PEGALAJAR
Juan Antonio López Cordero
(Publicado en Revista Acebuche, núm. 18, marzo 2006. Asociación Ecologista Guardabosques de Jódar. Jódar, 2006, p. 44-56.)
0. Introducción.
Pegalajar es un pueblo de 3136 habitantes (padrón municipal de 2005), situado al Noroeste de Sierra Mágina. El término municipal es en su mayor parte montañoso, está configurado por una orografía que ha determinado su agricultura. El pico de Almadén, a 2.032 m. de altitud, nevado durante gran parte del año, es el punto visual de referencia. A su alrededor, las alturas de Mojón Blanco, Morrón, Cerro de la Artesilla, Serrezuela, Grajales, los Tres Mancebos, los Valientes, Cerro Santín, la Atalaya,... forman un cinturón de altas montañas que delimitan el término. A través de estas alturas se abre paso el río Guadalbullón, forjando un angosto valle que históricamente ha supuesto una importante vía de comunicación en Andalucía Oriental. Hoy sigue su curso la autovía de Granada. La cercanía de Pegalajar a la capital provincial, a sólo 19 km., y a esta importante vía de paso es otra facilidad añadida a las comunicaciones, por lo que geográficamente se puede considerar privilegiado entre los pueblos de Sierra Mágina.
El núcleo urbano está situado a los pies de la Serrezuela de su nombre. Su origen fue el manantial de la Fuente de la Reja, -hoy día se encuentra ubicado dentro del casco urbano- y las tierras regadas por esta fuente, que constituyen el paraje conocido como la Huerta. El clima de esta villa, situada a unos 800 m. de altitud, es mediterráneo de montaña, con veranos secos y temperaturas suaves, que le hacen sumamente agradable. A ello contribuye el entorno de la zona, en el que la vegetación antrópica ‑principalmente olivos y almendros‑ contrasta con la vegetación autóctona de la montaña, que ofrece una gran variedad por la diferente altitud, desde el bosque de pinos, encinas y quejigos, hasta el matorral de romero, lentisco o sabina.
Las características geográficas de Pegalajar influyeron en los primeros asentamientos humanos conocidos, datados en el II milenio a.n.e, en base a una población de economía ganadera. Ya en época romana, la ubicación de los restos diseminados por el término evidencian la presencia de una economía agroganadera en esta población, que tendrá un importante desarrollo en época medieval.
Por otro lado, Pegalajar fue tierra de frontera con el reino musulmán de Granada en la Baja Edad Media durante casi tres siglos. Ello influenció en la creación de fortificaciones defensivas, en el desarrollo del núcleo urbano a los pies del castillo, y en el trazado de sus calles; también en la agricultura, con una amplia zona de huerta distribuida en bancales junto a la peña donde se ubicaba la fortaleza, y una industria molinera que aprovechaba la abundancia de agua y la orografía del terreno. En las dos últimas décadas se ha producido un importante desarrollo del sector industrial en torno a la madera y un despunte el sector servicios en base a la restauración y el turismo.
Pegalajar es conocido en el mundo literario por figurar en una la Serranilla VI del Marqués de Santillana, y en la obra de prestigiosos escritores, como los premios Nóbel Camilo José Cela y Vicente Aleixandre.
En los siguientes puntos se da una breve visión de aquellos aspectos que Pegalajar puede ofrecer al visitante, como es su patrimonio cultural, su gastronomía o se medioambiente. Todos ellos forman parte de un conjunto de elementos que dan singularidad a este pueblo dentro de la comarca de Sierra Mágina.
1. Cuevas de Aro y los Majuelos.
Están situadas a unos 500 metros del núcleo urbano, en la carretera de Pegalajar a Mancha Real. Ambas son naturales, únicas en su género por su naturaleza e interés histórico, pues en ellas han aparecido restos prehistóricos (materiales de sílex, hachas de piedra, cerámica primitiva, útiles de hueso labrados, puntas de flecha de bronce y restos humanos), fechados en el II milenio a.n.e.
