PATRIMONIO HISTÓRICO-CULTURAL DE LA VILLA DE PEGALAJAR
Juan Antonio López Cordero
(Publicado en Sumuntán, nº 8 (1997). Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina (CISMA). Jaén, pp. 27-44).
INTRODUCCIÓN.
Pegalajar es un pueblo de 3049 habitantes (censo 1991), situado al Sur de la provincia de Jaén, en las primeras estribaciones del Prebético,
perteneciente a la comarca de Sierra Mágina. El término municipal es en su mayor parte montañoso, está configurado por una orografía que ha determinado su agricultura, tradicional base económica de la población. El pico de Almadén, a 2.032 m. de altitud, nevado durante gran parte del año,
es el punto visual de referencia. A su alrededor, las alturas de Mojón Blanco, Morrón, Cerro de la Artesilla, Serrezuela, Grajales, los Tres Mancebos, los Valientes, Cerro Santín, la Atalaya,... forman un cinturón de altas montañas que delimitan el término.
A través de estas alturas se abre paso el río Guadalbullón, forjando un angosto valle que históricamente ha supuesto una importante vía de
comunicación en Andalucía Oriental. Hoy sigue su curso la antigua carretera nacional Bailén‑Motril, actualmente autovía. La cercanía de Pegalajar a la capital provincial, a sólo 19 km., y a esta importante vía de paso es otra facilidad añadida a las comunicaciones, por lo que geográficamente
se puede considerar privilegiado entre los pueblos de Sierra Mágina.
El núcleo urbano está situado a los pies de la Serrezuela de su nombre. Su origen fue el manantial de la Fuente de la Reja, -hoy día se encuentra
ubicado dentro del casco urbano- y las tierras regadas por esta fuente, que constituyen el paraje conocido como la Huerta. El clima de esta villa, situada a unos 800 m. de altitud, es mediterráneo de montaña, con veranos secos y temperaturas suaves, que le hacen sumamente agradable. A ello
contribuye el entorno de la zona, en el que la vegetación antrópica ‑principalmente olivos y almendros‑ contrasta con la vegetación autóctona de la montaña, que ofrece una gran variedad por la diferente altitud, desde el bosque de pinos, encinas y quejigos, hasta el matorral de
romero, lentisco o sabina.
PATRIMONIO HISTÓRICO-CULTURAL.
El patrimonio histórico-cultural de Pegalajar, en gran parte, está influenciado por la Geografía y la Historia. Su carácter montañoso
caracterizó los primeros asentamientos humanos conocidos, datados en el II milenio a.n.e, en base a una población de economía básicamente ganadera. Ya en época romana, la ubicación de los restos diseminados por el término evidencian la presencia de una economía agroganadera en esta población,
que tendrá un importante desarrollo en época medieval.
Por otro lado, Pegalajar fue tierra de frontera con el reino musulmán de Granada en la Baja Edad Media durante casi tres siglos. Ello influenció
en la creación de fortificaciones defensivas, en el desarrollo del núcleo urbano a los pies del castillo, y en el trazado de sus calles; también en la agricultura, con una amplia zona de huerta distribuida en bancales junto a la peña donde se ubicaba la fortaleza, y una industria molinera que
aprovechaba la abundancia de agua y la orografía del terreno.
1. Cuevas de Aro y los Majuelos.
Están situadas a unos 500 metros del núcleo urbano, en la carretera de Pegalajar a Mancha Real. Ambas son naturales, únicas en su género por su
naturaleza e interés histórico, pues en ellas han aparecido restos prehistóricos (materiales de sílex, hachas de piedra, cerámica primitiva, útiles de hueso labrados, puntas de flecha de bronce y restos humanos), fechados en el II milenio a.n.e.
