LA MUJER TRADICIONAL EN LA ENSEÑANZA Y LA ENFERMERÍA. ESTUDIO DE DOS DOCUMENTOS.

Manuel Cabrera Espinosa y Juan Antonio López Cordero.

  (Códice. Revista de Investigación Histórica y Archivística, núm. 20. Jaén: Asociación de Amigos del Archivo Histórico Diocesano de Jaén, diciembre 2007, p. 59-70).

 

1.-Introducción.

Siguiendo la línea argumental de la organización de las presentes jornadas lo que vamos a intentar con esta comunicación es adentrarnos en las “claves que dejan entrever todo documento, que subyacen al mensaje superficial que nos suele trasmitir, pues no hay que olvidar el período en que fue escrito y la cultura imperante en ese momento”.

            Partiremos para el análisis de dos documentos:

El primero de ellos forma parte de las Constituciones del Hospital de la Santa Cruz de Toledo procedentes de la reforma de las primitivas hechas en 1739, en concreto se trata de la Constitución XXVI “De la maestra de las niñas y sus obligaciones”.

Para el segundo escogemos un documento que ha estado vigente como código ético de la enfermería hasta la reciente aparición del código deontológico de la enfermería española, nos referimos al juramento para enfermeras de Florence Nightingale de 1893, creado por Lystra E. Gretter y Comisión especial del Colegio Farrand del Hospital Harper de Detroit.

Estos documentos son representativos de las dos profesiones que desde sus inicios hasta nuestros días presentan mayores tasas de feminización: maestra y enfermera.

            Antes de iniciar el análisis de los documentos tenemos que aceptar dos premisas centrales:

ü                              En primer lugar reconocer que en la actualidad cualquier investigación, ante todo en ciencias sociales, implica necesariamente utilizar una perspectiva de género, más necesaria todavía es esta perspectiva si el estudio versa sobre la mujer.

ü                              Pero además si este estudio lo efectuamos a través de las profesiones debemos aceptar como segunda premisa que las profesiones no son algo neutro y por tanto ni en su elección ni en su desarrollo escapan al control de la sociedad en que se hayan inmersas[1].

            Laborioso sería exponer aquí y ahora este necesario marco teórico: el de los estudios de género o estudios de la mujer, pues nos obligaría a desarrollar desde una breve historia de aquella doctrina que considera justa la igualdad de  derechos entre hombres y mujeres[2] , hasta adentrarnos en la deconstrucción del binomio sexo-género[3]. Pero  dejemos el complejo entramado teórico para adentrarnos en el estudio de los dos documentos citados.

 

2. La enseñanza tradicional en la mujer.

En la sociedad tradicional la enseñanza era muy minoritaria, tanto en los hombres como en las mujeres, pero en estas últimas mucho más acusada. En esta sociedad de economía semiautárquica, la supervivencia diaria era lo prioritario. Los maestros eran escasos y, por lo general, malvivían con su trabajo. Tampoco había interés en las instituciones del reino y de los municipios por apostar por la enseñanza de la población, hasta que la mentalidad ilustrada en la segunda mitad del siglo XVIII incidiera en la enseñanza como un camino más en su ideal de felicidad y bienestar de la sociedad. El desarrollo económico había de basarse en la instrucción centrada en la experimentación. Como instrumento en este aprendizaje se crearon las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País durante el reinado de Carlos III. La primera que se fundo en el reino de Jaén fue la de Baeza, la de la capital se fundó en 1786.[4] Fueron instituciones que al carecer de apoyo financiero fracasaron en general en sus objetivos. No obstante, colocaron las bases de diversas actuaciones futuras, con el diagnóstico de situación socioeconómica del reino y la realización de algunas actividades. En la visión de estas Reales Sociedades, la visión de la mujer empieza a cambiar,[5] pero aún lentamente. La educación que oficialmente se recomienda para la mujer se basa en los principios de  “la vida civil y cristiana” y “las habilidades propias del sexo”.[6] También había otras instituciones que desde tiempo atrás disponían de escuela de niñas, como eran hospitales y hospicios, en estos casos la explotación laboral de niños y niñas bajo el eufemismo de enseñanza era normal, teniendo en cuenta lo habitual del trabajo infantil en la sociedad de la época.

 

 

2. 1. De la maestra de las niñas y sus obligaciones. Constitución XXVI del Hospital de la Santa Cruz (Toledo).

Este documento forma parte de las Constituciones del Hospital de la Santa Cruz de Toledo procedentes de la reforma de las primitivas hechas en 1739, que permanecieron en vigor hasta el siglo XIX. Tras su desamortización, en 1847, fue cedido el edificio como bien nacional por la Junta de Beneficencia y el Ayuntamiento al Colegio General Militar, mientras que la casa inclusa se trasladaba al ex-convento de San Pedro Mártir.[7] La imagen de la mujer maestra que en él se recoge era generalizada.

“Constituciones para el gobierno del Hospital de Niños Expósitos, que con el título de Santa Cruz fundó en la ciudad de Toledo el eminentísimo señor don Pedro González de Mendoza, Cardenal Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, hechas y ordenadas conforme a las nuevas providencias que en atención al estado presente de las rentas de dicho hospital se acordaron por su único patrón al ilustrísimo señor Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Primada, en el día 25 de junio de 1739 años (Archivo Municipal de Toledo).

...

Constitución XXVI.

De la maestra de las niñas y sus obligaciones.

