CLAUSTRO POÉTICO, NÚM. 14.
ASOCIACIÓN CULTURAL CLAUSTRO POÉTICO - REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS - CAJA RURAL DE JAÉN. JAÉN, 2003
REDACCIÓN |
Director: Juan Carlos
García-Ojeda Lombardo |
Subdirector: Javier Cano |
Cronista: Juan Antonio López
Cordero |
Secretario: Pedro Luis
Mínguez Durán |
Tesorero: Miguel Moreno Jara |
COLABORADORES EN ESTE NÚMERO |
Miguel Moreno
Jara (I – II – III) |
O B E R T U R A.
PARA QUÉ SIRVE ESTA REVISTA.
El hombre no es barro; es palabra.
(J. Ortega y Gasset).
En nuestra sociedad actual hay dos clases de revistas: unas tratan, tan sólo, de airear las frivolidades humanas preexistentes en el cuerpo social; otras, en cambio, ambicionan a operar sobre este cuerpo social e inyectarle unas ideas que se consideran más enriquecedoras.
Las revistas citadas en primer lugar tienen su origen en la llana justificación, en aportar noticias, para saciar el hambre de curiosidad morbosa de algunos. Las del segundo término, en cambio, únicamente se justifican cuando las ideas que pretenden inyectar en el cuerpo social van a beneficiar a éste de modo absolutamente efectivo.
En España, la manta -el presupuesto- de la cultura resulta corta, y hay que tomar el pulso a las extremidades del cuerpo para conocer cuáles necesitan una más merecida atención. Y el que nos congreguemos -Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén, Caja Rural de Jaén, colaboradores y lectores- a gestar entre todos un nuevo número de Claustro Poético, significa que de esta operación literaria ha resultado una convicción: la necesidad de mantener viva y fluida esta revista para que la reflexión, la comunicación y el diálogo no se aparten de su misión esencial: posibilitar en definitiva la convivencia, suscitando enjambres de intereses nobles, para que en cada corola del jardín de Dios se pose una abeja.
Si la convivencia no arranca del diálogo, su existencia es imposible, y se secará como una planta desprovista de tierra vegetal; si por el contrario logramos una mutua y fluida comunicación, se enriquecerá el humus primario.
Hay quienes creen que el diálogo es transigir. No, la primera virtud del dialogante no está en transigir, sino en algo más perogrullesco: en posibilitar el diálogo mismo suscitando "temas de conversación", es decir, suscitando intereses, amores, aficiones.
La diferencia esencial entre el tipo de convivencia de los beduinos y el de los pueblos occidentales no está, como pudiera creerse, en que aquél se basa sobre la intransigencia, y éste sobre la tolerancia; está en que al beduino le interesan poquísimas cosas y al occidental demasiadas.
El diálogo únicamente puede mantenerse cuando cada dialogante es hombre de amores múltiples. Mal sirve a Dios quien sólo le ama, abstractamente, a Él, sin verle rodeado de sus obras.
Por mucho que se tornee y abrillante un vaso, no nos saciará la sed si no le echamos agua.
En la actualidad estamos inmersos en una crisis de civilización, y pese a los fuertes embates que zarandean a nuestra sociedad actual, junto a graves alternativas económicas de fondo, que curiosamente vienen a coincidir con el final del pasado siglo y el advenimiento del tercer milenio, los pesimistas sostienen que asistimos al estertor histórico de una civilización; por el contrario, los optimistas mantenemos que somos protagonistas de las convulsiones y de los dolores que caracterizan el advenimiento de un tiempo histórico, signado por la revolución tecnológica.
Necesitamos mucho esfuerzo, grandes dosis de imaginación y de humanismo para navegar bajo la tempestad del cambio y llegar a buen puerto, una vez que encalme esta suerte peculiar.
Sinceramente creo que los lectores de Claustro Poético encontrarán en el espejo de sus páginas el elixir que nos despierte en un estadio más digno, que contribuya al descanso espiritual que tanto necesitamos, como recompensa a la profunda soledad de cada día, y para ello, entiendo, qué mejor que una lectura paladeada despacio y bien.