La cueva de los Majuelos es una gran sala coronada por una enorme bóveda de piedra, anteriormente fue utilizada como redil de ganado y hoy es un
amplio salón-restaurante, donde se celebran diversas actividades: actuaciones musicales, convenciones, bodas, etc. Cerca a ella se encuentran las cuevas de Aro, nombre que corresponde a las iniciales de su descubridor (Antonio Ruiz Ortega), que en 1970 hizo tan importante hallazgo basándose en
observaciones e intuiciones personales. Están compuestas de pequeñas salas intercomunicadas, con numerosas formaciones cársticas. En ellas han aparecido la mayor parte de los restos prehistóricos citados.
http://www.restaurantecuevalosmajuelos.es
2. Torre de la Cabeza.
Esta torre está situada junto a la antigua carretera Bailén-Motril, cerca de La Cerradura, entre los kilómetros 353 y 354. Es un torreón de
mampostería, de forma cilíndrica, descansando su base sobre un pronunciado talud. Su función era de vigilancia y comunicación. Fue construida en su estado actual por el Condestable Miguel Lucas de Iranzo entre 1462 y 1470, aunque es probable que se levante sobre las ruinas de otra anterior. De
hecho, esta torre forma parte de un conjunto de ellas que cruzaban la provincia en dirección Norte-Sur. Las más inmediatas a ésta eran la atalaya de la Pedregosa, situada en la Serrezuela de Pegalajar, y la Torre de la Estrella, que se encontraba en la cumbre de la Sierra de los Bodegones, hoy día
ambas derruidas.
3. Castillo de las Peñuelas.
El castillo de las Peñuelas fue el primitivo núcleo de una población agrícola, que cultivaba las tierras que regaba la Fuente de la Reja
y el Río Guadalbullón
, junto con las tierras de secano que existían a su alrededor. Aparece en las crónicas cristianas como fortaleza musulmana varias veces saqueada. En los restos que aún quedan, se pueden apreciar dos fortificaciones distintas en el tiempo. Una primitiva, constituida por un
recinto interior amurallado, que comprendía la mayor parte de la actual calle de la Villa, con dos puertas de entrada. La primera, situada al Norte, flanqueada por dos torreones circulares; y la segunda, al Sur, defendida por dos torreones cuadrados. Otro torreón, más alto y fuerte que los
anteriores, que hoy es el campanario de la Iglesia, formaba parte de este recinto interior amurallado o alcázar. Otro recinto exterior, de origen posterior y hoy más dañado que el anterior, servía de ampliación a la primitiva fortificación. Esta muralla se extendía desde la zona
Sur‑Oeste del primer recinto, donde bajaba en dirección a la calle
Carnicería; aquí existía una puerta de entrada que actualmente se conserva en buen estado y es el conocido
Arco de la Encarnación; luego continuaba hacia el Este, siguiendo la dirección de la calle
Carnicería y dejando en su interior la calle
Arco de la Villa, hasta la calle
Carril, donde se cerraba con el muro de la primitiva fortificación. Por la zona Norte, la nueva muralla se extendía por encima de la calle
Carril Alto, abarcaba dentro de sí el recinto de la actual Iglesia y parte de la calle
Peñuelas, cerrándose al Sur, unos metros por arriba del
Arco de la Encarnación.
Arco de la Encarnación
Este castillo estaba situado en un lugar estratégico, sobre una peña, extendiéndose a sus pies la vega que regaba la Fuente de la Reja
. Fue el origen y también le dio el nombre a Pegalajar, que puede traducirse como "Peña de la Vega", en referencia a las huertas que se extendían a sus pies.
Fue saqueado por Fernando III en varias de sus correrías por el reino de Granada, hasta su conquista definitiva en el invierno de 1244, dentro de
la campaña militar de cerco y conquista posterior de Jaén.
A mediados del siglo XIX, el recinto interior del castillo todavía no albergaba casas, existía en estado ruinoso y su propietario era un
particular,
Pedro del Prado. Siempre ha ocurrido que los castillos en ruinas han estimulado la imaginación de la gente. Así ocurrió entonces, cuando dos individuos obtuvieron licencia del propietario para el descubrimiento de "ciertos intereses". Cuando quisieron continuar los
trabajos cerca del
Arco de la Villa, el Ayuntamiento, "en consideración a que el expresado lugar es un monumento histórico que debe conservarse para perpetua memoria y que las creencias de los peticionarios sólo se fundan en vulgaridades que no pueden tomarse en consideración",
denegó el permiso.
Más adelante, el castillo debió pasar a propiedad municipal, pues las concesiones de terrenos en la villa para edificaciones por parte del
Ayuntamiento se hicieron corrientes, por lo que las murallas fueron desapareciendo entre las casas construidas.
4. Iglesia de la Santa Cruz.
La actual iglesia, situada en la plaza de armas del castillo y bajo la advocación de la Santa Cruz, sustituyó en el último cuarto del siglo XVI a
un templo anterior que amenazaba ruina y estaba bajo la misma advocación, cuyo origen se remontaría a la conquista de la villa a los musulmanes, en 1244.