La maestra de las niñas (que nombrará el administrador por el tiempo de su voluntad) ha de ser mujer provecta, diestra en todo género de labores, y que sepa leer, no ha de ser casada, ni ha de tener en su compañía hijo alguno varón: ha de habitar en la sala de la labor, y ha de tener su dormitorio inmediato a las niñas de número. Su obligación ha de ser enseñar a las niñas del número, y las demás muchachas que hubiere en la sala, las labores que más convenga a sus edades y habilidad: esmerándose mucho en instruirlas de modo que cuando lleguen a los catorce años, sepan con perfección aquellas labores que más las puedan aprovechar, como son coser todo género de ropa blanca, cortarla, hilarla, coser medias y calcetas, tejer listones, hacer cordones y botones, con los demás que convenga saber a una mujer: aplicando especialmente a cada una a la labor para que descubriere más ingenio: así ha de ser obligación de la maestra enseñar a leer a todas las niñas del número, y educarlas en las buenas costumbres, teniendo de ellas todo aquel cuidado que debe tener una madre de sus hijos, excepto en lo tocante a comida y vestido, pues de esto ha de cuidar el ama mayor, a quien la maestra ha de avisar siempre que las niñas del número necesiten alguna cosa de vestir o calzar. También ha de ser obligación de la maestra ocupar en algunas labores a las muchachas grandes, que vinieren al hospital, porque se desacomoden: observando con estas muchachas no consentirlas que se junten con las niñas del número, sino es para hacer labor: la cual acabada, las mandará volver a su cuarto. Estas muchachas grandes, entretanto que se acomoden, han de estar sujetas a la maestra, de la misma manera que a la ama mayor; y así la maestra las ha de mandar, reprender, y castigar cuando pareciese, sin que se lo pueda estorbar la ama mayor: quien también las ha de mandar y castigar cuando lo juzgue conveniente: y sólo ha de estar la diferencia en que lo que las manda la ama mayor lo han de hacer primero, que lo que les mande la maestra: la labor que hiciere la maestra, como la que hicieren las niñas y las muchachas, ha de ser cosa que pueda servir al hospital, como se previene en la Constitución XXV. Los vestidos, camisas, medias, sábanas, colchones y cualquier otra ropa, que fuere menester, así para las niñas de número y muchachas grandes, como para los muchachos de la escuela, se han de hacer en la sala de la labor por la dirección de la maestra, a quien la ama mayor ha de avisar de todo lo que se haya de coser en la sala de la labor, entregándola los recados necesarios, quedando del cuidado de la maestra hacer que se cosan, y en estando cosidos volverlos a la ama mayor. La ropa blanca, y de vestir para los muchachos y muchachas la ha de cortar la maestra; y si algo no supiere cortar, hará la ama mayor que la demandadera lo lleve a algún sastre, y cortado lo dará a la maestra para que se cosa: así mismo ha de cuidar la maestra de que estén hechos con prevención algunos pares de medias de lana, que puedan servir a los muchachos y muchachas; y todos los recados, que fueran menester para cualquier labor que han de hacer las niñas y muchachas, así para enseñarse como para cosa que haya de servir en el hospital, los ha de pedir la maestra al administrador, o por sí misma o por medio del ama mayor: a la maestra se le ha de entregar por tercios o por meses el aceite señalado en el libro de despensa mayor para las luces de la sala de la labor, y para alhucema se la dará la mitad que a la ama mayor. También ha de cuidar la maestra de que esté alzada, y guardada en las arcas que ha de haber en la sala de labor, la ropa blanca y la de vestir que sirva a las niñas del número: su ración ha ser un pan, una libra de carne, y diez maravedís cada día, y el salario veinte reales al mes, pagados por tercios, médico, cirujano, botica, casa y agua.”

De las primeras premisas establecidas en el documento encontramos el ideal tradicional de maestra, común en muchos lugares hasta bien entrado el siglo XX:

-                                 Una mujer de edad madura, edad en la que se supone impera la serenidad de ánimo y se tiene la suficiente experiencia en la vida.

-                                 Diestra en todo tipo de labores. A las habituales de la mujer, labores y domésticas, se la añaden las docentes básicas, como saber leer, en ningún momento una formación específica de maestra.

-                                 Soltera o viuda sin hijos varones, que encarne el ideal de castidad o pureza tradicional, a imitación de los preceptos religiosos que tiene el clero. Ser maestra de niñas en incompatible también con tener un hijo varón, pues la convivencia continua de la maestra con sus pupilas supondría un  posible contacto regular del hijo con las niñas.

-                                 La maestra ha de tener un control constante sobre las niñas, prácticamente las veinticuatro horas del día. Debe habitar en el mismo lugar, incluso el dormitorio ha de ser contiguo, como si las niñas fuesen su familia.

-                                 No se establece contrato entre la maestra y la Institución. El Administrador puede nombrar y cesar a la maestra a su voluntad. Representa este hecho una subordinación absoluta no sólo de la trabajadora al directivo sino también de la mujer al varón.

En estas constituciones no existe ningún tipo de derecho laboral para la maestra, con fuertes restricciones en su vida personal y un trabajo que la vinculaba todo el día. Esta situación estaba dirigida al objetivo principal que tenía esta docencia, consistente en el valor económico de la producción de las niñas y el de la misma maestra, pues la labor que hacían estaba destinada al servicio del Hospital. La docencia de las niñas consistía principalmente en labores domésticas, como coser la ropa, cortarla, hilarla, tejer listones, hacer cordones y botones...; labores complementarías eran educarlas en las buenas costumbres y enseñarlas a leer. Se trataba de conseguir con esta educación dos objetivos fundamentales para la institución en esta época, el económico con el rendimiento de su trabajo y el docente con la teórica formación en buenas costumbres y labores para hacerlas buenas amas de casa y madres de familia. En estos objetivos era obligación de la maestra “mandar, reprender, y castigar cuando pareciese... y cuando lo juzgue conveniente”, el método del castigo corporal era muy frecuente.

 

2.2. Los inicios del cambio en la enseñanza tradicional. Evolución en Jaén.

El siglo XIX recibe la herencia del pasado en cuanto a la enseñanza. Las escuelas de niñas eran muy escasas, así como sus pretensiones. Los primeros años acudían a las populares "migas", escuelas improvisadas donde la maestra era una mujer que las iniciaba en el saber, en ellas la enseñanza de las labores era prioritaria. Había escuelas de niñas dependientes de ayuntamientos o de parroquias y conventos de religiosas, donde asistían jóvenes de las clases medias hasta que se casaban.

