LA INDUSTRIA JIENNENSE EN LA ILUSTRACIÓN: LOS MOLINOS DE ACEITE Y HARINA

Latorre García , José y López Cordero, Juan Antonio

(en Actas I Congreso 'La Ilustración y Jaén'. Diciembre 1994. Universidad de Jaén / Real Sociedad Económica de Amigos del País / Centro Asociado de la UNED de Jaén. Jaén, 1996, pp. 261-282)

 

   1. Introducción.

 

   El período de la Ilustración no supone para Jaén un cambio socioeconómico global relevante. Se mantienen las bases económicas de épocas anteriores y tan sólo en el aspecto demográfico se puede apreciar un despegue, que va a tener reflejo en las nuevas poblaciones y en las roturaciones de tierras baldías, que culminarán en el siglo XIX.

    Tan sólo en una pequeña élite social las nuevas ideas se abren paso. Con la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País de Baeza y de Jaén se intenta desarrollar la cultura y la educación, promover la agricultura, ganadería e industria, crear unas bases materiales y sociales nuevas en el Reino de Jaén; pero carecían de los medios necesarios para llevar a cabo tan gran empresa.

    Y pasando al tema que nos ocupa, diremos que fue tratado por los miembros de las Sociedades Económicas, de tal modo que tiene reflejo en el propio Dean Martínez de Mazas,el cual al hablar del estado de decandencia de la ciudad de Jaén, textualmente decía:

*Si vamos á las otras fabricas hallarémos la misma decadencia. Dos ruedas de Molino dicen Morales y Argote de Molina que molían en su tiempo con la agua del Patio de la Magdalena. Hace pocos años que estaba corriente otro mas abajo de Don Juan de Contreras Veintiquatro de esta Ciudad; y ya apenas han quedado vestigios de éllos. Supongo que en esto se habrà perdido muy poco; porque no pudiendo moler sino en Invierno ò á temporadas, ni el público, ni sus Dueños sacaban utilidad de su conservación+ (1).

    Luego, el Deán, pasa a tratar del estado de las tenerías y de los batanes, ambas industrias relacionadas como se sabe con los molinos, y nos decía: * Tambien en el mismo sitio detras de la Magdalena hubo cinco Tenerìas, que hemos visto enteramente perdidas, ó abandonadas. Dos de ellas parece son vinculadas de la Casa del Conde de Villar Don Pardo: otras dos que comprò el Condestable Don Miguel Lucas de Iranzu, las donò al Cabildo de la Santa Iglesia su hijo Don Luis de Torres y Portugal en el año de 1499, para dotar con sus rentas varias Fiestas y memorias de Misas por su alma, y èstas en un apéo del año de 1643, lindaban con otra Tenería, que era de Luis Coello. Vá para quatro años que un pobre oficial, ó Maestro de este arte con ayuda de vecino empezó a limpiar las albercas y pozos de las primeras, y á curtir algunas pieles. Puede ser que haga caudal y fortuna, especialmente si el Dueño de la posesion toma por su cuenta el ayudarle+.(2) Y continúa el Dean más adelante diciendo: *Las demas Tenerìas de la Ciudad son una que llaman del Solar en el Arrabalejo, y es del Marques de Quiroga Don Joaquín Melgarejo, y las tiene arrendadas Fernando de Aguilar, que parece va adquiriendo algun caudal; pero basta entrar en élla y su corral para conocer el abandono en que antes estubo, y la obra que necesita. Otra hay perdida y sin uso en la Calle del matadero; y otra en el Callejon de la Fontanilla; y otra en el Campillejo de San Agustin, y todas con poco surtido de agua, y menos de corambre y dineros. A éstas se reducen todas las antiguas y ponderadas Tenerìas de Jaén, y á siete Maestros Zurradores para adobar y teñir las pieles quando pudiera haber quarenta+ (3).