La Iglesia consta de muros densos y macizos, con pocos huecos. Es un tipo de iglesia de cajón con planta rectangular de una sola nave, en la que
destaca el presbiterio, enlazados ambos espacios por un tramo más amplio, a modo de incipiente crucero, de lo que da fe el recurso de cubrición: una media naranja -en realidad bóveda elíptica rebajada- frente a la bóveda de cañón con lunetos que domina el resto de la iglesia. La nave está
dividida en cuatro compartimentos separados por fuertes estribos, que alojan en su interior capillas hornacinadas.
En el exterior, la portada de la fachada principal presenta un esquema vertical, con nicho y ventanal de coro. Presenta un arco de medio punto con línea
de imposta resaltada, coronándose con un entablamento liso, y abriéndose en su cornisa un nicho para albergar la imagen titular, flanqueado por pilastrillas jónicas y rematado por un entablamento. La portada lateral, mucho más sobria, se organiza en torno a un arco de medio punto flanqueado por
pilastras, con entablamento liso y frontón triangular, y coronándose con pináculos.
La torre de la iglesia está separada de ella. Es parte del recinto interior del castillo, la cual fue aprovechada como campanario. Las obras de
iglesia actual se ejecutaron entre 1580 y 1620, cuya traza original se debe al arquitecto Alonso de Barba y su sobrino Luis.
En el interior de la iglesia destaca el retablo de la capilla mayor o presbiterio, realizado a mediados del siglo XVIII, aunque hoy en día solo es
original el ático del retablo, pues fue muy afectado por un incendio durante la última guerra civil. En la nave del Evangelio, están la capilla de la Virgen de los Dolores, el altar de Santiago, el del Cristo de la Columna y el del Santo Entierro; mientras que en la nave de la Epístola se
encuentran la capilla de la Inmaculada y otras que albergan imágenes modernas de diferente tamaño, como la Virgen del Carmen, Virgen de Fátima y Santa Rita, que se completa con las imágenes de San Gregorio, San Francisco de Asís, San Isidro y San Antón. Destaca también la imágen de Jesús
Nazareno, de la escuela de Martínez Montañés, que llegó a Pegalajar en la postguerra, posiblemente extraviada de cualquier otra población por los aconteceres políticos.
5. Arrabal medieval. Casas Consistoriales
El crecimiento de la población dio lugar a la formación de un
arrabal a finales de la Edad Media, que bien pudo tener un origen árabe anterior. Este barrio, situado fuera del recinto amurallado, también estaba protegido contra posibles ataques de los nazaritas granadinos por una cerca o empalizada, que aprovecharía los fuertes
desniveles del terreno por el Sur y Este. A este arrabal llegaba el agua de la Fuente
Vieja nombre que hasta el siglo pasado tenía la Fuente de la Reja a través de una conducción, y su puerta de entrada estaba junto al camino de
Jaén. Estos hechos nos inducen a pensar que el comienzo de la red urbana de Pegalajar fue en la zona que comprende las plazas de la
Laguna y la
Constitución y las calles
Peñuelas,
Bahondillo,
Hornos,
Arcos y
Santa Lucía, precisamente las calles más estrechas del pueblo, con un fuerte rasgo medieval; épocas en que no existía una planificación urbana, sino que se aprovechaba todo el espacio posible, estrechándose las calles en busca
un refugio ante los fuertes calores del estío. Por otra parte, las casas se apiñaban dentro del núcleo fortificado del
arrabal. De éste nos habla la Crónica del
Condestable Iranzo en diferentes ocasiones. En una de ellas a causa de una entrada de moros que lo asaltan y lo queman. Y en otra, con motivo del cerco al que el Condestable somete Pegalajar, donde se encontraba el comendador rebelde
Juan de Pareja; en esta ocasión el Condestable montó uno de los dos reales en el camino que iba de Jaén a dicho castillo, frente a la puerta del
Arrabal.
La necesidad de abastecimiento de agua y un cercano surtido para la población hizo que en este lugar su ubicara un pilar, abastecido por una
conducción que venía de la Fuente de
la Reja. El abrevadero de piedra, que aún hoy recoge el agua, fue instalado entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, por el traslado que se hizo de él desde la Plaza de la
Constitución. Esta cañería, que partía de la Fuente de la Reja para abastecer los pilares públicos, también lo hacía con algunas casas particulares y varios molinos.
