LA SOCIEDAD DE PEGALAJAR A MEDIADOS DEL SIGLO XVIII

Por Juan Antonio López Cordero

 

(Articulo publicado en Sumuntán. Revista de Estudios sobre Sierra Mágina, nº 10. CISMA. Carchelejo, 1998, pp. 189-208)

 

 

A mediados del siglo XVIII, la sociedad pegalajeña mantiene las características generales del Antiguo Régimen junto con otras propias, herencia de su geografía e historia, determinantes de una economía agraria peculiar.

Su población, a partir de la conquista de la ciudad de Jaén a los musulmanes de Granada a mediados del siglo XIII, fue repoblada como tierra de frontera por hombres libres y sus tierras de cultivo distribuidas en suertes. De ahí el predominio de labradores con tierra en la sociedad pegalajeña en 1559, primer censo conocido^([1]).

Tiene, pues, la sociedad pegalajeña un alto grado de igualdad entre sus vecinos, en comparación con otras poblaciones de la época, herencia histórica de casi tres siglos de frontera[i]. La orografía montañosa le hacía proclive a una economía agroganadera y al mantenimiento de la pequeña y mediana propiedad. El estamento eclesiástico solía limitarse al prior, cura y beneficiado; mientras que el nobiliario, en un principio inexistente, empezó a penetrar en la población a finales del XVI de mano de hidalgos venidos a menos (caso de Juan de Cabanillas) que emparientan con familias acomodadas pegalajeñas en busca de los oficios del Cabildo que por sangre le correspondían. Sin embargo, esta sociedad no fue estática en el transcurso de la Edad Moderna.

 

 

La población de Pegalajar en 1761.^([1])

 

El censo de 1761, fruto de los proyectos de reforma hacendística de la época, es el tercero conocido de vecinos de Pegalajar, tras el de 1559 -al que nos hemos referido más arriba- y el de 1646^([1]).

        Según el censo, eran 394 vecinos (en el que están incluidos los cinco eclesiásticos existentes) distribuidos por sectores de producción de la forma siguiente:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

        En este censo, corresponden al sector primario el 69,54 %, al secundario (6,60 %) y al terciario el 19,29 %. Sin profesión aparecen 18 personas (4,57 % del total de la población).

Comparando este censo de población (año 1761) con el realizado por el juez Álvaro de Paz por mandato real en 1559, observamos que los sectores de producción en la Edad Moderna mantienen la proporcionalidad, lo que confirma la escasa evolución económica. Las bases materiales siguen siendo las mismas que dos siglos atrás, por lo que el modo de vida había evolucionado poco.

        Sin embargo, no todo era igual, la población había crecido. El número de vecinos había pasado de 284 vecinos (unos 1.136 habitantes) a 394 (1.576 habitantes). En ello habían influido el aumento de la superficie destinada a cultivo, pues la economía de la población tenía un alto grado de autoconsumo. Ya encontramos denuncias en 1526 sobre roturaciones ilegales en el término de Pegalajar^([1]), que continúan en la segunda mitad de siglo. Así, en 1575, también detectamos documentalmente las roturaciones arbitrarias que los vecinos de Pegalajar estaban realizando en la zona de Almoroche, seguramente a los pies de dicho monte, en unas tierras realengas, que finalmente fueron vendidas al concejo de Pegalajar, no sin dar lugar a una serie de problemas por la ilegalidad de estas roturaciones^([1]).

        A raíz de la compra de la dehesa de Bercho por los vecinos de Pegalajar en 1646, volvió a incrementarse la superficie agrícola, de tal forma que a mediados del siglo XVIII unas 600 fanegas en la dehesa de Yeguas, 400 en la de Potros, 100 en la de Cerro Molino y otras 100 en la dehesa de Bercho^([1]).

        El cambio del paisaje a costa de las roturaciones, principalmente destinadas a cereal, va a ser una de las más evidentes consecuencias del crecimiento poblacional de Pegalajar, unido al cambio social que se produce. Los labradores, o aquellas que poseen algún tipo de propiedad, pierden su prevalencia en la población, de constituir en 73,96 % del sector primario en 1559 pasan a sólo el 12,94 % en 1761. De una propiedad agraria muy repartida en el siglo XVI se pasa a una propiedad mucho más concentrada en el XVIII. En este intervalo de tiempo tiene lugar este proceso de concentración de la propiedad, al que no debe ser ajeno la gran crisis socioeconómica del siglo XVII, siglo de pestes, levas, plagas,... que azotan a la población, junto con la amortización de muchas parcelas por donaciones a la Iglesia.

        El hecho es que la población de Pegalajar se proletariza, constituyendo los jornaleros el 53,55 % de la población frente al 12,94 % de labradores, invirtiéndose las cifras respecto dos siglos atrás.

        Por otro lado, la proporción de viudas permanece semejante, 14,44 % de los vecinos en 1559 y 14,21 % en 1671, indicando pues el mantenimiento de las duras condiciones de vida de la población y la preponderancia de la fisiología de la mujer sobre la del hombre. Las viudas eran contabilizadas como cabezas de familia o vecinos, por lo que constituían el mayor porcentaje del total de viudos existente en la población que se recoge en el siguiente cuadro:

 

 

 

 

 

 

        Es una población en proceso de crecimiento, con una gran base de jóvenes, pues los mayores de sesenta años sólo eran 28 vecinos.

        Entre los vecinos, la inmensa mayoría tenían hijos (81,49 %), en un número que oscilaban entre 1 y 8, con una media de tres hijos. Algunos tenían además hermanos dependientes de ellos (un total de seis vecinos), sobrinos (ocho vecinos), y criados (diecisiete vecinos). El número de criados oscilaba entre uno y cinco, siendo la media de dos.