Con la entrega de este nuevo número, aspiramos a evocar el delicioso poema de Rabindranth Tagore:
"Siempre queda fragancia en la mano del amigo que te da una rosa".
Claustro Poético, en su segunda época, aspira a converger en el debate cultural con la finalidad de aportar al mismo propuestas de diálogo, con la esperanza de poder contribuir a un proyecto de cultura nueva; si lo logramos, podríamos pensar que no ha sido un empeño inútil.
Así, pues, todos tenemos la palabra.
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TU CÁNTARO LLEGÓ EL PRIMERO.
Si estoy feliz, alondra soy que vuela;
espacio abierto, amor, es lo que quiero
porque al amanecer yo siempre espero
tu torrente de amor que se revela.
Te vi cuando llegaste a la plazuela;
tu cántaro, mi amor, llegó el primero;
mi corazón, sin más, brotó ligero
rompiendo espejos dulces de canela.
Te quise y tanto te adoré, mi amor,
que cambié de tu río su caudal.
Tú me abriste compuertas sin temor
para llegarte rauda a mí -tu mar-,
sabiendo que era bueno el vendaval,
reservando su fruto a la pleamar.
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TERCER CUMPLEAÑOS.
A mi nieto Cristóbal.
Yermo en un tierno manto de colores
donde un manantial rompe con la vida,
un niño que en tres años hoy anida
anacaradas ansias en albores.
Espera su arco iris en rumores
como haz de un sol brilloso y en huida,
anunciando en sus trinos la venida
de lindas avecillas tricolores.
Rompe la roca y surge vigorosa
luciendo bellos chorros de frescura
que fluyen sus encantos con candor.
Hoy te mira la luna generosa
queriendo mantenerse noche oscura,
mostrando aura de niño en su esplendor.
José Alvarado Zapata.
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IRÁS caminando, teje en
rueca de hierro y oro, para
esperar del tiempo y
nunca decir ya. Siempre
es época de hilar.
Y...
CUANDO tu dulce mirada,
ágil, alegre y triste,
roba del día el destello
oculto, que tú descubres
librándolo de la atadura,
inclino mi nebuloso mundo.
Navego y me fundo en tu bullir de jilguero
acariciando con mis ojos esa balada de vida.
Gimo ahora
imaginando dónde está.
¿Moriste
en ese tiempo
no visto, jilguero?
En busca de qué
zozobra la alegría.
Ya...
JUNTAS ese calor de tu alma,
a mi latir del día cansado,
impregnas mi soledad de paz
mutando mi valle de preguntas
en ventana de largo paisaje.
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LAS VISIONES DE PENÉLOPE.
-Di, ¿quién fuiste?
¿Acaso Eneo o la voz apelicanada
de Narciso?
Aquí, donde el alma se fortifica
observando, viendo, contemplando,
transfigurándose y penetrando a través,
¿qué haremos ahora más cerca de los dioses?
De donde dicen parten los bienaventurados:
la nieve, la esmeralda y el fuego.
¿En qué piensas?
¿Eres oídos sordos,
plática efímera en este retazo de viñedo?
Venid, por aquí se pasa a este túnel
con escaleras mecánicas
que nos llevarán a tiempos más favorables
ausentes de manipulación.
Este tránsito como en una locomotora,
un viaje gratuito
por entre bojes cual pólipos
y verdosas salamandras,
tan eléctricos como pegados entre sí.
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PALABRAS PARA UN JOVEN POETA.
No mires cuando cantes.
No vuelvas la cabeza ni a contemplar si escuchan
tu rostro se detenga.
Jamás te hiera el filo
de triste indiferencia
con que el otro recibe
tu libertad, tu apuesta.
No escribas nunca un verso
pensando en otra meta
que tú mismo. Compite
con tu honor. Persevera.
Nunca envidies el éxito
que los demás celebran.
Es penosa la envidia.
La envidia lanza piedras
sólo contra ti mismo.
Tú aguarda con paciencia.
Levanta con orgullo
tu verso y tu bandera
pues morirás, si callas.
