Juan Antonio López Cordero
(Publicado en Sumuntán, nº 2. Religiosidad Popular en Mágina. Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina. Jaén, 1992, pp. 78‑84).
Algunos tipos de manifestaciones de religiosidad popular ahondan sus raíces en la Historia de forma muy especial y, aunque hoy día han desaparecido las causas que las originaron, continúan vinculadas íntimamente al fervor popular del pueblo. Es el caso de la devoción a San Gregorio, muy extendida por muchos lugares, pero que en Pegalajar ha perdurado a través de los siglos con diversos períodos de oscuridad y brillantez.
Ha sido nuestro propósito intentar penetrar en este aspecto de la antropología de un pueblo de Sierra Mágina, muy común en sus manifestaciones al resto de la comarca, a pesar de contar con las típicas dificultades que tropieza el investigador en la búsqueda de fuentes. En este caso, aunque escasa, la documentación que sobre el tema contiene el pequeño Archivo Parroquial de Pegalajar es bastante significativa; así como la del Archivo Municipal, limitada a los libros de actas.
La figura de San Gregorio siempre ha estado íntimamente unida a la langosta, una plaga que desde la más remota antigüedad ha azotado periódicamente los campos. No sólo es el la Biblia donde la langosta aparece como una plaga desoladora. Todos los pueblos antiguos de la cuenca mediterránea y África conocieron y sufrieron periódicamente sus efectos, como nos relatan Plinio y Teócrito[1]. Y en todos ellos esta plaga fue relacionada con el poder divino. En nuestra era, el cristianismo recoge el relevo de las rogativas, apareciendo como intercesores frente a la langosta diversos santos. A partir de la Edad Moderna se impondrá San Gregorio Ostiense como el gran intercesor no sólo ante la langosta, sino también como el abogado contra el pulgón, la oruga y otras plagas del campo.
San Gregorio Ostiense era monje benedictino y abad del monasterio de los Santos Cosme y Damián; el año 1034 fue nombrado cardenal y obispo de Ostia Tiberina por Benedicto IX, que le envió unos años después, en 1039, a Navarra y La Rioja para conjurar la terrible plaga de langosta que azotaba estos parajes. En este viaje conoció a Santo Domingo de la Calzada, el cual se hizo acompañante y discípulo suyo. San Gregorio predicó la penitencia en Calahorra, Logroño y otros lugares, haciendo rogativas públicas y ayunos. Poco a poco, la figura de intercesor ante la langosta de San Gregorio Ostiense se fue imponiendo en el mundo medieval, desplazando a otros santos como San Agustín o San Marcos. Murió el 9 de mayo de 1054, día en que se celebra su fiesta.
Las reliquias de San Gregorio Ostiense se conservan en la iglesia y basílica de su nombre, en el término de la villa de Sorlada, en el valle de Berrueza (Navarra). Su cabeza era considerada de gran utilidad para acabar con las plagas de langosta, pues a través de ella pasaba el agua que luego se utilizaba para regar los campos infectados de este insecto.
Las primeras referencias que en Pegalajar obtenemos de San Gregorio datan de 1670, año en que una fuerte plaga de langosta se extendió por las comarcas de Jaén, realizando las poblaciones afectadas votos y rogativas a San Gregorio Nacianceno. Este mismo texto nos habla del origen inmemorial de esta celebración, aunque probablemente no llegue más allá del siglo XVI. Surge aquí una polémica entorno al nombre, ya que Nacianceno y Ostiense son dos santos diferentes.
El primero de ellos, San Gregorio Nacianceno fue padre de la Iglesia de Oriente, uno de los tres capadocios. Nació el año 330 en Arianzo, villa próxima de Nacianzo, al Sudeste de Capadocia (Asia Menor) y murió en el 390 en Nacianzo. Fue educado en Cesarea de Capadocia, Cesarea de Palestina, Alejandría y Atenas, ciudad ésta donde fue condiscípulo de San Basilio. Al terminar sus estudios vivió como ermitaño en Ponto, más tarde abandonaría la vida ascética y en el 361 fue ordenado sacerdote. Once años más tarde fue obispo de Sásima. En el año 381 llegó a asumir el nombramiento de Patriarca, favorecido por el emperador Teodosio I. Tras una amarga controversia abandonó su cargo y volvió a su hogar, cercano a Nacianzo, donde se dedicó a la contemplación y la escritura. Fue autor de muchos poemas, cartas y más de 45 oraciones, constituyendo una importante defensa del punto de vista atanasiano sobre la Trinidad, en contra del arrianismo. Finalmente fue declarado Doctor de la iglesia por San Pío V en 1568. Tradicionalmente su fiesta se celebraba el 9 de mayo, el mismo día que la del Ostiense. Hoy su fiesta se celebra el dos de enero.