La cueva de los Majuelos es una gran sala coronada por una enorme bóveda de piedra, anteriormente fue utilizada como redil de ganado y hoy es un amplio salón-restaurante, donde se celebran diversas actividades: actuaciones musicales, convenciones, bodas, etc. Cerca a ella se encuentran las cuevas de Aro, nombre que corresponde a las iniciales de su descubridor (Antonio Ruiz Ortega), que en 1970 hizo tan importante hallazgo basándose en observaciones e intuiciones personales. Están compuestas de pequeñas salas intercomunicadas, con numerosas formaciones cársticas. En ellas han aparecido la mayor parte de los restos prehistóricos citados.
Cueva de los Majuelos
http://www.restaurantecuevalosmajuelos.es
2. Torre de la Cabeza.
Esta torre está situada junto a la antigua carretera Bailén-Motril, cerca de La Cerradura, entre los kilómetros 353 y 354. Es un torreón de mampostería, de forma cilíndrica, descansando su base sobre un pronunciado talud. Su función era de vigilancia y comunicación. Fue construida en su estado actual por el Condestable Miguel Lucas de Iranzo entre 1462 y 1470, aunque es probable que se levante sobre las ruinas de otra anterior. De hecho, esta torre forma parte de un conjunto de ellas que cruzaban la provincia en dirección Norte-Sur. Las más inmediatas a ésta eran la atalaya de la Pedregosa, situada en la Serrezuela de Pegalajar, y la Torre de la Estrella, que se encontraba en la cumbre de la Sierra de los Bodegones, hoy día ambas derruidas.
Torre de la Cabeza
3. Castillo de las Peñuelas.
El castillo de las Peñuelas y el recinto fortificado en torno a él, conocido como la Villa aparece en las crónicas cristianas como fortaleza musulmana varias veces saqueada. En los restos que aún quedan, se pueden apreciar dos fortificaciones distintas en el tiempo. Una primitiva, constituida por un recinto interior amurallado, que comprendía la mayor parte de la actual calle de la Villa, con dos puertas de entrada. La primera, situada al Norte, flanqueada por dos torreones circulares; y la segunda, al Sur, defendida por dos torreones cuadrados. Otro torreón, más alto y fuerte que los anteriores, que hoy es el campanario de la Iglesia, formaba parte de este recinto interior amurallado o alcázar. Otro recinto exterior, de origen posterior y hoy más dañado que el anterior, servía de ampliación a la primitiva fortificación. A este recinto corresponde la puerta de entrada que actualmente se conserva en buen estado y es el conocido Arco de la Encarnación.
Arco de la Encarnación
Este castillo fue saqueado por Fernando III en varias de sus correrías por el reino de Granada, hasta su conquista definitiva en el invierno de 1244, dentro de la campaña militar de cerco y conquista posterior de Jaén.
A mediados del siglo XIX, el recinto interior del castillo todavía no albergaba casas, existía en estado ruinoso y su propietario era un particular, Pedro del Prado. Más adelante, el castillo debió pasar a propiedad municipal, pues las concesiones de terrenos en la villa para edificaciones por parte del Ayuntamiento se hicieron corrientes, por lo que las murallas fueron desapareciendo entre las casas construidas.
Castillo de Pegalajar
4. Iglesia de la Santa Cruz.
La actual iglesia, situada en la plaza de armas del castillo y bajo la advocación de la Santa Cruz, sustituyó en el último cuarto del siglo XVI a un templo anterior que amenazaba ruina y estaba bajo la misma advocación, cuyo origen se remontaría a la antigua mezquita, consagrada en iglesia en 1244.
La Iglesia consta de muros densos y macizos, con pocos huecos. Es un tipo de iglesia de cajón con planta rectangular de una sola nave, en la que destaca el presbiterio, enlazados ambos espacios por un tramo más amplio, a modo de incipiente crucero, de lo que da fe el recurso de cubrición: una media naranja -en realidad bóveda elíptica rebajada- frente a la bóveda de cañón con lunetos que domina el resto de la iglesia. La nave está dividida en cuatro compartimentos separados por fuertes estribos, que alojan en su interior capillas hornacinadas.
En el exterior, la portada de la fachada principal presenta un esquema vertical, con nicho y ventanal de coro. Presenta un arco de medio punto con línea de imposta resaltada, coronándose con un entablamento liso, y abriéndose en su cornisa un nicho para albergar la imagen titular, flanqueado por pilastrillas jónicas y rematado por un entablamento. La portada lateral, mucho más sobria, se organiza en torno a un arco de medio punto flanqueado por pilastras, con entablamento liso y frontón triangular, y coronándose con pináculos.