Jamás el ser poeta
dependió de los otros.
Sea esa tu soberbia,
tu grito y tu venganza,
tu rotunda certeza.
(Del libro "Poética elemental").
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CUANDO ESTÉS.
Recorreré la línea de tu boca,
acuñaré tus sueños con mi pelo,
derramaré, guardado, tanto anhelo,
toda vida en tu piel me será poca.
Devoraré en tus labios los mil besos,
pasaré de puntillas por tus dedos,
te pintaré de azul destellos nuevos,
escribiré en mi piel todos tus gestos.
Me beberé tus húmedos rincones
y morderé callada tu silencio,
enredaré tu amor con mi lamento,
bucearé desnuda en tus pasiones.
Te agitaré tu boca requerida
de dulce miel; feliz, formaré un verso
que regaré con lágrimas guardadas
y el gozo del sudor de nuestro encuentro.
Y abonaré con besos siderales
de místicos delirios de tormento,
y segaré con las plumas de pasión
que me arañan tu amor que ya presiento.
Y dormiré, después de haber trenzado
yo a tu boca, tú a mi besos;
mi jardín de primavera brotará
cuándo estés, aquí, junto a mi lecho.
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GUITARRA.
Se escapan de los dedos los suspiros
que brotan agolpados de las yemas,
tornados, como rosas en gemidos,
con lágrimas del rojo de tus venas.
Galopan delirantes los sonidos,
después de haber amado cada cuerda,
gozosos de pasión, antes cautivos,
en busca de su pronta primavera.
Desármate garganta entre latidos,
que el alma de la música te envuelva
y mécete en los lirios desvalidos,
nacidos de tu vientre de madera.
Aráñame los sueños que he perdido
y cántame en silencio las mil penas,
invádeme la piel de verso herido,
permíteme morirme mientras suenas.
Conjuga tus jadeos con mi olvido
y rasga entre tus cuerdas mi condena,
devórame el preludio, ya vivido,
y déjate tocar alegre, tierna.
Susúrrame tus notas al oído,
sacúdeme el delirio con tu quena,
acúname, guitarra, en tu gemido
y no te vayas nunca de mi vera.
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TRES SONETOS A JAÉN.
I.- LA CATEDRAL.
Y el oro fue cegando mi mirada
al contemplar tu nítida hermosura
de piedra vertical, y tu locura
de ganar el paraíso iluminada
por los rayos del sol. Y aurificada
ser custodia gigante y arboladura
de un navío de recta singladura
surcando por la mar inmaculada
que nos conduce a Dios. Puente grandioso
donde se une la tierra con el cielo.
Oh, reliquia de un pueblo generoso
que pone en tu esplendor todo su anhelo,
pues ve en su catedral, todo gozoso,
el palio divinal para "El Abuelo".
II.- LA ALAMEDA.
Paseo por la Alameda. Nuevamente
los recuerdos caminan a mi altura.
Quimeras de romántica hermosura
que acuden al concilio de mi mente.
El viento me saluda alegremente
con manojos de aromas. Se apresura
la mañana y despierta la frescura
del agua silenciosa de la fuente.
Acaricio el tronco del olmo solitario
a cuya sombra acude con presteza
el tañer de un lejano campanario.
Transmina las Bernardas su nobleza
y la Puerta del Ángel es notario
que testimonia de Jaén tanta belleza.
y III.- CASCO ANTIGUO.
El Arco del Consuelo. Palomino,
Carmelo despertaba la bohemia
en una sociedad triste y soberbia
donde el olivo rige su destino.
Cruzo por la calle Maestra ¡oh, desatino!
Se ha muerto la verdad y una blasfemia
desdibuja el ayer, pálida anemia
de lo que un día perdiera su camino.
El tiempo es tan cruel como la vida.
Los años son tiranos de sus dueños.
¿Dónde encontrar la juventud perdida?
Los días que se nos van. El noble empeño
de que no llegarás a una despedida.
¡Ay, Casco Antiguo! ¡Oh, mármol marfileño!
(De "Siete estampas con figuras".