En el antiguo Arrabal están ubicadas las Casas Consistoriales, Ayuntamiento que fue romedelado hace unos años de nueva planta, pero aún conserva
una portada que Galera Andreu señala como antecedente de las realizaciones provinciales del siglo XVII, vinculando la obra la labor repobladora de la zona Sur de Jaén en tiempos de Carlos V, siendo el escudo de los Borbones y las columnas imperiales con la inscripción PLUS ULTRA un añadido
posterior. Soledad Lázaro, por el contrario, la fecha en la primera mitad del siglo XVIII.
La portada es adintelada, flanqueada por pilastras y entablamento con friso jónico y dintel muy volado, sobre el que apoya el balcón con tres
arcos rematados por el escudo de los Borbones, las columnas coronadas y pináculos laterales.
6. El barrio de Santa María. Ermita de la Virgen de las Nieves.
En el siglo XVI la población experimentó un fuerte crecimiento. En 1595 existían 240 casas que albergaban a 1.200 habitantes. Por entonces el
arrabal se desborda y el casco urbano se extiende alrededor de él y de la peña del Castillo, saltando el barranco
Villajos, que hacía de frontera natural a dicho crecimiento. Desaparece así el cementerio situado junto a la ermita de
Santa María. De tal forma que se surge un nuevo barrio, el de
Santa María, que junto al primitivo de la
Plaza configuran el pueblo en esta época.
En los censos posteriores observamos que el número de casas crece en menor proporción que el número de vecinos ‑en 1752 existían 254 casas
habitables para una población aproximada de 1.584 habitantes, y en 1792 eran 306 casas para 2.024 habitantes, lo que nos induce a pensar el hecho de la utilización masiva a partir del siglo XVIII de las cuevas abiertas en la montaña como vivienda.
El primer callejero de Pegalajar que conocemos data de 1752. Desde finales del XVI hasta este último año, poco había cambiado la red urbana, pues
el número de edificios es sólo un poco mayor ‑sólo 14 más‑. Sin embargo, aparecen también solares de antiguas casas en un número de cincuenta, que no sabemos si se tuvieron en cuenta en el censo de 1595. No obstante, por el número de habitantes, la red urbana de Pegalajar algo
tuvo que crecer; y lo hizo en sentido Este, consolidando el núcleo de viviendas que había surgido cerca de la ermita de Santa María.
Allí se ubicó el segundo pilar del pueblo, buscando un cercano surtido para la población -el primero estaba situado en la Laguna-
, abasteciéndose también por una conducción que venía de la Fuente de
la Reja.
El centro del barrio de Santa María era ermita de la Virgen de las Nieves, ya conocida en las constituciones sinodales de 1511 como ermita de Santa
María, con probable origen medieval. Aún la calle donde está ubicada se le da tal nombre y, hasta hace pocas décadas, a la plaza lateral. El cambio de denominación debió realizarse en el siglo XVII, cuando aparece la cofradía de la Virgen de las Nieves, que tiene allí su imagen.
El edificio está muy remodelado, presenta una planta rectangular en cuya cabecera con testero plano se aloja un camarín de planta cuadrada. La
primitiva imagen fue destruida en la guerra civil y la actual es obra del escultor Navas Parejo.
Virgen de las Nieves
7. La Fuente de la Reja, la Charca y la Huerta.
La relación entre Pegalajar como pueblo y la Fuente de la Reja es tan íntima que podemos afirmar que el núcleo urbano debe su nacimiento a ésta.
Al menos desde tiempos medievales existe Pegalajar como pueblo. Su castillo, situado en la peña que vigila la vega regada por esta fuente, sirvió de refugio y defensa a aquella población medieval que ya cultivaba los bancales de huerta fertilizados por sus aguas.
Sin duda, la construcción de toda una amplia red de bancales a lo largo de la ladera, incluso en zonas abruptas, utilizando al máximo el terreno,
supuso una gran obra de ingeniería en la que es aprovechado cualquier palmo de tierra a base de hormas de tosca (travertinos), una piedra caliza extraída de la misma huerta y otras zonas vecinas, como la cantera de las Eras de la Ventilla. Su fin era allanar el terreno para evitar la erosión y
permitir el riego a manta que proporcionaban las aguas de la Fuente de la Reja. Las frecuentes labores en las que influía la proximidad al núcleo urbano , el agua y el abundante abono animal que recibía,
le daba a la huerta una fertilidad de la que carecía el resto del terreno agrícola del término.