            En Jaén, a principios de siglo, personajes como el deán José Martínez de Mazas, imbuidos de la ideología ilustrada, fomentaron la creación de escuelas de niñas. Así en su testamento, de 1805, establecía la fundación de una de estas escuelas, establecida en principio con doce niñas pobres en el barrio de San Ildefonso. La Real Sociedad Económica de Amigos del País, de la que el Deán Mazas fue director, otorgaba premios para aquellas personas que emprendiesen proyectos educativos, a la vez que creó una Escuela Patriótica o Casa de Labor para promover la educación de las niñas de familias pobres. En ella se recogía a niñas y ancianos, a las primeras se les enseñaba las primeras letras, se les instruía en la doctrina cristina y a trabajar el lino y el cáñamo.[8]

La nueva mentalidad liberal progresista del siglo XIX quería fomentar la instrucción pública para conseguir mentes nuevas, soporte del mundo liberal, por lo tanto debía estar en manos del Estado las funciones educativas, lo que no entraba en conflicto con su fe católica. El presupuesto estatal para la Enseñanza era mínimo y la mayoría de los gastos de instrucción quedaron a cargo de los pueblos, incluida la retribución de los maestros. En la provincia de Jaén, el estado de la Enseñanza Primaria en la provincia de Jaén por partidos judiciales en 1842 era el siguiente:

                                                                  

 

Escuelas

Nº niños

Nº niñas

Total

Total escuelas

 

Públicas

Privadas

 

 

 

 

 

V

H

V

H

 

 

 

 

Alcalá Real

7

2

1

9

447

191

638

19

Andújar

7

1

4

18

1029

438

1467

30

Baeza

9

2

5

13

1104

402

1506

29

Carolina

8

4

1

5

535

389

924

18

Cazorla

5

-

-

2

435

75

510

7

Jaén

7

-

6

6

789

124

913

19

Huelma

8

-

-

3

430

74

504

11

Mancha Real

8

4

-

2

424

206

630

14

Martos

10

1

4

15

874

452

1326

30

Segura de S.

12

-

-

-

548

-

548

12

Úbeda

4

-

3

6

564

221

785

13

Villacarrillo

7

-

2

5

584

100

684

14

Total

92

14

26

85

7713

2672

10385

216

 

La formación del profesorado que ejercía en la provincia era precaria, sobre todo en la mujer. A mediados del siglo XIX existían en Jaén, según el Diccionario de Pascual Madoz, 124 maestros (94 con título y 27 sin título) y 99 maestras (5 con título y 94 sin título).[9]

El primer avance importante en la educación de la mujer lo establece la Ley Moyano, de 9 de septiembre de 1857. Hace obligatoria la creación de escuelas de niñas en los pueblos de más de 500 almas, se reconoce el derecho de la mujer a la instrucción primaria y se propone la creación de Escuelas Normales femeninas para dar una formación pedagógica a las maestras. Así se crea la escuela Normal Central de Maestras por real orden de 24 de febrero de 1858. También se establecían estudios especiales, para parteras y enfermeras.

A mediados del siglo XIX, en la capital existía una escuela de niñas situada en el Hospicio de Mujeres, dependiente de la Junta de Beneficencia y declarada pública en 1858. El Ayuntamiento acordó crear una nueva escuela de niñas en la parte del Cuartel de Caballería que tenía su entrada por la Carrera y Casa de Comedias. Por otra parte, el estado de los locales destinados a la enseñanza dejaba mucho que desear. Las quejas de los maestros sobre el mal estado de los edificios era frecuente, sobre todo durante los meses de invierno, cuando la lluvia inundaba las habitaciones[10]. Las dificultades económicas del Ayuntamiento y el carácter secundario que la corporación otorgaba a la enseñanza pública hacían que la corporación municipal estuviese más pendiente de otras cuestiones que consideraba prioritarias.

En 1858, con arreglo al artículo 101 de la nueva ley de Instrucción Pública, correspondían a la capital 11 escuelas de niñas, de las que al menos debían ser públicas 4. Después de largas dilaciones, en 1867, el Ayuntamiento autorizó los créditos para la cuarta escuela de niñas, que al final fueron aplicados a una escuela de párvulos.[11] Había también en la capital seis escuelas privadas de niñas, "pero ninguna está bien montada y según exigen los adelantos de la civilización". A las niñas se les enseñaba a leer, las labores de su sexo y doctrina cristiana.[12]

Tanto el número de escuelas como el de matriculados fueron aumentando durante el período isabelino. En 1859 son ya 129 las escuelas elementales públicas de Enseñanza Primaria de varones, con un total de 9.275 alumnos; mientras que para las niñas existían 120 escuelas con 7.240 niñas matriculadas. No había ninguna escuela de párvulos pública. Las escuelas elementales privadas eran menos, un total de 45 en la provincia -21 de niños y 24 de niñas- con un total de 940 alumnos y 873 alumnas. También existía una escuela de párvulos privada con 80 alumnos, y otra privada de adultos con 90 alumnos[13].

Según los datos recogidos en la Memoria del Estado de la Enseñanza en el distrito de Granada de 1860, el crecimiento de la Enseñanza Primaria en la provincia de Jaén fue aún mayor. Establece un total de 321 escuelas públicas en la provincia con una asistencia de 15.972 niños y 14.218 niñas. A la vista de los datos, se produce en las décadas centrales del siglo XIX un importante crecimiento de la población escolar, sobre todo en las niñas. No obstante hay que poner ciertas matizaciones en este hecho. Una de ellas es la poca concurrencia a las aulas, lo que era muy notable. De ahí que el rectorado del distrito de Granada hiciera llamadas a los padres para que "salgan de su apatía y abandono por la educación de sus hijos"[14].

La revolución de 1868 significó un adelanto en la educación secundaria y superior de las mujeres. A través de las Escuelas Normales femeninas se ofrecía a las mujeres la posibilidad de adquirir las bases de la enseñanza secundaria, pero no en los institutos.