 

 

Distribución de la población por calles

 

        Los vecinos se distribuían por un casco urbano que había ido creciendo de Oeste a Este desde el siglo XVI, a partir del barrio de la Plaza hasta el nuevo de Santa María. Ambos barrios estaba separados por una peña sobre la que se levantaba el castillo y, dentro de él, la Iglesia Parroquial de la Santa Cruz, de tal forma que Tomás López dice en 1787:

 

  "Está este lugar en la forma de unas alforjas, con un castillo de por medio y en la altura de un cerro pelado, en cuya villa o lugar hay una laguna y nacimiento con la que riegan los huertos y olivas, mueven los molinos de pan y se surten para lavar y beber"^([1]).

 

La población se distribuía por las siguientes calles:

 

 

 

 

        En el Romeral Alto y Bajo la población vivían en su mayor parte en cuevas horadadas en la arcilla de la falda de la Serrezuela. Las calles con mayor número de vecinos eran las calles Alta y de Santa María, que debían englobar un espacio mayor a la calle en sí. La primera comprendería también la zona de cuevas del Chorreadero, y la segunda las casas vecinas de las actuales calles Villajos, Carril y Pocasangre. Por esta época el casco urbano crecía paulatinamente hacia la Fuente Vieja -actualmente de la Reja- y su estanque.

 

 

El estado llano

 

        En él se puede englobar la inmensa mayoría de la población, puesto que los hidalgos y los eclesiásticos eran escasos, que ejercía las distintas profesiones que siglos atrás. Un sector primario predominante con agricultura y ganadería. El sector secundario con las actividades básicas de una pequeña población (zapatero, panadero, carpintero, sastre, herrero,...) en el que continúa la actividad de los molinos harineros, situados en la Huerta, junto a la población, que aprovechan la corriente fluvial de la Fuente Vieja -o de la Reja- para mover los rodeznos, con la misma tecnología de siglos atrás. Y un sector terciario protagonizado por una gran número de viudas que quizás no deberían estar incluidas en este sector, en cuanto que durante parte del año realizan actividades agrícolas de recolección; en él también se incluye el escribano, barbero,...

        Constituía un grupo abigarrado, desde el labrador acomodado al pobre "que pide por Dios", pasando por el miliciano (tres vecinos) obligado a un servicio de las armas temido por la población. La mayor parte vive una vida de subsistencia, con paro estacional durante gran parte del año y con el temor de que alguna sequía, plaga o epidemia pueda traer el hambre y la muerte.

 

 

Los hidalgos

 

        Los hidalgos constituían el escalón superior de esta sociedad, con una situación económica desahogada, que compartían con otra minoría de labradores acomodados, con los cuales solían emparentar. Casi todos ellos tenían criados. No eran numerosos, sólo 9, que constituían el 2,31 % del total de los vecinos, cabezas de familia. A mediados del siglo XVIII, éstos eran los siguientes:

 

 

 

        La hidalguía era hereditaria por vía paterna. Como tales hidalgos tenían una serie de privilegios, como la exención del servicio militar, el no poder ser encarcelados por deudas ni poder ser embargables sus propiedades, el derecho a la mitad de los oficios del Cabildo,... Todo ello les hacía celosos de sus privilegios y buscaban emparentar familiarmente con otros de su misma condición, por lo que en las poblaciones pequeñas, como Pegalajar, la consanguinidad era elevadísima; de tal forma que los apellidos hidalgos de Pegalajar, como Cabanillas y Calatayud, llegaron a desaparecer con el tiempo.

        El primer hidalgo que llegó a Pegalajar a finales del siglo XVI fue Juan de Cabanillas Maldonado, procedente del lugar de Galizuela, del concejo de Esparragosa de Lares (Badajoz), al parecer era de una familia de hidalgos venida a menos. Casó y se avecinó en Pegalajar^([1]) y exigió los privilegios que correspondían a su estado. El Cabildo local se opuso rotundamente a tal concesión en 1592, pues rompía las reglas tradicionales de la comunidad, no sólo por establecimiento de tales privilegios, sino también por el acceso a los oficios municipales que conllevaba la hidalguía; por lo que Juan de Cabanillas tuvo que pleitear su hidalguía en la Real Chancillería de Granada, la cual le fue reconocida en 1598^([1]).

        Gaspar de Bustamante también tuvo dificultades en conseguir la vara de alcalde ordinario por el estado noble. Como el anterior, no se le reconocía la hidalguía por parte del Concejo y tuvo que pleitear sus derechos ante la Audiencia de la Real Chancillería de Granada, fallando a su favor en 1596^([1]). En 1638, los Bustamante emparentaron por vía femenina con los Calatayud^([1]), que a su vez lo harían con los Cabanillas. El apellido Bustamante terminó por desaparecer de la población en el siglo XVII.

 

 

El estamento eclesiástico

 

En 1761 estaba representada en la localidad por los siguientes individuos:

 

 

 

        Como mínimo, en la población solían convivir un presbítero, el cura y el prior. Por lo general vivían con ellos familiares, como la madre, sobrinas o sirvientes. Junto con el estamento hidalgo, constituían el grupo de privilegiados de la localidad.

        Con todo, el estamento eclesiástico era poco numeroso en Pegalajar, población que disponía de una sola Iglesia, desde época medieval dedicada a la Santa Cruz. Y una ermita, la de la Virgen de las Nieves, también de origen medieval, que en el siglo XVII pasó a tener esta advocación. Anteriormente era conocida como Ermita de Santa María.

        Los eclesiásticos solían administrar los bienes de Iglesia y Ermita, que los fieles habían donado en los siglos anteriores.