Parece evidente que los cristianos no sólo heredaron el castillo de Pegalajar como nueva fortaleza fronteriza con el Reino de Granada, sino también
las bases económicas de la antigua población, que tenía su fuente principal de recursos en la fértil agricultura de las cercanas tierras que regaba la Fuente de la Reja. También se utilizaban para abastecer la población y como motor de dos molinos harineros, situados en la Huerta.
En 1828 encontramos referencias detalladas a la extensión de tierra que regaba esta fuente. El censo comprendía 9.511 celemines de tierra (510,74
has.), divididos en 673 heredamientos de 269 hacendados. Veinte hacendados, con más de 100 celemines cada uno, poseían el 76,51 % de la Huerta. Entre estos mayores hacendados sobresalían las instituciones eclesiásticas y los forasteros.
Hasta el siglo XX, el estanque que embalsaba las aguas de la Fuente de la Reja para un mejor aprovechamiento del riego de la Huerta no era más que
una laguna artificial, formada por un dique de contención, a cuyas espaldas se encontraba el haza del Parral y entre ambas pasaba el camino de Bercho. Por el resto se extendía la alameda de la Balsa, que continuaba hasta el camino de las Ferias, el cual separaba la Fuente de la Reja de la Balsa.
En 1903 se realizó una reforma en la Balsa. Se amuralló en todo su contorno hasta el nivel de la tierra de la Alameda, en una extensión semejante
a la actual. Con el nombre de Charca comenzó a denominarse el estanque ya bien entrado el siglo XX.
No fue hasta 1944, cuando empezó a hacerse realidad el proyecto de reforma de la Charca, con subvenciones de la Junta Interministerial de Obras
para mitigar el Paro, dependiente del ministerio de Trabajo, y la Diputación Provincial; obras que terminaron unos años después, en 1949.
Aunque la Huerta está fuera del núcleo urbano, su proximidad a él ha influido notablemente en su desarrollo. De tal forma que el límite Sur de
la población ha estado limitado por los bancales de huerta. Algo que no es de extrañar, ya que en Pegalajar tradicionalmente estos terrenos de regadío se han considerado "sagrados", lo que es fácil de comprender desde una perspectiva histórica, pues Pegalajar secularmente ha tenido
una economía agraria semiautárquica.
Visión parcial de la Huerta de Pegalajar
La influencia en el urbanismo de Pegalajar de la Fuente de la Reja y el humedal que comprendía la Huerta, se proyecta también en la ubicación
desde época medieval del gran estanque que almacenaba las aguas de dicha fuente, conocido en épocas pasadas como "Balsa" y en este último siglo como "Charca". Fuente de la Reja, Charca y Huerta forman un conjunto inseparable.
Hasta mediados del siglo XIX, la Fuente de la Reja y su estanque estaban situados a las afueras de la población, junto a la carretera que llevaba a
Mancha Real. No obstante, por su notable importancia, siempre fue objeto de mimo y cuidado por los vecinos. Así, en 1605, se adecentó dicha fuente con un gran lienzo de piedra, que aún se conserva, decorado por medio de elementos heráldicos, con las armas de Felipe III y las de la propia villa,
en la que figura esta descripción:
"Reynando en España el rey D. Felipe III
Mandó hacer esta obra la villa de Pegalajar año de 1605"
Fuente de la Reja
El elemento mariano relacionado con las fuentes es un hecho frecuente que no falta en la de la Reja. Existía una imagen de la Virgen encima de ella
al menos desde mediados del siglo XVIII. Cuenta la tradición que, a mediados del XIX, un día de insoportable calor sin ráfagas de aire, estando varias mujeres lavando junto a la Fuente, vieron cómo un sábana tendida se levantaba y se enredaba en esa imagen de la Virgen que había junto al
nacimiento. Este hecho fue interpretado como una petición celestial para que le construyeran una ermita, como así se hizo. En cuanto a la sábana, fue desmembrada por las vecinas en numerosos trozos para conservarlos como reliquia. Desde entonces, sobre la fuente se levanta la ermita de la Virgen
de Gracia.
