Rebeldes en el Jaén del siglo XVII: Juan López de Mendoza y Pedro de Valenzuela. (En Senda de los Huertos, núm. 69-70. Jaén: Asociación de Amigos de San Antón, 2010, p.65-85)
Juan Antonio López Cordero
0. Introducción.
Juan López de Mendoza y Pedro de Valenzuela fueron dos capitanes de bandoleros, uno perteneciente a la nobleza de la ciudad de Jaén y otro vecino de la villa de Pegalajar, cuyos destinos se unieron en la revuelta de octubre de 1662 en Pegalajar, que acabaron con la muerte del corregidor de Jaén Antonio de las Infantas y Córdoba y varios acompañantes.[1] Las causas de tales hechos fueron diversas. Las más inmediatas estuvieron relacionadas por parte de Juan López de Mendoza con disputas nobiliarias con el corregidor Antonio de las Infantas y Córdoba; mientras que por parte de Pedro de Valenzuela fue la grave presión fiscal de la Corona sobre una población muy castigada.
A estos hechos inmediatos hay que unir un pasado de enfrentamientos, tanto personales entre las personas implicadas, como generales entre la ciudad de Jaén y las poblaciones de la Mancha y Pegalajar, pues desde la exención de la jurisdicción de Jaén a mediados del siglo XVI, los vecinos de las villas de Pegalajar y Mancha Real eran celosos de su independencia respecto al corregidor de aquella ciudad y ponían en cuestión su autoridad, lo que provocó graves conflictos en el pasado. La agresividad de la ciudad de Jaén ya se manifestó en la villa de Pegalajar en noviembre de 1559, cinco meses después de su exención jurisdiccional de la ciudad de Jaén, con la intervención del corregidor licenciado Ruiz destituyendo al cabildo libremente elegido por los vecinos; y en la villa de la Mancha en 1567, cuando el corregidor doctor Valencia tomó "residencia" o juicio sobre la labor realizada por el cabildo municipal, condenando su actuación.[2]
Años después, en 1597, el alcalde mayor de Jaén Jerónimo de Mercado fue a La Mancha a "tomar alardes" o "tomar residencia", acción de verificar la actuación de los caballeros de cuantía en el cabildo. Los vecinos de la Mancha intervinieron prendiendo al alcalde mayor y sus oficiales que se encontraban en el mesón de la población, le quitaron la vara de justicia y los encarcelaron. En el año 1600 volvieron a impedir que les "tomaran alardes".
La actitud rebelde de los vecinos de la población de Mancha Real se hizo aún más evidente en la resistencia que ofrecieron al capitán de infantería Juan de Tarsis y sus soldados, que tuvieron que refugiarse en la iglesia tras enfrentarse con los vecinos a escopetazos, murieron varios soldados y algunas imágenes se vieron afectadas. La situación se repitió con el capitán Juan de Leiva y su compañía, que intentó alojarse en la villa, los vecinos se resistieron y estuvieron a punto de matarlo.
Esta actitud de "resistencia" culminó con el enfrentamiento con el corregidor de Jaén licenciado Villafranca Ortiz, cuando en octubre de 1601 fue a la villa de La Mancha, de nuevo a "tomar alardes" a los caballeros del concejo. Los alcaldes ordinarios de La Mancha Juan Pulido Caravajal y Francisco Gutiérrez encarcelaron al corregidor y sus ministros, hechos denunciados a la Audiencia de Granada que envió a un juez en comisión Dr. Pérez Manuel, a quien el concejo de la villa de la Mancha ocultó toda la documentación, que al final encontró el juez en casa del prior Vergara, que junto a los caballeros de cuantía Francisco y Diego de Vergara eran señalados por el concejo gienense como mayores implicados[3].
1. Juan López de Mendoza.
Juan López de Mendoza era hijo de Lorenzo López de Mendoza[4], según la Real Audiencia de Granada fue caballero veinticuatro de la ciudad de Jaén, aunque su hermano Luis ejercía el cargo. Su carácter fogoso le llevó a varios enfrentamientos con la justicia, que le consideraba “delinquente de gravisimos delitos de muertes alebosas con armas de fuego heridas graves resistencias a las justicias acompañandose de bandoleros balencianos trayendo pistoletes y otras armas prohibidas atemoriçando a todos para que ninguno jurase contra el”. Por mandato del Corregidor de Jaén fue encarcelado en la cárcel de la ciudad en 1655 y el alcaide le puso “grillos”. Por entonces tenía poco más de veinte años de edad. Se fugó de la cárcel y se vengó del alcaide “dándole una estocada” tras acecharlo.
Continuó infringiendo la ley con la fabricación y venta de sal, que era monopolio la Corona. Tenía una cuadrilla de hombres incondicionales naturales del reino de Valencia que le apoyaban. Cuando el alguacil Sebastián Peinado encarceló a uno de ellos, Felipe Bretones, Juan López de Mendoza amenazó al alguacil y le apuntó con una escopeta, lo que le costó ser también encarcelado por dicho alguacil que le quitó al escopeta y tres pistoletes que llevaba encima. El Corregidor de Jaén puso interés en su prisión y previno al dueño de la cárcel Alonso de Arquellada[5] que pusiese guardas suficientes para su custodia.
Sin embargo, la situación de la cárcel distaba mucho de ser la más idónea para preso tan peligroso. El alcaide de la cárcel era Diego de Torres, “un pobre onbre enfermo de gota”, y el sotoalcaide Francisco de Moriana. Juan López de Mendoza fue liberado por su primo Juan Antonio de Mendoza, vecino de Baeza, acompañado por otros dos hombres, sacándolo de la cárcel el seis de octubre de 1661. Lo que fue considerado escandaloso por el Corregidor, que hizo diligencias para su búsqueda y ordenó el secuestro de sus bienes, a la vez que dejaba en evidencia la omisión de las justicias ordinarias que no actuaban para reprimir sus delitos. Contra Juan López de Mendoza, su primo Juan Antonio, el alcaide y el sotaalcaide de la cárcel se abrió causa ante los alcaldes del crimen de la Real Chancillería de Granada, nombrando a Juan Ximénez de Villegas, alguacil de lanza y corte, y Josephe Pérez, alguaciles para la aprehensión de los procesados, los que habían de ser llevados a la cárcel de Granada una vez capturados, y se ordenaba el secuestro de sus bienes.
A Juan López de Mendoza también se le acusaba de haber matado de una estocada a Isidro Sánchez y de haber herido a los hermanos don Juan y don Antonio de Quesada. Se le consideraba protegido por su hermano, el caballero veinticuatro y de la Orden de Calatrava don Luis López de Mendoza y Berrio, y otros nobles. El corregidor de Jaén, Antonio de las Infantas obligó a mediados de agosto de 1662 a este último a entregarle el título de veinticuatro de la ciudad de Jaén[6] por considerarlo posesión de su hermano Juan, lo que obligó a Luis López de Mendoza a apelar ante su Majestad y Presidente y Alcaldes del Crimen de la Real Chancillería de Granada frente al Corregidor, por esta causa, y al receptor de la Audiencia Cecilio de Cárdenas, que le exigió dos mil reales por las gastos de las diligencias contra su hermano. Surgió así un conflicto interno entre la nobleza giennense.