A partir de 1870 la escuela Krausista y la Institución Libre de Enseñanza lucharon por el acceso de la mujer a la educación superior, con escaso resultado. No obstante, se rompió con el convencionalismo de la enseñanza tradicional, se crearon escuelas donde se formaron a las mujeres, pero eran escuelas privadas, por lo que solamente interesaban a las mujeres pertenecientes a las clases acomodadas. Las cifras de analfabetismo femenino continuaron siendo superiores a los hombres, ya de por sí muy elevadas. Así vemos que en 1860 el porcentaje provincial de analfabetismo en los varones era del 78,49 %, mientras que en las mujeres era del 88,22 %.[15]

Durante la Restauración se establecieron dificultades de acceso de las mujeres a los institutos y universidades. En el instituto de Baeza se matricularon cinco mujeres en el curso 1872-73. En el de Jaén, la primera matrícula se realizó en el curso 1880-81.[16] La real orden de 11 de junio de 1888 las facultó para este acceso, pero con limitaciones. Se les admitía com alumnas de enseñanza privada y cuando solicitasen matrícula oficial debía consultarse a la Superioridad para que ésta resolviese según el caso. Esta ley se mantuvo vigente hasta su derogación por real orden de 8 de marzo de 1910.

A comienzos del siglo XX existe un interés estatal por mejorar la instrucción pública de las mujeres, eliminando las trabas existentes para su acceso a la Universidad y dando validez legal a los títulos académicos. En 1914 se unificaron las diversas categorías de maestros en un título único, lo que unificó los títulos de maestra y maestro. La única diferencia era la asignatura de Agricultura que se impartía las Normales masculinas, mientras que en las femeninas se daban Labores, Costuras, Bordado y Economía doméstica.

En Jaén, la Escuela Normal de Maestras de Jaén se creó en 1913, con muchos años de retraso respecto a otras del resto de España, que su inicio tuvo muchas dificultades y escasez de recursos materiales y pedagógicos.[17] La mujer comenzó a ejercer actividad docente en los institutos. Así, en 1918 una mujer obtiene plaza por oposición por primera vez en la provincia de Jaén, en el instituto de Baeza. Por otra parte, la escolarización se hace obligatoria hasta los doce años a partir de 1909 y se amplían las materias a impartir para las niñas. Estas reformas tropiezan con la realidad de dotaciones material y profesionales muy deficientes y al elevado absentismo escolar por la situación socioeconómica de las familias.[18]

Las expectativas puestas en la reforma educativa de la II República quedaron paralizadas por la guerra civil y los difíciles años de la posguerra, donde la educación de la mujer quedó limitada por la mentalidad tradicional imperante. A partir de los años cincuenta y, sobre todo, sesenta la imagen tradicional de la mujer empieza a cambiar, coincidiendo con el desarrollo económico nacional. La mujer es un pieza más en este desarrollo, empieza a alcanzar representatividad en las Enseñanzas Medias. La Ley General de Educación de 1970 establece la educación mixta y leyes posteriores cambian la discriminación de sexos en los ciclos educativos.

 

3.-  La enfermera

Podemos Asegurar que los cuidados enfermeros, y por tanto las enfermeras, han existido desde los inicios de la humanidad, pues siempre ha sido necesario del cuidado de los individuos, pero desde que se dividieron las funciones y el hombre tuvo que ausentarse del poblado para cazar fue la mujer la que asumió el cuidado de los niños y ancianos, tal ha sido la simbiosis entre cuidados y mujer que se ha naturalizado la idea que mantiene que “La profesión enfermera simboliza la naturaleza del cuidado y los valores asociados, formaba parte de la ética, de las obligaciones morales, de la vocación como naturaleza de la mujer, poseída de un instinto natural para los débiles y enfermos, con habilidades congénitas[19]”, desde esta perspectiva los cuidados enfermeros entran a formar parte de las invisibilidades propias de las tareas desarrolladas por la mujer. Esta feminización de la profesión es la responsable de que la enfermería haya sido una actividad no profesional hasta finales del siglo XIX y que haya estado dominada por la clase médica una clase masculinizada que encarna al hombre (médico) controlando a la mujer (enfermera) en el cuidado del hijo (enfermo).

 

3.1.- Juramento para enfermeras de Florence Nightingale.

El texto que analizamos aquí es el juramento para enfermeras de Florence Nightingale, creado en 1893 por Lystra E. Gretter y la Comisión especial del Colegio Farrand del Hospital Harper de Detroit. Lleva el nombre de Florence Nightingale por ser la inspiradora del mismo. Florence Nightingale es considerada la fundadora de la enfermería moderna, hija de una familia de clase pudiente nace el 12 de mayo de 1820 en Florencia, Italia. Rebelándose contra las costumbres de su época que encerraba a la mujer en casa decidió trabajar de enfermera, profesión desprestigiada y reservada a las religiosas o a las pobres. Se formó en el instituto San Vicente de Paúl de Alejandría y en el Instituto para Diaconisas[20]  protestantes de Kaiserswerth[21]. Su mayor éxito fue la labor desarrollada en la guerra de Crimea donde llegó junto con 38 enfermeras y consiguió con sus actuaciones disminuir las tasas de mortalidad de los soldados más de un 30%. Regresó a Inglaterra el 7 de agosto de 1957 y desde donde se dedicó a refundar y promover la profesión de enfermera. Fue una pionera de la epidemiología y la estadística aplicada a la salud, en 1855 fue la primera mujer miembro de la Statistical Society, así mismo fue la primera mujer condecorada con la Order of Merit. Publicó “notas sobre hospitales” y “notas sobre enfermería[22]”, en 1860 fundó la primera escuela para enfermeras.

El documento original del Juramento para Enfermeras está escrito en inglés:

            “I solemnly pledge myself before God and in the presence of this assembly, to pass my life in purity and to practice my profession faithfully.

            I will abstain from whatever is deleterious and mischievous, and will not take or knowingly administer any harmful drug.

            I will do all in my power to maintain and elevate the standard of my profession, and will hold in confidence all personal matters committed to my keeping and all family affairs coming to my knowledge in the practice of my calling.