Ermita de la Virgen de Gracia
La Alameda de la Fuente de la Reja, que circundaba la Presa, también tenía gran importancia urbanística a mediados del siglo XIX, ya que era
considerada como zona de paseo situada a las afueras de la población, por lo que el Ayuntamiento se preocupaba por proteger sus árboles y replantarlos cuando era necesario. Hacía 1870, el pueblo en su extensión ya había llegado allí y, a finales de siglo, la sobrepasa. Las construcciones
nuevas abarcan parte del ejido de la Presa, por un lado, y el cerrillo de la Fuente por otro, e incluso en la zona contigua a la era de San Gregorio. En esta época son continuas las denuncias por la "infinidad de ocupaciones arbitrarias en terrenos sobrantes de la vía pública, que muchos
vecinos han hecho para construir casas y corrales en las inmediaciones de la presa".
A partir de 1950, con el arreglo de la Charca y sus alrededores, el paseo de la Alameda desplazó de una forma categórica a la Plaza de la
Constitución como zona de recreo. La Charca pasó a ser el centro de la vida de ocio y fiestas de los pegalajeños. En su recinto se realizaban diversas actividades, como eran los baños, audiciones musicales, paseos en barca, piragüismo, natación, ... La década de los sesenta fue la época
dorada del recinto, convirtiéndose en un pequeño núcleo turístico a nivel comarcal.
Desde 1988, con la desecación de esta fuente, se ha producido no sólo una grave pérdida económica para la población por la desaparición del
riego de la Huerta y el turismo que traía la Charca. Tras la reciente afloración del manantial en enero de 1997, hoy se estudia la recuperación de este entorno.
Charca de Pegalajar
8. Los molinos.
Es necesario un conocimiento de la evolución histórica de este tipo de industria derivada de la agricultura como un recurso cultural de hondas raíces
en Pegalajar, que debe ser preservado para futuras generaciones.
Molinos de aceite.
Desde su conquista definitiva por los cristianos ‑1244‑ hasta 1559, Pegalajar permaneció dependiente de la ciudad de Jaén. En las
Ordenanzas de esta ciudad, que podemos fechar a mediados del siglo XV, aparece ya una mención expresa al molino de aceite de Pegalajar y al medio diezmo de los morisco, que se recaudaba desde tiempo atrás. Se deduce la existencia de un único molino de aceite, encontrándose dentro del recinto
fortificado, probablemente en el arrabal, en la Plaza de La Laguna, con el fin de utilizar el agua, que ya en época medieval, llegaba por una conducción desde la Fuente de la Reja. Este molino pertenecía al concejo de la ciudad de Jaén y su administración dependía de un arrendador que cobraba
una maquila sobre la aceituna que se molturaba.
Un tiempo después, el primitivo molino debió venderse, pues en 1752 aparece el concejo de Pegalajar como dueño un nuevo molino aceitero que se
encontraba en la calle Tercias, bastante lejos del antiguo arrabal. Constaba de "un portal, un corral, una piedra, una biga, quatro tenajones, dos tinajas, con diez baras de frente y nueve de fondo". Su renta se regulaba en 300 reales de vellón.
Además de este molino aceitero, propiedad del concejo, que en el tiempo en que Pegalajar fue tierra de frontera con el Reino Nazarí de Granada
monopolizó por motivos fiscales la molturación de aceituna local, en la localidad surgieron otros molinos de aceite particulares, que enriquecieron este tipo de industria derivada del cultivo del olivar y que también tenían su abastecimiento de agua en el cercano manantial de la Fuente de la
Reja y su estanque, influyendo en la ubicación de la mayoría de los molinos aceiteros existentes dentro del núcleo urbano. Estos molinos solían situarse en el límite Sur de la población, lindando con la Huerta, con el fin de aprovechar el agua de los caces más elevados que partían del
estanque ‑La Charca‑. Ya a mediados del siglo XVIII encontramos referencias a estos molinos en número de ocho, todos de viga.
Varias décadas después, en 1808, un nuevo censo recoge la actividad agrícola e industrial en torno a la Charca, o sea, casi toda la de Pegalajar.
Se trata de un documento referente al repartimiento de gastos por la limpieza de la "Balsa de la Fuente Vieja" ‑Charca de la Fuente de la Reja‑. Su número había crecido, a la par que la población y la superficie agrícola. En 1848 ya existían trece aceiteros, que
continuaban teniendo una ubicación apta para la captación del agua de la Fuente, como los de la calle Tercias, el del pilar de Santa María, el del Relex y otros. Eran lugares próximos a la conducción de agua que desde tiempos medievales iba desde la Fuente de la Reja al barrio de la Plaza.