Tras su fuga, Juan López de Mendoza, que era ya muy famoso en todo el reino de Jaén, frecuentaba la población de Mancha Real, y se acompañaba de una cuadrilla de hombres a caballo entre los que estaba un individuo natural de Ibros, conocido como Cachete, Felipe y Jaime Bretones y Teodoro Tovar, naturales del reino de Valencia. Iban siempre con armas de fuego, cargados con charpas de carabinas por los caminos. También visitaba con frecuencia la villa de Pegalajar, donde residía su “amiga” Melchora de Burgos y vivía su íntimo amigo Diego Ruiz, tinajero; los que le ocultaban muchos bienes con el fin que no se los embargasen.
Las justicias de los pueblos le temían y evitaban tener enfrentamientos con él. Un testigo declaró que el 21 de agosto de 1662 Juan López de Mendoza y su cuadrilla llegaron a Mancha Real a matar a don Luis de Bera, “que asiste en la dicha villa y es becino de la ciudad de baeça”. En este lugar hirieron a uno de sus alcaldes, Francisco Jiménez Carretero, tras este hecho se retiraron a la villa de Pegalajar, donde estuvieron cuatro o cinco días antes de partir hacia Sierra Morena. Volvieron en el mes de octubre a Pegalajar, donde contribuyeron a expulsar a los recaudadores enviados por el Corregidor, y participaron en la emboscada del 19 de octubre en el puerto del Cajigal, donde dieron muerte al Corregidor cuando se dirigía a apresarlos.
Juan López Mendoza parece que murió en los primeros días de enero de 1663 en la población de Zubia (Granada), en un enfrentamiento con guardas de la justicia. Fueron presos los cuatro hombres que le acompañaban, según declaraciones de testigos; aunque en febrero de 1663 oficialmente aún se le da por huido, según la sentencia que es registrada en el libro de actas del cabildo municipal giennense[7]. A partir de entonces no volvemos a tener noticia de Juan López de Mendoza, y surge como capitán de bandoleros Pedro de Valenzuela.
Genealogía de Juan López de Mendoza.[8]
2. Pedro de Valenzuela.
Pedro de Valenzuela Calderón o Pedro de Valenzuela Gámez, según tomase el segundo apellido del padre o de la madre, para el juez comisionado Alonso de Sarmiento intervino junto con Juan López de Mendoza y otros hombres en la emboscada a la columna dirigida por el Corregidor de Jaén Antonio de las Infantas cuando se dirigía a Pegalajar para encarcelar a los responsables de la rebelión que se produjo en la población, tras haber provocado malos tratos y amenazar de muerte a los recaudadores de servicios o impuestos de la Corona enviados por el Corregidor. Por entonces, año 1662, tenía treinta y dos años de edad. Nació el 7 de julio de 1630 en Pegalajar y fue bautizado el 14 de julio del mismo mes y año[9], era hijo de Sebastián Valenzuela Calderón y Doña Leonor de Gámez. Tras el asesinato del Corregidor formó una partida de bandoleros que estuvo activa durante trece años.
De profesión labrador, tenía el oficio de alguacil perpetuo de la villa de Pegalajar. Casó con Catalina de Mírez Fajardo y tuvieron como hijos a María, Juan y Pedro Manuel Valenzuela. Su propiedad, según los bienes secuestrados por el juez en diciembre de 1662, consistía cómo único propietario en:
- una haça en el sitio de Baldelascuevas que fue de pedro cardenas balenzuela y de Juana de gamez su muxer linde con un nogueral y ygueral que fue de salvador de cardenas y ana gutierrez y linde con Pedro garcia y zamorano y el Patronato de Santiago que tiene veinte y quatro ygueras chicas y grandes veinte granados y tres nogueras y çinco olivas y la tierra calma cave dos fanegas de sienbra y esta de eriazo que todo vale doscientos y cinquenta ducados y las olivas no tienen fruto...
- una aza de tierra calma en el sitio de Baldelascuevas que fue de Pedro de Cardenas Balenzuela y de Juana de gamez su muxer linde con un nogeral y higueral que fue de salbador de cardenas y Ana Gutierrez linde con Pedro Garcia zamorano y el patronato del señor santiago y otros linderos apreciados en quatrocientos ducados.
Genealogía de Pedro de Valenzuela[10]
Como copropietario junto a sus hermanos Sebastián y Juan disponía de parte la herencia de Leonor Ana de Bustamante[11]:
- una heredad de árboles frutales y tierra calma en el sitio de valhermoso termino desta villa linde con olivar de juan fernandez de aranda pedro de morales que tiene dos olivas pequeñas an esquilmo seis ygueras pequeñas y tres grandes la tierra calma de cavida de una fanega de senbradura y esta de eriazo vale treinta ducados
- la mitad de una viña que solia ser de alonso moreno el viexo en el sitio del arroyo que alinda con el dicho arroyo y el camino real de granada que tiene tres cientas y sesenta zepas toda la dicha viña y la mitad della perteneze al dicho juan de balenzuela que son ziento y ochenta zepas que esta vale y la tierra treinta ducados por ser biexa y de poco llevar.
Se ordenó la captura de los hermanos de Pedro de Valenzuela, Sebastián[12] y Juan[13]. Aunque no participaron en el asesinato del corregidor, sus bienes también fueron secuestrados por el juez.
3. Los sucesos de Pegalajar de octubre de 1662.
El año 1662 se enmarca en el final del reinado de Felipe IV, que estuvo dominado por las campañas militares contra Francia, que concluyeron en 1659 con la Paz de los Pirineos, y contra Inglaterra y Portugal. Se le exigió un gran esfuerzo fiscal a los reinos peninsulares, en particular a Castilla. No obstante se produce la quiebra del sistema económico y financiero de la monarquía en diversas ocasiones, como en 1660 y 1662. Los servicios o impuestos extraordinarios provocaron disturbios en muchos lugares de la Corona. Ya en el invierno de 1652 hubo un inicio de alborotos en Pegalajar que fueron atajados por el corregidor de Jaén que envió a don Antonio Fernández de Viedma con guardas para mantener el orden[14].
La paciencia del exhausto pueblo de Pegalajar no pudo aguantar más cuando se decretó un nuevo servicio de 600.000 escudos de vellón en 1661 y otro más ese mismo año, unido a la devaluación de la moneda. A ello se unió el carácter personal del corregidor de Jaén, Antonio de las Infantas y Córdoba, caballero de la orden de Santiago, que anteriormente había sido corregidor de la ciudad de Baza en el período 1656-1659.[15] Este corregimiento comprendía también los lugares de Guadix, Almería, Vera, Purchena, Mojácar y otras villas. Tuvo enfrentamientos personales con el obispo fray José de Laynez[16] de la diócesis de Guadix-Baza que llegó a excomulgarlo, pese a ser la primera autoridad civil. El metropolitano envió a fray Tomás de Arroyo, religioso agustino del convento de Guadix para absolver al corregidor, absolución que el obispo consideró no legítima[17]. Estaba casado con Catalina Pérez de Guzmán y Cárdenas, que murió el 10 de noviembre de 1707, sin descendencia, en el convento de San Noberto de Madrid,[18] cuarenta y cinco años después del asesinato de su marido.
