ENTORNO GEOGRÁFICO DE SIERRA MÁGINA EN EL SIGLO XV
Juan Antonio López Cordero
(Publicado en Actas I Congreso Sierra Mágina - Marqués de Santillana. Centro Asociado de la UNED Andrés de Vandelvira. Jaén, 2000, p. 71-83.)
1. INTRODUCCIÓN.
En la época en que el Marqués de Santillana Íñigo López de Mendoza actuó como capitán de frontera en nuestra tierra, Sierra Mágina era una comarca semidespoblada. Los escasos núcleos de población se apiñaban en torno a los castillos, origen de gran parte de las actuales poblaciones; mientras que el inmenso campo permanecía baldío, aprovechado como actividad cinegética, por su importante fauna, y ganadera, aunque sólo durante las épocas de tregua, no siempre cumplidas. Esta zona amplia y despoblada era también peligrosa en cuanto servía de cobijo a los proscritos, tanto moros como cristianos.
Sin duda en este despoblamiento también influyó su carácter montuoso, aunque no siempre fue así, pues existieron otros momentos históricos de mayor población y aprovechamiento económico de la zona. Muestra de ello son abundantes restos de romanos, que atestiguan la existencia de una población dispersa por la comarca, incluso a 1.200 metros de altitud, como en la zona de los Entredichos, entre Pegalajar y Torres. La economía de esta población debió tener una importante base ganadera, en la que el cerdo —por la abundancia de bellota—, la cabra y la oveja constituirían las especies más abundantes. La agricultura cerealística serviría de complemento a su economía, siendo pues el primer asalto roturador serio a la sierra y la causa del primer retroceso importante de la vegetación autóctona. Pero este proceso, que se inició en el siglo I de nuestra era, muestra un retroceso en la segunda mitad del siglo II por la concentración de la propiedad de la tierra, que conduce a un modelo de propiedad latifundista y autárquico[1]. Se produjo una regresión demográfica y el abandono de los cultivos más alejados. Poco a poco, la vegetación recobraría el terreno perdido y la fauna autóctona incrementaría su presencia gracias a la recuperación de gran parte de su espacio vital.
La inseguridad, ya surgida en el Bajo Imperio romano, sería una constante en el mundo medieval. La población, sometida a los vaivenes bruscos que producían las hambrunas y epidemias, mantuvo un estancamiento a lo largo de estos siglos. La vegetación de Sierra Mágina recuperó terreno dando cobijo no sólo a una rica fauna sino también al hombre proscrito, producto de una sociedad inestable, desde donde partía al asalto, la intimidación, el robo o el homicidio. La población rural se agrupó en torno a las fortalezas, buscando la seguridad de sus muros. Las oleadas de pueblos germanos, tras la caída del Imperio Romano, y la etapa visigoda —siglos VI y VII— no suponen transformación de las condiciones socioeconómicas anteriores. Por el contrario, surgen nuevos factores que profundizan esta crisis y que tienen una clara expresión en la fácil conquista de la Península por parte de los musulmanes. Todo ello contribuye a ese retraimiento demográfico y económico que contribuye a proteger la masa vegetal autóctona en amplias zonas, junto con las normas sobre régimen de los bosques que han llegado hasta nosotros en el Fuero Juzgo, las cuales regulaban el deslinde éstos y establecían severos castigos por el robo de maderas e incendios, así como las reglas para los aprovechamientos forestales más importantes en aquella época, como la montanera y la apicultura silvestre[2].
Más adelante, las crónicas musulmanas nos describen por primera vez vegetación y cultivos en parajes concretos, aunque no de forma secuencial. Sin embargo, nos aproximan al tema de una forma mucho más real que en períodos anteriores. A través de ellas, podemos extraer la visión de la existencia en Sierra Mágina de una importante masa arbórea. Se describe que al Sur de Baeza se encontraba un territorio denominado Lecho Seco, en donde se cortaba suficiente madera para abastecer al Al‑Ándalus, lugar que podría corresponder a parte de la campiña que se extiende a los pies de Sierra Mágina y a ésta misma. Ya la cita nos habla de una importante corta, que podría estar ligada a una industria derivada del bosque, como platos, cuencos, jarras y demás utensilios de madera[3].