La torre de la iglesia está separada de ella. Es parte del recinto interior del castillo, la cual fue aprovechada como campanario. Las obras de iglesia actual se ejecutaron entre 1580 y 1620, cuya traza original se debe al arquitecto Alonso de Barba y su sobrino Luis.
En el interior de la iglesia destaca el retablo de la capilla mayor o presbiterio, realizado a mediados del siglo XVIII, aunque hoy en día solo es original el ático del retablo, pues fue muy afectado por un incendio durante la última guerra civil. En la nave del Evangelio, están la capilla de la Virgen de los Dolores, el altar de Santiago, el del Cristo de la Columna y el del Santo Entierro; mientras que en la nave de la Epístola se encuentran la capilla de la Inmaculada y otras que albergan imágenes modernas de diferente tamaño, como la Virgen del Carmen, Virgen de Fátima y Santa Rita, que se completa con las imágenes de San Gregorio, San Francisco de Asís, San Isidro y San Antón. Destaca también la imagen barroca de Jesús Nazareno.
Iglesia de la Santa Cruz
5. Arrabal medieval. Casas Consistoriales
El crecimiento de la población dio lugar a la formación de un arrabal a finales de la Edad Media. Este barrio, situado fuera del recinto amurallado, también estaba protegido contra posibles ataques de los nazaritas granadinos por una cerca o empalizada, que aprovecharía los fuertes desniveles del terreno por el Sur y Este. A este arrabal llegaba el agua de la Fuente Vieja nombre que hasta el siglo pasado tenía la Fuente de la Reja a través de una conducción, y su puerta de entrada estaba junto al camino de Jaén. Estos hechos nos inducen a pensar que el comienzo de la red urbana de Pegalajar fue en la zona que comprende las plazas de la Laguna y la Constitución. De éste arrabal nos habla la Crónica del Condestable Iranzo en diferentes ocasiones. En una de ellas a causa de una entrada de moros que lo asaltan y lo queman. Y en otra, con motivo del cerco al que el Condestable somete Pegalajar, donde se encontraba el comendador rebelde Juan de Pareja; en esta ocasión el Condestable montó uno de los dos reales en el camino que iba de Jaén a dicho castillo, frente a la puerta del Arrabal.
La necesidad de abastecimiento de agua y un cercano surtido para la población hizo que en este lugar su ubicara un pilar, abastecido por una conducción que venía de la Fuente de la Reja. El abrevadero de piedra, que aún hoy recoge el agua, fue instalado entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, por el traslado que se hizo de él desde la Plaza de la Constitución. Esta cañería, que partía de la Fuente de la Reja para abastecer los pilares públicos, también lo hacía con algunas casas particulares y varios molinos.
En el antiguo Arrabal están ubicadas las Casas Consistoriales, que fueron construidas hace unos años de nueva planta, pero aún conservan la primitiva portada que Galera Andreu señala como antecedente de las realizaciones provinciales del siglo XVII, vinculando la obra a la labor repobladora de la zona Sur de Jaén en tiempos de Carlos V, siendo el escudo de los Borbones y las columnas imperiales con la inscripción PLUS ULTRA un añadido posterior. Soledad Lázaro, por el contrario, la fecha en la primera mitad del siglo XVIII.
La portada es adintelada, flanqueada por pilastras y entablamento con friso jónico y dintel muy volado, sobre el que apoya el balcón con tres arcos rematados por el escudo de los Borbones, las columnas coronadas y pináculos laterales.
Ayuntamiento
6. El barrio de Santa María. Ermita de la Virgen de las Nieves.
En el siglo XVI la población experimentó un fuerte crecimiento. En 1595 existían 240 casas que albergaban a 1.200 habitantes. Por entonces el arrabal se desborda y el casco urbano se extiende alrededor de él y de la peña del Castillo, saltando el barranco Villajos, que hacía de frontera natural a dicho crecimiento. Desaparece así el cementerio situado junto a la ermita de Santa María. De tal forma que se surge un nuevo barrio, el de Santa María, que junto al primitivo de la Plaza configuran el pueblo en esta época.
En los censos posteriores observamos que el número de casas crece en menor proporción que el número de vecinos ‑en 1752 existían 254 casas habitables para una población aproximada de 1.584 habitantes, y en 1792 eran 306 casas para 2.024 habitantes, lo que nos induce a pensar el hecho de la utilización masiva a partir del siglo XVIII de las cuevas abiertas en la montaña como vivienda.