El corregidor de Jaén Antonio de las Infantas y Córdoba quitó en 1662 a todos los ministros, administradores, fieles, guardas y cogedores que habían sido nombrados por Antonio Guillermes, quien estaba a cargo del arrendamiento de las sisas del servicio de millones, y estableció un control directo sobre las pagas del servicio de millones por cédula dada el 7 de octubre[19].
Existía una deuda atrasada entre los vecinos de Pegalajar a las rentas reales por el servicio de millones, según su contador Juan Cantero de la Concha, a la que había que sumar la que trató de cobrar don Manuel Correa, al que había enviado el corregidor de Jaén con varios ministros para la cobranza de lo que debía esta villa a las rentas reales. El día 18 de octubre, Juan López de Mendoza, que semanas atrás había escapado de la cárcel y estaba refugiado en Pegalajar, junto con su cuadrilla y otros vecinos del pueblo, armados con carabinas y otras armas de fuego, acudieron a la posada donde estaban los ministros de la audiencia del Corregidor "los trataron mal y hicieron salir de dicha villa aviendo obrado lo mismo con otro executor". Este fue el motivo de que al día siguiente el Corregidor partiera hacia Pegalajar con numerosa gente a prender a los autores de estos hechos.
4. La emboscada del puerto del Cajigal.
Por este puerto pasaba el camino principal que comunicaba Mancha Real con Pegalajar, aunque había otros senderos que comunicaban ambas poblaciones a través del puerto de Letraña[20]. El antiguo Puerto del Cajigal es el que parte desde la Fuente de las Pilas en Mancha Real y cruza entre los montes del Morrón y la Artesilla hacia Pegalajar, "un puerto que se be desde la dicha villa de la mancha". También es vereda real y fue camino real que desde Úbeda llevaba a Granada. Este camino, una vez que entraba en la sierra no solía estar en buen estado, por lo que no era apto para coches y carros.
El nombre de Cajigal le venía dado por la ubicación de quejigos (Quercus faginea), un tipo de árbol autóctono que suele encontrarse junta a la encina; es de hoja caduca con dientes poco profundos en su borde, que da como fruto bellotas cuya cúpula está recubierta con escamas aovadas. Su madera se ha empleado como combustible y sus hojas y frutos son aprovechados por el ganado. Suele ubicarse en lugares frescos. Es resistente a los rigores climáticos de frío, sequedad y contrastes térmicos. Subiendo el puerto, a un cuarto de legua de Mancha Real, sufrió al emboscada la comitiva del corregidor de Jaén Antonio de las Infantas, que fue muerto junto a otros acompañantes, pese a ir prevenido de gente. La sorpresa fue total, pues los emboscados estaban bien ocultos en el cajigal, poblado de matas espesas.
Los hechos ocurrieron el día 19 de octubre de 1662. Sobre las siete de la mañana de este día partió en su coche el corregidor don Antonio de las Infantas y Córdoba de la ciudad de Jaén hacia las villas de Mancha Real y Pegalajar para prender a don Juan López de Mendoza y su cuadrilla con orden de los señores del Consejo Real de Castilla y del Conde de Castrillo, Presidente del Consejo, por:
los desafueros que estaban cometiendo en dichos lugares y otros zircunvezinos y caminos de sus contornos anparandose en las dichas villas de la Mancha y Pegalajar de los alcaldes y vezinos poderosos de ellas y por aver el dicho don Juan de mendoza y sus conpañeros echado de la dicha villa de Pegalajar a don Manuel Correa y sus ministros que avian ido con comision del dicho señor corregidor... para hazer pago a su magestad de lo que en ellos se le devia a su real hazienda.
En Pegalajar, este juez recaudador y sus ministros fueron maltratados "de obra y de palabra" y amenazándoles de muerte si no se iban de la población. Estos hechos ocurrieron el 18 de octubre, y al día siguiente, el mismo Corregidor en persona, con sus alguaciles Gaspar de Perea, Antonio de Perea, Francisco González, Antonio del Pino, Juan Fernández, Pedro Cano, Luis de Plasencia y Miguel Gómez, además de numerosos guardas de millones y particulares y cuatro escribanos públicos marchó a poner orden a la villa de Pegalajar y prender y castigar a los culpables.
El Corregidor, una vez llegado a Mancha Real, hizo cabildo con el concejo de la villa, al que le pidió treinta hombres más para que se sumasen a los que le acompañaban; pero como los alcaldes necesitaban tiempo para juntarlos, el Corregidor decidió continuar la marcha. Sobre las diez o las once, subió al coche y continuó en él hasta la alameda de la Mancha, antes de subir el Puerto del Cajigal, donde tuvo que dejarlo y montar a caballo por la dificultad del camino. Ordenó a su gente ponerse en hilera de dos y de cinco en cinco, yendo él en la delantera.
La comitiva subía el puerto a caballo y en mula. Antes de culminarlo y desde el cajigal, a la izquierda del camino, un primer arcabuzado de los emboscados hizo caer el caballo de un guarda de millones. El Corregidor, volviendo su caballo hacia donde partió el arcabuzazo, comenzó a gritar a los emboscados: "picaros, a guarda, que por vida del Rey que os e de hacer pedaços", a la vez que se ponía la escopeta en la cara. Fue entonces cuando dispararon siete u ocho arcabuzazos cayendo el Corregidor por el lado derecho de su caballo, quedando el pie derecho enganchado en el estribo, mientras el caballo alborotado por los disparos lo arrastraba cinco o seis pasos. Un guarda atendió al Corregidor, y vio que estaba muerto con dos heridas en el pecho. Una nueva carga de más de veinte arcabuzazos hizo huir a los miembros de la comitiva, que "vajaron corriendo el camino avajo armando tal polbareda que fue causa no poder ber otros alcabuzazos que tiraron". Otros guardas se bajaron de los caballos atrincherándose con ellos, mientras desde las matas del monte los emboscados les gritaban: "ladrones... a los de abajo a los de abajo no se escape ningun cornudo de estos", y les incitaban a dejar los caballos y huir, como así lo hicieron.
Cesado el tiroteo, desde lejos algunos testigos vieron salir de las matas a varios hombres, uno de ellos de coleto[21], con sus monteras caladas, sus escopetas largas y sus charpas, y cómo le quitaban a Antonio Galisteo que estaba caído en el suelo muerto las escopetas y un cinto de baqueta. Otros le quitaron al cuerpo del Corregidor la espada y daga. También se llevaron los caballos que habían dejado.
Más tarde, conocida la noticia en Mancha Real, subieron el puerto los alcaldes de la villa, con el alguacil mayor y mucha gente y recogieron el cuerpo del Corregidor. El alguacil Francisco de Frías y Juan de Villodres lo pusieron en su coche y lo llevaron a la ciudad de Jaén.