Otros se ubicaban en el sitio de las Albercas, donde pasaba el principal caz de riego.
Estos molinos solían constar de tres partes: el molino, la prensa y los depósitos. Rafael García Serrano nos describe claramente este tipo de
molino en Jaén. La primera parte, constaba de una pileta circular de piedra, de unos 3,65 m. de diámetro y 0,65 de altura. La pileta tenía un reborde o alfarje de 0,20 m. de profundidad en relación al rulero o plataforma interior sobre la que rodaban dos rulos o nudas, también de piedra, que
tenían forma cónica. Estos eran de diferente tamaño y estaban movidos por tracción animal. El rulo mayor solía tener 1,30 m. de diámetro y 1,25 m. de batalla o generatriz, mientras que en el rulo menor las medidas eran de 1,05 m. y 1 m. respectivamente.
La prensa era del tipo llamado de viga. Ésta estaba formada por dos grandes vigas ensambladas, con una longitud aproximada de 12 metros y un alto
de 0,85 m. en su parte más ancha, con 0,40 m. de grueso. Todas las piezas eran de madera, sólo tenía tres elementos metálicos: los tres zunchos de ensamble de las vigas, que eran de hierro, y los clavos. Uno de los extremos estaba atravesado por el husillo (tornillo sinfín), de 0,25 m. de diámetro,
apoyado sobre una gran piedra levemente cónica, llamada pesilla. Mientras que el otro extremo de la viga se asentaba sobre un puente formado por dos grandes maderos verticales. Hacia la mitad de la viga había otros dos maderos empotrados en obra de mampostería, y cerca del puente estaba la
plataforma circular que realizaba el prensado de los capachos, de 1,40 m. de diámetro.
La tercera parte de la almazara la formaba la bodega, destinada al almacenamiento de aceite, que se guardaba en grandes tinajas de barro, de boca
ancha cerrada por una tapa circular de madera. Las tinajas estaba enterradas en el suelo.
En el siglo XX, las sucesivas transformaciones técnicas en los molinos de aceite fueron modificando los tipos tradicionales. Paulatinamente se pasó
del antiguo sistema de viga al sistema de torrecillas o de rincón y, finalmente, al de prensa hidráulica, en un auge tal que hacia 1960 se contabilizaban 14 industrias de aceite y sus derivados en la localidad.
Los molinos harineros.
Además de regar la tierra, abastecer la población y surtir a los molinos aceiteros, las aguas de la Fuente se utilizarían también desde época
medieval como fuerza motriz de molinos harineros, aprovechando el fuerte desnivel existente a través de los caces que en algunos lugares distribuían el agua por cárcavas abiertas por el hombre en la misma roca, con lo que conseguía la suficiente presión para mover los molinos y, al mismo
tiempo, sortear los altos bancales existentes en esta zona a través de hermosas cascadas situadas junto a algunos de ellos. El origen de la técnica de molienda usada en éstos, consistente en el empleo de dos piedras de forma circular y planas, la primera inferior fija y la superior giratoria, es
muy antiguo, debió surgir en el II milenio dentro de las grandes civilizaciones del Mediterráneo Oriental, y permanecerá idéntico hasta la aparición de los rodillos cilindros, a mediados del siglo XIX ‑en Pegalajar el último molino de rodezno dejó de moler en 1988, con la desecación de
la Charca‑.
En este tipo de molino, la piedra superior posee un orificio central por el que se vierte el grano, que es molido entre las dos piedras al girar la
piedra superior sobre la inferior, saliendo el grano por los bordes de la piedra convertido en harina. La energía hidráulica movía el rodezno, o rueda horizontal con un eje vertical, en cuya parte inferior se colocaban varias paletas. La rueda se introducía en la corriente y por su eje se unía
a la piedra superior móvil.
Los molinos de rodezno, que quedaban en algunas zonas aisladas, asociado a pequeños cursos de agua, cada vez han ido viniendo a menos, muchos han
desaparecido, otros están en estado de ruina.