El primer callejero de Pegalajar que conocemos data de 1752. Desde finales del XVI hasta este último año, poco había cambiado la red urbana, pues el número de edificios es sólo un poco mayor ‑sólo 14 más‑. Sin embargo, aparecen también solares de antiguas casas en un número de cincuenta, que no sabemos si se tuvieron en cuenta en el censo de 1595. No obstante, por el número de habitantes, la red urbana de Pegalajar algo tuvo que crecer; y lo hizo en sentido Este, consolidando el núcleo de viviendas que había surgido cerca de la ermita de Santa María.
Allí se ubicó el segundo pilar del pueblo, buscando un cercano surtido para la población -el primero estaba situado en la Laguna- , abasteciéndose también por una conducción que venía de la Fuente de la Reja.
El centro del barrio de Santa María era ermita de la Virgen de las Nieves, ya conocida en las constituciones sinodales de 1511 como ermita de Santa María, con probable origen medieval. Aún la calle donde está ubicada se le da tal nombre y, hasta hace pocas décadas, a la plaza lateral. El cambio de denominación debió realizarse en el siglo XVII, cuando aparece la cofradía de la Virgen de las Nieves, que tiene allí su imagen.
El edificio está muy remodelado, presenta una planta rectangular en cuya cabecera con testero plano se aloja un camarín de planta cuadrada. La primitiva imagen fue destruida en la guerra civil y la actual es obra del escultor Navas Parejo.
7. La Fuente de la Reja, la Charca y la Huerta.
La relación entre Pegalajar como pueblo y la Fuente de la Reja es tan íntima que podemos afirmar que el núcleo urbano debe su nacimiento a ésta. Al menos desde tiempos medievales existe Pegalajar como pueblo. Su castillo, situado en la peña que vigila la vega regada por esta fuente, sirvió de refugio y defensa a aquella población medieval que ya cultivaba los bancales de huerta fertilizados por sus aguas.
Sin duda, la construcción de toda una amplia red de bancales a lo largo de la ladera, incluso en zonas abruptas, utilizando al máximo el terreno, supuso una gran obra de ingeniería en la que es aprovechado cualquier palmo de tierra a base de hormas de tosca (travertinos), una piedra caliza extraída de la misma huerta y otras zonas vecinas, como la cantera de las Eras de la Ventilla. Su fin era allanar el terreno para evitar la erosión y permitir el riego a manta que proporcionaban las aguas de la Fuente de la Reja. Las frecuentes labores, en las que influía la proximidad al núcleo urbano, el agua y el abundante abono animal que recibía, le daba a la huerta una fertilidad de la que carecía el resto del terreno agrícola del término. Es una zona de cultivo utilizada al menos desde época romana.
Hasta el siglo XX, el estanque que embalsaba las aguas de la Fuente de la Reja para un mejor aprovechamiento del riego de la Huerta no era más que una laguna artificial, formada por un dique de contención. En 1903 se realizó una reforma en la Balsa y se amuralló en todo su contorno, pero no fue hasta 1944 cuando empezó a hacerse realidad el proyecto de reforma de la Charca, como a partir de entonces comenzó a denominársele. Aunque la Huerta está fuera del núcleo urbano, su proximidad a él ha influido notablemente en su desarrollo. De tal forma que el límite Sur de la población ha estado limitado por los bancales.
Visión parcial de la Huerta de Pegalajar
Hasta mediados del siglo XIX, la Fuente de la Reja y su estanque estaban situados a las afueras de la población, junto a la carretera que llevaba a Mancha Real. No obstante, por su notable importancia, siempre fue objeto de mimo y cuidado por los vecinos. Así, en 1605, se adecentó dicha fuente con un gran lienzo de piedra, que aún se conserva, decorado por medio de elementos heráldicos, con las armas de Felipe III y las de la propia villa, en la que figura esta descripción:
"Reynando en España el rey D. Felipe III
Mandó hacer esta obra la villa de Pegalajar año de 1605"
Fuente de la Reja
El elemento mariano relacionado con las fuentes es un hecho frecuente que no falta en la de la Reja. Existía una imagen de la Virgen encima de ella al menos desde mediados del siglo XVIII. Cuenta la tradición que, a mediados del XIX, un día de insoportable calor sin ráfagas de aire, estando varias mujeres lavando junto a la Fuente, vieron cómo una sábana tendida se levantaba y se enredaba en esa imagen de la Virgen que había junto al nacimiento. Este hecho fue interpretado como una petición celestial para que le construyeran una ermita, como así se hizo. En cuanto a la sábana, fue desmembrada por las vecinas en numerosos trozos para conservarlos como reliquia. Desde entonces, sobre la fuente se levanta la ermita de la Virgen de Gracia.
