EL VALLE DEL RÍO GUADALBULLÓN EN LA BAJA EDAD MEDIA. UNA FRONTERA ENTRE CASTILLA Y GRANADA

Juan Antonio López Cordero

 

(Publicado en Jaenseñanza, nº 9 (1996). Delegación Provincial de la Consejería de Educación y Ciencia. Jaén, 1996, pp. 19-30.

 

 

INTRODUCCIÓN

 

            El Valle del río Guadalbullón históricamente ha sido una importante vía de comunicación entre el Alto Guadalquivir y la zona intrabética. Su importancia como vía de paso desde la antigüedad queda reflejada en el descubrimiento de cuatro miliarios en La Cerradura en 1975. Esta vía fue construida por Augusto entre los años 8 al 7 a.n.e. y los cuatro miliarios corresponden a las cuatro sucesivas reformas y mejoras realizadas por Adriano (136), Máximo Daza (305), Constantino (307-317) y Crispo (317-326)[1]    Estos miliarios fueron descubiertos por Enrique Escobedo Molinos..

            Como vía de paso, el valle del Guadalbullón periódicamente estuvo sometido a la inseguridad de un entorno montañoso, cuyas avenidas de agua dañaban el camino y, al mismo tiempo, la sierra servía de cobijo a cuadrillas bandidos, e incluso a importantes rebeliones.

            Por esta zona, ya en el año 765 existen las primeras referencias a esta inseguridad, donde Ibn al‑Atir sitúa la revuelta de Abd Allah b. Jarasa Asadi, que se levantó contra Abd‑al Rahman I en el distrito de Wadi Abd Allah, que se identifica con "Río de la Guardia", o Guadalbullón[2].

            En el siglo siguiente, el entorno del Guadalbullón vuelve a ser una zona rebelde, formando parte del amplio movimiento insurreccional de Ibn Hafsun. El rebelde muladí más famoso de esta zona era Ubayd Allah b. al Saliya, sus dominios tenían asiento en la zona conocida en las fuentes árabes como Sumuntán, que parece la arabización de la voz latina "sub montanis" (lo que está al pie de los montes). Por esta razón y por el itinerario seguido por el ejército omeya en la "Campaña de Muntilun", cabe situar a Sumuntán en la región montañosa de Sierra Mágina o a sus pies.

            Ibn Hafsun, en 897 llega a apoderarse de Jaén capital, pero unos años más tarde, en 904, tuvo lugar una batalla cerca del río Guadalbullón, en la que Ibn Hafsun fue derrotado con grandes pérdidas[3].

            La situación estratégica de esta zona llevó a reforzar su vigilancia. Existía una red de torreones que controlaban dicho paso, situados a una distancia media de unos cuatro kilómetros en dirección Norte-Sur. En la zona de nuestro estudio, estos se extendían desde el castillo de Arenas hasta Torre Bermeja, ya en la campiña de Jaén. El situado más al Sur estaba ubicado en el término de Carchelejo, el siguiente era el conocido como Torre de la Estrella, situado en la cresta de la Sierra de los Bodegones, entre Cárchel y Pegalajar; el tercero era la Torre de la Cabeza, y el cuarto, la atalaya de la Pedregosa, se encontraba en la cresta de la Serrezuela de Pegalajar. Los de la Pedregosa y Torre de la Estrella se encuentran hoy completamente destruidos, junto a ellos aparece numerosa cerámica medieval. El de la Torre de la Cabeza se conserva aún con la estructura de la época, una torre circular.

            La utilización de estos torreones seguramente fue diversa. Una de sus funciones pudo ser la de "telégrafo óptico" (a través de humo, banderas, antorchas...)[4], pretendiendo la defensa y control del valle del Guadalbullón.

            La zona del valle era muy fértil. Un extenso núcleo de huertas se situaba a los pies de Pegalajar, La Guardia y el Wadi Abd Allah, o  Guadalbullón, río a cuyo paso por el término de La Guardia regaba algunos majuelos, y del que Al‑Muqaddasi dice que se extendía por una llanura de extensos cultivos y abundantes cursos de agua[5], lo que implicaba un cultivo de del olivar y, aprovechando las corrientes de agua la instalación de molinos harineros.