Sobre la una del día el alguacil Gaspar de Perea llegó a la ciudad de Jaén y dio noticia de la muerte del Corregidor ante el teniente de alcalde mayor licenciado Juan de Ordoñez. Se dijo que los autores habían sido unos cuarenta hombres en cuadrilla, emboscados junto el camino que va de la villa de Mancha Real a la de Pegalajar, otros testigos decían haber sido veinte los emboscados. En la emboscada, además del Corregidor, también murieron el guarda de millones Antonio de Galisteo e hirieron a Agustín de Herrera, que murió después, y a Juan Calderón; además de matar dos caballos. Les quitaron los caballos y armas que llevaban "mirandoles las faltriqueras para quitalles lo que llebaban en ellas".
Pronto se dio a conocer que los cabecillas de los emboscados eran Juan López de Mendoza y Pedro de Valenzuela, acompañados de un número indeterminado de individuos, a los que se buscó por el monte y otras partes del término para prenderles. Se decía que habían huido al término de Bedmar y Jódar, en huida hacia el reino de Valencia, y que a dos de los implicados habían matado en un enfrentamiento en esta última población.
El Cajigal, un "montecillo aunque pequeño", fue considerado un lugar peligroso. Tras esta emboscada, en el mes de enero de 1663, se ordenó al ayuntamiento de la villa de la Mancha que "corten y talen todo sin que quede rama ni broça alguna" y en un plazo de ocho días, pasado el cual se le prendería fuego a lo que quedase. El fin era que nadie más se amparase en el Cajigal para cometer delitos, pues estaba "en el camino Real de la mancha a pegalaxar que es paso de la carrera de madrid a granada".[22]
5. La sumaria instrucción realizada por Alonso Sarmiento.
Tras la muerte del corregidor Antonio de las Infantas y Córdoba, una cédula real de Felipe II, otorgada el 6 de noviembre de 1662, nombra a don Alonso Sarmiento, que pertenecía al Consejo Real Supremo de Justicia, y era Alcalde en su Casa y Corte, juez particular privativo en comisión para la averiguación y castigo de los culpados en la muerte del corregidor. Las intensas pesquisas llevaron al encarcelamiento y persecución de decenas de personas de diferentes poblaciones, que consideraba estaban involucradas por acción u omisión en los hechos:
- Baeza en la ciudad de baeza se a de prender a sevastian ortiz y su conpanero y al lizenciado muñoz de cabrera abogado en ella
- Pegalaxar en la villa de Pegalaxar se a de prender a don sevastian Cavanillas y don diego cavanillas= alonso lopez marquez Francisco fernandez gregorio del Rio rexidores y a pedro aranda herrera alcalde actualmente que es en ella y rexidor que fue= a sebastian del Rio Calderon escrivano del numero y ayuntamiento della= a don Juan de mendoça veçino desta ciudad y residente en ella y Phelipe bretones y Jaime bretones valençianos y teodoro de Tovar sobrino de los suso dichos que estava en dicha villa Pedro de Balenzuela Juan de Balenzuela y sebastian de Balenzuela hermanos Juan de morales Pedro del Rio diego mendo Pedro bacas Catena Juan barriga diego de contreras y a pedro de Aranda contreras rexidor
- ybros a françisco garrido alias cachette thome bollo alonso moreno el coxo alonso fernandez y alonso Ruiz belez alcalde y rexidor
- torres y en la de torres a salbador el machero Benito ximenez lorite y xptoval martinez jurado alcalde y rexidor della
- la mancha Real a Diego clemente Bartolome Cano Juan ybañez fulano loçano y Andres de torres navarrete alcalde en ella a Diego Ruiz de oficio herrero a francisco ximenez alcalde y a xptoval de linares rexidor
- Cazalilla y en la de cazalilla a Pedro montoro cano y Juan Cano de Vago alcalde y rexidor que an sido o son della
- fuente el Rey y en la de fuente el Rey a Juan Colmenero y a Juan Mathias ... alcalde y rexidor
- albanchez y en la de albanchez a Bartolome de ortega rexidor de ella
- menxivar y en la de menxivar a don Jacinto de Lillo coronado y a sebvastian Rodriguez de malpica alcalde y rexidor
- Canpillo de arenas y en la de Campillo de Arenas a Juan Fernandez Agustin regidor
- Rus y en la de Rus a Blas poyato de Raya y a Juan de Yguera pinche alcalde y rexidor
- la Guardia y en la de la guardia a don Antonio del Valle correxidor y a Juan peña pancorbo rexidor
- torrecanpo y en torrecanpo a don Luis faxardo alcalde
- Canena y en la de canena a Juan martinez mercado y manuel pinche alcalde y rexidor della
- villa el gordo y en la de villa el gordo a francisco lopez y a Diego hernandez alcade y rexidor
- Canbil y en la de canbil a don Juan de Vergara alguazil mayor y theniente de alcalde ordinario
- Arjona y en la de arjona a don Alonso Navarro Portales y a Pedro bellido alcaldes ordinarios
- linares a don Alonso de porces y aguilera alcalde ordinario 1º a todos los quales en la ciudad villas y lugares nonbrados prenderan y presos a buen recaudo con las guardas y prissiones que parezieren nezesarias con adbirtençia que en la dicha ciudad de Baeza se testifique el nombre y apellido del dicho conpañero de sevastian ortiz y en la de torres el apellido de salvador el machero y en la de la mancha Real el de fulano loçano reos que resultan culpados y no estan justificados nonbres ni apellidos.
Resultaban setenta y siete reos, de los que habían ingresado en prisión treinta y cuatro y se había proveído auto contra cuarenta y tres. De los ingresados en la cárcel, tras tomarles declaración fueron puestos en libertad la mayoría, quedando solo cinco. Muchos de ellos eran miembros de los concejos municipales de distintas poblaciones por donde tenían noticias que había estado la cuadrilla de Juan López de Mendoza y no se le había prendido pese a los órdenes que tenía dadas el Corregidor de Jaén. Incluso más adelante se enviaron a la cárcel más individuos como Juan del Río, Elvira de Medina e Isabel del Salto, Francisco Cabanillas y Pedro de Valenzuela Bailén, teniente de regidor, vecinos de Pegalajar.
De los individuos implicados que no habían ingresado en la cárcel y se buscaban, los había porque en ese momento no estaban en sus vecindades o habían huido por miedo a ser involucrados en los hechos por una justicia en la que no tenían confianza. En el primer caso está Gil de Río Vacas, vecino de Pegalajar, que había salido de la población para vender una carga de aceite, cuando regresó fue a la ciudad de Jaén por ser “ombre que trata de ganar un pedazo de pan para sustentar sus hijos”. En cambio, Pedro de Morales y Asensio de Valenzuela, también vecinos de Pegalajar, se ausentaron sin que sus mujeres supiera su paradero, aunque no tuviesen nada que ver, como el caso de Asensio de Valenzuela, que finalmente se entregó.
