LA SIERRA DE JAÉN EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX (Códice, nº 11 (1996). Asociación de Amigos del Archivo Histórico Diocesano. Jaén, pp. 19-24.)

Juan Antonio López Cordero

 

 

Introducción.

 

            Desde finales del siglo XV y en el siglo XVI, el fuerte crecimiento demográfico que se produce en la comarca y que viene unido a un amplio programa repoblador de la antigua frontera, va incidir notablemente en el cambio del ecosistema jiennense. Tiene lugar una gran deforestación y amplio proceso de roturación de baldíos que transforman en gran medida el paisaje. Las roturaciones, que en un principio son controladas por el concejo jiennense, pasan a ser arbitrarias, sin que las medidas en su contra, en un principio, del Concejo y de la Corona surtan el efecto deseado. Las necesidades hacendísticas hacen que la Corona cambie pronto de actitud y secunde este proceso roturador.

            Esta deforestación influyó negativamente en la ecología de la zona. Quizás no sean ajenas a ello las graves consecuencias, como inundaciones por tormentas, plagas, sequías, arrastre de tierras por lluvias, etc., que recogen drásticamente los documentos de la época; por lo que hay que matizar seriamente el adjetivo de esplendor que se le ha dado al siglo XVI en Jaén, al no suponer un desarrollo socioeconómico mantenido para la provincia y, por el contrario, haberse establecido las bases de su posterior decadencia.

            La fauna de la Edad Moderna, como la ganadería, es víctima a su vez del proceso roturador y deforestador. La desaparición de especies tan simbólicas en la comarca como el oso y el ciervo son un ejemplo característico de estas actuaciones. Por el contrario, las plagas, como la langosta, gorriones o lobos, parecen hacerse más frecuentes ‑o al menos tenemos más constancia‑ a partir del siglo XVII, cuando el equilibrio ecológico se rompe drásticamente. Así también son frecuentes las referencias a inundaciones, sequías y tormentas.

            La política forestal de los Borbones en el siglo XVIII, a pesar de ser bastante activa, no llegó a suponer un verdadero freno a la pérdida de los baldíos y a la deforestación. Encontró la oposición de gran parte de los pueblos, en los que se delegaba todo el proceso de repoblación forestal, sin haber establecido un programa viable y no haber previsto los intereses socioeconómicos de éstos.

            No obstante, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el espíritu de la Ilustración cambió la idea que se tenía de las masas arbóreas. Algunos ilustrados, como el Deán Mazas, hicieron una explícita defensa de ellas, entrando a formar parte de esa nueva corriente de pensamiento ilustrado que tenía en cuenta los efectos nocivos de las roturaciones sobre el medio ambiente; mientras otros ilustrados encontraban la solución en la conversión en propiedad privada de todos los baldíos, estableciéndose así las bases de la temática ecológica y desamortizadora del siglo XIX, que va a suponer una continuación de este proceso, espoleado por las desamortizaciones de los bienes de Propios, Iglesia, Estado, Beneficencia y otros, que llevarán a un incremento de las roturaciones y a la destrucción de nuevas masas arbóreas que habían quedado recluidas en lugares de sierra distantes o protegidas por su condición jurídica. A todo ello no es ajena la presión demográfica, como tampoco lo es la nueva mentalidad liberal ni la deuda del Estado, lo que se plasmará en las desamortizaciones.

 

 

Descripción de la Sierra de Jaén a mediados del siglo XIX

 

            En el término de la ciudad, la zona de sierra era definida en la década de 1840 por los cerros y montes de La Imora (situado al Noroeste de la ciudad), el del Medio (Oeste), Piedras Rubias, Los Morteros, hasta darse la mano con el cerro de Jabalcuz (al S.O.), terminando en el Portichuelo; la Cerradura de Los Villares al Sur; y ya en la Sierra de Jaén, los sitios de la Cueva de la Corteza, cerros de la Matilla, la Muela y los Santos, cerro de Castañeda, los Madroñales, el Poyo de los Monteros, la Silla del Campanario, Silla del Puerto Alto, y por la Loma del Pendón, hasta terminar en el cerro de San Cristóbal[1].