    Con respecto a los batanes, dice: “Si vamos á los batanes, en donde se pasa revista de los tegidos de lana, hallarémos uno solamente en el Rio de Jaèn con el agua que sale del Molino Aguacil, que no sé si es corriente. Dos se han perdido de treinta años à esta parte, y en el sitio del Batanejo, y Lopeperez hubo otros antiguamente+. También trata el Dean sobre otros batanes de la provincia, cuando nos dice: * De los afamados de la Villa de Torres solo ha quedado uno. El Cabildo de la Santa Iglesia tubo otro en Guadalimar, de que no se conocen vestigios. Posteriormente se hà establecido uno muy bueno en el Rio de Bedmar, junto á la Hermita de nuestra Señora de Quadros, y allí se lleban bayetas y paños de varios pueblos: pero todo es nada para lo que se necesitaba si huviera las fabricas que en otro tiempo. Hoy solamente se trabajan en Jaén algunos paños bastos, y bayetas para gente pobre en el Hospicio, y en diez, ó doce Casas particulares de corto trato, que no alcanzan para el surtido del pueblo, y se lleban la mayor ganancia los de Montoro y Bujalance” (4).

    Respecto a los Molinos de aceite, el Deán le dedica un apartado especial bajo el título de "Molinos de azeyte", y nos dice: “Veinte y quatro ó veinte y cinco Molinos de azeyte hay dentro de la Ciudad y en Caserìas, y tambien se necesita mejorar su gobierno. Los de Rulo, ò piedra rolliza de figura conica redonda, como un pedazo de Columna de mayor diametro por el un extremo, y que se mueve tendida á la larga, parecen mejores y pisan mas bien y por igual la azeituna. Si se construyeran Molinos de agua con el sobrante de la fuente de la Magdalena, ò el arroyo de Valdeparaiso se excusarían los mas de los otros, y tambien muchas bestias. No es facil que en Andalucia se separen los huesos de la azeituna para molerla; y asi por esto, como por el poco aséo de las troges, que suelen estar al descubierto, por la mezcla de varias castas, por el polvo, tierra, hojas, y otras inmundicias no sale el azeyte tan limpio y delicado como debìa” (5).

    No todo fue sólo buenas intenciones en las Económicas del Reino de Jaén, pues se hicieron realidad algunos proyectos importantes. En el aspecto industrial, la Económica de Baeza consiguió introducir las hiladuras, manufactura antes desconocida en esta ciudad, y perfeccionar los curtidos; y la Económica de Jaén hizo realidad su proyecto de escuela gratuita de hilados y la creación de una gran fábrica de esparto (6).

    Estos intentos de industrialización no son más que hechos aislados en un sector que, en gran parte, puede ser considerado un apéndice de la agricultura, sobre la que gira la economía de la población jiennense de la época. De ahí que los molinos harineros y aceiteros constituyan una actividad industrial primordial. Más aún en una economía semiautárquica, como la del Jaén de la época, lo que hace que esta actividad sea forzosamente complementaria a la agricultura.

    Durante el período de la Ilustración, no se producen innovaciones técnicas sobre los molinos jiennenses, sino un incremento de su número, motivado sobre todo por el aumento de la producción agrícola. El Catastro del Marqués de la Ensenada es marco fundamental para estudiar este tema, como muchos otros. En él hemos basado nuestro estudio, delimitado por un ámbito geográfico que comprende la ciudad de Jaén y varias localidades, con una población de 40.722 habitantes en 1792, lo que supone aproximadamente el 25 por ciento de la población de esta provincia en aquel año. Dicha población se distribuía de la forma siguiente:(7)

    Jaén                                           17.349

   Jamilena                                         728

   Lopera                                         1.601

   Martos                                         7.841

   Pegalajar                                    2.024

   Porcuna                                      4.075

   Santiago de Calatrava                697

   Torredelcampo                          2.441

   Torredonjimeno                         3.481

   Villardompardo                             485

     Es una zona que comprende campiña y montaña, compuesta por pueblos limítrofes entre sí, cuyas conclusiones pueden ser válidas para gran parte de la actual provincia.

 

   2.Los molinos de aceite.