 

 

LA FORMACIÓN DE LA FRONTERA EN EL VALLE DEL GUADALBULLÓN

 

            La conquista de los castillos que rodeaban el alto valle del Guadalbullón está unida a las operaciones de la conquista de la ciudad de Jaén, con el fin de cortar sus comunicaciones con Granada. Así, en 1244, Fernando III conquista Pegalajar, Bexix, Cárchel y Carchelejo, La Guardia y Cazalla. Jaén terminó por entregarse en 1246. Alfonso X avanzó la línea de frontera más al Sur al conquistar el castillo de Arenas. Esta situación no se mantendrá, puesto que en los últimos años del siglo XIII, la crisis entre Sancho IV y su padre, Alfonso X, y la llegada de los benimerines haría variar esta frontera, pasando el castillo de Arenas a poder de los granadinos en 1282, consolidándose la posición avanzada de Cambil, Alhabar y Begid, que en estas fechas aparece también en poder musulmán[6].

            La frontera queda así establecida en el alto valle del Guadalbullón hasta finales del siglo XV, aunque en el futuro habrá pequeñas y periódicas variaciones, hasta que finales del siglo XV tenga lugar con la conquista del reino musulmán de Granada.

            Una de estas pequeñas variaciones periódicas de la frontera se produce en 1315, cuando el infante don Pedro conquistó los castillos de Cambil y Alhabar y posiblemente también el de Begid, situado a 5 km. de Cambil, abriéndose para los cristianos un nuevo camino hacia Granada a través de Montejícar, esquivando la puerta de Arenas. La guerra civil castellana entre Pedro I y Enrique de Trastámara y las alianzas consecuentes hicieron que se perdieran las conquistas realizadas por el infante don Pedro en el río Guadalbullón, tomando Mohamed V los castillos de Cambil y Begid por el año 1368, devolviendo la frontera del Guadalbullón a la línea de finales del siglo XIII.

            Otra variación temporal de dicha frontera tuvo lugar en 1433, tomándose a los musulmanes los castillos de Arenas y Begid, conquistas reconocidas por Mohamed IX en las treguas de 1439. Estas fortalezas no duraron mucho en poder de los cristianos, pues unos años después, en 1447-1448, los musulmanes aprovecharon la debilidad castellana para reconquistarlas de nuevo[7].

 

 

LA ESTABILIZACIÓN DE LA FRONTERA. EL PAISAJE

 

            El impulso conquistador de Fernando III, que tiene como fruto el valle del Guadalquivir, se verá detenido por las cordilleras béticas. Este proceso conquistador afectará especialmente al paisaje y poblamiento del valle del Guadalbullón. Las devastaciones serán una tónica general a partir de entonces. Así, en el primer cerco cristiano de Jaén en 1225, por parte de Fernando III, los cristianos "les quemaron las parvas" y establecieron el cerco con dos campamentos: el del Rey fue establecido en "el Fonsario cerca de la villa" y el de los concejos en el lado opuesto, junto al camino de Granada. Tras levantar el cerco, el Rey devastó los campos de Jaén desde el Guadalbullón hasta las tierras de "Susaña"[8].

            En 1242 continuó la guerra contra los moros de Jaén, con nuevas destrucciones de plantaciones y otros cultivos:

 

     "y fue grande la tala que los nuestros hicieron en sus campos, y el aprieto en que pusieron a los de la misma ciudad de Jaén con el daño que se les hizo en sus heredamientos, puentes, torres y molinos, que todo los destruyeron los cristianos"[9].

 

            Los años siguientes suponen una continuación de la guerra y destrucción de cultivos. En 1244 y 1245 Fernando III puso más ahínco en la conquista de Jaén, para ello "cortó et taió vinnas et huertas et panes et lo que falló, que non dexó y cosa enfiesta"[10].

            La Baja Edad Media supone en la comarca de Jaén una acentuación de la inseguridad reinante en el campo. A partir de 1246, la comarca se sitúa como frontera del vecino reino nazarí de Granada. Salvo cortos períodos de paz, las refriegas serán una constante en la vida de sus gentes durante más de dos siglos, lo que no era un aliciente para su repoblación y, menos aún, para el establecimiento de una población dispersa en el campo que se encargase de roturar las tierras más alejadas de los núcleos de población.

            Este vacío demográfico se incrementa con la expulsión de los mudéjares por Alfonso X en 1264, consecuencia de una revuelta anterior; y toda una serie de luchas internas y guerras que se sucederán posteriormente, con todas las secuelas de destrucción y muerte.