En las tierras cultivadas, el paisaje de cereal era el más extendido. El oliv o también tenía en la comarca una notable importancia. Sawdar (Jódar) era denominada Gadir al-zayt (reserva del aceite), que junto Mentes a (La Guardia) y Al‑Jafr (¿ Pegalajar?) se distinguían como zonas olivareras, en las que destacaban también el cultivo de la vi d y la h iguera[4]. Probablemente serían zonas de regadío los lugares donde se daba el cultivo del olivo, próximo a las zonas de huer ta de estas poblaciones.
Otro extenso núcleo de huertas se situaba en La Guardia y el Wadi Abd Allah, o Guadalbullón, río a cuyo paso por el término de La Guardia regaba algunos majuelos, y del que Al‑Muqaddasi dice que se extendía por una llanura de extensos cultivos y abundantes cursos de agua[5].
Con llegada de los cristianos a la comarca en el siglo XIII, van a continuar las bases económicas ya utilizadas por los musulmanes, aunque debilitadas por la pronta expulsión de los mudéjares, las incursiones bélicas y el vacío demográfico.
2. EL PAISAJE DE SIERRA MÁGINA.
A partir de la primera mitad del siglo XV y el establecimiento de la frontera entre Castilla y Granada en Sierra Mágina, las refriegas fueron constantes en la vida de sus gentes durante más de dos siglos. El hombre es aún débil ante la naturaleza. En cierta forma, siente miedo de su entorno. Su debilidad demográfica y las circunstancias específicas de la época debieron situarlo en una posición sino de defensa, sí de neutralidad frente al medio. Existía una gran extensión de tierra de nadie en la frontera, donde se levantaba la sierra y se ubicaban las masas vegetales más densas. Es lógico que un vacío demográfico cubra este lugar, que sólo es llenado por recolectores de leña, pastores y cazadores cuando las treguas lo permiten. Aún así el peligro siempre es patente. Todo ello influye en la creación de un halo mítico en torno al monte. Allí puede estar acechando el moro o el bandido. Es también la tierra del lobo y del oso, además de un paisaje distinto donde aún perduran masas forestales vírgenes.
2.1. El paisaje agrario.
La actividad económica de la comarca estaba basada en la agricultura, siendo los cultivos más extendidos el cereal, la vid y el olivo. El espacio cultivado estaba cercano a los núcleos de población. Los cereales más abundantes eran el trigo y la cebada, que ocupaban principalmente las tierras de mejor calidad ; mientras que en las tierras más deficientes se sembraban cereales de menor rendimiento, como avena o escanda. La vid también era cultivada en las laderas. Este espacio se verá sometido a periódicas destrucciones de cultivos, propias de las acciones militares que por uno u otro bando se suceden, cuyas consecuencias socioeconómicas son más perjudiciales que las frecuentes sequías y plagas que se producen. Generalmente, los terrenos cultivados se extendían a los pies de los castillos, que solían tener en sus proximidades un importante manantial del que se abastecían los habitantes. Es el caso de Pegalajar, con el agua de la Fuente Vieja, que regaba la Huerta y abastecía mediante una mina el arrabal fortificado situado a los pies del castillo; o el de Albanchez con Hútar; el de Jimena, a cuyo olivar hace referencia el Marqués de Santillana en La Serrana de Bedmar; el de Huelma, con campos de cereales, viñas y olivares, según la Crónica de Juan II; o el de los de los ríos Bedmar, Jandulilla y Guadalbullón y las poblaciones que había en sus proximidades. Las huertas eran utilizadas en gran parte para la siembra de cultivos herbáceos y hortalizas, y allí se ubicaban los molinos de harina de rodezno que aprovechaban la fuerza motriz de este agua[6], mientras que los molinos de aceite se ubicaban dentro de los recintos fortificados[7]; a continuación estaban los olivos de riego, mientras las vides de secano que aprovechaban terrenos de ladera. Más alejadas estaban las dehesas, aprovechadas por el ganado semoviente, como las de Cabrita y Sierra Mágina en el término de Huelma, o la de Mata Begid, en Cambil[8].