    El olivar es un cultivo en alza a mediados del siglo XVIII, que según Higueras Arnal se debe al pegujalero, al transformar su pequeña explotación en un pequeño olivar, con el fin de conseguir mayor rentabilidad con menos trabajo, ante las dificultades de subsistencias que le presenta la pequeña explotación(8).A pesar de todo, aún sigue siendo un cultivo minoritario, restringido en gran parte a las tierras de regadío, en las que la pequeña y mediana propiedad es más frecuente, como es el caso de la ciudad de Jaén. En cambio, en la campiña, el predominio de la tierra calma es arrollador, siendo una excepción las plantaciones de olivar (8)   

       Esta diferenciación secano‑regadío, en otros casos campiña‑montaña, tiene un fiel reflejo en la propiedad de los molinos. La nobleza es en esta época la gran propietaria latifundista de la provincia, cuyos latifundios se fundamentan en las tierras de campiña, mayoritariamente de secano, destinadas a cereales. Es por ello que la nobleza sólo supone el 10 % de los propietarios de los molinos aceiteros. Por el contrario, suman el 15 % de los propietarios de los molinos harineros.

    También la propiedad de los molinos aceiteros muestra una correlación significativa con las tierras de regadío, en las que, como más arriba indicábamos, el olivar está más presente que en las tierras de secano. Las instituciones eclesiásticas y de beneficencia poseen un gran porcentaje de las tierras de regadío, las que suelen estar distribuidas en numerosas suertes. Son propiedades que estas instituciones han atesorado por donaciones a través de los siglos. Por ello, no es de extrañar que las instituciones eclesiásticas constituyan el 34 % de los propietarios de los molinos aceiteros, en contraste con el 45 % de los harineros.

    Entre nobleza e iglesia, se va abriendo paso una burguesía agraria, que en gran número son mercaderes enriquecidos, proceso ya iniciado en siglos anteriores (8). Esta burguesía muestra también su presencia en la propiedad de los molinos, tanto aceiteros, como harineros.

    Los molinos aceiteros solían estar ubicados en las mismos núcleos urbanos o a las afueras de éstos, excepto algunos que están situados en lejanas caserías dotadas de una importante plantación de olivar, por no ser muy rentable el traslado diario de aceituna al núcleo urbano. También porque la técnica empleada en la molturación era bastante sencilla y no requería una fuerte inversión en la instalación ni en el mantenimiento.

    Estos molinos solían constar de tres partes: el molino propiamente dicho, la prensa y los depósitos. 

    Rafael García Serrano nos describe claramente este tipo de molino. La primera parte, constaba de una pileta circular de piedra, de unos 3,65 m. de diámetro y 0,65 de altura. La pileta tenía un reborde o alfarje de 0,20 m. de profundidad en relación al rulero o plataforma interior sobre la que rodaban dos rulos o nudas, también de piedra, que tenían forma cónica. Estos eran de diferente tamaño y estaban movidos por tracción animal. El rulo mayor solía tener 1,30 m. de diámetro y 1,25 m. de batalla o generatriz, mientras que en el rulo menor las medidas eran de 1,05 m. y 1 m. respectivamente.

    La prensa era del tipo llamado de viga. Esta estaba formada por dos grandes vigas ensambladas, con una longitud aproximada de 12 metros y un alto de 0,85 m. en su parte más ancha, con 0,40 m. de grueso. Todas las piezas eran de madera, sólo tenía tres elementos metálicos: los tres zunchos de ensamble de las viegas, que eran de hierro, y los clavos. Uno de los extremos estaba atravesado por el husillo (tornillo sinfín), de 0,25 m. de diámetro, apoyado sobre una gran piedra levemente cónica, llamada pesilla. Mientras que el otro extremo de la viga se asentaba sobre un puente formado por dos grandes maderos verticales. Hacia la mitad de la viga había otros dos maderos empotrados en obra de mampostería, y cerca del puente estaba la plataforma circular que realizaba el prensado de los capachos, de 1,40 m. de diámetro.  

    La tercera parte de la almazara la formaba la bodega, destinada al almacenamiento de aceite, que se guardaba en grandes tinajas de barro, de boca ancha cerrada por una tapa circular de madera. Las tinajas estaba enterradas en el suelo. (11)

 

 

   3.Los molinos de harina.