            Tras la conquista de Jaén, en 1246, su establecimiento durante el resto de la Edad Media como zona de frontera  va a condicionar también el desarrollo natural del espacio agrícola. Las referencias a su asolamiento por empresas militares vuelven a ser una constante. Tales son las incursiones de los benimerines en 1275 y los conflictos entre Alfonso X y su hijo Sancho, que provocan la alianza del primero con los musulmanes y el saqueo de las tierras de Jaén, "quemando y estragando cuanto hallaban".

            Las divisiones existentes en el bando cristiano continuaron durante la minoría de edad de Fernando IV -finales del siglo XIII-, dando lugar a que los moros granadinos entrasen asolando hasta incluso el arrabal de Jaén[11]. Décadas más tarde, en 1368, la guerra civil castellana entre Pedro I y Enrique de Trastámara volvería a ser motivo de nuevas destrucciones. Esta vez los moros granadinos, aliados de Pedro I, entraron en la misma ciudad de Jaén, refugiándose los que pudieron en el Castillo, "dexando la Ciudad destruida, y assolada"[12]. Y en 1407, otra nueva razzia del rey de Granada supuso un duro quebranto para la ciudad de Jaén, al ser otra vez "quemados los Arrabales, Huertas y Viñas de la Ciudad"[13].

            La estrechura del valle del Guadalbullón en su zona alta, estratégicamente era el mejor sitio para entablar batalla y detener una razzia. Por ello, cuando las atalayas cristianas daban aviso con ahumadas de entrada de un ejército musulmán, rápidamente se tocaba a rebato, guareciéndose personas y ganados entre los muros de las fortalezas; mientras que la gente armada solía salir a hacerles frente. Así lo hizo el obispo Gonzalo de Estúñiga en 1425, saliéndoles al encuentro en la angostura de la sierra, donde un ejército pequeño podía hacer frente a otro mayor. Fue derrotado junto a La Guardia y hecho prisionero[14].

            En 1465, como consecuencia de la guerra civil castellana entre Enrique IV y el infante Alfonso, el Maestre Pedro de Girón cercó Jaén, talando y quemando los "panes", siendo además los dos años siguientes de menguada cosecha, por lo que escaseaba el pan, de tal forma "que en toda la tierra valía una fanega de trigo á enrrique y otra de cebada á ciento y cincuenta mrs."[15].

            Estos son sólo los conflictos más importantes que tuvieron una mayor repercusión sobre los cultivos de la zona. Otros muchos, menos virulentos y más localizados, se sucedieron a lo largo del período, como el de 1470, cuando tuvo lugar una incursión nazarí en la frontera, saliéndole al encuentro el Condestable, cuya crónica dice así:

 

            "Y luego el miércoles, que fueron cinco de diciembre, en saliendo el sol, ficieron ahumadas en el atalaya de la Pedregosa, y ovo rebato. diciendo que setecientos o ochocientos rocines moros avían entrado por el angostura de la Guardia. Y llegaron los corredores de aquella parte del río de Guadaandalla (Guadalbullón), fasta cerca de Torre Bermeja; que no osaron abaxar más.

            ... vieron que todas las huertas de Pegalajar estavan llenas de moros, y que tenían entrado el arraval, y lo quemavan (...),[16].

 

            Sin duda, las tierras de plantación fueron las que más sufrieron estos avatares, ya que requerían varios años para su regeneración, de ahí que se buscase su refugio junto a los núcleos de población, aunque muchas veces, como hemos visto, no sirva de nada.

            Existían amplias zonas incultas que, como más arriba hemos mencionado, eran en parte consecuencia de la situación de frontera y del déficit demográfico. No cabe duda que muchas zonas de cultivo debieron ser abandonadas tras la expulsión de la población mudéjar. Estas zonas incultas sirvieron de complemento importante para la economía campesina por su abundante caza, mayor y menor, recogida de frutos silvestres (bellota, endrino, enebro,...), de esparto, leña y madera para la construcción; además de soporte para la ganadería[17].

            A ambos lados del alto Guadalbullón se extendía la zona de sierra, que hacía de frontera con el reino de Granada. En este tramo inicial del Prebético, el bosque estaba compuesto principalmente de encinas, quejigos y pinos, ocupando las zonas superiores de los relieves; mientras que los valles, roturados desde tiempos anteriores, presentaban también una vegetación de ribera, compuesta de fresnos, álamos y sauces.