            Después de Mata Begid, la Sierra de Jaén formaba la mayor extensión de las tierras de propios del Ayuntamiento, se extendía desde el Portichuelo hasta Puerto Alto. De esta sierra, en 1827 se vendieron a censo 2.388 cuerdas al fundador de la aldea de Santa Cristina u Otíñar[2]. Las 4.765 fanegas de la Sierra de Jaén las componían los cuartos de los Madroñales, Zarzadillas y el Dornillo de la Pandera. En esta última se aprovechaba la nieve, y eran de aprovechamiento común la cornicabra, ramas de pino carrasqueño, coscoja, romero, enebro, etc.; estando protegido su escaso arbolado[3]. Eran tierras de "inferiores calidades, muchas pedrizas y derrumbaderos". Su escaso arbolado estaba formado por "pino carrasqueño, inútil para construcción, encinetas, quegigueños y monte bravío inútil y de pastos". A mediados de siglo se estimaba en 40.000 ó 50.000 pinos, encinas quejigos, que producían un rendimiento anual de 9.000 rs. Su utilidad radicaba en servir a la ganadería.

            Otras descripciones de la Sierra incluyen la zona roturada, estimando una extensión de 15.124 fanegas ‑9.470 has.‑, comprendía gran parte de lo que era la antigua Dehesa de Yeguas. Sus límites eran a Levante con el río de Otíñar, al Sur con el término de Valdepeñas[4] y Cortijo de Castañeda, a Poniente con el término de Los Villares, y al Norte con los terrenos de Santa Cristina.

            En la Umbría de Puerto Alto habían 1.200 f. de monte, cuyo arbolado predominante era el chaparro, zona de dominio dudoso, que normalmente era incluida dentro de la Sierra de Jaén[5].

            La Dehesa de Potros de Riocuchillo ocupaba tierras de propios con una extensión de 312 f. En los últimos tiempos había venido disminuyendo su superficie por las roturaciones, como las 140 f. (87,66 has.) de tierra de su extensión que fueron repartidas en suertes por R. O. de 5 de mayo de 1836, suertes que fueron escrituradas a braceros, las cuales daban una renta al ayuntamiento de acuerdo al 3 % con que se graduaron. De estas suertes, debido a la mala calidad de las tierras, fueron abandonadas treinta y seis, siendo incorporadas de nuevo a dehesa.

            La Dehesa de Potros, lindaba a la del Abasto, que era de aprovechamiento común y comprendía el cerro de la Imora de 130 f. de extensión; Caño Quebrado y Cañada del Castillo, 215 f.

            El cerro de Jabalcuz, incluido en la Dehesa de Potros, era también terreno de las mismas características, de 910 f. de extensión, pero destinado al ganado del abasto; los pastos eran el único fruto que producía y se subastaban a los ganados del abasto unas veces y otras abonando éstos medio maravedí por cabeza. El cerro de Jabalcuz se aprovechaba también como cantera, dando "un fruto de piedra durísima, que se dexa pulimentar, como el mármol más fino, de que se hacen muchas obras, como frontales, y todo género de gradería, y enlosado de iglesias". También existían en Jabalcuz unos baños de aguas medicinales que destacaban por su importancia y su vegetación frondosísima. Estos eran muy frecuentados en verano y otoño, además de ser lugar de recreo y reunión de las clases acomodadas jiennenses.

            Tanto la Dehesa de Potros, como la del Abasto, carecían de arbolado, sólo producía herbajes, "charros y algún arbusto". En otras descripciones se estimaba la extensión de ambas en 2.266 f. Sus límites era "a Levante con tierras de D. José Campos, camino de Riocuchillo y posesiones de Almodóvar: al Sur con las fincas de Jabalcuz y término de los Villares; á Poniente con terrenos del término de Torre del Campo; y al Norte con tierras de Manuel Ortiz Navarro y otras de Manuel de Torres, y con estacares de D. Antonio Sánchez de la Torre"[6].

            Otra zona de pastos, sin ningún arbolado, era el cerro de San Cristóbal[7], el cual servía de deslinde con el término municipal de La Guardia. Estaba formado por 736 fanegas. Al ser tierras de inferior calidad, su única utilización era para pastos. Por Real Cédula de 1796 se concedió el que pastasen en esta dehesa los ganados del abasto. El cerro de San Cristóbal lindaba "á Levante con la cordillera del cerro, aguas vertientes mirando hacia esta ciudad; al Sur con tierras nombradas los Jarainejos y Caballerizas, que fueron de estos Propios; á Poniente con terrenos de varios particulares; y al Norte con tierras del término de la Guardia por cima de Fontanares". Su vegetación carecía de arbolado, limitándose sólo a los herbajes[8].