    Anteriormente hemos hecho referencia a los propietarios de este tipo de molinos. Hay que destacar que dos de los molinos de esta zona eran realengos, lo que no es de extrañar, por ser el trigo alimento básico para población. Esta propiedad probablemente tenga raíces medievales, como también las tiene la ubicación de la mayoría de los molinos.

    Todos los molinos de harina utilizaban como fuerza motriz el agua. Se localizaban generalmente en la proximidad de los núcleos urbanos, bien junto a un río ‑caso de los molinos de Jaén, que aprovechan el agua del Guadalbullón‑, bien junto a un arroyo, o junto al curso de agua de un rico manantial. Si no se daban estas condiciones, la población carecía de molino harinero, como es el caso de Villardompardo. Muchos de ellos solo funcionaban en algunas épocas del año, cuando los cursos de agua aumentaban su caudal con las lluvias, como los de Torredonjimeno y los de Porcuna. Este problema no lo tenían los molinos hidraúlicos más importantes de la zona, que eran los situados junto al río Guadalbullón. Para su funcionamiento se construía una pequeña presa en el río que desviaba el agua hacia los molinos.

    El origen de la técnica de molienda usada en ellos, consistente en el empleo de dos piedras de forma circular y planas, la primera inferior fija y la superior giratoria, es muy antiguo. Debió surgir en el II milenio, dentro de las grandes civilizaciones del Mediterráneo Oriental (12), y permanecerá idéntico hasta la aparición de los rodillos cilindros, a mediados del siglo XIX ‑en Pegalajar el último molino de rodezno dejó de moler en 1988, con la desecación de la Charca‑.

   En este tipo de molino, la piedra superior posee un orificio central por el que se vierte el grano, que es molido entre las dos piedras al girar la piedra superior sobre la inferior, saliendo el grano por los bordes de la piedra convertido en harina.

    En las ciudades griegas, entorno a los s. VI y IV a. de c., se llevaron a cabo modificaciones en el aumento del tamaño de las piedras. La superior adopta un rehundimiento en su base de arriba que sirve como tolva para grano, también adopta una superficie cóncava y la inferior convexa, con el fin de mejorar la molienda y facilitar la evacuación de harina. Ya en época romana, también para facilitar la molienda, se pican las superficies de trabajo de ambas piedras formando estrías y canales semicirculares o rectos, y se emplean guardapolvos o cajones de madera que envuelven las piedras para recoger la harina.

    El tipo de energía que utilizaban los molinos solían ser de tracción animal o humana, ‑"a sangre"‑. Hasta los siglos III y IV de nuestra era no empezó a utilizarse de forma generalizada la energía hidráulica. En la Península Ibérica será con los árabes cuando alcance una gran difusión.

    La energía hidráulica movía el "rodezno", o rueda horizontal con un eje vertical, en cuya parte inferior se colocaban varias paletas. La rueda se introducía en la corriente y por su eje se unía a la piedra superior móvil.

    Otro tipo de molino era el de rueda vertical o "aceña", que sustituirán en muchos casos a los pequeños molinos de rodezno, los cuales quedarían relegados  a las zonas montañosas y aisladas, en los que la innovación no encontró las circunstancias físicas, demográficas y económicas favorables. Este tipo de molino utiliza juegos de engranajes en los que la piedra gira a mayor número de revoluciones que la rueda hidráulica (13).

   3.1. Descripción del mecanismo del molino de rodezno.

    Los molinos de rodezno suelen utilizar el agua de un reducido caudal, pero de gran rapidez, por lo que se hace necesario disponer de una caída de agua importante, lo que se consigue con el pozo o cubo. Suelen recibir el nombre de sus dueños o del paraje que ocupan. Los edificios donde se ubican son bastante antiguos en sus estructuras originales, y normalmente cuentan con una o dos plantas.