Ermita de la Virgen de Gracia
La Alameda de la Fuente de la Reja, que circundaba la Presa, también tenía gran importancia urbanística a mediados del siglo XIX, ya que era considerada como zona de paseo situada a las afueras de la población. A partir de 1950, con el arreglo de la Charca y sus alrededores, pasó a ser el centro de la vida de ocio y fiestas de los pegalajeños. En su recinto se realizaban diversas actividades, como eran los baños, audiciones musicales, paseos en barca, piragüismo, natación, ... La década de los sesenta fue la época dorada del recinto, convirtiéndose en un pequeño núcleo turístico a nivel comarcal. Desde 1988, con la desecación de esta fuente, se ha producido no sólo una grave pérdida económica para la población, sino la pérdida de la seña de identidad más notable de Pegalajar, una hecho doloroso aún pendiente de solución.
Charca de Pegalajar
8. Los molinos harineros.
Además de regar la tierra, abastecer la población y surtir a los molinos aceiteros, las aguas de la Fuente se utilizaban también desde época medieval como fuerza motriz de molinos harineros, aprovechando el fuerte desnivel existente a través de los caces que en algunos lugares distribuían el agua por cárcavas abiertas por el hombre en la misma roca, con lo que conseguía la suficiente presión para mover los molinos y, al mismo tiempo, sortear los altos bancales existentes en esta zona a través de hermosas cascadas situadas junto a algunos de ellos.
En este tipo de molino, la piedra superior posee un orificio central por el que se vierte el grano, que es molido entre las dos piedras al girar la piedra superior sobre la inferior, saliendo el grano por los bordes de la piedra convertido en harina. La energía hidráulica movía el rodezno, o rueda horizontal con un eje vertical, en cuya parte inferior se colocaban varias paletas. La rueda se introducía en la corriente y por su eje se unía a la piedra superior móvil.
Los molinos de rodezno, que quedaban en algunas zonas aisladas, asociado a pequeños cursos de agua, cada vez han venido a menos, muchos han desaparecido, otros están en estado de ruina. Son edificios que requieren un continuo trabajo de reparación y mantenimiento, que al ser abandonados adquieren rápidamente un aspecto ruinoso.
Cárcavos. Molino de los Soto
9. La Plaza de Toros.
La actual Plaza de Toros, de mampostería, fue construida por iniciativa particular en el año 1919, debido al derrumbe de la anterior, portátil y de madera. Es una plaza sobria, ubicada en la ladera del cerro de la Fuente de la Reja, que refleja un importante aspecto de la tradición popular pegalajeña. En 1995, se hizo una propuesta de declaración de Bien de Interés Cultural.
Plaza de Toros
10. Las cuevas de la Serrezuela
Fueron excavadas en la dura arcilla de las faldas de la sierra. Ello se vio favorecido por el aumento de la población que se produce en el siglo XVI, la presencia de un clima generalmente con escasa pluviometría; la impermeabilidad del terreno; y acusada la pobreza de gran parte de la población.
Forman un cinturón que se extiende por la parte alta de la población, en la falda de la Serrezuela, en los barrios del Romeral, Cuevas de la Fuente y Chorreadero. Comenzaron en el Romeral, con una utilización masiva a partir del siglo XVIII, coincidiendo con el aumento de la población. En 1838 existían ya 85 cuevas habitadas. Y en 1951, más de doscientas familias vivían en cuevas. A partir de 1963 fueron abandonadas. Hoy día, se han rehabilitando algunas de ellas por iniciativa privada, buscando recuperar tanto éstas como el paisaje circundante como muestra de una cultura peculiar que durante siglos formó parte de la población, dedicándolas a turismo rural.