            El origen de la propiedad municipal de todos estos terrenos era muy antiguo, seguramente proveniente de las prestaciones hechas por la ciudad  para la expulsión de los musulmanes de este reino y las guerras de Granada. El dominio de los propios en todas las fincas mencionadas fue reconocido en el Reglamento del Real y Supremo Consejo de Castilla de 28 de junio de 1764 para el gobierno y régimen de dicho caudal.

            En total, según la clasificación de los montes realizada por R. D. de 6‑febrero‑1859, eran propiedad de la ciudad de Jaén los siguientes:[9]

 

‑ Exceptuados de la desamortización:

 

            ‑ Mata Begid              

5.151 has.

            ‑ La Sierra               

3.219 has.

‑ Enajenables:

 

            ‑ Cerro de San Cristóbal    

501 has.

            ‑ Los Potros              

1.480 has.

                              Total  

10.351 has.

 

 

            Eran zonas que, aunque no aptas para la roturación, tenían una notable importancia como fuente de leña, carbón y pastos ‑dehesas‑, de donde se abastecían los vecinos o subastaba para su aprovechamiento el ayuntamiento[10]. A pesar de todo, las roturaciones que se venían realizando sobre estos terrenos, generalmente poco productivos, se agudizaron en los períodos revolucionarios liberales de la primera mitad del siglo, a costa de los terrenos destinados a los ganados, como eran la misma dehesa de potros de Riocuchillo, la Cuesta, Cañoquebrado y salidas de la población, pese a las prohibiciones del Ayuntamiento[11].

            La Sierra de Jaén también era aprovechada en sus recursos por algunas personas de los pueblos limítrofes, como los vecinos del pueblo de Torredelcampo, que recogían la alhucema, de la que eran tradicionalmente los arrendadores, la cual crecía en esta sierra, principalmente en los sitios de Cañoquebrado, Riocuchillo y Puerto Alto[12]. Otros estaban interesados en la madera de su cada vez más reducida masa arbórea. Es el caso, en 1821, de unos vecinos de Carchelejo, que se comprometieron a satisfacer 24.000 rs. al caudal de propios de Jaén por "el aprovechamiento de los árboles que han de cortarse en los cuartos de la Deesa nombrada de Yeguas de este término"[13]          El incremento demográfico y el desarrollo de algunos núcleos urbanos cercanos a partir del siglo XVI (Jaén, Úbeda, Baeza) generó una demanda de tal producto, que dio lugar a la aparición de nuevas actividades que continúan en este siglo, como el carboneo, los ranchos y los arrieros, en las que se especializaron habitantes de algunos pueblos, como Carchelejo.. También, en 1851, otro vecino de Carchelejo, Ramón González, compró 15.000 árboles en la Sierra, que le iban señalando los peritos comisionados por la Corporación Municipal de Jaén, empezando la corta para carboneo por las encinas del lugar de las Azadillas[14].

 

 

Deforestación y roturaciones en la Sierra de Jaén.

 

            A lo largo del siglo XIX, podemos detectar a través de numerosas denuncias el daño que se le hacía a la Sierra de Jaén. En 1844 se realizó un informe sobre el estado de parte de esta sierra, correspondiente a los cuartos de "Azadillas, Madroñales y Rodillo de la Pandera", con el fin de estudiar la conveniencia de venta a censo de un terreno en la Sierra de la Pandera, denominado Olla del Gato[15]. Según este informe, en los últimos tres meses, se habían realizado los siguientes daños en el arbolado:

            ‑ Cuarto de las "Zazadillas". En el sitio del Campanario Alto y Bajo, Solana de la Cañada, se encontraban cortados 310 pies de pinos y ocho de chaparras. En otro lugar del mismo sitio 46 chaparras. En el sitio de la Cuesta del Montañés, 36 chaparras. En el sitio del Quemado, por encima de la Fuente de la Sanguijuela, "600 pies de pinos y 34 de chaparras, todos ellos secos de resultas de haberse quemado".