Las confesiones que se realizaban a los reos comenzaban con el ritual del juramento: “por dios nuestro señor y a una señal de cruz en forma de derecho”. El “confesante” asentía y prometía decir verdad. Seguidamente les hacían una a una las preguntas procedentes. Empezando por su nombre, oficio y edad.
Los oficiales de los cabildos (alcaldes ordinarios, regidores, escribanos y alguaciles) de aquellas poblaciones en las que estuvieron Juan López de Mendoza, Pedro de Valenzuela y demás implicados directamente en la muerte del Corregidor, así como los alcaldes o alguaciles de aquellas donde se tenía constancia que había pasado y no se le había prendido fueron encarcelados e interrogados. Algunos de ellos huyeron, como Sebastián de Cabanillas, alcalde ordinario de Pegalajar. Otros fueron presos e interrogados.
Sebastián de Cabanillas, hidalgo, era alcalde ordinario de Pegalajar en 1662, cuando los hechos que dieron lugar a la muerte del corregidor Antonio de las Infantas. Se opuso a la exacción fiscal en la población, como el resto de los vecinos. Por su cargo de alcalde ordinario fue considerado por el juez del caso como el principal amparador de Juan López de Mendoza y su cuadrilla, que vivió fugitivo en la villa. Tras la muerte del Corregidor, temiendo ser encarcelado huyó a la ciudad de Málaga, donde otorgo poder para administrar su hacienda a su mujer y hermanos. Disponía de numerosos bienes, no todos estaban a su nombre, entre los que le pudo embargar el juez estaban:
- un cortixo que llaman de las oyas con sus casas y tierras que le perteneze en termino desta villa.
- otro cortixo en termino della y de la guardia que llaman de la Bega de arriva con su casa y tierras de riego y secano.
- las casas de su morada desta villa zerca de la plaza.
-una heredad junto a esta villa en la guerta della que son dos guertas con morales y arboles frutales.
- una heredad de olivos y tierras calmas en el sitio que llaman el quemado termino de esta villa.
- una biña que se a dexado perder en el sitio de Baldelacueva termino desta villa.
- un oficio de escrivano publico y del conzexo de ella que esta en caveza de sevastian del reo
- un molino de azeite en esta villa.
- un olivar en el pago del alcarzil termino della.
- una haza de tierra calma que linda con el olivar de arriva de una anega de senbradura que fue de Juan de bilches.
- un oficio de alferez mayor con voz y boto en el cavildo desta villa
- otro oficio de rexidor permanente en ella que esta en caveça de don diego de cavanillas su hermano.
- una heredad muy pequeña de tierra calma y arboles frutales en el sitio de la fuente del gayon termino de ella.
Las posesiones de Sebastián Cabanillas se distribuían por los parajes de labranza del término de Pegalajar en la época, tanto los tradicionales como los surgidos de las nuevas roturaciones en el siglo XVI. A estos últimos pertenece el paraje de las Hoyas, junto al monte Almoroche, tierras de sembradura roturadas en la segunda mitad del siglo XVI, donde tenía un cortijo. Parajes tradicionales eran la Vega de Arriba en el río Guadalbullón o la Huerta de Pegalajar, donde se ubican los parajes del Quemado, Valdelascuevas, Fuente Gayón o los Alcarciles. Entre los cultivos, los propios de la época: cereales, olivar y viña. Entre los inmuebles, un molino de aceite ubicado en la calle Bahundillo, junto al callejón que lleva a las huertas, y la casa en el centro del pueblo, cerca de la Plaza, lindado a "las dos calles reales", hoy Real y Pozos. Y las rentas de los oficios del cabildo que habían sido vendidos a finales del siglo XVI.
En el caso de Antonio Torres Navarrete, alcalde ordinario de Mancha Real, de cincuenta años de edad se le acusaba de no haber prendido a Juan López de Mendoza cuando estaba en Mancha Real y haberlo amparado, incluso después de haber herido a Francisco Ximenez Carretero, el otro alcalde ordinario de la villa. Negaba la culpa y decía no saber quien le había herido. También le acusaban de no haber proporcionado auxilio al corregidor de Jaén cuando el día de su muertre, 19 de octubre, solicitó más gente que le acompañase a la villa de Pegalajar. El interrogado dijo que ofreció dársela pero que no esperó el tiempo que necesitaba para juntarla. Cuando oyó los arcabuzazos, a un cuarto de hora de La Mancha, le llegó la noticia de la emboscada, y terminó de juntar a cuarenta hombres armados, con los que fue al lugar de los hechos. Ya no encontraron a los emboscados y no pudieron prenderles.
Su declaración fue ratificada por el otro alcalde de Mancha Real Francisco Ximénez Carretero, de cincuenta y siete años de edad, quien había sido herido por Juan López de Mendoza el 21 de agosto de 1662, cuando una noche desde la plaza oyeron detrás de la Iglesia de la villa un disparo de alcabuz. Varios testigos habían visto antes tras la iglesia sentarse en una piedra que había en la bocacalle del callejón que daba vista a la plaza a cuatro hombres muy embozados, dos con capas largas y atado el pelo, y otros dos con calzones blancos y sus capas. Para coger a los culpables, cada uno de los dos alcaldes, junto con dos acompañantes, tomaron las entradas de la calle que hay detrás de la iglesia. El grupo de Francisco Ximénez Carretero encontró a don Juan López de Mendoza, a Diego Mendo, criado suyo, y a Diego Clemente, que aunque forastero estaba en dicha villa. El alcalde gritó “pidiendo favor al Rey y le aiso de el braço yzquierdo y lado de la espada y entonzes el dicho don Juan de mendoça le tiro una puñalada con un cuchillo que saco con la mano derecha y le dio una herida en la cara caveza en la sien izquierda y al mismo tienpo le dio dos puñaladas en el braço derecho el dicho diego mendo y con la sangre de las heridas perdio el tino”. Al poco llegó el grupo del otro alcalde, pero los demás huyeron sin poderlos alcanzar. Dijo que no le contó a nadie quien le había producido las heridas por el miedo que tenía a la posible venganza, “por tener como tiene el dicho don Juan de mendoça por honbre de poco temor de dios y de su magestad y de sus ministros y resuelto a cometer qualquier delito”.
6. Resultado de la sentencia por la muerte del Corregidor y sus guardas.
Por las investigaciones realizadas por el juez comisionado don Alonso Sarmiento se consideraron culpables directos de la emboscada en la que mataron al corregidor Antonio de las Infantas y a los guardas Antonio Galisteo y Agustín de Herrera, e hirieron al guarda Juan Calderón a don Juan López de Mendoza, vecino de Jaén; los vecinos de Pegalajar Pedro de Valenzuela, Antonio Vacas Valenzuela, Pedro Vacas Catena, Pedro del Rio, Juan de Morales, Diego Mendo y Diego de Contreras; y Teodoro de Tovar y Felipe de Bretones, vecinos del reino de Valencia y residentes en Pegalajar. A nueve de los implicados se les condenó a la horca y a degüello a Juan López de Mendoza, cuando los capturaran. Además de la pérdida de todos sus bienes.
