POETAS MALDITOS

Juan Antonio López Cordero.

(En Claustro Poético, núm. 18. Asociación Cultura Claustro Poético / Real Sociedad Económica de Amigos del País. Jaén, 2007, pp. 41-43.)

 

 

 

            Sin duda la poesía es una poción mágica, puede ser una medicina para el alma o un veneno sin antídoto. Con frecuencia el poeta la ha expandido con tal generosidad que ha prendido en pasto seco creando incendios abrasadores, ha roto los esquemas rígidos y seculares y ha sido considerada sumamente peligrosa. Porque el poeta, a semejanza del caballero renacentista,  es soldado, combate con el mismo espíritu que Jorge Manrique o Iñigo López de Mendoza, para los que pluma y espada son elementos complementarios, armas que empuña el brazo con el mismo tesón. Han surgido a menudo “poetas malditos” por los poderosos, por aquellos que todo lo han podido, todo lo han controlado menos aquello que, como la poesía, no tiene control; porque la poesía es esa arma que lleva en sus alforjas el arriero, que colma el zurrón del pastor, que siembra en notas musicales el trovador, que cubre de halo al bandolero o que llena de tinta las hojas volanderas. El poeta maldito ha dulcificado el dolor de los amores imposibles y las úlceras de los perdedores, ha dado alimento al derrotado y ha clavado su espada al vencedor.

 

“Llevas a la lucha tu espada oxidada,

se agita en una mano que casi abrasa al cielo

por su sangre inflamada e iluminada,

queriendo desgarrar al aire.”

                        El poeta maldito. Badr Shakir Al Sayyab (1926-1964)

 

Macias, el Enamorado (+1434), es uno de esos poetas malditos, paradigma histórico del amor imposible. La época que le vio nacer no fue la más propicia para derruir estamentos sociales y apasionarse de doña Elvira, dama de la corte de la marquesa de Villena.  El marqués casó a Elvira con un rico hidalgo, pero su amor era tan fuerte que los amantes no abandonaron su relación. Por este amor Macías fue encerrado en la cárcel de Arjonilla, desde donde el poeta seguía cantando a doña Elvira, lo que le costó ser asesinado por el marido en la misma cárcel.[1]

 

“Con tal alto poderyo
Amor nunca fue juntado
nin con tal orgullo e brío
qual yo uy por mi pecado
contra mí, que fuy sandío
denodado en yr a ver
su grant poder

e muy alto señoryo.”

                       Cantigas e loores de amor. Macías El Enamorado

 

No menos maldito fue Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita (1283?-1351?),  autor del Libro del Buen Amor, que fue enviado a prisión por el Arzobispo de Toledo. Su obra encierra una protesta de tipo goliardesco, de poemas amorosos y cantos jocoso-burlescos. A Juan Ruiz se le considera el primer poeta lírico español.

 

"Y si tienes dinero tendrás consolación,
placeres y alegrías y del Papa ración,
comprarás Paraíso, ganarás la salvación:
donde hay mucho dinero hay mucha bendición.

Él crea los priores, los obispos, los abades,
arzobispos, doctores, patriarcas, potestades;
a los clérigos necios da muchas dignidades,
de verdad hace mentiras; de mentiras hace verdades.”

           Libro del Buen Amor. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

 

El poeta maldito por excelencia fue Charles Pierre Baudelaire, (1821-1867), uno de los poetas más influyentes del siglo XIX, dado a su vida de bohemia y excesos. Empezó a frecuentar los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París con sus relaciones con Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus más brillantes y controvertidas poesías. Participó en la revolución de 1848, y la publicación de Las flores del mal en 1857 fue considerada una ofensa a la moral pública por lo que fue procesado. En ella surge la concepción del poeta moderno como un ser maldito, rechazado por la sociedad burguesa, a cuyos valores se opuso.

“Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras: inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes indecencias.” (Charles Pierre Baudelarie)

Federico García Lorca (1898-1936) rompió con esquemas tradicionales y quiso transformar al hombre con la cultura. Nunca militó políticamente, y se definía a la vez como católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico; lo que no fue óbice para que fuera fusilado en los inicios de la Guerra Civil.

 

“La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos 
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban 
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.”

                 Romancero Gitano. Federico García Lorca.

 

Antonio Machado (1875-1939), poeta republicano, cuya pulida obra intenta evitar la polémica y la herida, tampoco se vio libre de la maldición. El único y gran amor de su vida, Leonor, con la que casó él ya maduro y ella siendo menor de edad, provocó la burla de muchos el mismo día de su boda y después de su muerte la insinuación de pederastia. La muerte de su esposa significó un cambio en su vida y en su obra. Por otra parte, su ideología le hizo emigrar para evitar la prisión, pero al poco tiempo murió en Collioure (Francia), quizás soñando su eterna esperanza.

 

“Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, 
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.”

       A un olmo seco. Antonio Machado.

 

Como ellos, otros muchos poetas sufrieron persecución por aquellos que atesoraron el poder pero no pudieron apoderarse de lo más valioso, la poesía; ese ser caprichoso que va y viene, que crees ver en cualquier rincón dormido, que impregna el alma de los incomprendidos, que tanto teme el poderoso. Ellos, los poetas malditos, sintieron en su vida la incomprensión y la opresión, a su vez alimentó la llama de su poesía, y adquirió grado de pandemia. Los que quisieron destruirlos los hicieron grandes. Su poesía vuela como canto a la libertad que la engendró, y nada pudo detener, como en Miguel Hernández (1910-1942), ni la muerte en la cárcel.

 

“Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

...

Retoñaran aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida;
porque soy como el árbol talado que retoño:
aún tengo la vida.”

         Para la Libertad. Miguel Hernández.


 

[1] Último gran poeta medieval en lengua gallega. Se le atribuyen 21 Cantigas, reunidas en el Cancionero de Baena.

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