            ‑ Cuarto de los Madroñales. En las rinconadas de Matamulos y Matamulillos, se encontraban 356 pies de pinos y 46 de chaparras.

            ‑ Cuarto del Dornillo de la Pandera. En el sitio del Zarzaparrillar se hallaban 350 pies de quejigos cortados. En los sitios de los Buecos del Dornillo hasta el Puerto de la Senda de los Partenostes y las tierras de Castañeda, 360 pies de quejigo y chaparras. En el mismo lugar, otros 46 pies de quejigos, chaparras y pinos. En el sitio de la Solana del Pilar de la Nava y Bueco, 60 pies de chaparras. En los sitios de las Cañadillas del Puerto del Aire y laderas sobre la Muela y Olla del Caño, 562 pies de quejigos y chaparras.

            En total era 2.660 pies los cortados en la Sierra durante tres meses, que nos da una idea del grave proceso desforestador que se estaba realizando[16]. Era un proceso de desforestación al que también se sumaron los propietarios de las tierras colindantes con sus roturaciones, lo que llevó al Ingeniero Jefe de Montes de la Provincia en 1865 a proponer el deslinde la Sierra por los abusos que se estaban cometiendo[17].

            También eran habituales los excesos de los contratistas del aprovechamiento de leña y ramaje de la Sierra. En 1873, son denunciados este tipo de hechos al haberse cortado más árboles de los permitidos, encender hornos de carbón en parajes no autorizados y haber "sustraído los árboles de encina y quejigo que arraigaban en el Puerto del Campanario y los Rodillos de aquella Sierra"[18].

            Las denuncias por el abuso en el carboneo en la Sierra son frecuentes en algunos períodos, como en 1893‑1894. A través de ellas, con la indicación de la ubicación de los boliches, podemos localizar los parajes de la Sierra de Jaén que aún disponían de vegetación arbórea, como los siguientes: Puerto Ayozo, Sitio del Dornillo, Barranco de la Chorrera, Barranco de las Cuevas, Artesón del Puerto de la Senda, Repecho de las Perdices, Meseta del Yedrón, Artesón del Quejiguetal del Puerto de la Senda, Artesón del Quejiguetal Alto, Artesón del Quejiguetal Bajo, Fuente del Pinillo, Peñón de Garrido, Loma del Dornillo, Barranco del Dornillo, Sitio de la Majadilla, Barranco de la Rava, y Loma de Castañeda[19].

            Sin embargo, a finales de siglo, la mayoría de las denuncias solían corresponder a introducción ilegal de ganados en los pastos, sobre todo lanar y cabrío, alrededor del 70 %; siguiéndole en frecuencia las denuncias por talas ilegales, y otras por hurtos de frutos de los baldíos, como el esparto.[20]. El número de denuncias variaba según los años. Hemos recogido el total de denuncias en la Sierra entre 1876 y 1895 que ascendieron a 78, distribuidas según los años de la siguiente forma:[21]

 

Año   Nº denuncias        Año   Nº denuncias

1876       1                      1886        2

1877       2                      1887        1

1878       4                      1888        2

1879       3                      1889        0

1880       6                      1890        0

1881       1                      1891        1

1882       7                      1892        0

1883       1                      1893        2

1884       0                      1894       14

1885       1                      1895       30

 

 

            Podemos observar cómo en los dos últimos años del período las denuncias aumentan considerablemente, no tanto debido al incremento de los hechos delictivos, como al mayor celo en la vigilancia del monte. En los años siguientes, 1896‑1897, continúan los excesos en el arbolado y pastos de la Sierra. Aunque no conocemos el número exacto de denuncias, sí podemos observar a través de algunos expedientes los daños causados, como los producidos en las sabinas y encinas del cuarto de la Pandera, los pinos de la Solana de los Pradillos, las encinas de la sierra de Grajales, los pastos del Puerto de la Silla ‑entre Pegalajar y Jaén‑, las leñas de las Peñas de los Patos, el Repecho de las Perdices y Quejiral, la Hoya del Caño,... La mayor parte de los daños en el arbolado se debían al carboneo[22].