Premio "Oliva de Oro" 2002).
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ÁRBOL GENEALÓGICO.
Dibuja un tronco. Escribe en él un nombre
familiar. Luego búscate en sus ramas
igual que si empezaras, en un puzzle,
por la melancolía de la pieza
que lo termina.
Entra en la memoria
del apellido con el que antecedes
la historia de tu sangre, hasta la copa,
hasta ese lugar último que inicia
contigo una frontera -su costumbre-.
Como si el tiempo fuese un papel blanco
y tú un fragmento de algo nunca escrito.
(inédito).
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JABALCUZ.
Allá donde la brisa se convierte en armonía,
donde el canto de los pájaros es dulce melodía,
donde el alma embriagada de Paz vibra,
donde el Amor entre roquedos se cobija,
allí donde mis sueños habitan.
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L U N A.
Llévame a contemplar la luna,
mi bien, a contemplarla.
Cuando nace entre lomas,
tan hechicera, tan blanca.
Cuando siente frío de noche
y una nube tímida la tapa.
Cuando la atrapa el olivar,
y entre penumbras se aman.
Cuando se va entre luceros,
tan frágil, tan desolada.
Cuando la acaricia el sol,
con las luces del alba.
Cuando se oculta de día
y la encuentro en tu mirada.
Llévame a contemplar la luna,
mi amor, a contemplarla.
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TEORÍA DE LAS ORILLAS.
El hombre abre las páginas de un río,
sus aguas lo contienen.
Sabe,
porque ha seguido el ritmo de sus versos,
las gotas de sus olas y verdades,
que cuando cierre el libro
las líneas de su mano
también se habrán cerrado como párpados.
Aquel hombre que observa
cómo su mano forma al fin un puño
preñado de palabras
ahora es dueño de un lago.
Víctor Manuel Domínguez Calvo.
(inédito).
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“Eras, instante, tan claro.
Perdidamente te alejas,
dejando erguido el deseo
con sus vagas ansias tercas”.
LUIS CERNUDA.
Tan claro fuiste instante,
te sentí dentro ¡tan cerca!
que agoté, en tan corto tiempo,
mi energía por quererte.
Te quise ¡cuánto te quise!
tan brevemente te he visto,
que pronto te me has perdido
dejando mi cuerpo inerte.
Te quise instante, te quise
y, en tan pequeña tormenta,
aún conservo yo el deseo
de volver de nuevo a amarte.
Cristóbal Francisco Fábrega Ruiz.
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Voy a crucificarme contra tu cuerpo,
clavar mis manos en tus manos, mujer,
hundirme entre los límites de tus formas,
atarme con tu pelo.
Voy a desintegrarme, mujer,
entre tus ojos, oír por tus oídos,
desaparecer en las curvas de tu cuerpo,
fundirme en tus anillos.
Quiero que me recojas, mujer,
roto en mil pedazos,
y me introduzcas en tu vientre,
hundirme entre tus órganos.
Quiero sentirte hasta perecer, mujer,
aislarme con tu cuerpo,
transformarme
en una parte de ti,
en tu elemento.
Cristóbal Francisco Fábrega Ruiz.
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LUCES EN EL ATARDECER.
(A Mercedes)
Te he visto meditando
en un campo de amapolas,
desparbando el polen
de una flor que llevaba
gravado en su pétalo
tu nombre.
Te he visto reír
junto a la fuente
de los jazmineros,
en un atardecer
de luces disimuladas
pintadas de ocre.
Te he visto mirar
al cielo y perder
la vista en los espacios
infinitos, en las
vírgulas de las nubes
en aquel orto del norte.
Te he visto luciendo
inmaculadas galas
en tu figura,
jugando a ser eterna
con una naturaleza
virginal y noble.
Te he visto volar
con el viento
de la montaña,
levitando entre aves
de mágica plata,
-tu mirada era sincera, libre-.
Te he visto junto a mí,
melificando mi alma,
susurrando un cuento,
recitando una plegaria.
Te he visto, atardecido ya el tiempo,
feliz, hermosa, confiada, prudente.