            With loyalty will I endeavor to aid the physician in his work, and devote myself to the welfare of those committed to my care”.

Nosotros presentamos la traducción al español que se ha  utilizado en Jaén (anexo 1), éste estaba inscrito en el reverso del carnet profesional de las enfermeras:

“Juro solemnemente ante Dios, llevar una vida pura y ejercer mi profesión con devoción y fidelidad. Me abstendré de todo lo que sea perjudicial o maligno y de tomar o administrar a sabiendas ninguna droga que pueda ser  nociva  para la salud. Haré cuanto esté en mi poder para elevar el buen nombre de mi profesión y guardar inviolable el secreto de todas las cuestiones personales que se me confíen y asuntos de familia de que me entere en el desempeño de mi cometido. Con lealtad procuraré auxiliar al facultativo en su obra y me dedicaré al bienestar de todos los que estén encomendados a mi cuidado”.

El documento, aunque corto, es intenso y muestra igualmente el ideal de enfermera (y por tanto de mujer) que ha existido en nuestra sociedad hasta fechas muy recientes:

-  La religiosidad como pieza central de los cuidados enfermeros, la religiosidad también es central en el control social de la mujer pues es a través de sus preceptos como puede conseguir llevar una vida digna y honrada. Veremos con más detenimiento en el siguiente epígrafe como la evolución de los cuidados enfermeros corren paralelos a la evolución de las ideas religiosas.

-  El consumo de sustancias perjudiciales para la salud no es para la mujer enfermera, ésta se debe de mantener alejada por tanto de del consumo de alcohol, o cualquier sustancia que sea calificada como perjudicial para la salud, curiosamente en el juramento hipocrático  que realizaban los médicos tienen prohibición expresa de dar venenos y proporcionar pesarios abortivos a la mujer, pero no controla el uso personal de sustancias perjudiciales para la salud.

-  La enfermera, y consecuentemente la enfermería, es una actividad totalmente subalterna del médico y a su obra, las palabras son claras: “Con lealtad procuraré auxiliar al facultativo en su obra”, tal es así que aunque podemos considerar a Florence Nightingale como la fundadora de la enfermería moderna, también es verdad que crea una actividad con un mayor reconocimiento y nuevas actividades, pero ponemos en duda que sea una profesión como tal, más bien estamos ante lo que muchos han calificado de semiprofesión[23], puesto que nace bajo el control de la medicina, y es que sigue el paralelismo social en el que la mujer y sus actividades, más místicas o intuitivas que científicas,  son controladas por el hombre y su ciencia.

-  Otro de los aspectos importantes es la visión que se tiene de la mujer como un ser que tiene la obligación moral, a veces también legal, de dedicar su vida al bienestar de los demás.

Nos encontramos ante un círculo perverso que encierra a la enfermera, y paralelamente representa el círculo que se cierne sobre la mujer, en el ideal del siglo XIX donde para ser una buena enfermera necesitas llevar una vida digna y honrada, vida que sólo puedes conseguir a través de la dedicación plena al bienestar de los demás y bajo la atenta mirada del médico, de lo masculino.

 

3.2.- Los inicios del cambio en la enfermería. Evolución en Jaén.

Los cuidados primarios son una necesidad del ser humano dispensados en el seno de la familia, siendo la religión el elemento central en la dispensación de cuidados hacia el exterior con el consiguiente desarrollo de la enfermería, hay que tener en cuenta que fue en el cristianismo donde comienza a aparecer la figura de la enfermera,  se desarrollan grupos de diaconisas que cuidan a los necesitados bajo los ideales ligados al cristianismo de fraternidad, caridad, amor y autosacrificio. De esta manera el desarrollo de la enfermería está más ligado a la necesidad de la mujer de salvar su alma a través del sacrificio, la vocación y el cuidado del alma de los demás. Esta situación provoca que la mayor parte de los hospitales sean de instituciones ligadas a la iglesia, es también por eso que después del cisma religioso la asistencia a los enfermos en los países protestantes sea aún más precaria.

Nos encontramos con una etapa que se ha denominado período oscuro de la enfermería y que va desde mediados del siglo XVI a mediados del XIX, este periodo se reconoce por las carencias, la miseria y las penalidades de una población con unas tasas altísimas de mortalidad, diezmada por hambrunas y epidemias. A mediados del siglo XIX, la situación sanitaria en España, es una situación delicada, con un índice de mortalidad muy elevado, al igual que el de natalidad, existen en Jaén importantes epidemias de cólera en 1834, 1854-1855 y 1885[24], la tuberculosis está en su máximo nivel. Frente a este estado deplorable de salud existen en España en esos momentos una organización sanitaria muy deficiente, como  muestra de ello basta nombrar la presencia de hasta 13 titulaciones diferentes relacionadas con la sanidad, entre ellas tenemos la figura del sangrador, cirujano, comadrona[25], enfermera, mozo, etc.  Ante esta situación se intenta la reorganización de la sanidad a través de la promulgación de la Ley de Instrucción Pública de 1857, esta ley denominada popularmente Ley Moyano por ser propuesta por el ministro Claudio Moyano Samaniego es la que regulará las profesiones sanitarias en España y fija en su artículo 41 el reglamento para la obtención del título de practicante y partera, no habla nada sobre la enfermera. En base a esta ley en la Real Orden del 21 de Noviembre de 1861 se publica el reglamento para las enseñanzas de practicante y matrona, de nuevo no hace mención a las necesidades de formación de la  enfermera.

            En 1870, durante el reformismo, aparecen las ideas de una gran intelectual, Concepción Arenal[26], que después de realizar un análisis de la situación sanitaria española, promueve la reforma de los hospitales y con ella una reforma profunda de la enfermería para suplir las carencias existentes tanto en cuanto al personal como a los servicios enfermeros que hasta ese momento eran desempeñados por religiosas y por criadas con escasos recursos económicos y limitados conocimientos culturales, pretende darle a la enfermería un cuerpo de conocimientos y centrar su labor en la asistencia del paciente[27] con una dimensión práctica de la profesión y con un alejamiento de las órdenes religiosas, en busca de la creación de una enfermería laica[28],ideas éstas que aunque en el momento fracasan sin embargo irán cristalizando con el paso de los años. 