            Por otra parte, los incendios continuaban siendo un gran peligro para la vegetación, algunos de los cuales están recogidos en expedientes del Archivo Histórico Municipal de Jaén. A través de ellos podemos observar las dificultades con que se encontraban las autoridades para combatirlos, sobre todo en cuanto a medios materiales, aunque ya se utilizaban algunas medidas de prevención como la contratación de vigilantes de conatos de incendio en la Sierra y la participación en ellos de los ingenieros de montes, más preparados técnicamente para dirigir las operaciones. Algunos de los incendios más destacados fueron los siguientes:

 

            ‑ El 7 de agosto de 1872, el fuego se propagó por el Barranco de los Neveros, cerca de Santa Cristina. Se extendió hasta el puntal de la Matilla, quemando las aulagas de su superficie y algunos chaparros. Llegó hasta el Puerto de las Lagunillas y el Puerto de las Moraledas[23].

            ‑ El 17 de julio de 1878 se declaró un incendio en el sitio de la Llana, entre los términos de La Guardia y Jaén, que por la desnudez de la sierra sólo afectó a pastos y ramaje[24].

            ‑ A las 3 de la madrugada del día 16‑agosto‑1881, se declaró fuego en la sierra de propios, sitios de las Hazadillas y Matamulas, siendo comunicado por uno de los vigilantes temporeros de incendios que prestaban servicio, el cual se extendió rápidamente por toda la sierra. Como era habitual, se pidió el mayor número posible de personas para combatirlo. Dos días después, el 18 de agosto, aún no había sido sofocado, y el Ingeniero segundo del distrito encargado de dirigir las operaciones declaraba que se encontraba con sólo 20 ó 30 braceros para apagar el fuego, desprovistos de toda herramienta[25].

            Sobre la intencionalidad de muchos de los incendios, no tenía duda alguna el Gobernador Civil, Julián de Morés y Sanz, que en un boletín extraordinario de la provincia decía:


 

      "La frecuencia con que de algún tiempo á esta parte se repiten los incendios en esta provincia, algunos de ellos intencionados, obedeciendo al cumplimiento de las amenazas que, criminales ocultos por el anónimo, hacen a los propietarios para obtener cantidades,... exige la más exquisita vigilancia, que recomiendo eficazmente a los señores Alcaldes, benemérita Guardia Civil y demás dependientes de mi Autoridad, encargándoles que pongan a disposición de los tribunales á los autores, cómplices ó encubridores de dichas amenazas ó delitos que á virtud de ellos se cometan...

       Jaén, 14 de Julio 1886. el Gobernador. Julián de Morés y Sanz"[26].

 

            A pesar de todo, la comarca de Jaén presentaba un porcentaje de incendios menor que el de otras zonas de la provincia. Según la estadística de incendios del verano de 1886, de los 86 incendios habidos en toda la provincia, sólo 5 correspondían a la comarca de Jaén ‑dos en zonas de pastos de Mancha Real y La Guardia, 2 en el monte y uno en una era, estos tres últimos en Los Villares‑. Uno de ellos, claramente intencionado, destruyó  arbolado de montes y pinos de Los Villares, lográndose capturar a su autor[27].

 

 

Efectos de la desamortización de bienes de propios en la Sierra de Jaén.

 

            Por otro lado, la temida desamortización de bienes de propios no afectó tanto a la Sierra de Jaén como cabía esperar. La opinión de los pueblos era contraria a esta desamortización. En 1851 se mandó un cuestionario a todos los ayuntamientos para que contestaran a ciertas preguntas relacionadas con los bienes de propios y su desamortización. En 1852 habían respondido al cuestionario unos 2.000 municipios, de ellos sólo veinte prestaron su asentimiento a la venta de bienes de propios, de los que muy pocos tenían bienes de esta naturaleza[28].