Juan Carlos García-Ojeda Lombardo.
CUATRO MOVIMIENTOS.
Aquella noche de suspiros cercanos y medias vigilias,
atronado por las toses de una garganta destrozada,
oliendo a yodo y con la mirada perdida en la luz roja
de una melancólica y humilde bombilla de pared,
creí oír la voz del duende que vigila los sueños eternos,
en ese umbral inesperado de la vida, guardada en un cofre
de memorias disipadas, en el éter de la historia.
Lo presentí en medio de aquel eco casino de lamentos,
y en la boca entreabierta de aquel jadeante enfermo,
y en mis párpados inseguros y cansados,
y en el goteo de la impersonal botella de suero.
Otra gota, otro pensamiento, otra gota y a cada golpe
veo el umbral de los sueños, cada vez más viejo.
Otra gota, otro bostezo y una música viene y se va
musitando que su voz sentimental se fue con el viento.
Era un Soul que salía del alma en cuatro movimientos,
primero entre metales, después a solas con una flauta,
luego todo el grupo, por último su guitarra, un punteo
y el éxtasis de sentir que la muerte aún por aquí no recala.
Entra la enfermera, sonríe y toca con mesura mi hombro,
me hago cómplice de esta felicidad por nada, acomodo el sillón
y repaso de nuevo los enfermos de la sala; uno y dos,
mi padre ronca, el otro tose, la luz roja, casi se apaga.
Los sones cordelinos vuelven y, con ellos, ese tema de música del alma.
Es Rock y Jazz y Terry Kath quien canta.
Toca con Jimi hace tanto tiempo, que su voz en mí duerme-vela
se hace lenta y, celestiales, los ecos de su punteo.
El suero cae a ritmo, otras gotas, más tos, más percusión,
y siento el susurro del corazón esbozar a coro, que en esta noche
nada acaba, ni siquiera la paciencia ni el amor de la insípida morada.
Ya llega el alba, todo sigue en orden y el sueño, calladamente
se aleja por la ventana. Sin embargo, sigue la música, el saxo,
la trompeta y la flauta. Toco la frente de mi padre, y miro al sur
y comprendo que hago bien en conformar mi vida.
Sí, hago bien en oír esta música, acariciar el alma y no pedir nada.
Juan Carlos García-Ojeda Lombardo.
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CARTA A UN POETA.
A Felipe Molina Verdejo.
En silencio te admiré.
En silencio, leí tus poesías.
En silencio compartimos
el amor hacia nuestra tierra,
hacia los olivos y las barbaries humanas,
a esa "elegía por el niño abortado".
Has muerto Felipe...
y contigo te has llevado
todos tus anhelos y amores infinitos
hacia lo que te rodeaba, tus inquietudes.
Me ha sorprendido la noticia de tu muerte,
sin conocerte, la he sentido,
por que ha muerto un poeta,
"¡paridor de poesía!"
como creo que tú hubieses dicho.
Contigo te llevaste tus paisajes jiennenses,
los quejidos de Jaén, los gritos de esta tierra
de la que tú eras portavoz.
Porque en tus escritos
reflejabas el llanto de nuestra tierra,
la amargura que tras siglos arrastró.
Pero tus pensamientos no han caído al vacío;
son como las piedras de nuestros antepasados,
quietas y perennes en la eternidad,
han quedado presentes día a día,
porque ya eres como ellas, parte de nuestro Jaén.
Has hecho raíces, como los olivos,
y tus palabras fecundas, seguirán sonando siempre.
Te has fundido en la tierra, y has dado fruto...
como el olivo-padre-olivo,
y ahora eres parte de muchedumbre,
de olivar infinito olivo-pueblo, que tú nos hablaste,
del que tú nos transmitiste. Ya no te puedes ir,
estarás siempre con nosotros, en tus escritos;
en los aires frescos y cálidos,
de los campos y del olivar...
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PIEDRA EN EL AGUA.
Emigraron los años lo mismo que las aves.
de aquellos días tibios, serenos de la infancia,
como vagos esbozos sobre lienzo de niebla
apenas han quedado, suaves, en mi memoria
algunas pinceladas de leve veladura.
