San Gregorio.

Es una de las dos calles del denominado barrio de los Apóstoles, cuyas obras de construcción comenzaron en 1963 junto al Chaquetero. Su fin era la creación de viviendas para las clases más necesitadas de la población, pues en gran parte aún vivían en cuevas. La primavera anterior había sido muy lluviosa y muchas de las cuevas amenazaban derrumbarse con el peligro consiguiente para sus moradores, por lo que a las familias afectadas se les buscó albergues provisionales en lugares públicos y en casas de vecinos hasta que se construyesen con urgencia las nuevas viviendas a cargo de la Asociación Benéfica Constructora de Viviendas San Vicente dePaúl. Aprovechando tales construcciones, en 1964 se aprobó la edifiación de dos escuelas al comienzo del barrio, las cuales se abandonaron cuando construyeron el nuevo colegio.

Se eligió el nombre de San Gregorio para esta calle por la devoción que en Pegalajar existe hacia este santo, concretamente San Gregorio Nacianceno. Existe toda una tradición local que, como en otros lugares, se remonta varios siglos atrás entorno al terror que producían las periódicas plagas de langosta. Pero el verdadero santo relacionado con la langosta es San Gregorio Ostiense, que era monje benedictino y abad del monasterio de los Santos Cosme y Damián; el año 1034 fue nombrado cardenal y obispo de Ostia Tiberina por Benedicto IX, que le envió unos años después, en 1039, a Navarra y La Rioja para conjurar la terrible plaga de langosta que azotaba estos parajes. En este viaje conoció a Santo Domingo de la Calzada, el cual se hizo acompañante y discípulo suyo. San Gregorio predicó la penitencia en Calahorra, Logroño y otros lugares, haciendo rogativas públicas y ayunos. Poco a poco, la figura de intercesor ante la langosta de San Gregorio Ostiense se fue imponiendo en el mundo medieval, desplazando a otros santos como San Agustín o San Marcos. Murió el 9 de mayo de 1054, día en que se celebra su fiesta.

Las reliquias de San Gregorio Ostiense se conservan en la iglesia y basílica de su nombre, en el término de la villa de Sorlada, en el valle de Berrueza (Navarra). Su cabeza era considerada de gran utilidad para acabar con las plagas de langosta, pues a través de ella pasaba el agua que luego se utilizaba para regar los campos infectados de este insecto.

Las primeras referencias que en Pegalajar obtenemos de San Gregorio datan de 1670, año en que una fuerte plaga de langosta se extendió por las comarcas de Jaén, realizando las poblaciones afectadas votos y rogativas a San Gregorio Nacianceno. Este mismo texto nos habla del origen inmemorial de esta celebración, aunque probablemente no llegue más allá del siglo XVI. Surge aquí una polémica entorno al nombre, ya que Nacianceno y Ostiense son dos santos diferentes.

El primero de ellos, San Gregorio Nacianceno fue padre de la Iglesia de Oriente, uno de los tres capadocios. Nació el año 330 en Arianzo, villa próxima de Nacianzo, al Sudeste de Capadocia (Asia Menor) y murió en el 390 en Nacianzo. Fue educado en Cesarea de Capadocia, Cesarea de Palestina, Alejandría y Atenas, ciudad ésta donde fue condiscípulo de San Basilio. Al terminar sus estudios vivió como ermitaño en Ponto, más tarde abandonaría la vida ascética y en el 361 fue ordenado sacerdote. Once años más tarde fue obispo de Sásima. En el año 381 llegó a asumir el nombramiento de Patriarca, favorecido por el emperador Teodosio I. Tras una amarga controversia abandonó su cargo y volvió a su hogar, cercano a Nacianzo, donde se dedicó a la contemplación y la escritura. Fue autor de muchos poemas, cartas y más de 45 oraciones, constituyendo una importante defensa del punto de vista atanasiano sobre la Trinidad, en contra del arrianismo. Finalmente fue declarado Doctor de la iglesia por San Pío V en 1568. Tradicionalmente su fiesta se celebraba el 9 de mayo, el mismo día que la del Ostiense. Hoy su fiesta se celebra el 2 de enero.

El hecho de que se celebrase su fiesta el nueve de mayo, día del Ostiense, y la vinculación que este último tiene con la langosta, inducen a pensar que la relación del Nacianceno con la langosta fue una confusión de la época. En los siglos posteriores este error se subsana en algunos lugares, como la ciudad de Jaén, donde las rogativas pasan a dedicarse a San Gregorio Ostiense. No así en Pegalajar, donde el Nacianceno continuará haciendo de gran intercesor frente a la langosta.

La Edad Moderna, tan plagada de langosta, supuso un afianciamiento de la figura de San Gregorio en todas las regiones. Ya en el siglo XVI sus reliquias recorrieron muchas regiones, entre ellas las tierras de Jaén, viaje que volvió a repetirse en 1756, momento que aprovechaban los pueblos para abastecerse de agua milagrosa con qué regar los campos infectados. La escasa documentación que se conserva en los archivos Municipal y Parroquial de Pegalajar en esta época nos deja una importante laguna que debió estar llena de rogativas públicas a San Gregorio.

Es en las décadas centrales del siglo XIX, coincidiendo con la conservación de diversa documentación, cuando encontramos de nuevo algunas noticias que nos confirman la continuación del culto a San Gregorio en Pegalajar, especialmente en relación con las plagas de langosta de la época. Así observamos que el 9 de abril de 1842 se reunieron en la Iglesia Parroquial, el Cabildo, Ayuntamiento y vecinos del pueblo para renovar el voto a San Gregorio Nacianceno realizado en 1670. Esta renovación del voto se aprobó el día 28 de abril de 1847 por el Deán de la Catedral y Gobernador del Obispado, Doctor Juan José de la Madrid.

Esta última fecha coincide con el desarrollo de una importante plaga de langosta que desde finales de la década de 1830 estaba azotando los pueblos de la provincia. No sólo con rogativas públicas se luchó contra la plaga. En los libros de actas municipales se recogen medidas materiales de lucha contra el insecto y la adopción de repartimientos vecinales para la provisión de fondos ante la falta de otros medios. Pero la realidad es que los medidas materiales, como roturación de los terrenos infectados en el otoño e invierno, la introducción de diverso tipo de ganado en las zonas infectadas para que devorasen la langosta en su etapa de mosquito, la utilización de zurriagos, buitrones, pisones, garapitas en las etapas de mosca y saltón, etc., además de costosas, poco podían hacer para su exterminio.

Las periódicas reaparicines de la langosta, como en 1863, servían para que la devoción a San Gregorio no se apagara. Sería a partir de finales del siglo XIX, con la utilización de sustancias químicas como insecticidas contra la langosta, cuando se comience lentamente a ser vencida la plaga. Así nos encontramos que en 1901, además de las medidas tradicionales, se emplearon los riegos de gasolina sobre las manchas de este insecto como medida de extinción. Los insecticidas fueron mejorándose a través de los años y la langosta dejó de ser un peligro para los cultivos de la comarca.

Sin embargo, la honda huella que en la devoción popular había dejado San Gregorio Nacianceno a través de los siglos nunca llegó a borrarse. En esta década pasada de 1980, la figura de San Gregorio ha vuelto a emerger con gran fuerza. Se ha fundado una cofradía y su fiesta cada día adquiere más solemnidad, como la expresión de un pueblo que se aferra a sus profundas raíces en busca de una identidad que en el aspecto religioso tiene como figuras claves a la Virgen de las Nieves y a San Gregorio Nacianceno.