Cueva del Romeral
11. Los chozos.
Con la denominación de cuevas, se designan en Pegalajar a los chozos o construcciones que forman un pequeño habitáculo de falsa bóveda, con muros y cobertura de piedra caliza sin labrar y sin ningún tipo de argamasa. Los hay de diferentes altura y planta, desde el que escasamente cabe un cuerpo a gachas para entrar, hasta los que presentan una puerta de entrada, que suelen ser más excepcionales. Se encuentran dispersos por el entorno rural de la sierra. Estos refugios recuerdan un pasado ganadero, aunque más tarde hayan sido utilizados y construidos también por canteros como habitáculo de los peones en el lugar de trabajo (cantera de piedra de del Mercadillo en Pegalajar), y por agricultores cuando los cultivos se extendieron por la sierra. Los materiales utilizados se encuentran alrededor de la obra y por la sencillez de su construcción, sin argamasas de unión, están plenamente integrados en el paisaje.
Chozo del Ranchuelo
12. Dehesa de Bercho y pozos de nieve del Almadén (Parque Natural de Sierra Mágina).
La antigua dehesa de Bercho está situada al Este del término, incluida en parte en el Parque Natural de Sierra Mágina, destaca por el paisaje, olivar de montaña y, en su parte más alta, bosques de pinos, encinas y quejigos entre matorral de retamas, piornos y enebros, hasta llegar a las alturas del Almadén donde sólo pervive la vegetación rastrera. Estas alturas permitieron el aprovechamiento de la nieve como recurso con fines terapéuticos y gastronómicos, con el desarrollo de un importante comercio basado en su exportación durante los meses de verano a ciudades como Jaén, Baeza, Úbeda, Andujar, Córdoba,... y, en general, todo el alto valle del Guadalquivir, que tiene un importante desarrollo entre el siglo XVI y finales del XIX. El uso de la nieve en Sierra Mágina perduró hasta la década de 1960, ha dejado sus huellas en los pozos de nieve que se distribuyen por las cumbres del macizo de Mágina, en la toponimia local los “caminos de neveros” y en la gastronomía los helados y sorbetes.
En el Almadén, término de Pegalajar, aún quedan dos pozos de nieve, de tipología semejante a los del resto de Mágina, que suelen ser circulares, variables en diámetro y fondo; los de Pegalajar, situados a 1900 metros de altitud, tienen unos 14 metros de diámetro. Los materiales son por lo general de piedra carbonatada, propia de la zona, y el tratamiento de la construcción es mampostería, en su modalidad de piedra en seco. En la actualidad están aterrados.
Pozo de nieve del Almadén
Por lo general, el almacenamiento de la nieve se realizaba de forma muy semejante a las distintas regiones, como se había realizado durante siglos. En los meses de invierno, tras las nevadas, salían cuadrillas de neveros hacia los pozos. Era un trabajo arduo que duraba varios días, por lo que solía existir cerca del lugar un refugio para trabajadores y caballerías, como eran las derruidas casas de neveros y chozas de Mágina. Cuando el pozo estaba lleno, lo cubrían con ramas de aulaga, o de bálago, que actuaban como aislantes, y se aterraba, lo que hacia de aislante frente a las lluvias de primavera y permitía que la nieve se conservara hasta el verano. Ya en la época de calor, abrían los pozos de la nieve y extraían el hielo. El transporte a las poblaciones se hacía por dificultosos senderos, de noche para evitar el calor, con recuas de burros y mulos. La nieve iba introducida en aislantes seras, acondicionadas con tamo y paja. En ocasiones el traslado se hacía en cestos, sobre las espaldas del hombre.
13. Gastronomía.
La gastronomía en Pegalajar es enriquecida por su carácter de pueblo agrícola y serrano, que ha tenido tradicionalmente como base la ganadería local, el excelente aceite de oliva del término municipal y los productos de huerta. Destacan sus embutidos, producto de la matanza del cerdo, como son las morcillas, chorizos, butifarra, lomo en orza,...; Son muy populares la pipirrana, gazpacho, las habas verdes con jamón,... Comidas populares son los andrajos que se elaboran con masa de harina y agua a la que se añade bacalao, pimiento verde, almejas, cebolla, ajo,...; migas con bacalao; conejo al ajillo;... El ritual festivo del calendario establecía costumbres gastronómicas, como eran el relleno en Carnaval, elaborada con mezcla de carne, jamón, huevos, pan rallado y determinados aliños; batatas cocidas y arroz con leche por los Santos; y la Cazolilla en Viernes Santo, comida frita elaborada cebolla picada, tomate, bacalao, y pimentón. Entre la repostería destacan los bizcochos de anís, los mostachones, roscos de sartén, hornazos por Semana Santa, gusanillos y mantecados de almendra por Navidad,... También tuvo Pegalajar una secular cultura en torno a la nieve de la cumbre del Almadén, que ha dejado su huella culinaria en helados de almendra y mantecado típicamente locales.