Así la primavera pasó dejando sólo
alguna que otra flor, un guijarro en el río,
un aroma de lluvia, unos labios de agua.
Hoy, sentado en el íntimo umbral de cada tarde
bajo el cielo aterido y tordo de noviembre,
para olvidar que el tiempo también tiene su prisa,
en las cálidas olas de ayer mis ojos hundo
como en los de un niña morena y misteriosa.
(Del libro "Las cosas por su sombra").
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LA NIEVE: SANGRE Y POESÍA.
En la cultura mediterránea la nieve, como meteoro, era considerada un bien del cielo, y en parte tenía una visión mágica y poética. Ya la Biblia recoge este concepto en sus páginas:
"Mi palabra es como la lluvia y la nieve" (Isaías, 55,10-11).
"Y prodiga (Yavé) la nieve como la lana, esparce la escarcha cual ceniza" (Salmos, 147,16).
"Sí, nos manifiesta Dios sus maravillas, cosas grandiosas que no comprendemos. Cuando dice a la nieve: Cae sobre la tierra, y a las lluvias: Caed en torrentes" (Job 37,5-6).
"¿Has llegado hasta los depósitos de la nieve? ¿Has visitado las reservas de granizo? (Joc 38, 22).
Esta visión que se tiene sobre la nieve en el mundo tradicional contribuye a reforzar mentalmente sus propiedades físicas, por lo que la nieve en el pasado era considerada un producto de primera necesidad, no tanto por su utilización como conservante de alimentos -carne y pescado- y gastronómica, como por sus funciones medicinales: dermatológicas, antipiréticas, antinflamatorias, antiálgicas y antihemorrágicas.
Es la poesía el género literario que mejor se hace eco de un producto de la nieve de verano, como era el sorbete, bebida que constituía un raro placer para el individuo. A modo de ejemplo recogemos varias estrofas de diferentes autores:
"como al que dan un vaso de sorbete,
y no ha visto sorbetes en su vida,
que el bárbaro al principio se promete
engullirse a bocados la bebida;
pero apenas resuelto se entromete
el frígido tarugo, amortecida
se le queda la boca medio abierta,
tiesos los dientes, y la lengua yerta"
(ARRIAZA, Juan Bautista (1790-1837). Poesías líricas (La guerra galana). Tomo I. Imprenta Real. Madrid, 1829).
"¡Oh cómo en la pura fuente
Bulliciosa y transparente
Entre las menudas guijas,
Sin auxilio de botijas,
Brinda el agua... "Sí, señor;
Pero un sorbete es mejor."
(BRETÓN DE LOS HERREROS, Manuel (1796-1873). "Odas" Obras de Don Manuel Bretón de los Herreros, Imprenta de Miguel Ginesta. Madrid, 1883, t, V, pp. 7-16).
"Y respondió la madre ¡que respetes
tanto la frialdad! ¡Vaya un respeto!
Para que se resfríen mis mofletes
necesito que el cuerpo esté repleto
de un diluvio de horchata y de sorbetes,
y dijo Ortega para su coleto:
¿De horchata y de sorbetes un diluvio?
Vaya que esta mujer es un Vesubio.
Que aguadores la suben, no rebajo,
y carboneros ocho a diez pearas,
veinte estereros entran con trabajo
un rollo cada cual de ochenta varas.
Diez mozos de café cuelan por bajo
té, dulces y sorbete en alquitaras.
Y para conseguir hueco más ancho
Van diciendo al trepar "fuera que mancho".
(MARTÍNEZ VILLERGAS, Juan (1817-1894). Poesías jocosas y satíricas. Imp. Plazuela de San Miguel. Madrid, 1842).