Las sentencias de la época iban acompañadas de un ritual para escarmiento. Una vez que se apresaran debían ser llevados a la cárcel real de la ciudad de Jaén, de donde se sacarían en mula, cubiertos de luto y en voz de pregonero delante se vocearía su delito a través de las calles acostumbradas hasta la plaza pública de Jaén, donde estaba el cadalso. Una vez ejecutados, sus cabezas serían cortadas y colgadas en un palo de una escarpia en la parte baja del Portichuelo del Cajigal, donde se dio muerte al corregidor Antonio de las Infantas y Córdoba. Además a los reos se les incautaban todos sus bienes.
Hubo muchos más implicados en los sucesos de rebelión, que desencadenaron el asesinato del corregidor, los cuales recibieron en la sentencia penas diversas: quince de ellos fueron condenados a nueve años de pena en galeras;[23] dos al presidio de Orán o al Peñón en África entre cuatro y seis años;[24] y cuatro más a destierro mayor de veinte leguas de contorno durante cuatro años.[25] Los que hacían un total de treinta y un implicados. El temor a las duras penas provocó la huida de muchos de los condenados. Algunos de los cuales formaron una partida armada dirigida por Pedro de Valenzuela. [26]
7. La partida de Pedro de Valenzuela.
Pedro de Valenzuela, vecino de Pegalajar, casado y con hijos, estuvo involucrado en el movimiento vecinal de rechazo a las exacciones tributarias de la Corona y sus representantes, y posteriormente en el asesinato en emboscada del corregidor de Jaén y dos de sus guardas. Tuvo que huir con el resto de los implicados para no ser objeto de un escarmiento ejemplar por parte de la justicia real. Formó una partida de bandoleros, cuyo ámbito de actuación tenía como centro la Sierra de Mágina y se ampliaba a las comarcas de las sierras de Cazorla, Segura y La Sagra. Desde 1662 a 1675 la partida se mantuvo numerosa y activa. No se entiende un período tan largo de actividad bandolera sin un apoyo de parte de la población, pues esta partida era un símbolo de rebelión popular ante las fuertes exacciones tributarias de una corona en crisis, que recaían especialmente sobre las clases trabajadoras.
La Chancillería de Granada estaba preocupada por esta actividad bandolera que afectaba "a la quietud y comercio público", culpaba a "los ministros.. rexidores y personas poderosas" de no ayudar a la justicia y proteger a los facinerosos.[27] La situación bandolera en el reino de Jaén llegó a preocupar al Consejo de Castilla que en 1672 envia directamente un comisionado que ejecutase y administrase justicia en nombre del rey tomando la jurisdicción civil y criminal de las villas de Mancha Real, Pegalajar, Campillo, Cambil y Cazalilla.[28]
En Julio de 1674 la partida de Pedro de Valenzuela se encontraba en Pegalajar. De ello tuvo noticia el Corregidor de Jaén Diego Jiménez Lobatón y envió a prenderlos un grupo numeroso de guardas de la ronda de salinas capitaneado por su alguacil mayor Diego Pretel. La partida de Pedro de Valenzuela tuvo el día 25 de julio con ellos un fuerte enfrentamiento, en cuya refriega hubo heridos y muertos de alcabuzazos en ambas partes. Tras la derrota de sus hombres, el Corregidor de Jaén se vio en la necesidad de partir hacia Pegalajar acompañado de Diego López Terrente, su alcalde mayor, y numerosa gente, además de los guardas de millones. Mientras tanto, ordenó al teniente de corregidor Diego de Viedma que reuniese a los caballeros veinticuatro del cabildo municipal, jurados, caballeros particulares y demás nobleza que acudiesen a reunirse con él a la villa de Mancha Real para combatir a Pedro de Valenzuela en la villa de Pegalajar[29]. Fue otro intento vano de captura. La Hacienda Real llevaba gastados más de 60.000 ducados en la infructuosa persecución de la partida.
Al año siguiente, 1675, trece años después de “echarse al monte” y ser perseguido por la justicia real, Pedro de Valenzuela probablemente estaba enfermo, pues moriría de causa natural al poco tiempo. Quizás fuera ello lo que le movió a aprovechar la visita que hizo el cardenal Pascual de Aragón[30] este año como primado de la archidiócesis de Toledo por tierras del Adelantamiento de Cazorla, dependiente de dicha archidiócesis, para pedirle amparo.[31] Esta visita fue un gran acontecimiento para los habitantes de la zona. La fama del Cardenal, con grandes influencias en la Corte, llevó a Pedro de Valenzuela y sus hombres a pedirle protección y ponerse bajo el amparo de la jurisdicción eclesiástica.
Cuando el Cardenal volvía a Cazorla por tierras de Granada en el mes de julio de 1675, al pasar por Puebla de don Fadrique le entregaron una carta escrita por Pedro de Valenzuela. El Cardenal le contestó mediante otra misiva mandándole cuarenta doblones y el recado de que acudiera a verle. Se encontraron entre los Baños de Zújar y Pozo Alcón. El Cardenal bajó de su litera para recibirles y Pedro de Valenzuela y sus doce hombres bajaron de sus caballos y se acercaron descubiertos a besarle la mano. El Cardenal les pidió que les acompañara a Pozo Alcón para hablar despacio en esta población. Tras cuatro horas de conversación, el Cardenal se comprometió a pedir el perdón a cambio de que se entregaran bajo la protección eclesiástica. Aceptaron el compromiso y luego pasaron a Cazorla acompañando el final de la comitiva. Allí Pedro de Valenzuela se hospedó en la casa del capellán del Cardenal el licenciado Juan Baca, y el resto de la partida en el castillo para protección de una posible venganza.
El Cardenal escribió al Conde de Villaumbrosa, Presidente del Consejo de Castilla, a don Carlos de Villamayor, Presidente de la Real Chancillería de Granada y a don Luis del Hoyo y Alvarado[32], también de la Chancillería, que estaba en Baeza practicando diligencias contra los bandoleros. Mientras llegaba el indulto fueron ubicados en el monasterio de Basilios de Santa Cruz de Villanueva del Arzobispo. Allí, Pedro de Valenzuela confesó ser autor de más de setenta muertes, sin contar los otros muchos de su gente. Al poco de estar allí enfermó gravemente y murió antes que llegara el indulto. El Cardenal mandó que se le enterrara con la mayor solemnidad, celebrando en su memoria muchas misas, funeral y públicas honras. Pedro de Valenzuela dejó mujer e hijos en Pegalajar, en la mayor pobreza, a la que el Cardenal escribió alentándola. Finalmente llegó el indulto a cambio de que Pedro de Valenzuela, ya muerto, sirviera ocho años como soldado en la plaza de Orán y los demás sin tiempo fijo en la guerra de Cataluña. El Cardenal les ayudó para el viaje de Cataluña, “y pasando algunos de ellos por Toledo, se hospedaron en palacio y siguió favoreciéndolos en el resto de su vida”.[33]
La vida de estos hombres es la expresión de un bandolerismo endémico consecuencia de la injusticia social que secularmente ha estado presente en el mundo rural andaluz y que tendrá su más famosa representación en el bandolerismo del siglo XIX, extendida por el movimiento romántico de la época. El mito de rebelde invicto de Pedro de Valenzuela esconde un mundo trágico de enfrentamientos y muertes, de vida ardua en las sierras, penas y sacrificios…; junto con la pérdida de todo aquello que poseía, incluida la vida familiar, que también sufrió sus consecuencias. Tuvieron que pasar trece años de lucha y sufrimientos para rendir a aquella partida de hombres libres, a los que el Cardenal Aragón, conocedor de sus vidas, no pudo menos que estimar y proteger.