14. Fiestas Populares y Tradiciones.
Pegalajar celebra las fiestas de su Patrona, la Virgen de las Nieves, en torno al 5 de agosto, una devoción que en la localidad existe desde el siglo XVII. Las fiestas suelen acompañarse con corridas de toros y festival de Arte Flamenco, de gran raigambre en la población, como también lo son las fiestas de San Gregorio, en torno al día 9 de mayo.
Entre las tradiciones destacan las Cruces de Mayo, con los tradicionales "Mondinguillos", muñecos de tamaño natural que forman determinadas escenas, semejantes a los “tíos de ricia” de otras poblaciones de Sierra Mágina; las lumbres de San Antón, el 17 de enero; las máscaras de Carnaval, las procesiones de Semana Santa y día de Reyes; y la fiesta de campo el domingo, lunes y martes de Resurrección.
Son de destacar los trabajos tradicionales de artesanía, en relación con la economía agro-ganadera y el mundo rural, que utiliza como materia prima elementos autóctonos, como mimbre, esparto o madera.
Mondinguillos
15. Senderos de la Serrezuela, área de las Siete Pilillas y fortaleza de la Peña de los Buitres.
A través de los senderos de la Serrezuela se puede acceder a todo un importante patrimonio cultural de piedra seca, del que los mismos senderos forman parte, además de otro patrimonio histórico (fortaleza de la Peña de los Buitres), medioambiental (vegetación boscosa y esteparia), faunístico y paisajístico (monte de Bercho, valle del Guadalbullón, Sierra Sur, alto valle del Guadalquivir,...); valores, a los que hay que añadir también el pujante valor turístico y recreativo que tiene la zona de parapente de las Siete Pilillas y su área recreativa.
Estos senderos, debido a su acusada pendiente, están nivelados en gran parte de su trayecto por hileras de piedra seca, cuya altura varía según el trayecto, desde la simple hilera de piedras a "rastrillos" de más de tres metros para poder salvar los barrancos y ramblas que drenan las aguas pluviales.
Hay dos senderos principales en la Serrezuela. El más largo de ellos, de unos seis kilómetros de recorrido, circunda la misma. A éste se accede desde las cuevas del Romeral, a través del sendero de la Peña Gorda o del de la Cruz Alta. Otro acceso al mismo se encuentra en el puerto de las Siete Pilillas, donde el sendero se encuentra casi al nivel del mismo puerto. Un segundo sendero atraviesa la Serrezuela por su cumbre, en su extremo Suroeste, por encima de la Peña de los Buitres, partiendo y finalizando en el primer sendero; es de acusada pendiente excepto en la cumbre, donde existe un importante trecho llano. Ambos atraviesan en casi todo su recorrido zona boscosa de pinos carrascos, con algunos chaparros, romerales, tomillares, aulagares y espartales. La zona más árida, correspondiente a la ladera suroeste, es lugar de acusada pendiente y pedregoso, pero donde también existen algunos ejemplares arbóreos dispersos, como la encina y el almendro, que contribuyen a darle una impronta especial al paisaje, y también donde se inicia una zona de bancales formados con hormas de piedra caliza de especial belleza paisajística, que desde el camino suben escalonadamente hasta la pared rocosa de la Peña de los Buitres, en cuyo último escalón se conserva el aljibe de la fortaleza. En la parte más baja de ésta, fuera del circuito de los dos principales senderos y ya lindante con el olivar, hay una meseta con un paisaje singular de grandes peñascos intercalados en un bosque de pino carrasco en el que también se encuentran diversas albarradas. Este paraje recibe la denominación de los Peñonares. De ahí parte otro sendero semejante a los anteriores que llega al término de La Guardia.
Área recreativa de las Siete Pilillas
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA SOBRE PEGALAJAR:
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