            En la cumbres más elevadas se hallaban bosques cerrados por el sotobosque, compuesto éste de lentiscos, madroños y jaras, que lo hacían aún más impenetrable. Estas especies de sotobosque junto con otras, como carrascales y retamales, componían formaciones arbustivas ocasionadas por degradación del bosque mediterráneo primitivo. En la franja intermedia las formaciones arbóreas y arbustivas se intercalaban con zonas de pastos, lugar en el que también proliferaban los encinares, cuya utilización reglamentó el Concejo de Jaén por medio de ordenanzas. Y, finalmente, estaba la banda de formaciones herbáceas, base del aprovechamiento ganadero. También utilizaban algunas especies de ganados los frutos de los árboles, como la bellota y el ramoneo[18].

 

            Existen referencias expresas a la vegetación de esta zona en diversas crónicas en relación con hechos de armas. Como la "espesura del monte" que aparece en la crónica del Condestable[19]. También Martín de Ximena nos habla de las "espesuras de la Cañada del Puerto, que sale a la Torre de la Cabeza", en término de Pegalajar, espesuras que fueron incendiadas en septiembre de 1485, en los preparativos a la conquista de Cambil; aprovechando el "pasto seco, y Monte baxo, y el aire más recio, en un pensamiento llegó quemando hasta el Río, y trance derecho hasta el Cerro del Mercadillo", con lo que quedó el paso arrasado y descubierto, huyendo los moros[20].

            La zona de monte, aparte de la clara función ganadera, estaba destinada a fuente de recolección de diversos frutos y de leña. Algunos arbustos eran especialmente útiles en esta época, como la jara, arbusto de la familia de las cristáceas, muy corriente en las montañas; fue utilizada como proyectil de las ballestas en la Edad Media, tomando el dardo el nombre del arbusto de que se obtenía. Algunas veces, entre la jara había matas pardas que llamaban coscoja, especie de encina achaparrada (familia ilex) con hojas pardas de contorno espinoso. Las varas de lanzas para la montería las hacían de un madero llamado "sazminbre", calificadas como buenas, recias y livianas. También utilizaban para este fin varas de pino o fresno[21].

            Los montes cercanos a los núcleos urbanos estaban desnudos de vegetación arbórea, destrucción que habría sido causada no sólo por la tala indiscriminada para combustible y construcción, sino también por su utilidad táctica en esta zona conflictiva, donde los asaltos y las celadas eran frecuentes. Por ejemplo, la Serrezuela de Pegalajar, próxima al núcleo urbano, presentaba una visión desnuda de vegetación, sierra calificada de "agra"[22].

            Así pues, normalmente las masas arbóreas estaban situadas lejos de los núcleos poblados, en las despobladas sierras que servían de frontera con el reino de Granada. De ahí que la labor de obtención de leña o carbón conllevara cierto peligro, como nos relata la crónica del Condestable:

 

      "Al tiempo de la otoñada, quando la gente se abastecía de leña, los moros solían fazer algaras en los leñadores é bestias, é muchos de ellos matando y otros llevando cautivos, (...)"[23]

 

            Existía una política proteccionista hacia el monte, ya recogida por Alfonso X el Sabio en las Siete Partidas, en las que advierte que los árboles, parras y viñas deben ser bien guardados de aquellos que los cortan y destruyen[24], llegándose a castigar a aquellos que lo hacen con la pena de muerte. También Pedro I y otros reyes dictan disposiciones semejantes para proteger la riqueza forestal, ocupándose los Fueros de forma expresa de esta materia. Alfonso XI, en el siglo XIV, recoge en el Libro de la Montería una clara descripción de los montes de España, su riqueza arbórea y de caza, como es el caso de la zona de nuestro estudio[25].

            Este libro de la Montería describe los cazaderos de osos en torno al Guadalbullón, en una época en que la frontera cristiana se había extendido temporalmente más al Sur con la conquista de de Cambil, Alhabar y Arenas. Estos cazaderos eran los siguientes:

           

            "La Ladera de la sierra del Campanario, que es de yuso de la Torre del Estrella, e la Foz de Quadras es todo vn monte, e es bueno de Osso en inuierno, e son las bozerías, la vna desde la Cañada del Robredo fasta la Torre del Estrella, fasta el camino del Aluerquiella el camino ayuso fasta el Collado del Aluerquiella, e que este renueuo de canes en el Lomo de la Carraca. E es el armada en el Collado del Aluerquiella.