            En 1895 se funda en España, concretamente en el Instituto Terapéutico de Madrid la primera Escuela para Enfermeras, fundada por un cirujano, Federico Rubio Gali, que tras permanecer en Inglaterra y conocer la escuela de enfermera de Florence Nightingale, se llamará Escuela de Enfermería Santa Isabel de Hungría, su ideario será “el bienestar del paciente y el bien hacer de las alumnas[29].

             En 1915, se crea la titulación de enfermera a instancia de la Congregación de las Siervas de María, (RO 7 Mayo 1915), a partir de aquí corren paralelas dos titulaciones la de enfermera para las mujeres y la de practicante para los hombres, además de la de matrona. Esta segregación por sexos seguirá hasta que en 1952 a través del decreto 27-VI-1952, re refunden los planes de estudios de practicantes, enfermeras y matronas en los de ATS[30], Sin embargo a pesar de la unificación y aparente igualdad de género la discriminación sigue funcionando puesto que la colegiación se sigue realizando en función del sexo, así los hombres se colegiaban en la sección de practicantes, y las mujeres en la de enfermeras, los hombres tenían vetado el acceso a la especialidad de matronas y las enfermeras realizan los planes de estudio a través del internado[31].

En 1977 el Real Decreto del 23 de julio integra los estudios de ATS en la universidad a través de las Escuelas Universitarias de Enfermería, con la creación del título de Diplomado Universitario en Enfermería y su independencia de las Facultades de Medicina[32].

            En Jaén se crea la primera Escuela de Enfermería, con carácter no oficial, en diciembre de 1949 y oficialmente en 1954,  fue fundada por la  Diputación Provincial de Jaén ante la necesidad de personal para el Hospital Provincial de San Juan de Dios. La idea surgió por parte del  Decano y Director del Hospital y del Presidente de la Diputación Provincial, don Fermín Palma García y don Juan Pedro Gutiérrez Higueras, respectivamente, surgió el proyecto de la creación de una Escuela de Enfermeras dentro del marco del Hospital y por tanto en régimen de internado, con alumnado femenino y sirviendo de modelo la escuela prestigiosa de la Casa de Salud Valdecilla, considerando en aquella época como Hospital de impacto” En cuanto al profesorado “El cuerpo de profesores, según la especialidad, estaba asegurado con los jefes de servicio del cuerpo facultativo, de la entonces llamada Beneficencia Provincial, nombrándose un Director Médico que recayó en el Jefe de la Urología, don Enrique Alcázar, un disciplinado cumplidor y modelo de fidelidad, en la entrega a la Escuela, y una Directora enfermera-monitora, que su única obligación, liberada de otras obligaciones asistenciales, era atender y consagrarse a las alumnas y a mantener la disciplinas de las alumnas y el orden, limpieza y decoro de la Escuela”[33].

            La Escuela, a pesar de la unificación del título, mantendrá diferencias curriculares dependiendo del sexo, las aspirantes deberían ser solteras o viudas con una edad comprendida entre 18 y 40 años, y era necesario un certificado de buena conducta moral y religiosa[34].

            En 1978 el desarrollo del Real Decreto del 23 de julio de 1977 lleva a cambiar la Escuela de Ayudantes Técnicos Sanitarios por la Escuela Universitaria de Enfermería, integrando de esta forma los estudios de Enfermería  en la Universidad, en el caso de Jaén será dependiente de la Universidad de Granada y más concretamente de la Facultad de Medicina que controlaba tanto el plan de estudios, como los programas de las asignaturas, el profesorado y la dirección de la Escuela que recaía año tras año en algún Catedrático de la Facultad de Medicina, hasta que en 1990 es nombrado el primer director no médico, a partir de aquí se instaura definitivamente la orientación enfermera y desaparece el sesgo de sexo tanto en el acceso a la titulación como en los contenidos curriculares[35]. Finalmente La Escuela de Enfermería se integra en la Universidad de Jaén en 1995.

 

Anexo1. Reverso del carnet profesional de la enfermería con el juramento de Florence Nightingale.


 

[1] Podemos  ampliar la relación de las profesiones con el sistema social a través de: ORTÍZ, M.T.; BIRRIEL, M.M.; ORTEGA, R. Género, profesiones sanitarias y salud pública. Gaceta Sanitaria. Vol.18, nº1. 2004 pp 189-194. Donde ya nos advierten que “las profesiones las construyen y las practican personas, hombres o mujeres, y que en las profesiones, como en cualquier colectivo humano, el sexo es un determinante de las oportunidades sociales de sus componentes.

[2] Advertirá el lector que estamos utilizando la definición de feminismo que aparece en MOLINER, M. Diccionario de uso del español. Gredos. Madrid, 1994. Las ideas feministas como búsqueda de la igualdad entre todos los seres humanos independientemente de su sexo puede decirse que ha existido desde los mismos inicios de la desigualdad, pero al hablar de feminismo nos estamos refiriendo a aquellos movimientos que han sido capaces de articular teoría y práctica para reivindicar la igualdad de  derechos entre mujeres y hombres. Para entender la evolución del movimiento feminista es de obligada consulta las siguientes obras: AMORÓS, C.; DE MIGUE, A. Teoría feminista, de la Ilustración a la Globalización. Minerva. Madrid, 2005. Para el caso particular de España: FOLGUERA, P.(Ed.) El feminismo en España: dos siglos de historia. Pablo Iglesias. Madrid, 2007. Y  un libro clásico y necesario para entender el feminismo contemporáneo lo encontramos en: BEAUVOIR, S. El segundo sexo. Cátedra. Madrid, 1949.