En el paisaje agrario, por regla general, las labores cerealísticas de arada se realizaban con bueyes, que se reunían en boyadas en algunas dehesas durante aquellas épocas del año libres de labranza. Las vacas también formaban parte de la boyada, aunque su destino principal fuese la producción de cuero y carne —como las cabra s y los cerdos—. Toros y vacas eran un ganado abundante y, en algunos lugares, como el campo de los Almogávares (Campillo de Arenas), se apacentaban cabañas que oscilaban entre 600 y 1.000 cabezas[9].
Los mulos y asnos eran ganados de carga y tiro. Las mulas se utilizan como cabalgaduras usuales por personas de cierto rango social, como los canónigos. Los borricos solían transportar el bagaje de los pastores cuando se desplazaban con sus ganados, a los que también acompañaban perros mastines con el fin de repeler las agresiones de los lobos y otras alimañas; aunque los borricos también tenían otras funciones, pues ya en el siglo XV los mulos se empleaban para arar en Jaén, y los borricos eran utilizados para la trilla junto a las yeguas, práctica que ya debía realizarse con anterioridad. Por el contrario, el ganado cabal lar tenía su importancia como arma de guerra, aunque también se empleaba en las labores de trilla y, algunas yeguas, en la reproducción de caball os. Medida esta última de la que constantemente se preocupó la Corona, limitando la producción de mulos, que tan buenos resultados daba a la agricultura.
2.2. El paisaje no cultivado.
Existían amplias zonas incultas que, como más arriba hemos mencionado, eran en parte consecuencia de la situación de frontera y del déficit demográfico. No cabe duda que muchas zonas de cultivo debieron ser abandonadas tras la expulsión de la población mudéjar. Estas zonas incultas sirvieron de complemento importante para la economía campesina por su abundante caza, mayor y menor, recogida de frutos silvestres ( bellota, endrino, enebro,...), de esparto, leña y madera para aperos y construcción; además de soporte para la ganadería[10].
En la zona de sierra, que hacía de frontera con el reino de Granada, el bosque estaba compuesto principalmente de encinas, quejigos y pinos, ocupando las zonas superiores de los relieves, pues los valles habían sido roturados y presentaban también una vegetación de ribera, compuesta de fresnos, álamos y sauces, aunque muchas de las tierras roturadas habían sido abandonadas por la inseguridad reinante.
En la cumbres más elevadas se hallaban bosques cerrados por el sotobosque, compuesto éste de lentiscos, madroños y jaras, que lo hacían aún más impenetrable. Estas especies de sotobosque junto con otras, como carrascales y retamales, componían formaciones arbustivas ocasionadas por degradación del bosque mediterráneo primitivo. En la franja intermedia las formaciones arbóreas y arbustivas se intercalaban con zonas de pastos, lugar en el que también proliferaban los encinares. Y, finalmente, la banda de formaciones herbáceas, base del aprovechamiento ganadero. También utilizaban algunas especies de ganados los frutos de los árboles, como la bellota y el ramoneo[11].
La mayor parte del ganado que pastaba en Sierra Mágina era ovino y cabrío, constantemente expuesto al robo, aún en época de tregua, tal como ocurrió en 1417 cuando los adalides ubetenses capturaron a cinco pastores moros de Huelma y 1.700 cabezas de ganado. Los bueyes y vacas utilizaban las dehesas más cercanas a los núcleos de población fortificados, y también por sorpresa eran objeto de robo, especialmente en expediciones de saqueo, como la llevada a cabo el mismo año por los musulmanes como respuesta a la anterior, corriendo los campos de Bedmar y Albanchez y robando 200 bueyes y vacas para refugiarse en el cercano Belmez. En una de estas incursiones se hace mención a la rica vegetación arbórea de la comarca, que abastecía de madera a ciudades como Úbeda, que en 1430 perdió 10.000 pinos en el término de Cabra cortados y preparados para su envío[12].