.....

      En derredor de Cambil ay estos Montes.

            El Monte de Majatercia es bueno de Osso e de Puerco en inuierno, e son las bozerías, la vna desdel Lomo en cima de Lopera catante a Huelma, fasta el Lanchal en cima de Collar, e la otra desdel Barranco del Galado, fasta la Angostura de Gallia. E son las armadas, la vna en la Senda de Sabastián, e la otra contra la sierra de Siontin.

            El Monte de Villanueua es buen monte de Osso e de Puerco en inuierno, e es la bozería desde la Senda Ytiellos, fasta la Boca del Almahanaca. E son las armadas, la vna en el Villar de Lopera, e la otra a los Barrancos de Frontín.

            El Monte de Bercho es bueno de Osso e de Puerco en inuierno, e son las bozerías, la vna desde la Senda Datariant fasta la Texeda, e la otra fasta la Senda del Palo, e la otra desde la Atalaya del Palo fasta las Cordilleras del Bercho. E es el armada en Vazia Talegas"[26].

 

            Aunque no hace referencia al paisaje, es de suponer por la población de osos y jabalíes existente la presencia en esta sierra de una rica fauna y vegetación, en la que el bosque ocuparía una extensión importante. Esta zona, aún continuaba siendo cazadero de osos en esta segunda mitad del siglo XV[27].

            Las cacerías formaban parte ineludible de la vida de la nobleza jiennense en tiempos de paz. La presión demográfica continuará en las décadas siguientes hasta bien entrado el siglo XVI, lo que será crucial para el retroceso de algunas especies faunísticas y la desaparición de otras, como el oso.

            Otro animal, el lobo ha sido siempre el gran enemigo del hombre en el medio rural, sobre todo en una sociedad que, como la jiennense, tenía una amplia base ganadera. Más que ningún otro animal fue perseguido, pero su extinción era muy difícil teniendo en cuenta el amplio territorio de actuación. Los concejos organizaban campañas de exterminio, con recompensas por la muerte de lobos o camadas. Como otros animales, formaba parte de la vida lúdica jiennense, incluyéndose en los actos festivos. Así observamos que en 1468, con motivo del nacimiento del hijo del Condestable "inventaron y buscaron placeres (...) y fizo poner en una azémila un lobo, que á la hora le habían traído, é así fueron todos con muchos sabuesos é canes é bozinas y gritas (...)"[28].

            Otra especie de fauna mayor estaba constituida por los cérvidos, que debieron suponer una de las más importantes bases alimenticias del lobo en este período. También de ellos hallamos referencias, aunque sea sólo como argucias en acciones militares, como la de 1462 junto el Castillo de Arenas, cuando estando treinta hombres del Condestable emboscados para hacerse con una puerta de este castillo "tomaron una cierva que levaron de la dicha ciudad de Jaén, y quebráronle el brazo y echaronla á vista de los moros do la pudiesen ver (...)"[29].

            Las ordenanzas municipales, como las disposiciones reales, también intentaban proteger al monte frente a un expolio indiscriminado, sobre todo cuando la población aumenta, así como sus necesidades, en la segunda mitad del siglo XV. Estas ordenanzas prohíben la entrada de ganados de fuera en las dehesas, y que las gentes de fuera "ni corten ni lleven lenna" sin mandato de Jaén. También los arrendadores habían de velar porque los vecinos de Baeza y Úbeda no se llevasen de estas tierras otros productos como "alcachofas o cardos arrecifes". Otras disposiciones, como las de 1452 y 1509, prohibían cortar "mata parda o verde", así como "enzina por el pie", y los que lo hicieren fuesen llevados a la cárcel para ser castigados y penados conforme las ordenanzas[30].

            En esta época, el hombre jiennense es aún débil ante la naturaleza. En cierta forma, siente miedo de su entorno. Su debilidad demográfica y las circunstancias específicas de la época debieron situarlo en una posición sino de defensa, sí de neutralidad frente al medio. Existe una gran extensión de tierra de nadie entre el reino de Granada y la comarca de Jaén, donde se levanta la sierra y se ubican las masas vegetales más densas. Es lógico que un vacío demográfico cubra este lugar, que sólo es llenado por recolectores de leña y pastores cuando las treguas lo permiten. Aún así el peligro siempre es patente.