El hecho de que se celebrase su fiesta el nueve de mayo, día del Ostiense, y la vinculación que este último tiene con la langosta, inducen a pensar que la relación del Nacianceno con la langosta fue una confusión de la época. En los siglos posteriores este error se subsana en algunos lugares, como la ciudad de Jaén, donde las rogativas pasan a dedicarse a San Gregorio Ostiense. No así en Pegalajar, donde el Nacianceno continuará haciendo de gran intercesor frente a la langosta.
El voto que el pueblo de Pegalajar hace a San Gregorio Nacianceno es muy significativo a este respecto:
"En la villa de Pegalajar en veinte y siete días del mes de Abril de mil seiscientos y setenta años, juntos en la Iglesia Parroquial de la Santa Cruz de ella, al repique de una campana, el Prior, Cura y demás Sacerdotes de dicha Iglesia, el Concejo, Justicia y Regimiento, el Síndico personero y Procurador general de dicha villa, atentos al mayor servicio de Dios Nuestro Señor y de su Santísima Madre la Soberana Reina de los Ángeles María Santísima, a su mayor honra, gloria, veneración y divino culto de todos sus santos y en especial a la devoción piadosa que esta villa tiene y ha tenido al glorioso padre y doctor de la Iglesia, San Gregorio Nacianceno por cuya intercesión esta villa y sus vecinos han recibido en diferentes ocasiones de necesidades, el alivio y consuelo en ellas, de la divina y poderosa mano, y de tiempo inmemorial a esta parte se celebra en su santo día a los nueve del mes de Mayo de cada un año (saliendo en procesión de dicha Iglesia así hombres como mujeres, a la ermita del Señor San Marcos volviendo a ella) y misa solemne, habiendo tenido principio ésta devoción por haberse hallado en tiempos pasados esta villa y sus vecinos afligidos con la plaga de langosta y haber traido el agua de el glorioso Santo y usado con ella las ceremonias de que se vale nuestra madre la Iglesia en semejantes ocasiones, y en la presente en que todo este Obispado se halla con la misma aflicción y plaga, queriendo proseguir con su devoción, hacen voto a Dios nuestro Señor en honra y gloria suya y de su Santo y glorioso padre y doctor de la Iglesia, San Gregorio Nacianceno de celebrarse dicha fiesta, asistiendo a ella todos los vecinos en dicha Iglesia. Y asimismo, de hacer la procesión que va a dicha ermita del Señor San Marcos, el día nueve de Mayo de cada un año, con la obligación, de los que a dicha procesión asistieren, hayan de ir descalzos a la ida y vuelta. Y asimismo, de no comer carne en dicho día sin obligación de ayunar, que esto se deja y reserva a la devoción y voluntad de cada uno, y en esta forma y con estas circunstancias y calidades, todos unánimes y conformes, hacemos dicho voto y suplicamos al Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor, Fray Jerónimo Rodríguez de Valderas, Obispo de Jaén, del Consejo de Su Majestad, se sirva de interponer su autoridad y decreto, para la obligación, firmeza y permanencia de dicho voto"[2].
Puede que el culto a San Gregorio Nacianceno en relación con la langosta tenga unas raíces más profundas, de donde puede venir la confusión con el Ostiense. De hecho, con motivo de la plaga que invadió las Galias en el 885 el Papa Esteban buscó la intercesión de San Gregorio y la bendición del agua rociada sobre sembrados y viñas[3]. Indudablemente este San Gregorio no podía ser el Ostiense, que vivió en el siglo XI. Bien podría tratarse del Nacianceno, por lo que existía el precedente para extenderse por otros lugares, como la comarca de Jaén, y confundirse con el Ostiense.