Por otro lado, existía una política proteccionista hacia el monte, ya recogida por Alfonso X el Sabio en las Siete Partidas, en las que advierte que los árboles, parras y viña s deben ser bien guardados de aquellos que los cortasen y destruyesen[13], llegándose a castigar a aquellos que lo hicieran con la pena de muerte. También Pedro I y otros reyes dictaron disposiciones semejantes para proteger la riqueza forestal, ocupándose los Fueros de forma expresa de esta materia. Alfonso XI, en el siglo XIV, recoge en el Libro de la Montería una clara descripción de los montes de Esp aña, su riqueza arbórea y de caza, como era el caso de la zona de nuestro estudio[14].
También las ordenanzas municipales intentaban proteger al monte frente a un expolio indiscriminado, sobre todo cuando la población aumenta, así como sus necesidades, en la segunda mitad del siglo XV. Estas ordenanzas prohibían la entrada de ganados de fuera en las dehesas, como la de Ríex (Mancha Real), y que las gentes de fuera "ni corten ni lleven lenna" sin mandato de J aén. También los arrendadores habían de velar porque los vecinos de B aeza y Úbeda no se llevasen de estas tierras otros productos como "alcar chofas o cardos arrecifes". Otras disposiciones, como las de 1452 y 1509, prohibían cortar " mata parda o ve rde", así como "enzi na por el pie", y los que lo hicieren fuesen llevados a la cárcel para ser castigados y penados conforme las ordenanzas[15].
Gran parte de Sierra Mágina estaba ocupada por importantes masas de vegetación, como así lo recogen algunas crónicas d ela época. Aparecen referencias a "espesura del monte" en la Crónica del Condestable[16]. También Martín de Ximena nos habla de las "espesuras de la Cañada del Puerto, que sale a la Torre de la Cabeza", en término de Pegalajar, espesuras que fueron incendiadas en septiembre de 1485, en los preparativos a la conquista de Cambil; aprovechando el " pasto seco, y Monte baxo, y el aire más recio, en un pensamiento llegó quemando hasta el Río, y trance derecho hasta el Cerro del Mercadillo", con lo que quedó el paso arrasado y descubierto, huyendo los moros[17].
Esta cañada del Puerto, conocido también como puerto de la Torre de la Estrella por ubicarse allí una antigua torre de vigilancia, era junto al puerto de Cambil un lugar de paso por el que transitaban los "almayales" y mercaderes en su comercio entre los reinos de Castilla y Granada. En el siglo XV, este puerto había venido a menos en cuanto al tránsito comercial y había dejado de utilizarse como lugar de recaudación de aranceles. Anteriormente se situaban los arrendadores de este impuesto "en la enzina que es fondón del puerto de la Torre de la Estrella". Por el contrario, el puerto de Cambil ‑que identificamos con el actual del Carretón, situado como el anterior en el término de Pegala jar‑, era el usado por los mercaderes, recaudándose los derechos en el Cuchillejo[18], lugar que lindaba al allozar de Abenamar, lo que nos indica también la existencia de allozares en los montes de Sierra Mágina, confirmado además por el comercio de alme ndras entre C ambil y Pegalajar[19]. Este antiguo camino de Cambil, con abundante vegetación arbórea, fue probablemente utilizado como vía de paso militar más común en la Edad Media. Con bastante probabilidad, fue el utilizado y ampliado para paso de la artillería en la conquista de Cambil por los Reyes Católicos y del que nos informa el cronista Hernán Pérez del Pulgar:
“... seis mil hombres que enviaron el Rey y la Reina con picos y otras herramientas derribaron toda una sierra e la allanaron hasta igualarla con el valle bajo. Y en otras partes hicieron valles de grandes piedras que derribaron de lo alto e de grandes alcor noques e otros árboles que cortaron. E ansí andando estos peones doce días por los lugares más fragosos, cortando e sacando piedras e derribando árboles pudieron allanar un camino por do los carros de artillería pudieron pasar”[20].