            Esto debió crear entorno al monte un halo mítico. Allí puede estar acechando el moro o el bandido. Es también la tierra del lobo y del oso, además de un paisaje distinto donde aún perduran masas forestales vírgenes.

 

EL COMERCIO EN EL GUADALBULLÓN

 

            A través del valle del Guadalbullón, cuando las treguas lo permitían, se realizaba la mayor parte del comercio entre Jaén y Granada. Incluso en la misma frontera se realizaban mercadillos en determinados períodos, cuya ubicación pervive aún en la toponimia desde época medieval[31].

            Eran dos caminos, situados a ambos lados del Guadalbullón los habituales en el comercio[32]. Uno, situado a la izquierda del curso del río, era el de la cañada del Puerto, conocido también como puerto de la Torre de la Estrella por ubicarse allí una antigua torre de vigilancia, por el que, junto al puerto de Cambil, transitaban los "almayales" y mercaderes en su comercio entre los reinos de Castilla y Granada. En el siglo XV, este puerto había venido a menos en cuanto al tránsito comercial y había dejado de utilizarse como lugar de recaudación de aranceles. Anteriormente se situaban los arrendadores de este impuesto "en la enzina que es fondón del puerto de la Torre de la Estrella". Por el contrario, el puerto de Cambil ‑que identificamos con el actual del Carretón, situado como el anterior en el término de Pegalajar‑, era el usado por los mercaderes, recaudándose los derechos en el Cuchillejo[33], lugar que lindaba al allozar de Abenamar, lo que nos indica también la existencia de allozares en los montes de Sierra Mágina, confirmado además por el comercio de almendras entre Cambil y Pegalajar[34]. Este antiguo camino de Cambil, con abundante vegetación arbórea, fue probablemente utilizado como vía de paso militar más común en la Edad Media. Con bastante probabilidad, fue el utilizado y ampliado para paso de la artillería ‑de hecho, aún hoy día se puede apreciar en algunos tramos la labor de ensanche realizada para el paso de los carros‑ en la conquista de Cambil por los Reyes Católicos y del que nos informa el cronista Hernández del Pulgar:

 

       ...seis mil hombres que enviaron el Rey y la Reina con picos y otras herramientas derribaron toda una sierra e la allanaron hasta igualarla con el valle bajo. Y en otras partes hicieron valles de grandes piedras que derribaron de lo alto e de grandes alcornoques e otros árboles que cortaron. E ansí andando estos peones doce días por los lugares más fragosos, cortando e sacando piedras e derribando árboles pudieron allanar un camino por do los carros de artillería pudieron pasar[35].

 

            Las poblaciones de la frontera tenían determinados privilegios reales, proporcionados por la Corona para fomentar su repoblación. Es el caso de la población de Pegalajar, a la que Enrique II otorgó un privilegio de franquicias que recoge Tomás Quesada de un texto de 1428 y dice así:

 

            "El conçejo e vesinos de Pegalhajar tienen del rey por merçed que sean francos e quitos que no paguen derecho alguno de todas las cosas que ellos lleuaren o truxieren o conpraren para mantenimiento e basteçimiento del dicho lugar Pegalajar segund que lo son los de Alcala la Real e de las otras villas e castillos fronteros, otrosí que no paguen todos los vesinos e moradores del dicho lugar Pegalajar ni  alguno dellos ningund derecho ni alcauala ni almoxarifadgo ni otra cosa alguna de todas las cosas que ellos e cada vno de ellos lleuaren o truxieren e conpraren e vendieren para su mantenimiento, basteçimiento del dicho llugar, ca su merçed del dicho señor rey es que sean francos e quitos de todo ello que lo son los de la dicha villa de Alcala la Real e de las otras villas e castillos fronteros de moros e segund que se contiene en vn aluala del señor rey don Enrrique, que Dios aya, visahuelo del dicho señor rey por donde les fiso la dicha merçed segund mas largamente se contiene en el libro del saluado del año XX VIIIº" (38).

