4. El camino de Martos

 

            A la salida de la puerta de Martos, junto a la carretera de Córdoba, hubo desde el reinado de Alfonso X el Sabio una ermita dedicada a la Virgen, unida a la cual existe una leyenda que también data de la segunda mitad del siglo XIII. Según ésta, un labrador golpeó con su azada una campana sepultada bajo tierra; cuando la extrajo vio asombrado que en su interior contenía la imagen de una Virgen con una llamativa corona. Los labradores decidieron llamarla Nuestra Señora de la Coronada.

            En el lugar se edificó una ermita y anexa a ella una torre para protección de los hortelanos de las incursiones musulmanas. A la ermita se acercaban los vecinos de la ciudad pidiendo la intercesión de la Virgen por los familiares cautivos y a la imagen se le atribuían diversos milagros en la liberación de éstos. El patrimonio de la ermita era custodiado por la cofradía de los Ballesteros de la Coronada. En 1511, el obispo Alonso Suárez de la Fuente del Sauce cedió la ermita a los Carmelitas Calzados para que establecieran allí un convento bajo la advocación de esta Virgen, que fue trasladado al interior de la ciudad en 1621 junto con la imagen de la Coronada. De esta imagen dice Jimena Jurado en 1654:

 

“La imagen de Nuestra Señora -de la Coronada- es de las más antiguas que se conocen, y parece obra de el tiempo de los romanos y de la primera cristiandad, que tuvo en este obispado, y es de muy grande devoción, y una de las que los cristianos ocultaron en algunas de las persecuciones grandes que padecieron en tiempo de romanos, o en el de la pérdida de España por el rey don Rodrigo, último de los godos, o en alguna otra de las que los moros que la conquistaron levantaron contra los fieles de las Iglesias Mozárabes deste obispado.”

 

            Cuentan que tras el traslado del convento la imagen fue guardada en un arca y sustituida por otra. El canónigo magistral, doctor López, soñó que la Virgen le pedía que la sacaran del arca. No dio crédito al sueño y a los ocho días murió, por lo que el prior del convento decidió abrir el arca y encontró a la imagen dentro de ella en pie. El convento fue cerrado en 1936 con la exclaustración. La imagen pasó a propiedad particular y en 1876 fue donada a la parroquia de San Bartolomé, donde permaneció hasta que fue destruida en 1936.

            Del edifico de la ermita y del primitivo convento en el camino de Martos no han quedado restos. Se sabe que estuvo en el lugar donde se ubicó el edificio de La Granja a principios del siglo XX. Tras su demolición se dice que la portada fue vendida y hoy se encuentra en la iglesia de Santa María, en Linares.

            Próximo a la puerta de Martos se encontraba el antiguo convento de la Merced, que fue fundado en el siglo XIV en el lugar donde existía una antigua ermita dedicada a San Sebastián, también abogado de las epidemias de peste, como San Roque y San Nicasio. En 1580, el convento se trasladó al interior de la ciudad, mientras que el primitivo edificio recuperó la denominación de San Sebastián hasta que desapareció en los primeros años del siglo XX, transformado en un almacén de cerámica.

            Siguiendo la carretera de Córdoba nos encontramos a la izquierda con el Peñón de San Lázaro, cuya denominación proviene de la desaparecida ermita-hospital de San Lázaro, situada en sus proximidades. Era el hospital de San Lázaro una institución benéfica creada por la cofradía laical de este nombre. En él se acogían en el siglo XVI aquellos enfermos que padecían lepra y otras enfermedades contagiosas y repugnantes por su sintomatología.

            Los lugares antiguos, como la ermita de San Lázaro, excitaban la imaginación de los vecinos, que ubicaban en ellos o en sus proximidades tesoros escondidos. También frente a esta ermita, en 1565, existía la creencia de la presencia de un tesoro “a cabo de la junta de los dos caminos”, por lo que se formó un grupo de quince personas que ante notario registró el tesoro y acordaron su búsqueda y posterior reparto a partes iguales, más la parte correspondiente que habían de entregar al rey. Como suele ocurrir, el tesoro no apareció, al menos no tenemos constancia de tal hecho.

            En la década de 1960, en el paraje cercano al Peñón de San Lázaro se ubicó el colegio privado de enseñanza Alto Castillo.

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