            El ayuntamiento de Jaén fue uno de los que contestaron al interrogatorio del cuestionario hecho por la Comisión del Congreso, negándose a ella, entre otros motivos, por su carácter social y ecológico. Sin embargo, de esta opinión difería la Diputación Provincial, presidida por el Gobernador Civil y, por lo tanto, más identificada con los intereses del Gobierno que con los de los pueblos. Manifestaba que la enajenación de los propios municipales venía realizándose desde el año 1777 y, sobre todo, desde el R. D. de 19 de agosto de 1834, por lo que la riqueza de los pueblos se encontraba desmembrada y casi destruida, arrojando un enorme déficit los presupuestos municipales, por lo que los propios no producían ventajas a los pueblos y sí dificultades para su administración. Consideraba conveniente su enajenación en pequeñas parcelas para poner estas tierras al alcance de las más "pequeñas fortunas". Y para acallar las críticas a los efectos negativos sobre el clima y la ganadería, aconsejaba la conservación indefinida del arbolado en las fincas y la naturaleza de aquellas, especialmente en las adehesadas[29]. Algo que en realidad era difícil de controlar.

            En un primer momento, tras las leyes de desamortización de 1 de mayo de 1855 y 11 de julio de 1856 y hasta octubre de 1856, cuando se suspendió provisionalmente la ley de Madoz por R. D. de Narváez, fueron desamortizadas en la ciudad de Jaén sólo 75 has., el 19,25 % de las tierras laborables de propios[30]. Los baldíos no se vieron afectados hasta más tarde, cuando por R. D. de 14 de octubre de 1858 O'Donnell restableció la ley de Madoz, pero excluyendo del ámbito de la misma los bienes de la Iglesia, por lo que la desamortización de los bienes municipales continuó para no interrumpirse hasta principios del siglo XX[31].

            Tras el restablecimiento de dicha ley, en la capital hay que destacar la desamortización del Cerro de San Cristóbal, rematada a favor de Felipe Mingo, en noviembre de 1859, y el remate de los terrenos de Jabalcuz, Río Cuchillo, La Llana, Cañoquebrado, Cerro de la Imora y otros, considerados por el Ayuntamiento como de aprovechamiento común para el ganado de labor, aunque en los últimos años, de 1843 a 1859, se habían destinado a dehesa de potros y ganado del abasto público Jabalcuz, La Llana y Río Cuchillo. En total, todos ellos, excepto el Cerro de San Cristóbal, tenían una superficie de 2.266 cuerdas ‑1.419 has.‑ y eran los únicos que disponía el Ayuntamiento para el aprovechamiento común.

            Estos eran terrenos de escaso arbolado, que lindaban entre sí y estaban comunicados por veredas reales, excepto el Cerro de San Cristóbal, que por encontrarse lejos de la población no era dehesa del ganado de labor. Este intento de desamortización provocó las quejas del Ayuntamiento ante el director General de Propiedades y Derechos del Estado, a fin de que se suspendiesen los pagos de los respectivos terrenos hasta la resolución del expediente que el Ayuntamiento había instruido. En abril de 1861, el Ministro de Hacienda resolvió dicho expediente, decretando la excepción en concepto de aprovechamiento común de los terrenos denominados Neveral, Solana de la Fuente de la Peña, Cañada del Castillo, Caño Quebrado, Puerta de Martos, Cerro del Alamillo y Canteruela, Prados de la Fuente de la Cabaña, y el Cerro de la Imora, quedando exceptuados de la desamortización. No así los de Jabalcuz, la Llana y Río Cuchillo, puesto que se habían venido arrendando los años anteriores[32]. Con todo, esta gestión fue considerada un éxito por parte de la Corporación, que emitió un bando para la mejor administración y régimen que se había de observar en el uso de dichos terrenos, acordando entre otras cosas el aprovechamiento gratuito de la cantera y arenas por los vecinos; así como de los pastos desde 1º de octubre hasta el último día de abril, sólo para los ganados de labor y la manada de cerdos llamada del Concejo[33].

            Por otro lado, la desamortización de los propios de los pueblos, con gran cantidad de tierras baldías, indudablemente afectó a la ganadería; incluso a las centenarias vías pecuarias. Quizás debido a ello, se formaron las juntas de ganadería en todos los pueblos de España y se formó la Asociación General de Ganaderos. Por R. O. de 8‑febrero‑1856, empezaron a realizarse visitas de inspección a caminos pastoriles, cañadas, cordeles, aguaderos y abrevaderos de toda la provincia de Jaén[34].