Pero tras el placer de la nieve se encuentra la amargura de los neveros. Así se llamaban aquellos hombres que en los meses fríos del año subían a las altas sierras a acopiar la nieve en pozos y simas para su conservación, y poder utilizarla durante los meses cálidos. Era un trabajo arduo y peligroso por las bajas de temperaturas en que se realizaba. El primitivo oficio de nevero desapareció ya hace años. Hoy es una figura olvidada, que sólo ha quedado en la toponimia de las sierras, en esos "caminos de neveros" semiborrados, por los que ya nadie transita. Mas la poesía sigue viva recordando ese mundo duro y mágico, prendido en sus estrofas:
Mira cómo se quema el Guadarrama
En sus torres azules. Esa loma
Tiene un poco de nieve, una paloma
Que ha librado sus alas de la llama.
...
Bajo un ave de nieve estoy vencido
Y están sus alas frías coronando
Una sierra de sangre por mi pecho
(José García Nieto).
¿Qué guerra hemos perdido los que estamos
pidiendo un armisticio cada día,
qué dolor cultivamos, qué amargura
fundía en soledades los neveros?
(Vicente Martín Martín).
Y, entre el dolor, surge la poesía del cancionero popular, que hace baile de las lágrimas e irreverencia del respeto. Es la liberación de la crudeza de la vida, tan necesaria para seguir sobreviviendo:
"El que quiera coger nieve
del cerro de La Pandera
que vaya por Angelita
y le sirva de escalera".
(Fuente: Manuel Urbano Pérez Ortega, que la anotó de la entrevista que hizo a Carmen Santamaría Lucarelli, de 96 años, nacida en Jaén en 1908).
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A G E M A.
Celosa de ambas primaveras,
-la primavera tuya y la recién de Marzo-
ella no quiso que siguieras viajando.
Viajera ella también, aquella tarde,
sobre los cinco ejes de su rugiente carro,
bufando como un toro,
trepidando su furia y su ciego avasallo,
te tronchó como se troncha un nardo.
¿Para un tallo tan frágil
era preciso tanto?
Ahora tenemos
el pavoroso enigma
de los que se van y callan,
y callan y no nos cuentan nada,
cuando tanto tendrían que contarnos.
Ahora tenemos
atrancada en la boca, como un cardo,
la palabra no dicha,
hija, lo que no hemos hablado.
Ahora nos queda
tu nombre y tu retrato.
Para el recuerdo, plantaremos un árbol
en la tierra de afuera: para el viento,
en la tierra de adentro: para el llanto.
¡No te mató la lluvia,
-tan deseada-
ni te mató el destino,
ni los dioses -que callan- te llamaron!
Te mataron aquellos
que, desde arriba,
administran recursos, presupuestos,
prioridades y vidas.
¿Para un tallo tan débil,
era preciso tanto?
Pero no importa
-¡con importarnos tanto!-
porque yo te vengaré gloriosamente
haciendo de tu nombre y de tu encanto
el encanto y el nombre de una rosa,
esparciendo tu nombre, como un canto,
para la memoria,
para la única memoria que de verdad importa,
para la memoria larga y reverente
de aquellos que aman,
sobre todas las cosas,
la estructura imposible de un rosa.
¿Para un tallo tan tierno,
era preciso tanto?
24-03-90.
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OTRA VEZ.
"El mundo por de dentro"
(Los sueños. Quevedo)
Otra vez,
escoltado por libélulas procaces,
surco con el arado de mi memoria
la penumbra de tus entrañas.
Otra vez
el agua silenciosa se condensa
entre las nocturnas manos
de los que ya no te reconocen.
Otra vez
la espiga amarilla pero inmadura
de la que -muy despacio-
nos hablaba Neruda.
Otra vez,
blando,
tu recuerdo supura.
Otra vez,
desgranadas,
perlas nacaradas
sobre sumideros voraces.
Otra vez
se me acabaron los romances
antes de masticarlos.
Otra vez
estoy buceando en el pozo de tus poros
desde el solar de mi inspiración.
Cuántas veces más
tengo que atravesar el aire
para no ver transfundidos mis sentidos
con los glóbulos de tu soledad.
Quesada, 2003.
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SIN PRISA.
"Recordar es vivir,
aunque llore el alma".
Ya no tengo prisa
y me sentaré en la puerta
de mi casa vieja
para ver pasar
todos los recuerdos
que el tiempo nos deja.