    Las dependencias fundamentales del molino son: la sala del molino o molino, dependencia central donde se encuentran las piedras y las máquinas para la limpieza del trigo y cernido de harina; la sala de limpieza, que no suele presentar una separación clara con respecto a la anterior; la cámara, situada en el piso superior, destinada a almacén para grano, pajar, despensa u otros usos. También puede contar con dependencias anejas con el fin de guardar el grano, los instrumentos de labranza, la leña, los animales,... Son edificios que requieren un continuo trabajo de reparación y mantenimiento, que al ser abandonados adquieren rápidamente un aspecto ruinoso.

    El mecanismo del molino consta de tres partes: acequia o canal,  pozo o cubo y bóveda o cárcavo.

    La acequia o canal corre sobre un acueducto situado a nivel superior del rodezno, constituido por sillares de piedra labrada cimentados, de diversa anchura y longitud. Su función es tomar el agua del caz. También puede ser utilizado como acequia para el riego de los campos.

    El cubo o pozo, situado al final de la acequia, que tiene una sección circular y caída vertical, constituido por la superposición de varios atanores, anillos tubulares labrados en piedra y de una sola pieza. Su diámetro disminuye de su parte superior a la inferior, con el fin de conseguir un aumento de la presión de agua a medida que va cayendo por el cubo. Su anchura oscila entre los 60 cm. y un metro.

    En  el fondo del cubo existe un orificio cuadrangular  donde conecta  el saetillo ‑conducto que forma y dirige un potente chorro de agua‑, el cual hace girar el rodezno. Cada molino suele poseer de uno a cuatro cubos, siendo lo más normal uno o dos, con una profundidad que oscila entre 4 ó 5 metros a 11 metros, dependiendo de la cantidad de agua y de la fuerza de la corriente.

    Cuando el molino está parado, la mayor parte del agua es evacuada a través de una compuerta o aliviadero.

    Las bóvedas son las partes del molino donde se sitúa el rodezno, que constituye el mecanismo de impulso, formada por cucharas, cuyo tamaño varía según la piedra que ha de mover y el caudal de agua, oscilando entre 1,50 y 1,80 metros. El número de rodeznos por molino coincide con el número de cubos.

    Del rodezno sale el eje o árbol, que comunica el movimiento del giro del rodezno a la piedra superior movil o corredera. El rodezno descansa sobre el puente, viga de madera de dos o tres metros de longitud, que encaja en un hueco rectangular excavado en el suelo de la bóveda; uno de sus extremos está sujeto  a unos bornes o bisagras de metal, mientras que el otro está libre, uniéndose a él el extremo inferior de la vara de alivio, con lo que puede hacer subir y bajar todo el mecanismo de impulso o molienda. En su centro presenta un hueco cúbico en el que se encaja el dado ‑cubo de bronce con una aleación de plata para darle mayor resistencia al desgaste‑, permitiendo el giro del mismo con el mínimo rozamiento. Sobre el dado se apoya la punta, del mismo material.

    El alivo es el dispositivo que permite regular la separación entre las dos piedras de la molienda. Para separar la piedra corredera de la solera, operación que se llama aliviar se aplica el tornillo al alivio. La operación contraria se llama asentar.

    La llave tiene la misión de regular la apertura de la boca del saetillo. Es manejada desde el salón del molino mediante una vara o eje de hierro, lo mismo que el tornillo del alivio.

    Corredera y solera presentan, en la cara inferior la primera, y superior la segunda, unas estrías y surcos que constituyen la picadura; idéntica en las dos, aunque en sentido inverso, con el fin de romper y reducir a polvo el grano. Normalmente todos los molinos suelen ser levógiros.

    Las piedras blancas tenían que picarse diariamente. Su peso varía entre 905 kg. de una piedra de un metro de diámetro y los 1.550 de una de 1,50 metros. Antes de picarlas se procedía a entablarlas, es decir, pasarles la regla, listón de madera impregnada en almagre para teñir las zonas más elevadas de sus superficies. Se picaban con un pico de dos puntas planas, el cual se manejaba a pulso. Entre cada picadura, las piedras blancas podían moler unos 200 o 300 kg.