En el voto que hace el pueblo de Pegalajar en 1670 surge también la figura de San Marcos, santo relacionado con el mundo pastoril, que también tenía una relación muy directa con la langosta. Así vemos que en 1449 hubo una gran plaga de langosta en la provincia, realizándose votos y promesas por toda ella. En Baeza, el corregidor Pedro Cuello prometió en voto hacer cada año una procesión el día de la fiesta de San Marcos Evangelista, a quien tomó por abogado e intercesor, celebrando una solemne misa y sermón, así como ofrecer un toro al Santo y darlo en limosna a los pobres. "Y viendo las demás Villas y Lugares de la comarca el remedio tan milagroso, hizieron la misma Promessa, y Voto. De adonde se originó la costumbre, que en algunos lugares ha quedado de llevar un Toro en la Procesión del día de San Marcos"[4].
Es probable que tanto el pueblo de Pegalajar como otros de Sierra Mágina[5] la figura de San Marcos fuese el punto de referencia en las rogativas contra la langosta durante mucho tiempo, hasta que en el siglo XVI San Gregorio aparezca como el continuador de una tradición secular en la que, junto con la patrona de Pegalajar, la Virgen de las Nieves, aparece en segundo término un santo patrón, que por lo general tuvo una ermita de culto. Así encontramos que en 1511 existía en Pegalajar una ermita dedicada a San Nicasio[6], santo relacionado con la peste, que debió ejercer la función de patrón del pueblo durante los siglos medievales, por ser la peste uno de los más terrible azotes que afectaban a la población de la época. La ermita de San Nicasio debió desaparecer a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX, pues aparece citada en el Catastro del Marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII, ubicada en la calle de su nombre, probablemente la actual Santa Lucía*. Otra ermita surgió en el siglo XVII, dedicada a San Marcos. No se conoce la ubicación de estas ermitas, aunque es probable que la de San Marcos se localizase en un paraje a las afueras de Pegalajar conocido como "El Santo", donde aparecen restos de una construcción antigua.
El oficio compartido entre San Gregorio Nacianceno y San Marcos en la lucha contra la langosta, decantándose a favor del primero el papel primordial, como aparece en el voto de 1670, muestra ya el final de una etapa de transición con la decadencia del culto a un santo y el auge de otro. A finales del XVII o principios del XVIII debió desaparecer la ermita, junto con el culto a San Marcos.
La Edad Moderna, tan plagada de langosta, supuso un afianzamiento de la figura de San Gregorio en todas las regiones. Ya en el siglo XVI sus reliquias recorrieron muchas regiones, entre ellas las tierras de Jaén, viaje que volvió a repetirse en 1756, momento que aprovechaban los pueblos para abastecerse de agua milagrosa con qué regar los campos infectados. La escasa documentación que se conserva en los archivos Municipal y Parroquial de Pegalajar en esta época nos deja una importante laguna que debió estar llena de rogativas públicas a San Gregorio.
Es en las décadas centrales del siglo XIX, coincidiendo con la conservación de diversa documentación, cuando encontramos de nuevo algunas noticias que nos confirman la continuación del culto a San Gregorio en Pegalajar, especialmente en relación con las plagas de langosta de la época. Así observamos que el 9 de abril de 1842 se reunieron en la Iglesia Parroquial, el Cabildo, Ayuntamiento y vecinos del pueblo para renovar el voto a San Gregorio Nacianceno realizado en 1670, haciéndose las siguientes puntualizaciones:
l.‑ Celebrar la misa de San Gregorio en domingo (el anterior o posterior al día de la fiesta).
2.‑ Celebrar una fiesta en honor y alabanza del Santo en ese día, a la que han de asistir todos aquellos que no se hallen impedidos.
3.‑ Continuar haciendo la procesión de costumbre, yendo descalzos.
4.‑ Abstenerse de comer carne la víspera de la fiesta.
Esta renovación del voto se aprobó el día 28 de abril de 1847 por el Deán de la Catedral y Gobernador del Obispado, Doctor Juan José de la Madrid[7].