En Pegalajar, las dependencias fundamentales del molino son: la sala del molino o molino, dependencia central donde se encuentran las piedras y las
máquinas para la limpieza del trigo y cernido de harina; la sala de limpieza, que no suele presentar una separación clara con respecto a la anterior; y también puede contar con dependencias anejas con el fin de guardar el grano, los instrumentos de labranza, la leña, los animales,... Son
edificios que requieren un continuo trabajo de reparación y mantenimiento, que al ser abandonados adquieren rapidamente un aspecto ruinoso.
El mecanismo del molino consta de tres partes: acequia o canal, pozo o cubo y bóveda o cárcavo.
El caz, acequia o canal corre sobre un acueducto situado a nivel superior del rodezno, constituido por sillares de piedra labrada cimentados, de
diversa anchura y longitud. Su función es tomar el agua del caz. También puede ser utilizado como acequia para el riego de los campos.
El cubo o pozo, situado al final de la acequia, que tiene una sección circular y caída vertical, constituido por la superposición de varios
atanores, anillos tubulares labrados en piedra y de una sola pieza. Su diámetro disminuye de su parte superior a la inferior, con el fin de conseguir un aumento de la presión de agua a medida que va cayendo por el cubo. Su anchura oscila entre los 60 cm. y un metro.
En el fondo del cubo existe un orificio cuadrangular donde conecta el saetillo, conducto que forma y dirige un potente chorro de agua, el cual hace
girar el rodezno. Cada molino suele poseer de uno a tres cubos, siendo lo más normal dos, con una profundidad que oscila entre cuatro o cinco metros a 11 metros, dependiendo de la cantidad de agua y de la fuerza de la corriente.
Cuando el molino está parado, la mayor parte del agua es evacuada a través de una compuerta o aliviadero.
Las bóvedas son las partes del molino donde se sitúa el rodezno, que constituye el mecanismo de impulso, formada por cucharas, cuyo tamaño varía
según la piedra que ha de mover y el caudal de agua, oscilando entre 1,50 y 1,80 metros. El número de de rodeznos por molino coincide con el número de cubos.
9. La Plaza de Toros.
La actual Plaza de Toros, de mampostería, fue construida por iniciativa particular en el año 1919, debido al derrumbe de la anterior, portátil y
de madera. Es una plaza sobria, ubicada en la ladera del cerro de la Fuente de la Reja, que refleja un importante aspecto de la tradición popular pegalajeña. Recientemente, en 1995, se hizo una propuesta para ser incluida dentro de los bienes de interés cultural.
10. Las cuevas de la Serrezuela
Fueron excavadas en la dura arcilla de las faldas de la sierra, junto a los núcleos de población, algunas ya en la Edad Media; las que desde la
Edad Moderna han tenido una gran proliferación, al ser permanentemente habitadas por los grupos más humildes de la sociedad maginense. Ello se vio favorecido por el aumento de la población que se produce en el siglo XVI, tras la desaparición de la frontera con el reino musulmán de Granada; la
presencia de un clima generalmente con escasa pluviometría; la impermeabilidad del terreno; y acusada la pobreza de gran parte de la población.
Forman un cinturón que se extiende por la parte alta de la población, en la falda de la Serrezuela, en los barrios del Romeral, Cuevas de la Fuente
y Chorreadero. Comenzaron en el Romeral, con una utilización masiva a partir del siglo XVIII, coincidiendo con el aumento de la población. En 1838 existían ya 85 cuevas habitadas. Y en 1951, más de doscientas familias vivían en cuevas que no reunían
ninguna condición higiénica. "Otras doscientas familias habitan pequeñas y débiles edificaciones con una o, a lo más, dos habitaciones, que ni por su solidez, ni por su espacio, ni por su ventilación admitiría el más benévolo higienista y en los que igualmente se da y se tiene
que dar la cohabitación de padres e hijos, hermanos y hermanas, con la consecuencia de inmoralidad que lleva aparejada (...)". Por estas razones, el Ayuntamiento se
acogió al plan de la Diputación Provincial para la construcción de viviendas tipo "Belén" en la provincia. Las abundantes lluvias de 1963 provocaron el derrumbe de varias de ellas, lo que provocó la ubicación de sus habitantes en
albergues provisionales, y contribuyó a la aceleración de la construcción de viviendas de tipo social.
Hoy día, se están rehabilitando algunas de ellas por iniciativa privada, buscando recuperar tanto éstas como el paisaje circundante como muestra
de una cultura peculiar que durante siglos formó parte de la población.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA SOBRE PEGALAJAR:
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