    Otros elementos eran la paraera, que no existe en todos los molinos. Su función es detener el giro del rodezno sin necesidad de desviar el agua de la acequia. El guardapolvo, armazón de forma circular que cubre las piedras y empuja la harina hacia la piquera. La tolva, que contiene el grano que se va a moler y le da salida hacia el ojo de las piedras de modo paulatino y regular (14).

 

   3.2. Actividades del molinero. 

   Una vez llegado el grano al molino, se pesa con la romana y se echa en una troje y de ahí se saca para su limpieza. Antes de que a principios de siglo se introdujeran las máquinas limpiadoras, la limpieza se hacía a brazo. Se cernía el grano con un harnero, después se lavaba en el agua de la acequia, con el fin de eliminar las impurezas, arena, piedrecitas, paja,... Después  se oreaba al Sol., tras lo cual se depositaba en otra troje, de donde se sacaba para echarlo en la tolva. El grano debía estar un poco húmedo con el fin de que no produjera una harina demasiado polvorienta, que podía quemarse o perderse en el espolvoreo, y evitar que se muelan juntas la harina y el salvado. Así la harina que sale en el harinal tiene un peso superior al trigo, debido a la humedad que se le ha dado en el lavado.

    El paso siguiente era llevar la harina en espuertas a la cernidora, hecha de mallas de distinto calibre, realizándose la separación de los distintos tipos de harina y del salvado. Tradicionalmente esta operación se hacía manualmente, mediante un cedazo de malla fina y una cernidora, operación que se hacía cuando la harina estaba fría, por lo que había que esperar un tiempo.

    De la cantidad de harina se deducía un porcentaje en especie, la maquila, que era lo que el molinero solía cobrar por sus servicios (15).

 

   3.3. Dos ejemplos de molinos jiennenses: el del Cubo de Torredonjimeno y el de los Cárcavos de Pegalajar.

    El molino del Cubo de Torredonjimeno está situado a dos kilómetros al Sureste del núcleo urbano, junto al arroyo de Jamilena. Es un edificio construido en el siglo XIV por la Orden de Calatrava, que muestra en su fachada una lápida fundacional, aunque es probable que ya existiese un molino anterior en este mismo emplazamiento. En época bajomedieval estuvo fortificado, pues todavía conserva los restos del parapeto superior, que sólo dejaba indefensa la acequia que llevaba el agua al cubo, y las saeteras de los muros (16) Por su fuerte fortificación debió tener una notable importancia en época medieval. No obstante, su funcionamiento estaría limitado por el volumen de agua del arroyo limítrofe. A mediados del siglo XVIII aparece citado en el Catastro del Marqués de la Ensenada como propiedad real, con un solo empiedro y 35 fanegas de producto anual (17).

    A través de un acueducto de unos 50 m., que aún se conserva en buen estado los últimos 31 m., el agua llegaba al único cubo de que dispone, de unos 6 m. de altitud. El edificio, de 18,80 m. de fachada por 17,90 m. de fondo, consta de una sala en la planta inferior, comunicada con el exterior con dos puertas, y un cuerpo superior. La bóveda, situada bajo la sala del molino, tenía comunicación directa con el mismo arroyo del que toma el agua. Estuvo en funcionamiento hasta hace unas décadas, tras lo cual ha sufrido un grave expolio en toda la maquinaria empleada, utilizándose para otros fines. En la actualidad está abandonado y bastante deteriorado en su interior. No así en su estructura externa que, por ser obra de mampostería con encuadrados sillares, presenta una gran fortaleza. Por su estructura es uno de los más antiguos de la provincia.

    El molino de los Cárcavos de Pegalajar aprovechaba como fuerza motriz la corriente de agua del embalse de la Fuente de la Reja ‑la actual Charca‑. Está situado en el límite Sur del núcleo urbano, en los primeros bancales de huerta, zona calificada como Paisaje Agrario Singular. Es paraje de huerta ya cultivado en época árabe, como probablemente el uso de los molinos harineros. El agua llegaba a través de una acequia abierta en plena roca, de donde se distribuía a los dos cubos o pozos. El desnivel del terreno, que salva con bancales, evitaba al molino la construcción de un acueducto. Junto al molino se encuentra una cascada por donde discurría el agua cuando no se utilizaba para mover los rodeznos. El cubo tiene una altitud de unos 6 m. El edificio, de 5 m. de fachada por 12 m. de profundidad, consta de una sola planta ‑la sala del molino‑ con dos empiedros, y dos bóvedas donde se ubican los dos rodeznos.