Esta última fecha coincide con el desarrollo de una importante plaga de langosta que desde finales de la década de 1830 estaba azotando los pueblos de la provincia. No sólo con rogativas públicas se luchó contra la plaga. En los libros de actas municipales se recogen medidas materiales de lucha contra el insecto y la adopción de repartimientos vecinales para la provisión de fondos ante la falta de otros medios[8]. Pero la realidad es que las medidas materiales, como roturación de los terrenos infectados en el otoño e invierno, la introducción de diverso tipo de ganado en las zonas infectadas para que devorasen la langosta en su etapa de mosquito, la utilización de zurriagos, buitrones, pisones, garapitas en las etapas de mosca y saltón, etc., además de costosas, poco podían hacer para su exterminio.
Las periódicas reapariciones de la langosta, como en 1863[9], servían para que la devoción a San Gregorio no se apagara. Sería a partir de finales del siglo XIX, con la utilización de sustancias químicas como insecticidas contra la langosta, cuando se comience lentamente a ser vencida la plaga. Así nos encontramos que en 1901, además de las medidas tradicionales, se emplearon los riegos de gasolina sobre las manchas de este insecto como medida de extinción[10]. Los insecticidas fueron mejorándose a través de los años y la langosta dejó de ser un peligro para los cultivos de la comarca. Lo que coincidió también con una decadencia en el culto a San Gregorio y en el auge de otro santo, San Isidro, como protector de los labradores y patrón oficioso de Pegalajar.
Poco a poco fueron borrándose algunas de las huellas que la devoción a San Gregorio había establecido en Pegalajar. La más señalada fue la desaparición de la era de su nombre, antaño situada a las afueras de la población y hasta donde era llevado el santo en procesión, cuyo terreno colindante ya había absorbido el crecimiento del casco urbano. Entre una nube de casas, al comienzo de la calle Calvario, la era permaneció muchas décadas hasta que imperdonablemente fue borrada y en su lugar se levantó una finca urbana.
Sin embargo, la honda huella que en la devoción popular había dejado San Gregorio Nacianceno a través de los siglos nunca llegó a borrarse. En esta década pasada de 1980, la figura de San Gregorio ha vuelto a emerger con gran fuerza. Se ha fundado una cofradía y su fiesta cada día adquiere más solemnidad, como la expresión de un pueblo que se aferra a sus profundas raíces en busca de una identidad que en el aspecto religioso tiene como figuras claves a la Virgen de las Nieves y a San Gregorio Nacianceno.
[1]Salido y Estrada, Agustín. La langosta. Compendio de todo cuanto más notable se ha escrito sobre la plaga. Naturaleza, vida e instintos de este insecto. Madrid, 1985, pp. 24‑28.
[2]Archivo Parroquial de Pegalajar. Voto del pueblo de Pegalajar a San Gregorio Nacianceno.
[3]Salido y Estrada, Agustín. La langosta. Compendio de todo cuanto más notable se ha escrito sobre la plaga. Naturaleza, vida e instintos de este insecto. Madrid, 1985, pp. 24‑28.
[4]Ximena Jurado, Martín de. Catálogo de los obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y Baeza y Anales Eclesiásticos della. Jaén, 1654. Granada, 1991, p. 402.
[5]En Bedmar, con motivo de esta plaga de langosta en 1449, se realizó un voto que se llevaba a cabo en la festividad de San Marcos (Troyano Viedma, J.M. Bedmar. Jaén, 1985.
[6]Rodríguez Molina, J. "Jaén en el siglo XVI, época de esplendor". En Historia de Jaén. Jaén, 1982, p. 253.
[7]Archivo Parroquial de Pegalajar. Documentación referente a San Gregorio Nacianceno, 1842‑1847.
[8]Archivo Histórico Municipal de Pegalajar. Animales dañinos. Y Archivo de la Diputación Provincial de Jaén, libros de actas, 17‑diciembre‑1846. "Estado expresivo de la manera en que se han indemnizado a los pueblos que han sufrido la plaga de langosta...".
[9]Archivo Histórico Municipal de Pegalajar. Libro de actas, 10‑julio‑1863.
[10]Archivo Municipal de Pegalajar. Libro de actas, 29‑enero‑1901.
* En la edición en papel comentábamos que la ermita de San Nicasio probablemente desapareció en el siglo XVI, antes que encontráramos su cita en 1752 (Archivo Histórico Provincial de Jaén. Catastro del Marqués de la Ensenada. Pegalajar.)