 

            En Pegalajar, por ser el lugar del valle del Guadalbullón más próximo a la frontera, se recaudaba los impuestos sobre el comercio con el reino de Granada, que consistían en el llamado "diezmo y medio diezmo de lo morisco". Su reglamentación la recogen las ordenanzas municipales de mediados del siglo XV de la siguiente forma:

 

            Otrosí, en razón del dicho medio diezmo de lo morisco, ha de aver el arrendador desta renta el medio diezmo de todas las cosas que los moros traxeren a vender al dicho lugar de Pegalajar. E otrosí que se dé lo que de allí llevaren los moros comprado, las quales cosas son estas: assí del azeyte, como de miel o greda o pescado o sardinas o lino o almendras o açucar o alfenique, o otras mercadurías que allí truxeren, como destas dichas cosas si las llevaren, e del ganado que de allí llevaren, assí bueyes como vacas, ovejas o cabras, como de todas las otras cosas que allí llevaren, que sean tenudos los que se lo vendieren de lo hazer saber al arrendador desta renta, estando en el dicho Castillo, o a quien él pusiere para lo recaudar, porque recaben de los moros lo sobredicho antes que de allí se vayan; e si se lo no hizieren saber, que se lo pague el vendedor que se lo assí no hiziere saber con el doblo.

            Otrosí, assí mismo ha de aver el dicho medio diezmo a las dichas cosas e de cada una dellas que los christianos vezinos del dicho castillo o otros qualesquier que de allí llevaren a tierra de moros, y de los que allí truxeren a vender a tierra de moros, e se lo pague el tercero día, e que lo haga saber, so pena del doblo.

            Otrosí, si alguno o algunos azeytes o otra mercaduría allí compraren para dar a los moros, o lo llevare el christiano que lo comprare a tierra de moros, que pague assí mismo el dicho medio diezmo, según dicho es.

            Otrosí, si algún vezino de allí o de Torres o de otro lugar comprare y llevare azeyte o otra mercduría diziendo que es para tierra de christianos, o lo él embiare a tierra de moros o para lo dar a los moros en el camino o en otro lugar, e le fuere probado que ello es assí, que sea tenudo de pagar al arrendador desta renta el dicho derecho del dicho medio diezmo, pues que lo compró e llevó para dar a los moros e no para tierra de christianos"[36].

 

            Estos puertos secos, como el de Pegalajar en la frontera del Guadalbullón, fueron cosa normal en los lugares más avanzados de la frontera.

            La desaparición del reino de Granada cambió totalmente la faz de la zona. La economía y el modo de vida de la población se transformó. La repoblación efectuada en el siglo XVI, tanto en el los lugares habitados como en los de nueva ubicación (La Mancha, Campillo de Arenas, Carchelejo, Cárchel), supondrá un cambio drástico del paisaje. Desaparecerán importantes masas arbóreas, así como zonas de pastos en beneficio de los cultivos. Todo ello llevará a nuevas relaciones socioeconómicas entre los distintos pueblos de la zona, que concluirá con la independencia jurídica de Jaén de aquellas poblaciones lindantes al Guadalbullón, como Pegalajar, Cambil y Campillo de Arenas[37], que en el pasado formaron parte de su alfoz.

 


[1]Sillieres, Pierre: "Miliarios en La Cerradura". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 90.

[2]Aguirre Sádaba, J. y Jiménez Mata. M.C. Introducción al Jaén islámico (Estudio Geográfico‑Histórico). Jaén, 1979, pp. 130-131.

[3]Aguirre Sádaba, J. y Jiménez Mata. M.C. Introducción... pp. 158-159.

[4]Archivo Municipal de Pegalajar (A.M.P.) L. 44. Nomenclátor, 1859.

[5]Aguirre Sádaba... Introducción..., p. 130. Envía a Javierre Mur, A. "El Priorato de San Benito de Jaén, de la Orden de Calatrava". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (1956), nº 8.

[6]El Señorío de don Día Sánchez de Funes sobre Cárchel y Cazalla desapareció a finales del siglo XIII. Su proximidad al castillo nazarí de Arenas sería la causa del abandono como punto defensivo de frontera, pasando posteriormente a ser patrimonio del obispo y cabildo catedralicio de Jaén. Hasta la desaparición del Reino de Granada, tanto Cárchel como Cazalla debieron quedar totalmente despoblados, constituyéndose en tierras de pastos (Quesada Quesada, Tomás. La Serranía de Mágina en la Baja Edad Media. Una tierra fronteriza con el Reino Nazarí de Granada. Universidad de Granada, 1989, pp. 108‑109). De hecho, a mediados del siglo XV, la aduana entre los reinos de Castilla y Granada estaba situada en los límites del actual término municipal de Pegalajar (Porras Arboledas, Pedro. Ordenanzas de la muy noble, famosa y muy leal ciudad de Jaén, guarda y defendimiento de los reinos de Castilla. Universidad de Granada / Ayuntamiento de Jaén. Granada, 1993, pp. 201 y 279).