La zona de monte, aparte de la clara función ganadera, estaba destinada a fuente de recolección de diversos frutos y de leña. Algunos arbustos eran especialmente útiles en esta época, como la jara, arbusto de la familia de las cristáceas, muy corriente en las montañas; fue utilizada como proyectil de las ballestas en la Edad Media, tomando el dardo el nombre del arbusto de que se obtenía. Algunas veces, entre la jara había matas pardas que llamaban coscoja, especie de encina achaparrada (familia ilex) con hojas pardas de contorno espinoso. Las varas de lanzas para la montería las hacían de un madero llamado " sazminbre", calificadas como buenas, recias y livianas. También utilizaban para este fin varas de pino o fresno[21].
Los montes cercanos a los núcleos urbanos estaban desnudos de vegetación arbórea, destrucción que habría sido causada no sólo por la tala indiscriminada para combustible y construcción, sino también por su utilidad táctica en esta zona conflictiva, donde los asaltos y las celadas eran frecuentes. Tal era el caso de la Serrezuela de Pegalajar, próxima al núcleo urbano, presentaba una visión desnuda de vegetación, sierra calificada de "agra"[22].
Así pues, normalmente las masas arbóreas estaban situadas lejos de los núcleos de población, en la sierra. De ahí que la labor de obtención de leña o carbón conllevara cierto peligro, como nos relata la crónica del Condestable:
"Al tiempo de la otoñada, quando la gente se abastecía de leña, los moros solían fazer algaras en los leñadores é bestias, é muchos de ellos matando y otros llevando cautivos, (...)"[23]
3. LA FAUNA.
La fauna de la comarca de Sierra Mágica era bastante rica en la Baja Edad Media, como no podía ser menos en una zona donde existían grandes extensiones de terrenos sin roturar y una demografía que cuantitativamente aún no ejercía una presión importante sobre el medio. A través de diversas noticias nos llegan referencias a una rica fauna que se concentraría principalmente en las zonas limítrofes con el reino musulmán de Granada, zona de gran vacío demográfico por el peligro de razzias e importante cazadero de fauna mayor en los intermitentes períodos de paz. Osos, jabalís, lobos, águilas, ciervos,... son distintas especies que están muy presentes en el hombre jiennense medieval, bien a través de sus ritos, la cinegética o su economía ganadera.
Las poblaciones de osos y jabalís eran relativamente abundantes y se extendían por toda la zona de sierra, en las que la nobleza encontraba su diversión preferida. Ya en el siglo XIV, el Libro de la Montería de Alfonso XI hace referencia a los importantes cazaderos de la comarca, como el Monte de Carchena, identificado con el término de Cárcheles y otros de sus proximidades:
“La Ladera de la sierra del Campanario, que es de yuso de la Torre del Estrella, e la Foz de Quadras[24] es todo vn monte, e es bueno de Osso en inuierno, e son las bozerías, la vna desde la Cañada del Robredo fasta la Torre del Estrella, fasta el camino del Aluerquiella el camino ayuso fasta el Collado del Aluerquiella, e que este renueuo de canes en el Lomo de la Carraca[25]. E es el armada en el Collado del Aluerquiella.”
Otros cazaderos describe el Libro de la Montería en la orilla derecha del Guadalbullón, más al interior de Sierra Mágina:
"En derredor de Cambil ay estos Montes.
El Monte de Majatercia[26] es bueno de Osso e de Puerco en inuierno, e son las bozerías, la vna desdel Lomo en cima de Lopera catante a Huelma, fasta el Lanchal en cima de Collar, e la otra desdel Barranco del Galado, fasta la Angostura de Gallia[27]. E son las armadas, la vna en la Senda de Sabastián[28], e la otra contra la sierra de Siontin[29].
El Monte de Villanueua es buen monte de Osso e de Puerco en inuierno, e es la bozería desde la Senda Ytiellos[30], fasta la Boca del Almahanaca. E son las armadas, la vna en el Villar de Lopera, e la otra a los Barrancos de Frontín.
