TRADICIONES POPULARES EN LA SEMANA SANTA DE PEGALAJAR

Juan Antonio López Cordero

(Publicado en Alto Guadalquivir: Especial Semana Santa Giennense 2000. Jaén, 2000, p. 76.)

Las tradiciones populares, que han constituido en cada población una seña de identidad del grupo humano perpetuándose en el tiempo, hoy están amenazadas por la nueva cultura uniforme que nos imponen los tiempos en qué vivimos o bien ya han desaparecido. Tal es el caso de estas tradiciones en Pegalajar, donde en el pasado estuvieron marcadas por un calendario festivo que regía la vida del hombre: por San Juan tenían lugar las elecciones al cabildo municipal, en la Virgen de Agosto se pagaban las deudas, por San Miguel cumplían los contratos de arrendamientos, etc. Los santos eran abogados de las más diversas plagas y enfermedades y, como tales, tenían sus fiestas y rituales; también el trabajo y la gastronomía se adaptaban a las festividades religiosas; incluso el matrimonio se veía influido por este calendario al prohibir contraerlo en algunas épocas del año, entre ellas la Semana Santa.

            La festividad de Semana Santa era uno de los actos festivos más populares del año. Comenzaba con el Domingo de Ramos y la procesión de las Palmas, a la que acudían los vecinos estrenando algún tipo de prenda de vestir. Esta procesión tenía cierto carácter pseudopolítico, en cuanto participaban destacadamente los miembros del cabildo municipal y funcionarios del Ayuntamiento, que tras la misa de la mañana encabezaban la procesión portando palmas, cuyo recorrido era muy corto, pues salían por la puerta principal de la Iglesia de la Santa Cruz y, rodeando su longa, entraban por la puerta del Sol, abierta para tal ocasión. Posteriormente, las palmas, tras darle formas ornamentales a sus hojas, se colocaban en los balcones de las casas de los portadores y allí permanecían como elemento decorativo y mágico durante gran parte del año, tradición que hoy pervive en parte.

            Los siguientes días de Semana Santa se caracterizaban  por  las ceremonias religiosas, culminadas por las procesiones de imágenes durante el Jueves, Viernes y Sábado santos. Durante estos días se realizaban algunas actividades, ya en desuso, como la de Velar al Señor, consistente en acudir a la Iglesia en la tarde del Jueves y allí permanecer hasta la procesión del Viernes de madrugada. Esta procesión es la más popular de Semana Santa en la localidad, más aún por la devoción que tiene el pueblo a la imagen de Nuestro Padre Jesús que actualmente se procesiona, la cual fue adquirida tras la Guerra Civil y posteriormente relegada en la Sacristía hasta 1992, cuando fue restaurada por Antonio García Merlo y procesionada de nuevo. En esta primera procesión, al pasar por a la altura de desecada Fuente de la Reja, acercaron la imagen en rogativa a la fuente. Para muchos vecinos la imprecación produjo el milagro, pues al poco brotó el agua en el manantial, aunque a los pocos meses volvió a desecarse. Esta imagen es una bella talla, cuyo rostro muestra  una expresión patética que expresa el sufrimiento del momento; imagen muy lograda que algunos identifican con la escuela de Martínez Montañés.

            En estos días, en la gastronomía se combinaba el ayuno con platos típicos, como era la Cazolilla del Viernes Santo, cuyos ingredientes básicos son la torta de tomate, cebolla picada, pimentón dulce, cominos, bacalao, aceite y agua; comidas típicas de la cuaresma eran también las espinacas guisadas o fritas y los papajotes.

            Otros hechos característicos consistían en darse palmadas en el rostro durante la misa del Jueves, cuando el Señor estaba "en trance", en actitud de despertarlo, a modo de hecho mágico simpatético; o bien el estruendo que provocaban los golpes en los bancos por parte de los asistentes a la misa de la noche del Sábado, emulando la resurrección de Jesucristo.

            La mañana del Sábado de Gloria el estruendo alcanzaba el máximo nivel. A las diez de la mañana, la carraca, utilizada el Jueves y Viernes santos, dejaba paso a las campanas que tocaban a gloria, señal para que las gentes del pueblo se movilizaran. Mientras los niños arrastraban hileras de latas provocando estruendoso ruido, los hombres y mujeres salían a las puertas y tocaban repetidamente los llamadores o golpeaban con el puño. A continuación, mientras seguía el toque de las campanas, recogían de las calles —por entonces no pavimentadas—, todas las chinas que podían, con el fin de utilizarlas posteriormente para "espantar" las tormentas, tirándolas al aire ante el primer rayo o trueno. El sentido mágico estaba muy presente este día, en el que también se acudía a la Iglesia a proveerse de agua bendita para asperjar todos los rincones de las casas, lo mismo que el sacerdote hacía en los todos los rincones de la Iglesia; acciones éstas purificadoras que utilizan elementos como el agua y las chinas (piedra) de antiquísima relación con el mundo espiritual del hombre.

            La Semana Santa finalizaba con una fiesta campestre en el Domingo de Resurrección, tradición que hoy continúa. Es el día en que se "gasta la merendilla" y se comen los hornazos (tortas de pan con un huevo cocido en el centro), una antigua tradición que ya recoge la Crónica del Condestable Iranzo en el siglo XV. En Pegalajar, esta fiesta continúa el lunes y martes siguientes, de la misma manera que ocurre en otras zonas de Castilla, como en la comarca de Talavera de Reina, que coinciden con las fiestas a Nuestra Señora del Prado, donde se realizan ceremonias de antiquísimo origen, en las que el pan bendecido es consumido como parte de la fiesta, como también lo es el hornazo en Pegalajar.

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