les montan como granjas, y se aseguran de que haya muy pocas; de forma que el granjero está obligado a conseguir dinero de los viajantes para conseguir la cuota tan alta que le obligan a pagar.
Finalmente tan solo decir que las cuevas Piquita, constituyen en su conjunto un patrimonio troglodítico singular, que bien merece ser conservado como testimonio del esfuerzo y trabajo de un pueblo, para las generaciones futuras.
LEYENDA DE CROQUIS
1- Entrada
2- Cuadra
3- Cocina/hogar
4- Dormitorio
5- Pesebre para equinos
6- Cantarera
7- Nicho de Luz
8- Nicho/alacena
9- Pesebre para ovi-capridos
10- Asiento corrido/cama
11- Banqueta de madera/ cama
12- Chimenea
13- Habitacion de reserva
14- Piquera
15- Tienda
16- Ventana
Distribución de las Cuevas Piquita. Mapa 1.10.000
Distribución de las Cuevas Piquita. Fotografía aérea
CROQUIS CUEVAS PIQUITA
Maryelle Bertrand ( Inedito): L`habitat troglodytique de la region de Guadix (Andalusie Orientale), Thése de doctorat Université de Paris I-Sorbonne, 1993, 6 vol. Vol IV, pag 126.
Paraje donde se ubican las Cuevas Piquita
Entrada a la cueva nº 1
Entrada a la cueva nº 1
Imágenes del interior de la cueva nº 1
Imágenes del interior de la cueva nº 1
Interior de la cueva nº 3
Interior de la cueva nº 3
Interior de la cueva nº 5
Interior de la cueva nº 5
Era de trilla. Cuevas Piquita
BIBLIOGRAFÍA
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ALCALÁ MORENO, Ildefonso. "De los cereales y olivar al espárrago. Los regadíos". Colección “Vivir en Jódar”. Economía y Sociedad en Jódar. Una economía basada en la agricultura. Tomo II. Jódar: Editorial Mágina Ediciones-Octaedro Andalucía – Ayuntamiento de Jódar. Abril 2010.
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BALBOA RUIZ, José Maria, ALCALÁ MORENO, Ildefonso, BALBOA BELTRÁN, Ángel. Tradiciones y Costumbres de Jódar – Aproximación a la memoria de la cultura, Tradiciones en la Comarca de Sierra Mágina. El ciclo Vital. Colección de Temas Galdurienses “Saudar” Tomo III. Asociación Cultural “Saudar” . Jódar. 2010
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BERTRAND, Maryelle (1993): L`habitat troglodyte de la région de Guadix (Andalousie Orientale), Tesis doctoral inédita. Université Paris I-Sorbonne.
BERTRAND, Maryelle : « Cuevas d` Al Andalus et cuevas chrétiennes. Origines et évolution de l`habitat troglodytique des hauts plateaux de Grenade » en Castrum 6. Maisons et espaces domestiques dans le monde méditerranéen au Moyen Age. Actes des rencontres sur la maisons villageoise. Ericce (Sicile), 16-23 Oct. 1993 ; pp. 27-52. Madrid, 2001
COSTA, Joaquín. Derecho consuetudinario y economía popular de España. Tomo II Zaragoza: Guara, 1981
[1] COSTA, Joaquín. Derecho consuetudinario y economía popular de España. Tomo II . Zaragoza: Guara, 1981, p. 445-461.
Sobre las cuevas de Jódar ver: ALCALA MORENO, Ildefonso y LÓPEZ PEGALAJAR, Manuel. "Las cuevas de Jódar a finales del siglo XIX según el estudio de don Joaquín Costa". Sumuntán: Revista de estudios sobre Sierra Mágina, núm 9, Carchelejo: CISMA, 1988, p. 155-166.
[2] ALCALÁ MORENO, Ildefonso. "De los cereales y olivar al espárrago. Los regadíos". Colección “Vivir en Jódar”. Economía y Sociedad en Jódar. Una economía basada en la agricultura. Tomo II. Jódar: Editorial Mágina Ediciones-Octaedro Andalucía – Ayuntamiento de Jódar. Abril 2010.
[3] ALCALÁ MORENO, Ildefonso. "Una parte del patrimonio natural de Jódar (1)". Revista Acebuche, nº 8, Jódar: Asociación Ecologista Guardabosques de Jódar, diciembre 2000, pags.17 y18; y "Una parte del patrimonio natural de Jódar (II)". Revista Acebuche, nº 9, Jódar: junio 2001. Jódar: Ecologista Guardabosques de Jódar, pag 24 25.
[4] ALCALÁ MORENO, Ildefonso. "De los cereales y olivar al espárrago. Los regadíos". Colección “Vivir en Jódar”. Economía y Sociedad en Jódar. Una economía basada en la agricultura. Tomo II. Jódar: Editorial Mágina Ediciones-Octaedro Andalucía – Ayuntamiento de Jódar. Abril 2010.
[5] Archivo Municipal de Jódar. Las referencias archivísticas y orales del monte de Los Pinares y las cuevas Piquita de este artículo nos han sido facilitadas por el cronista oficial de Jódar Ildefonso Alcalá Moreno, al que expresamos nuestro agradecimiento.
[6] Informantes: Salvador Pastrana Rivera (Jódar 1938) y Juan José Ramírez Aguilar.