1. Camino de las Cruces. El camino de las Cruces estaba situado a las afueras de la antigua ciudad, hoy incluido dentro del casco urbano. La denominación como calle le viene dada por el Vía crucis a la ermita del Calvario. Era una de las estampas típicas de Semana Santa en Jaén, una tradición que trajeron a Europa las peregrinaciones a los Santos Lugares, como un acto de revivir los actos del Viernes Santo, cuando según la tradición cristiana Jesucristo recorrió los mil trescientos sesenta y un pasos desde la Casa de Pilatos hasta el patíbulo. Desde Italia, el Vía crucis se fue extendiendo al resto de la cristiandad, y se difundió aún más a partir de mediados del siglo XVIII, cuando Benedicto XIV confirmó las muchas gracias espirituales a esta devoción, que ya habían otorgado otros papas. Se hizo común la práctica de erigir el Vía crucis a las afueras de las poblaciones, en lugares de especial significado espiritual. En la ciudad de Jaén, la devoción vino de manos de los P.P. Capuchinos. Se buscó un lugar cercano, de amplia visión, como era el que fue llamado Calvario, desde donde Vanden Wyngaerde ya había dibujado la ciudad de Jaén en el siglo XVI. Allí la Orden Tercera Franciscana edificó una ermita para albergar un Crucificado de piedra. A lo largo del sendero que llevaba al Calvario se levantaron cruces, también de piedra, con cada una de las estaciones del Vía crucis, que tenían a sus pies unos escalones, también de piedra, que servían de bancos y humilladero para los paseantes y penitentes. Este Vía crucis público era realizado por la Orden Tercera Franciscana durante la Cuaresma y Semana Santa, partía desde el monasterio de Franciscanas, conocido como las Bernardas, encabezado por un Crucifijo, tras el que seguían las nutridas filas de fieles, cortejo que se detenía en cada estación y se decían las palabras que el protocolo mandaba hasta llegar a la ermita, donde estaba la última cruz. En este camino podemos destacar dos lugares: el cementerio viejo y la ermita del Calvario. |