El Monte de Bercho es bueno de Osso e de Puerco en inuierno, e son las bozerías, la vna desde la Senda Datariant[31] fasta la Texeda, e la otra fasta la Senda del Palo, e la otra desde la Atalaya del Palo fasta las Cordilleras del Bercho. E es el armada en Vazia Talegas"[32].
Aunque no hace referencia al paisaje, es de suponer por la población de osos y jabalís existente la presencia en esta sierra de una rica fauna y vegetación, en la que el bosque ocuparía una extensión importante. Este paisaje y su fauna perdurarían hasta la segunda mitad del siglo XV[33].
Las cacerías de osos en la zona de frontera solían ser bastante frecuentes, aunque ya en esta época se hace mención a su escasez como otro de los alicientes que tenía su caza, además de las dificultades del terreno que habitaban y lo peligroso de esta cacería, según dice textualmente el Tratado de la Montería del siglo XV:
“(El oso) es muy fermoso de correr... porque es mostruo,... porque ay pocos, y aún en algunas tierras no ninguno, y esos que ay andan en lo más fuerte y áspero y modrado de la comarca,... fazen poco rastro. Los canes, muy pocos lo quieren;... son malos de correr, porque an menester gran caudal de canes y gente; y por la fortaleza de los montes y fraguosidades en que siempre están son peligrosos de matar e muy temidos de los monteros y de los canes, y no menos de los cavallos,...; ansy que es venado de rey"[34].
Por otro lado, las cacerías formaban parte ineludible de la vida de la nobleza jiennense en tiempos de paz. Así, en 1460, el Condestable Iranzo estuvo en la villa de Bailén "diez ó onze meses corriendo monte, e matando muchos p uercos y osos é otros vestiglos (...)"[35].
Además de animal cinegético, el oso formaba parte del mundo lúdico jiennense. El Condestable gustaba de guardar en su posada los más diversos animales, entre ellos osos y leon es. Tenía costumbre de celebrar la Pascua de Resurrección en los prados de la Fuente de la Peña. Allí solía traer un gran os o y, como diversión, soltarlo por las peñas, echándole los canes y haciendo montería con él[36].
El oso será el gran perdedor en esta lucha desigual con el hombre. A partir de la segunda mitad del siglo XV, el crecimiento poblacional jiennense empieza a ser notable. La presión demográfica continuará en las décadas siguientes hasta bien entrado el siglo XVI, lo que será crucial para el retroceso de algunas especies faunísticas y la desaparición de otras, como el oso.
Otro animal, el lobo ha sido siempre el gran enemigo del hombre en el medio rural, sobre todo en una sociedad que, como la jiennense, tenía una amplia base ganadera. Más que ningún otro animal fue perseguido, pero su extinción era muy difícil teniendo en cuenta el amplio territorio de actuación. Los concejos organizaban campañas de exterminio, con recompensas por la muerte de lobos o camadas. Otra especie de fauna mayor estaba constituida por los cérvidos, que debieron suponer una de las más importantes bases alimenticias del lobo en este período. También de ellos hallamos referencias, aunque sea sólo como argucias en acciones militares, como la de 1462 junto el Castillo de Arenas, cuando estando treinta hombres del Condestable emboscados para hacerse con una puerta de este castillo "tomaron una cierva que levaron de la dicha ciudad de Jaén, y quebráronle el brazo y echaronla á vista de los moros do la pudiesen ver (...)"[37].
La fauna menor sería muy abundante. Su caza tendría una dedicación frecuente por parte de la población en aquellos lugares permitidos. En general, el monte proporcionó abundante caza menor ‑ liebres, conejos, perdices‑ y alguna mayor ‑ osos, jabalíes y ciervos‑. En los ríos también era frecuente la pesca con anzuelo y caña[38].
No faltan referencias al control de la caza en las ordenanzas municipales de Jaén. En la segunda mitad del siglo XV, en la Dehesa de Ríex - Mancha Real- se prohibía a los arrendadores la caza "desde Carnestolendas hasta el día de San Miguel de setiembre", excepto para comer, siempre que no llevasen hurones. Más adelante especifica que no se pudiese "cazar perdiz ni conejo ni matar siervo, ni puerco, so la dicha pena"[39].