[1] En el Archivo Histórico Nacional se conserva los autos referentes a la muerte violenta del Corregidor de Jaén Antonio de las Infantas (Consejos, legajos 25803 y 25804. Sumaria relación hecha por Alonso Sarmiento sobre la averiguación de los culpados en la muerte de Antonio de las Infantas y Córdoba, caballero de la orden de Santiago, corregidor que fue de la ciudad de Jaén, 1862-1863).
[2] López Cordero, Juan Antonio: "Los cabildos municipales de las villas de La Mancha y Pegalajar en la segunda mitad del siglo XVI. Las luchas por su control". Mágina, nº 6. Centro Asociado de la UNED de la provincia de Jaén. Jaén, 1999, p. 59-72.
[3] Archivo Municipal de Jaén. Libros de actas, 3-octubre, 14 noviembre y 5-diciembre-1601.
[4] Lorenzo López de Mendoza y Valenzuela, padre de Juan López de Mendoza, fue caballero de la Orden de Calatrava y señor de Torrejón. Poseía el oficio de caballero veinticuatro de la ciudad de Jaén, cargo que heredó de su tío y suegro Juan de Berrio y Mendoza, y el de alguacil mayor de Villargordo, que había comprado. Murió joven y fue sepultado en el altar mayor de la Iglesia Parroquial de san Ildefonso, donde estaban enterrados sus padres y abuelos. Estuvo casado con doña Juana María de Berrio y Bravo. Cuando testó, el 26 de septiembre de 1637, tenía tres hijos: Luis, el mayor, Juan y Maria de Mendoza; y su mujer estaba preñada de dos meses. De sus relaciones amorosas con una mujer soltera tuvo un hijo que reconoció antes de morir, llamado Rodrigo de Mendoza. Todos sus hijos era menores cuando testó. el mayor, Luis, tenía sólo ocho años. La madre debió morir al poco tiempo, pues los hijos tuvieron como guardador a Juan Romero.
[5] El alcaide y dueño de la cárcel, don Alonso de Arquellada y Guzmán, vecino y veinticuatro de la ciudad de Jaén, había arrendado la misma a Diego de Torres Cuenca y Catalina de Alarcón, su mujer, vecinos de Jaén, para el aprovechamiento, uso y ejercicio de teniente de alcaide de la cárcel, al que se le entregaron las llaves de las puertas, aposentos y calabozos, así como a los hombres y mujeres en ella presos.
[6] El título de caballero veinticuatro le fue otorgado a Luis López de Mendoza por el Rey el 20 de agosto de 1347.
[7] A.M.J. Libro de actas, 27-febrero-1663, fol. 11v.
[8] Fuente: Testamento de Lorenzo López de Mendoza (A.H.N. Consejos. L. 25804); y Salazar y Castro, Luis de. Historia Genealógica de la Casa de Lara, vol. 3, Madrid, 19697, p. 290.
[9] Archivo Parroquial de Pegalajar, Libro de Bautismos, 14-julio-1630.
[10] Fuente: Libros de Desposorios del Archivo Municipal de Pegalajar (A. M.P).
[11] La otra parte fue adjudicada a Pedro del Río y sus herederos.
[12] Sebastián de Valenzuela Calderón casó con Ana de las Vacas en 1653, enviudó y casó en segundas nupcias con Juan Delgado en 1657 (A.M.P. Libro de Desposorios 23-3-1653 y 16-12-1657). Sebastián de Valenzuela huyó tras el asesinato del Corregidor Antonio de las Infantas, no sabemos si se incorporó a la cuadrilla bandolera de su hermano. Fue condenado en ausencia a ocho años de galeras.
[13] Juan de Valenzuela fue condenado a destierro por cuatro años, pasados los cuales casó en Pegalajar con María Cobo en 1668 (A.M.P. Libro de Desposorios 1-6-1668).
[14] Archivo Municipal de Jaén, Libro de Actas, 5-enero-1652.
[15] Tapia Garrido, José Ángel. Historia de Almería y su provincia: Los almerienses del siglo XVII. Cajal, Almería, 1991, p. 55.
[16] Fray José Láinez (1590-1667) fue el vigesimoprimero de los prelados del Obispado Guadix-Baza después de la restauración, del hábito de la Orden de San Agustín. Felipe IV le honró con el título de su Predicador en el año 1635 y en el año de 1642 le presentó para el Obispado de Solsona, al que no se incorporó por la guerra de Cataluña. En el año de 1652 tomó posesión del obispado de Guadix-Baza. En defensa de su jurisdicción tuvo algunos pleitos sobre todo con el vicario de Cazorla, (dependiente del Arzobispado de Toledo) metropolitano de Baza. El Prelado de Guadix absolvía a los descomulgados por el metropolitano de Baza, y viceversa. Murió el día 14 de octubre de 1667.
[17] Magaña Visbal, Luis. Baza histórica. Diputación Provincial. Granada, 1996, p.315-316.
[18] Hidalguía. La revista de genealogía, nobleza y armas. Septiembre-octubre de 2008. Ediciones Hidalguía. Madrid, p. 650.
[19] Cárceles de Gea, Beatriz. Fraude y desobediencia fiscal en la corona de Castilla (1621-100). Junta de Castilla y León. Valladolid, 2000, p.117.
[20] El Puerto de Letraña es actualmente conocido como de las Siete Pilillas y por él pasa en la actualidad la carretera que comunica las poblaciones de Mancha Real y Pegalajar. Antes de conocer la documentación de la "Sumaria información hecha por Alonso de Sarmiento" (AHN, Consejos 25803 y 25804) nos inclinábamos a ubicar el Portichuelo del Cajigal en uno de estos senderos, antes de llegar al Puerto de Letraña.
[21] Vestidura hecha de piel.
[22] La comunicación de la Meseta con Andalucía, antes de abrir en paso de Despeñaperros en el siglo XVIII, se realizaba por la Venta de los Santos, desde donde los viajeros tomaban el camino carretero que bajaba el Guadalimar, llegaban a Úbeda y Baeza y desde allí, por Mancha Real, cruzaban el puerto hacia el término de Pegalajar y, sin entrar en esta villa, seguían a tierras granadinas por el valle del Gudalbullón.