[3] Este trabajo de deconstrucción (siguiendo a Derrida) nos conduce a conocer como la utilización interesada del lenguaje, al equiparar sexo a género, ha producido la existencia de una relación natural entre las diferencias que se pueden encontrar en el plano biológico (hormonales, genitales y fenotípicas) con las diferencias que social y culturalmente se han creado en nuestra sociedad entre hombre y mujer, con una subordinación de ésta a aquel. Para esta interesante reflexión también podemos utilizar una extensa bibliografía entre la que incluimos: FERNÁNDEZ, J. (Coord.) Nuevas perspectivas en el desarrollo del sexo y el género. Pirámide. Madrid, 1988. También: VALCUENDE, J.M.; BLANCO, J. Hombres: la construcción cultural de las masculinidades. Talasa Ediciones. Madrid, 2003. Y por supuesto dos textos clásicos: BERGER, P.; LUCKMANN, T. La construcción social de la realidad. Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1994. Y un autor que analiza el tema con claves de poder: BOURDIEU, P. La dominación masculina. Anagrama. Barcelona, 2000.

[4] Sobre la participación de la mujer en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén ver: SÁNCHEZ LOZANO, María José. “El surgimiento de una identidad. En torno a la participación de la mujer en la Real Sociedad Económica de Amigos del País”. Senda de los Huertos, núms. 63-64, Amigos de San Antón, Jaén, p. 175-211.

[5] El 5-junio-1786, Josefa Amar y Bortón, socia de mérito de la Real Sociedad Aragonesa de los Amigos del País, leyó un “Discurso en defensa del talento de las mugeres y de su actitud para el gobierno, y otros cargos en que se emplean los hombres” [Edición de Carmen Chaves Tesser (basada en la versión publicada en Memorial Literario VIII, No. 32 [Agosto de 1876]: 400-430), publicada en Dieciocho 3.2 (1980): 144-159].

[6] Real Cédula 14-agosto-1768, Establecimiento de casa para la educación de niños; y de las de enseñanza para niñas.

[7] SANTOLAYA HEREDERO, Laura, “Las constituciones del hospital de Santa Cruz (Toledo)”, en Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia  Moderna, t. 3, 1990, págs. 317-366.

[8] ARANDIA, María Amparo. “La enseñanza de la mujer en el Jaén del Deán Mazas”. Ilustración y Jaén. Centro Asociado de la UNED. Jaén, 1996.

[9] MADOZ, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones en Ultramar. Tomo IX, p. 514.

[10]Archivo Municipal de Jaén (A.M.J.) Lib. act. 28-enero-57, 19-mayo-1859, 6-diciembre-1860,15-febrero-1855.

[11]A.M.J. Lib. act. 21-febrero-1867, 23-mayo-1867.

[12]MADOZ, P. Diccionario... T. IX, p. 543.

[13]Comisión de Estadística del Reino. Anuario Estadístico del Reino correspondiente a 1859-1860. Madrid, 1860, p. 178-179.

[14]Memoria del Estado de la Enseñanza en la Universidad literaria de Granada y establecimientos de instrucción pública del distrito en el curso de 1850-1851 y anuario para el curso 1861-62, p. 155 y 33.

[15] Boletín Oficial de la Provincia de Jaén,  6-noviembre-1863.

    Ver también LÓPEZ CORDERO, Juan Antonio. El Jaén Isabelino: economía y sociedad (1843-1868). Universidad de Granada / Ayuntamiento de Jaén. Granada, 1992, p. 243-260.

[16] CRUZ RODRÍGUEZ, Alcazar. "El acceso de las mujeres a la educación como eje fundamental para su promocion y participación". Carchelejo: Sumuntán: Revista de Estudios sobre Sierra Mágina, núm. 24, 2007,p. 10-29.

[17] SANCHO RODRÍGUEZ, María Isabel. "La mujer de Jaén y el magisterio en el siglo XX". Senda de los Huertos, núm.57-60. Asociación de Amigos de San Antón. Jaén, p. 175-194.

Ver también SANCHO RODRÍGUEZ, María Isabel. La Escuela Normal de Jaén, 1843-1940. Ayuntamiento. Jaén, 1999.

[18] CRUZ RODRÍGUEZ, Alcazar. "El acceso... p. 23-25.

[19] GERMAN, C. Apuntes de la Historia de la Enfermería en Finlandia y España. Temperamentvm. Nº3. 2006.

[20] En su inicio las diaconisas deberían ser mujeres casadas, viudas o vírgenes, entre sus funciones estaban las de visitar a los enfermos y cuidar de su cuerpo y de su espíritu, Fede(60 d.c.) es considerada la primera diaconisa y por tanto la primera enfermera visitadora, siendo mencionada por San Pablo en el Nuevo Testamento.

[21] Este Instituto es fundado en Alemania por el pastor protestante Theodor Fliedner en 1836, recibían formación como diaconisas y como enfermeras, hay que decir que aunque trabajaban en los hospitales no recibían salario alguno pero se aseguraban el cuidado y la protección del instituto de por vida. En su formación existían tanto aspectos enfermeros como aspectos religiosos y de ética. Su labor se encontraba supeditada completamente a la figura del médico, siendo éste el único responsable del enfermo. Podemos ampliar el tema a través de: HERNÁNDEZ, F(coord.). Historia de la Enfermería en España: (desde la Antigüedad hasta nuestros días). Síntesis. Madrid, 1996.

[22] Encontramos esta obra traducida al español: NIGHTINGALE, F. Notas sobre enfermería: qué es y qué no es. Ediciones Científicas y Técnicas. Barcelona, 1991.