En la caza, los perros ejercían un papel primordial. El sabueso era el perro por excelencia del buen montero, que también se acompañaba de alanos ‑los más fieros de los perros de montería‑, galgos, mastines, lebreles y otros perros llamados conejeros[40].
[1]Castro López, Marcelo. "De César a Teodosio (49 a. C.-395 d. C.)". En Jaén. T. II. Ed. Andalucía. Granada, 1989, pp. 435-441.
[2]Bauer Manderscheid, Erich. Los montes de España en la Historia. Ministerio de Agricultura. Madrid, 1980, p. 45.
[3]Aguirre Sádaba, J. y Jiménez Mata, Mª C. Introducción al Jaén Islámico (Estudio geográfico‑histórico). Jaén, 1989, pp. 43 y 68.
[4]Aguirre Sádaba... Introducción..., p. 58.
[5]Aguirre Sádaba... Introducción..., p. 130. Envía a Javierre Mur, A. "El Priorato de San Benito de Jaén, de la Orden de Calatrava". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (1956), nº 8.
[6]También en el año 1465 hay referencias a los molinos de Pegalajar, situados en la Huerta, que utilizaban como fuerza motriz el agua de la Fuente de Vieja. En los Anales de Jaén de Juan de Arquellada se dice que cuando el cerco de la ciudad de Jaén por parte del Maestre de Calatrava Pedro Girón, destruyeron los molinos de alrededor de la ciudad, por lo que el Condestable Miguel Lucas de Iranzo mandaba ir a moler a los molinos de La Guardia y Pegalajar (Arquellada, Juan. Anales de Jaén. Estudio, edición y notas: Manuel González Jiménez. Universidad de Granada. Granada, 1996, p. 44-46).
[7]Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas de la muy noble, famosa y muy leal ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla. Universidad de Granada - Ayuntamiento de de Jaén. Granda, 1993, pp. 270-281.
[8]Quesada Quesada, Tomás. La Serranía de Mágina en la Baja Edad Media (Una tierra fronteriza con el reino nazarí de Granada). Granada, 1989, p. 267-268.
[9]Argente del Castillo Ocaña, Carmen. La ganadería medieval andaluza. Siglos XIII-XVI (Reinos de Jaén y Córdoba). 2 tomos. Diputación Provincial de Jaén. Jaén, 1991, pp. 109, 115‑120.
[10]Quesada Quesada, Tomás. "La época bajomedieval". En Jaén. Tomo II. Editorial Andaluza. Granada, 1992, p. 505.
[11]Argente del Castillo Ocaña, Carmen. La ganadería..., p. 47 y 375.
La vegetación del monte es descrita en el Tratado de la Montería del siglo XV detalladamente:
“(El monte alto lo forman)"pinares, e enzinares, e robledos, faydos, castañares, texedas, e azevedas, quexigares y marhojasles, e por consiguientes otras arboledas; e no enbargente que ay unos árboles con otros entretexidos, pero quando la mayor parte es de un natio cobra aquel nonbre.
Estos tales montes de arboledas llámanse oquedales, porque tienen lo espeso en lo alto e lo güeco en lo baxo, que se puede andar sin enpacho.
Los montes e espesuras baxas son éstas: madroñales, coxcojales, matapardales, xarales, estepares, lentiscares,... E ay entr'el espesura del arboleda y espesura baxa otro medio, que ni es güeco para poder andar, a lo menos cavalgando, ni tampoco es espeso por lo baxo; esto tal en esta tierra dixese fendal; es monte muy abrigado, tanto que en ellos guaresçen los ganados de las nieves.
Estas dichas espesuras baxas toman los venados para encamarse, especialmente de ynvierno; e qualquiera que ansí sea, llámase maleza y breña; y quando ay monte alto entretexido e espesura baxa, dízese moheda.