[7]Quesada Quesada, Tomás: La Serranía de Mágina en la Baja Edad Media (Una tierra fronteriza con el reino nazarí de Granada). Universidad de Granada. Granada, 1989, pp. 44-77.

[8]Argote de Molina, Gonzalo. Nobleza de Andalucía. Sevilla, 1588. Jaén, 1857. Jaén, 1991, pp. 63 y 131.

[9]Ximena Jurado, Martín de. Catálogo de los obispos de las Iglesias Catedrales de la diócesis de Jaén y Baeza y Anales Eclesiásticos della. Jaén, 1654. Granada, 1991, p. 141.

[10]Primera Crónica General. Estoria de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289, publicada por R. Menéndez Pidal. Madrid, 1906, p. 745. Y Argote de Molina, G. Nobleza..., pp. 149 y 152.

[11]Argote de Molina, G. Nobleza de Andalucía, pp. 305 y 345.

[12]Ximena Jurado, Martín de. Catálogo de los obispos..., p. 344.

[13]Ximena Jurado, Martín de. Catálogo de los obispos..., p. 376. Y Argote de Molina, G. Nobleza..., p. 602.

[14]Ximena Jurado, Martín de: Catálogo... pp. 386-387.

[15]"Relación de los fechos del mui...", p. 394.

[16]"Relación de los fechos del mui...", pp. 455‑457.

[17]Quesada Quesada, Tomás. "La época bajomedieval..., p. 505.

[18]Argente del Castillo Ocaña, Carmen. La ganadería..., p. 47 y 375.

[19]"Relación de los fechos del mui...", pp. 151 y 461.

[20]Ximena Jurado, Martín de. Catálogo de los obispos..., p. 433.

[21]Tratado de la Montería del siglo XV, publicado y anotado por el duque de Almazán. Madrid, 1936. Edición facsímil. Alaba. Madrid, 1992, pp. 146 y 247.

[22]"Relación de los fechos del mui..., p. 359 y 466.

[23]"Relación de los fechos del mui..., p. 148.

[24]Alfonso X el Sabio. Las Partidas. Domino de Portonaris. Salamanca, 1576. Ley 28.

[25]Argote de Molina, Gonzalo. Libro de la Montería que mandó escribir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla y de León, último deste nombre. Acrecentado por.... Sevilla, 1582, pp. 83‑84.

[26]Argote de Molina, Gonzalo. Libro de la Montería ..., p. 84.

[27]Morillas Calatrava, L. Pueblos y tierras de España... Torres. Jaén, 1953, p. 11.

[28]"Relación de los fechos del mui..., p. 387.

[29]"Relación de los fechos del mui..., p. 102.

[30]Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas ..., pp. 272‑274.

[31]Este lugar, conocido como "el Mercadillo" está situado en plena sierra, muy próximo al río Guadalbullón, utilizado desde hace siglos como cantera.

[32]En el tránsito comercial de la frontera, la figura del "alfaqueque" es fundamental. La Crónica del Condestable nos habla de uno de ellos Alonso el Gordo, que desde Jaén intercambiaba moros y cristianos de una parte a otra de la frontera.

[33]El nombre de Cuchillejo aún continúa en la toponimia local de Pegalajar, designándose así al paraje situado a los pies del puerto Seslín o del Carretón.

[34]Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas de la muy famosa..., pp. 201 y 279.

[35]López Pérez, Manuel. "Camino". En Las cartas a don Rafael. Ayuntamiento de Jaén, 1992, p. 572.

[36] Porras Arboledas, Pedro. Ordenanzas..., pp. 279‑180.

[37]A lo largo del siglo XVI fueron emancipándose de la tutela de Jaén gran parte de ellos, debido principalmente a las necesidades monetarias de la corona. La Mancha obtuvo el título de villa en 1557, Cambil con Cárchel y Carchelejo se emancipó en 1558 ‑habían pertenecido a Jaén desde su conquista en 1485‑. Pegalajar y Campillo de Arenas lo fueron en 1559.

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