            En la Memoria presentada por el Marqués de Perales, presidente de la Asociación General de Ganaderos, a las juntas generales de la misma en abril de 1859, se hacía hincapié en la importancia de estas juntas para el mayor conocimiento de las necesidades de la ganadería. Se denunciaba la ley de desamortización  como "motivo para que corran gran riesgo las vías y servidumbres pecuarias", y eran "infinitas" las reclamaciones dirigidas a la Asociación sobre este punto.

            Para contrarrestar la ocupación de las vías pecuarias comenzó a elaborarse la delineación de los mapas de las vías pastoriles y la incoación de expedientes de usurpaciones de estas vías. El correspondiente al término municipal de Jaén deja constancia de múltiples abusos cometidos[35].

 

 

Conclusiones.

 

            La segunda mitad del siglo XIX supone para la Sierra de Jaén la cumbre de un proceso paulatino roturador y desforestado iniciado desde la Baja Edad Media. Aunque a mediados del siglo XIX, la masa forestal estaba muy mermada, los pastos aún suponían una riqueza ganadera que también se va a ver afectada. La desamortización de los bienes de propios, que había incidido notablemente en este proceso, no lo fue tanto en la Sierra de Jaén. Por otro lado, los incendios, el carboneo y las necesidades de tierra de una población en continuo crecimiento a la que se le niega el acceso a la propiedad de las tierras rentables, influirán decisivamente en el daño ecológico de esta sierra.



[1]Madoz, Pascual. Diccionario..., p. 165.

 

[2]Esta aldea de Santa Cristina está delimitada por el cerro de las Alcandoras y peña de la Bríncola por el Norte, por el Este la cumbre del Cobarrón, por el Sur el cerro de las Matas, y por el Oeste el puerto del Víctor, que comprendían los pagos de la Parrilla y el cerro de Otíñar, concedidos por R. O. de 23‑noviembre‑1826 a Jacinto Cañada y Rojo como fundador de la

población. Ya antes estuvo habitada en 1508 y se despobló. La parte de monte carecía de vegetación, excepto el cerro de las Matas, que estaba cubierto de monte bajo (Madoz, P. Diccionario..., p. 220.

 

[3]En el diccionario de Madoz se define la Sierra de Jaén como "chata, de poca vegetación y que no ofrece al observador, ameno y vasto campo donde deleitarse". Madoz, P. Diccionario..., pp. 111 y 165.

 

[4]La emancipación de los términos de Valdepeñas y Los Villares de la ciudad de Jaén en el siglo XVI, y la consiguiente propiedad común de los pastos, dio lugar a litigios por la pertenencia de algunos lugares limítrofes de la Sierra, que se arrastraron hasta el siglo XIX. Esto fue motivo del deslinde que se hizo en 1821,

quedando pendiente de la villa de Valdepeñas la cuestión de la Sima y Ventisqueros de la nieve de la Pandera (A.H.M.J. L. 217/4. Escritos sobre terrenos be axrovjchalien{o chmún+ 21*#8229;anostc<09;3862(. >p ccass8"MscNorhal"#styhe="{ext,alicn:jxsticy;tlxt-custnfy:knte~-idjogrlph"3&nb|p;  terÍidegraÐh">|a sÄyle"msO-fo?tnoDe-id:ftÎ5" ¸refÍ"#_6tnrÕf5"0namÕ="_6tn5Â title>Üsup~Q.H.M.J.0L. 806/8. Estadística de las dehesas pertenecientes a propios, 1859; y A.M.J. L. 155. Disposiones para el aumento y plantación de montes, 1846.

 

[6]A.H.M.J. L. 806/8. Estadística de las dehesas pertenecientes a propios, 1859; y A.M.J. L. 155. Disposiciones para el aumento y plantación de montes, 1846.

 

[7]"Cerro descarnado y árido" (Madoz, P. Diccionario..., p. 165).

 

[8]A.H.M.J. L. 806/8. Estadística de las dehesas pertenecientes a propios, 1859.

 

[9]A.H.M.J. L. 604/1. Clasificación de los monte de la ciudad de Jaén según R. D. 10‑febrer‑1859. Año 1872.

 

[10]En el siglo XVIII, muchos de estos sitios, como el Llano ‑anteriormente dehesa de yeguas‑, parte del cerro de Jabalcuz, Peñas de Castro, el Zumel Peña de Celada, Almodóvar,... eran sitios de monte, con corto número de viñas  y olivares, estando en la década de 1840 ya todo cultivado (Madoz, P. Diccionario..., p. 165.).

