POR LAS CORDILLERAS DE BERCHO
Juan Antonio López Cordero.
(en Fiestas de Mayo en Honor a San Gregorio Nacianceno. Pegalajar, del 9 al 11 de Mayo de 2008. Pegalajar: Ayuntamiento, 2008, p. 25-31).
Cada año, en las fiestas de San Gregorio nos viene a la memoria de los pegalajeños, que ya hemos cruzado el ecuador de la vida, la imagen de la era de trilla de este santo en el inicio de la calle Calvario y la ceremonia que se hacía en aquel lugar, del que aún no hemos encontrado fotografía alguna para perpetuarla en el recuerdo. Pero incluso los que llegamos a verla tampoco pudimos observarla en su entorno primitivo, cuando el lugar era un ejido del que sólo queda su toponimia en la limítrofe calle “Eras”. También la calle “Calvario” responde con su denominación a la cruz que en el pasado habría en este ejido, junto a la era, lugar al que fue llevada durante siglos en procesión la imagen de San Gregorio, abogado contra la langosta, pulgón y demás plagas del campo, y en donde se realizaban los conjuros oficiales de la Iglesia contra estas plagas.
Desde aquella era de San Gregorio, en el pasado libre su entorno de edificios, se divisaba gran parte del término municipal, los campos donde aovaba la langosta que producía tantos perjuicios en los cultivos, por entonces mayoritariamente de siembra. En esta visión destacaban por su altitud las altas cumbres de la entonces dehesa de Bercho, que Alfonso XI en su libro sobre la Montería escrito en la primera mitad del siglo XIV recoge como “las cordilleras del Bercho”, en referencia a las sierras que circundan este valle y se cierran en la altitud del pico Almadén (2032 m.), visible desde largas distancias. Este libro relata con precisión su riqueza cinegética, como buen cazadero de osos y “puercos”, los lugares donde se ubican las armadas y vocerías, que son los mismos que se utilizan hoy día en las batidas de jabalís. En este caso la toponimia nos ha dejado como recuerdo de esta actividad la denominación de pico “la Atalaya”, que en el libro citado aparece como “Atalaya del Palo”, lugar donde se ubicaban los ojeadores.
La antigua dehesa de Bercho, hoy en su mayor parte plantada de olivos, también nos ha dejado en la toponimia como memoria de su abundante ganadería las denominaciones de majadas (Ampona, del Sol, Yeguas, Barrios...), y otras como Toril, junto con restos en piedra seca de chozos y antiguos corrales de ganado abandonados. Esta ganadería tuvo en el lobo, presente en Bercho hasta principios del siglo XX, y en las roturaciones de tierras para cultivo sus principales rivales.
Además, en piedra seca nos dejado Bercho el recuerdo de otro cultivo como es el cereal a través de las numerosas eras de trilla que aún se pueden observar entre el bosque de olivos actual. Cuando la dehesa Bercho fue comprada por el pueblo de Pegalajar a la Corona en 1646, ya existían algunas tierras roturadas, como describe la escritura de compra del Monte (Archivo del Ayuntamiento de Pegalajar). Pero la roturación masiva se produjo a partir de mediados del siglo XIX, siendo repartidas sus tierras más fértiles en suertes, que una vez más la toponimia recoge (La Suerte Primera). De aquella actividad cerealística aún quedan en pie eras de trilla como las de la Majada Barrios, el Cañaón, Majada Yeguas, Puerto de Villanueva, Majada del Sol, Fuente de la Teja, cortijo Batacazos, Nogueruela, Entraícho (Entredichos),...
Un documento muy interesante sobre las roturaciones en Bercho, legalizadas tras la revolución de 1868, es la memoria firmada en 1891 por Joaquín Carrasco, ingeniero jefe del distrito forestal de Ciudad Real, que se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Jaén e incluye un plano de deslinde del monte de Bercho con la ubicación de las parcelas y el tipo de cultivo. Describe una superficie de unas 1.900 hectáreas, poblado de pino carrasco como especie dominante. Sus límites eran al Norte el monte Morrón u Hoyo de la Sierra y los términos municipales de Mancha Real y Torres; al Este, el término de Torres; al Sur el de Cambil; y al Oeste con terrenos de dominio particular. Incluye en el mapa diez núcleos de roturaciones de diversos propietarios, aunque solo aparece en cada núcleo el nombre de uno de ellos y el resto como “otros”. En total, en 1891 había roturadas unas 290 hectáreas, todas de siembra excepto unas 50 hectáreas de olivar.
La memoria describe la hidrografía del monte destacando tres fuentes: Álamo, Bercho y Los Charcones, que dan lugar a tres arroyos del que es sólo permanente el del Álamo, que conocemos actualmente como arroyo de Bercho, los otros dos solían agotarse en el verano. Hace también referencia a la geología del terreno y a la escasa vegetación existente, destacando algunos “pinatos”, recuerdo de la antigua y densa vegetación del lugar.
Hoy día, tras muchos cambios en su fisonomía, el monte de Bercho mantiene su magia prístina. Entre los olivos, los chozos o cuevas de piedra, eras y corrales de ganado se resisten a ser olvidados pese a haber perdido su función. Las tradicionales casillas siguen siendo testigos en la Sierra de una colonización que nunca se perdió. En sus alturas el Parque Natural de Sierra Mágina y el Paisaje Serrano de Interés Medioambiental ocupan el bosque y dehesa mediterránea, donde pasta la ganadería tradicional como hace siglos, hasta los páramos helados del Almadén, en cuyas cumbres se excavaron los pozos de nieve. A menor altitud, el paisaje de protección medioambiental deja paso a la actividad agraria del olivar, constituyéndose así en el monte de Bercho una simbiosis en la que se integran la actividad humana y la Naturaleza.
Ubicación de la era de San Gregorio.
Plano del Monte de Bercho, 1891