Ay otras espesuras que se fazen çerca del agua, y éstas comunmente se llaman sotos y çarçaledas altas, e otras çarças
parrillas, porqu'estan tendidas por el suelo; e marhojales se dizen los carrizales y cañaverales qu'estan dentro en agua, e fázense en tales lugares umedos algunas espesuras de una como yerva que se llaman bilgazas: son muy correosas y enojosas de fender, que se rodean a las piernas" (Tratado
de la Montería del siglo XV, publicado y anotado por el duque de Almazán. Madrid, 1936. Edición facsímil. Alaba. Madrid, 1992, pp. 194‑195)”.
[12]Argote de Molina, Gonzalo. Nobleza de Andalucía. Sevilla, 1588, Jaén, 1857, p. 627-628.
[13]Alfonso X el Sabio. Las Partidas. Domino de Portonaris. Salamanca, 1576. Ley 28.
[14]Argote de Molina, Gonzalo. Libro de la Montería que mandó escribir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla y de León, último deste nombre. Acrecentado por.... Sevilla, 1582, pp. 83‑84.
[15]Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas de la muy noble, famosa y muy leal ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla. Universidad de Granada. Ayuntamiento de Jaén. Granada, 1993, pp. 272‑274.
[16]"Relación de los fechos del mui magnífico é más virtuoso señor don miguel lucas, mui digno Condestable de Castilla". Memorial Histórico Español: Colección de documentos, opúsculos y antigüedades, que publica la Real Academia de la Historia. Tomo VIII. Madrid, 1855, pp. 151 y 461.
[17]Ximena Jurado, Martín de. Catálogo de los obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y Baeza y Anales Eclesiásticos della. Jaén, 1654. Granada, 1991, p. 433.
[18]El nombre de Cuchillejo aún continúa en la toponimia local de Pegalajar, designándose así al paraje situado a los pies del puerto Seslín o del Carretón.
[19]Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas de la muy famosa..., pp. 201 y 279.
[20]López Pérez, Manuel. "Camino". En Las cartas a don Rafael. Ayuntamiento de Jaén, 1992, p. 572.
[21]Tratado de la Montería..., pp. 146 y 247.
[22]"Relación de los fechos del mui..., p. 359 y 466.
[23]"Relación de los fechos del mui..., p. 148.
[24]Aparece con el nombre de Foz de Quadros en: Montoya Ramírez, María Isabel (estudio y edición). Libro de la Montería (Alfonso XI). Universidad de Granada
[25]armada de la Carruca en el estudio y edición de María Isabel Montoya Ramírez.
[26]Aparece con el nombre de Maiatriença en el estudio y edición del Libro de la Montería de María Isabel Montoya Ramírez.
[27]Aparece con el nombre de Gallin en el estudio y edición de María Isabel Montoya Ramírez.
[28]Senda de Seuastian Perez en el estudio y edición de María Isabel Montoya Ramírez.
[29]Sierra de Frontin en el estudio y edición de María Isabel Montoya Ramírez.
[30]Sienda de Pitiellos en el estudio y edición de María Isabel Montoya Ramírez.
[31]Senda d' Atariate en el estudio y edición de María Isabel Montoya Ramírez.
[32]Argote de Molina, Gonzalo. (estudio y edición). Libro de la Montería que mandó escribir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla y de León, último deste nombre. Acrecentado por... Sevilla, 1582, p. 84.
[33]En 1486 el Maestre de la Orden de Calatrava autoriza a los vecinos de Torres la caza de jabalíes y osos en su término municipal (Morillas Calatrava, L. Pueblos y tierras de España... Torres. Jaén, 1953, p. 11).
[34]Tratado de la Montería del siglo XV. Manuscrito del Museo Británico publicado y anotado por el Duque de Almazán. Madrid, 1936. Reproducción facsímil. Ed. Alaba. Madrid, 1992, p. 230.
[35]"Relación de los fechos del mui..., p. 39.
[36]"Relación de los fechos del mui..., p. 69 y 138.
[37]"Relación de los fechos del mui..., p. 102.
[38]Argente del Castillo Ocaña, Carmen. La ganadería medieval..., pp. 48‑49.
[39]Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas..., p. 271.
[40]Tratado de la Montería del siglo XV..., pp. 153 y 160.