[23] Siguiendo a Wilesky, citado en FERNÁNDEZ, J. Elementos que consolidan el concepto de profesión. Notas para su reflexión. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 3 (2). Consultada el 04 de noviembre del 2007 en http://redie.ens.uabc.mx/vol3no2/contenido-fernendez.html para que una ocupación sea considerada profesión es necesario que la actividad no sea a tiempo parcial y surja de una necesidad social, se creen escuelas específicas para la formación del futuro profesional, se constituya una asociación o colegio profesional donde se definan los perfiles profesionales, se reglamente la profesión asegurando el monopolio tanto teórico como práctico de la misma y se adopte un código ético para preservar a los auténticos profesionales. Ante estos elementos podemos concluir que ciertas ocupaciones como la enfermería y la profesión de maestra se han encontrado más cerca de las denominadas semiprofesiones que de las profesiones. Podemos seguir ampliando el concepto de profesiones y semiprofesiones en: ELLIOT, P. Sociología de las profesiones.Tecnos. Madrid, 1975. También:  DÍAZ, A.; PACHECO, T. Cinco aproximaciones al estudio de las profesiones. Centro de Estudios sobre la Universidad. México, 1990. Para el caso específico español: MARTÍN, J. Sociología de las profesiones en España. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid, 1982.

[24] APONTE, A.; LÓPEZ, J.A. El miedo en Jaén. Diputación Provincial de Jaén. Jaén, 2000.

[25] La de comadrona, partera o matrona era a principios del siglo XIX una ocupación feminizada como la de enfermera pero con un nivel mucho más alto de profesionalidad, de todos modos al estudiar las formas de acceso al título aparece enseguida la situación social que la mujer ostentaba en la sociedad, así podían optar al título, siguiendo a MOLINA, P.A. ; MOLINA, c. Inicio de la formación de las parteras en España. Gornata 15. 2000. pp. 15-20, bien mediante la asistencia a dos cursos académicos o por un examen, pero era condición indispensable ser casadas o viudas, en el caso de las casadas tener autorización de sus maridos y fe de bautismo y buena vida expedida por el párroco.

[26] Concepción Arenal nace en Ferrol, Galicia el 31 de enero de 1820 en una modesta casa del barrio conocido como Ferrol Vello, rompiendo los moldes de una sociedad machista que negaba la educación universitaria a la mujer, asistió a clases de derecho en la universidad disfrazada de hombre. Además de realizar un intento serio y riguroso para la modernización de los hospitales y de la enfermera fue una de las grandes feministas de España, quizás ese feminismo le hizo ver con mayor énfasis la situación de marginación e invisiblidad por la que estaban pasando las mujeres enfermeras. Podemos conocer más la vida de esta  luchadora por los derechos de la mujer, entre otras, a partir de tres textos: MARTÍN, E. Concepción Arenal. CEGAL. Madrid, 1994. SANTALLA, M. Concepción Arenal y el feminismo católico español. Edición do Castro. Sada, La Coruña, 1995. y DE SANTIAGO, V. (ed.). Concepción Arenal: La mujer del porvenir. Castalia. Madrid, 1993.

[27] Concepción Arenal recoge cinco principios que debe guardad toda persona dedicada a la enfermería, estos son: Cuidado en la asistencia, conocimiento sobre la alimentación, honestidad, aseo y orden.

[28] SILES, J. El proceso de institucionalización de la enfermería española (1900-1936). En HERNÁNDEZ, F. (ed.) Historia de la enfermería en España. Síntesis. Madrid, 1996.

[29] HERNÁNDEZ, F.; PINAR, M.E. Orígenes modernos de la enfermería en España. La primera escuela de enfermería en España. Jano LXVII, 1098, 55-57.

[30] VILLAR, R.; CRUZ, A.J.; GARCÍA, P. Transformaciones en el hospital y los cuidados hospitalarios. En PALOMINO, P.A. (Coord.) La Escuela de Enfermería de la Universidad de Jaén, 50 años enseñando a cuidar (1954-2004). Universidad de Jaén. Jaén, 2006. págs.105-132.

[31] LINARES, M. Las matronas en el Jaén del siglo XX. El caso de la comarca de Sierra Mágina. Tesis Doctoral. Universidad de Jaén. Jaén, 2007.

[32] A pesar del cambio tanto cualitativo como cuantitativo que supone la creación de las escuelas de enfermería para que la profesión de enfermera comience a salir de la invisibilidad y dependencia en la que estaba sumida, tenemos que recalcar que el cambio no fue tan rápido pues como suele ocurrir la legislación necesita de un tiempo para ser asimilada socialmente, así tras este Real Decreto la formación para las alumnas continua en régimen de internado mientras que para los alumnos no y, a pesar de estar en una sociedad laica, el plan de estudios de Ayudantes Técnicos Sanitarios vigente hasta 1980 contemplaba la presencia de la asignatura de religión durante los tres años y con  una carga de 90 horas. Podemos ampliar en: FRÍAS, A.; PANCORBO, P.L.; GUTIÉRREZ, J. Los planes de estudio en la Escuela de Enfermería de Jaén. 1955-2005. En PALOMINO, P.A. La Escuela de Enfermería de la Universidad de Jaén, 50 años enseñando a cuidar (1954-2004). Universidad de Jaén. Jaén, 2006. pp.81-102.

[33] PALMA, F. La Fundación de la Escuela de Enfermería en el Antiguo Hospital de San Juan de Dios de Jaén. En PALOMINO, P.A.(coord.) La Escuela de Enfermería de la Universidad de Jaén, 50 años enseñando a cuidar (1954-2004). Universidad de Jaén. Jaén, 2006. págs.19-21.

[34] LÓPEZ, J.; SÁNCHEZ, L. Escuela Universitaria de Enfermería de Jaén. Medio siglo de evolución y referencias históricas. En PALOMINO, P.A. (Coord.) La Escuela de Enfermería de la Universidad de Jaén, 50 años enseñando a cuidar (1954-2004). Universidad de Jaén. Jaén, 2006. Págs. 47-80.

[35] Quizás sea muy arriesgado afirmar que desaparece el sesgo de género en una sociedad patriarcal como la nuestra donde es sesgo de género lo recorre todo, porque como nos recuerda Bordieu 2000, p81: “Así pues, de acuerdo con la ley universal de la adecuación de las esperanzas a las posibilidades, de las aspiraciones a las oportunidades, la experiencia prolongada e invisiblemente amputada de un mundo totalmente sexuado tiende a hacer desaparecer, desanimándola, la misma inclinación a hacer los actos que no corresponden a las mujeres, sin tener ni siquiera que rechazarlos”.

 

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