[23] "por la culpa de dichos autos Resulta contra los dichos Juan Barriga Sevastian ortiz y a su conpañero Salbador el machero Bartolome Cano luis lozano Juan ybañez Diego clemente, alonsso el coxo tomebollo tomas Romero Sevastian de Valenzuela Nicolas martinez luis de morales y francisco de campos esclavo les debo de condenar y condeno a que de qualquiera parte donde sean hallados se traygan asimismo con la guardia y custodia nezesaria a la carzel publica de esta ciudad y de ella sean llevados a las galeras a donde sirvan al rremo y ...de por tiempo de ocho años continuos cada uno y asi mismo condeno a cada uno en cinquenta mill maravedis" (Archivo Municipal de Jaén (A.M.J. Libro de actas, 27-febrero-1663, fol. 11v.)
[24] "y por la culpa que de dichos autos Resulta contra don Alonso y Don Sevastian de cavanillas les devo de condenar y condeno a que de cualquiera parte donde sean hallados se traygan a la carzel Publica de esta çiudad de donde sean llevados a su costa a servir a su magestad en los presidios de oran o el peñon en africa dicho Don Alonso de Cavanillas por tienpo de seis años y dicho Don sebastian de cavanillas por tiempo de quatro años y mas les condeno a cada uno en cien mill maravedis y a todos los condenados a galeras y presidio quando se rremitan a dicho servicio se enbie testimonio de esta mi carta para que alla conste por el tiempo que an sido condenados" (A.M.J. Libro de actas, 27-febrero-1663, fol. 11v.).
[25] "y por la culpa que de dichos autos Resulta contra los dichos Juan de Balenzuela hermano de Pedro y Sevastian de Valençuela Jaime Bretones y francisco garrido alias cachete y diego Ruiz de ofiçio herrero les devo de condenar y condeno a que de la parte donde sean hallados se traygan a la carzel Real de esta ciudad donde se les de testimonio de esta mi sentenzia y salgan desterrados de esta ciudad y de los lugares donde son veçinos y veinte leguas en contorno por tiempo de quatro años y no los quebranten pena de cunplirlos doblados en presidio de africa y mas les condeno a cada uno en treinta mil maravedis" (A.M.J. Libro de actas, 27-febrero-1663, fol. 11v. y 12 r.).
[26] A.M.J. Libro de actas, 27-febrero-1663.
[27] A.M.J. Libro de actas, 27-junio-1667.
[28] A.H.N. Consejos, Leg. 7182/10 (consulta 29 abril 1672); Kamen, H. La España de Carlos II. Barcelona, 1981, p. 317-318.
[29] A.M.J. Libro de actas, 25-julio-1654.
[30] El Cardenal Pascual de Aragón (1626-1677) fue un personaje principal en su época. Entre otros cargos, fue sucesivamente canónigo y dignidad del Cabildo de Toledo, capellán mayor de la capilla real de Reyes Nuevos en la catedral toledana, catedrático de Universidad de Santa Catalina de Toledo, promotor fiscal del Santo Oficio y más tarde Inquisidor General, cardenal en 1660, regente de Cataluña en el Consejo de Aragón, virrey de Nápoles, miembro de la Junta de Gobierno que gestionó la minoridad de Carlos II, etc.
[31] El Cardenal Aragón, molesto con la Reina regente y el favorito Valenzuela por el tratamiento que le hacía a su dignidad de Cardenal en el cambio de la ubicación de su coche en el palacio real, abandonó la Corte a finales de 1675 manifestando su malestar a la Reina y fue a Toledo. Desde allí declinó a la asistencia a actos oficiales en palacio en base a su precaria salud (“debilidad de estómago, catarros y retención de orina”).
El 17 de abril de 1675, tras la Pascua Florida, el Cardenal emprendió un viaje a la sierra de Alcaraz, sin importarle pasar por dificultosos caminos, que no admitían litera, debiendo apearse del caballo en algunos tramos, “llenándose de lodo”, visitando recónditos lugares y administrando los sacramentos a gentes que nunca habían visto un prelado. Tras confirmar en Villarrobledo, el 20 de abril, continuó por Barrax, Balazote, Lezuza, Munera, el Bonillo, Ballestero y Robledo. El día 30 de abril llegó a Alcaraz, donde estuvo tres días y continuó visitando los pueblos de Vianos, Villapalacios, Viveros, Cilleruelo, Masegoso, Solanilla, Paterna del Madera, Bogarra, Ayna, Cotillas, Bienservida y Ríopar. Estos últimos limítrofes a la Sierra de Segura y en el pasado vinculados al reino de Jaén.
Entró el Cardenal en el Adelantamiento y de Cazorla y por difíciles y largos caminos llegó a la ciudad el día 20 de mayo, administró sacramentos, visitó iglesias, conventos e hizo varias salidas por los pueblos del Adelantamiento. Su llegada fue todo un acontecimiento. Hacia Cazorla se dirigieron multitud de clérigos de las diócesis de Granada, Guadix y Jaén, con los que en la iglesia de la Merced celebró órdenes.
En Cazorla administró justicia, combinando severidad –condenas a horca de delincuentes-, con benevolencia, como el perdón que consiguió para el caballero don Antonio de Godoy, que huido de la justicia actuaba de bandolero. También repartió trigo y pendras a los necesitados, enseres a conventos e iglesias, y dotes a doncellas.
Partió a visitar otros pueblos del Adelantamiento. El 23 de junio estaba en Peal de Becerro, el 29 en Toya, el 30 en Quesada, y el día 3 de julio tuvo un gran recibimiento con miles de personas en el Santuario de Nuestra Señora de Tíscar, de gran devoción en las comarcas circundantes. Partió hacia Pozo Alcón y el día 6 de julio entró en la ciudad de Huéscar , donde encontró muchos amancebamientos, en un lugar donde no había estado un prelado desde su conquista a los musulmanes. Puso orden en la ciudad, donde estuvo hasta el 19 que se dirigió hacia la Puebla de don Fadrique. En este lugar, ya cuando regresaba hacia Cazorla, le entregaron una nota de Pedro de Valenzuela, pidiéndole amablemente algún dinero, para él y sus trece hombres de su cuadrilla de bandoleros. El Cardenal le envió cuarenta doblones y el recado de que se acudiera a hablar con él.
[32] Luis del Hoyo y Alvarado era en 1675 corregidor de Úbeda (Torres Navarrete, Ginés de la Jara. Historia de Úbeda en sus documentos, T. VII. Úbeda: Asociación Cultural Ubetense Alfredo Cazaban, p. 205).
[33] ESTÉNAGA Y ECHEVARRÍA, Frey Narciso. El cardenal Aragón (1626-1677). Estudio Histórico, vol. 2, París, 1930, p. 23-36.
Sobre Pedro de Valenzuela ver también: ORTEGA, I. “El Hermano Pascual”. Anuario del Adelantamiento de Cazorla, 1957, núm. 6, p. 17-18; LÓPEZ PÉREZ, Manuel. “El bandolerismo en la provincia de Jaén. Aproximación para su estudio”. Boletín del Instituto de Estudios Gienenses, núm. 121, p. 35; CORONAS TEJADA, Luis. Jaén, siglo XVII. Instituto de Estudios Giennenses, Jaén, 1994, p. 423-424; y TORRES JIMÉNEZ, Juan Carlos. El bandolerismo en el Reino de Jaén. Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de la Ruta del Tempranillo. Lucena, 2006, p. 90-97.