 

[11]Eran unas actuaciones populares, producto del ansia de tierras y el "culto" a la propiedad de la nueva ideología liberal, a la que era difícil poner coto. Con los inicios de la segunda mitad de siglo se abrirá paso definitivamente una política desamortizadora de bienes de propios, en gran parte tierras baldías, cuyos primeros intentos ya observamos en décadas anteriores.

 

[12]A.M.J. L. 154. Expedientes sobre arriendo de alhucema, 1849.

 

[13]A.H.M.J. L. 496/5. Copia de la escritura de 22‑marzo‑1821 sobre aprovechamiento de árboles de la Sierra de Jaén.

 

[14]A.M.J. L. 420. Carboneo de 15.000 pies en la Sierra, 10‑julio‑1851.

 

[15]El informe aconseja no llevarse a cabo la venta a censo de este terreno, porque "encierra en su demarcación los dos aguaderos que se encuentran en dicho quarto del Dornillo, y el monte de Quexigos y Charras es lo mejor de dicho quarto, así como su terreno el más afable, y por consiguiente el de mejores pastos..., pues si se verifica no habrá quién solicite dicho quarto, tanto por la falta de Agua, quanto por los peligros á que se espondrán los ganaderos con la siembra ó plantíos  que se hagan en dicho sitio" (A.M.J. L. 516. Estado de la Sierra de Jaén. En expediente de subasta para la venta a censo de un pedazo de terreno en la Dehesa de la Pandera, denominado Olla del Caño, 18‑diciembre‑1844).

 

[16]A.M.J. L. 516. Estado...

 

[17]A.H.M.J. L. 14/2. Aprovechamientos y deslinde la Sierra de Propios de Jaén, 1865‑1866.

 

[18]A.H.M.J. L. 604/2. Comunicación sobre el aprovechamiento de la Sierra de Jaén, 16‑abril‑1873.

 

[19]A.M.J. L. 355. Denuncias por abuso en el carboneo, 1893‑1894.

 

[20]A.H.M.J. L. 261/1. Oficios y minutas sobre denuncias de montes, 1894‑1895.

 

[21]A.H.M.J. L. 800/4. Denuncias en sierras y montes, 1876‑1895.

 

[22]A.M.J. L. 355. Denuncias en la Sierra, 1895.

 

[23]A.H.M.J. L. 802/39. Acta de comparecencia sobre un incendio ocurrido en el Barranco de los Neveros, 1872.

 

[24]A.H.M.J. L. 214/6. Correspondencia con el juzgado de 1ª Instancia sobre un incendio, 1878.

 

[25]A.H.M.J. L. 238/9. Correspondencia sobre incendios, 1881.

 

[26]B.O.P.J. Extraordinario 15‑julio‑1886.

 

[27]B.O.P.J. 28‑septiembre‑1886.

 

[28]Tomas y Valiente, F. El marco político de la desamortización en España. Barcelona, 1971, pp.  120 y 136.

 

[29]López Cordero, J. A. Jaén durante el reinado..., f. 527.

 

[30]López Cordero, J.A. Jaén durante el reinado..., fs. 521‑522 y 541.

 

[31]Tomas y Valiente, F. El marco de la desamortización en España. Barcelona, 1971, p. 197.

 

[32]López Cordero, J. A. Jaén durante el reinado..., f. 554.

Los terrenos de la Llana, Solana y Río Cuchillo fueron desamortizados. El 1‑noviembre‑1862 figura Felipe Mingo como comprador estos terrenos (A.H.M.J. L. 217/4. Escritos sobre terrenos de aprovechamiento común, 1861‑1862).

 

[33]Bando mandado publicar por el muy ilustre Ayuntamiento de esta Capital, para el buen régimen en el aprovechamiento de los terrenos que le pertenecen en las inmediaciones de la misma. Imprenta de D. José Francés. Jaén, 1861.

 

[34]A.D.P.J. L. 2792/39. Expediente sobre ganadería, 13‑enero‑1859.

 

[35]A.M.J. L. 119. Relación de usurpaciones de vías pecuarias realizada bajo la alcaldía de Juan Pedro Forcada (1848‑1849).

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