    Es uno de los dos molinos que a mediados del siglo XVIII utilizaban el agua de la Fuente de la Reja, cuyos propietarios eran el Colegio de Santa Clara de Jaén y Felipe Contreras(18)

    Ha estado en funcionamiento hasta el año 1988, cuando se desecó dicha fuente, y aún actualmente se encuentra en perfecto estado. Por su interés histórico y etnográfico, además de su entorno paisajístico, sería también conveniente su recuperación, así como de otros molinos de su entorno.

 

 

 

 

 

                          NOTAS:

 (1)Martínez de Mazas, José :  Retrato al Natural de la ciudad y termino de Jaén: su estado antiguo y moderno, con demostración de quanto necesita mejorarse su población, agricultura y Comercio. Jaén, 1794. Edic. facsimil. Ed. El Albir. Barcelona, 1978. Pg.284.

 (2).Martínez de Mazas, José : Retrato al natural de  ..." Op. cit. Pgs.284‑285.

 (3).Martínez de Mazas, José : Retrato al natural de ..." Op. cit. pág. 285.

 (4).Martínez de Mazas, José : Retrato al natural de ..." Op. cit.Pgs.285‑286.

 (5).Martínez de Mazas, José : Retrato al natural de ..." Op. cit.Pgs.382‑383.

 (6)Szmolka Clares, José :  "Los tiempos modernos". Jaén. Editorial Andalucía. Tomo II, Pgs. 564‑565. 

(7)Martínez de Mazas, José. Retrato al natural de ... Op. cit.  Apéndice VII.

 (8)Araque Jiménez, E. : "La utilización del suelo en la provincia de Jaén a finales del siglo XIX. Actas I Congreso Jaén, siglos XVIII y XIX. Febrero, 1989. Granada, 1990, p. 153. Envía a Higueras Arnal,A. El Alto Guadalquivir. Estudio Geográfico. Departamento de Geografía Aplicada del Instituto Juan Sebastián el Cano, 1961. 

(9)Esta afirmación queda confirmada por fuentes posteriores, en los censos de las décadas centrales del siglo XIX. López Cordero, Juan A. Sociedad y Economía del Jaén Isabelino. Universidad de Granada‑Ayuntamiento de Jaén. Granada, 1992, pp. 80‑92.

 (10)López Ontiveros, A. :  Propiedad y problema de la tierra en Andalucía. Sevilla, 1986, pp. 29 y 81

 (11)García Serrano, Rafael. : "Notas históricas sobre la elaboración de aceite de oliva en la provincia de Jaén". I Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares. Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 1969, pp. 232‑233.

 (12)Shamuel Avitsur  : ("On the History of the explotacion of waterpower in Erezt Israel") Describe los molinos de Aruba, como ejemplo del más simple y primitivo molino de rodezno, en el que una rueda horizontal compuesta por cucharas es impulsada por el agua que cae a través de un pozo, en cuyo fondo existe un corto conducto que dirige un chorro a gran velocidad sobre ella.

 (13)Escalera, Javier y Villegas Antonio :   Molinos y panaderías tradicionales. Editora Nacional. Madrid, 1983, pp. 21‑69. 

(14)Escalera, Javier y Villegas Antonio :   Molinos y panaderías..., pp. 75‑118.

 (15)Escalera, Javier y Villegas Antonio :  Molinos y panaderías..., pp. pp. 132‑135.

 (16)Cerezo, Francisco y Eslava, Juan : Castillos y Atalayas del Reino de Jaén. Riquelme y Vargas. Jaén, 1989, p. 288.

 (17)Archivo Histórico Provincial de Jaén (A.H.P.J). : "Catastro del Marqués de la Ensenada". Rollo 45 (II) 

(18)A.H.P.J. : "Catastro del Marqués de la Ensenada".Ídem. L. 7872.

 

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