Me sentaré vestida de añoranza
entre hojas azules, grises y frías.
Esperando ver pasar feliz mi infancia
con repiques de campanas y letanías.
Esperaré tranquila ante mi puerta
que pase mi juventud turgida
envuelta de ilusión y de torpeza,
sedienta de pasión desconocida.
Dejaré pasar noches oscuras
sin lunas ni faroles en las rejas,
y un sol mortecino en lo infinito
cobarde sin luz y sin candela.
Pasarán geranios y claveles
que colgaban orgullosos en sus macetas
y crespones de luto empapados
de dolor, de rabia y de tristeza.
Me sentaré, pues ya no tengo prisa
delante de mi casa y de su puerta
para ver morir mustio el invierno
vencido al brotar la primavera.
Y así irán pasando los recuerdos
entre risas, pasión, amor y penas
y la sangre por mi venas irá diciendo:
¡es la rueda de la vida!
que nada la detenga.
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ESTE RÍO.
"Mi amor siempre te encontrará".
Este río de amor
que se desborda en mi pecho
sé que acabará
en un mar de silencio.
Y el caudal de caricias
de mis manos y mi cuerpo,
que florecen calladas
al pasar el invierno
sé que irán errantes
hacia un mar de silencio,
y el fulgor de mis ojos
y el calor de mis besos
irán zozobrando
como barca sin puerto
y después hundirse
en un mar de silencio
y en la línea que junta
ese mar con el cielo
estará vigilante
tu nombre y tu recuerdo.
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RELATOS BREVÍSIMOS.
V
DE LO INSANO QUE RESULTA CONFUNDIR LO GENITAL CON LO SEXUAL.
Con apenas dieciocho añitos y la patética convicción de que una nueva era para la Psicología Clínica se abría con mi incorporación a la Ciencia, me encaminé cierta tarde de Abril a "Los Prados".
Es difícil describir el cúmulo de sensaciones que mi mente procesó el primer día de mis prácticas voluntarias al acudir al manicomio, e increíble cómo, en poco tiempo, se convirtió en un lugar donde me encontraba mejor que en cualquier otro ambiente social.
Con la enorme ilusión ahogada por la disimulada inseguridad y agazapado miedo, subí los peldaños que más parecían el acceso a un cadalso que el camino que muchos ciudadanos del mundo habían recorrido hacia la locura y donde yo había conseguido penetrar para convertirme en el nuevo Prometeo de los mentalmente desfavorecidos.
A medida que la puerta del pabellón se acercaba a mí, comencé a percibir cierto olor desagradable y ácido que sazonó mi amedrantamiento. Dos pasos antes de atravesar la primera puerta se oyeron gritos que entendí como desgarradores y que ahora no dejan de ser vocalizaciones bastante más coherentes que las promesas vertidas en campaña electoral. Mi taquicardia era ya un hecho evidente y el tono muscular, un montaje lamentable de inestabilidad.
Los primeros perfiles de las internas fueron fugaces pues tan pronto como veían pasar la comitiva se introducían rápidamente en la sala donde irremisiblemente iba a entrar. Yo iba desarrollando una brillante escenografía de aplomo a lo que contribuía notablemente la falta de tablas (teatrales) de la compañera de Facultad que cambiaba con rapidez alucinante el color de su cara a medida que nos acercábamos al salón.
Y por fin entramos. Fue una verdadera aplicación del método de implosión ante las fobias, más ortodoxo (y brutal) que uno pueda recordar. De no haberme tropezado con ninguna enferma a lo largo del trayecto, pasé a estar rodeado y acosado de toda la población demente del centro. De Jaén. Del mundo. Mi sonrisa de bobo asustado estaba peor compuesta que la de la mayoría de las oligofrénicas profundas que me observaban. Era ya más de lo que un pobre "cuerdo" podía soportar y, sin embargo, la función no estaba sino iniciándose. La desenfadada enfermera (cuyo sueldo desconocía pero que colegí enseguida demasiado bajo) nos iba presentando con exquisita espontaneidad a psicópatas, oligofrénicas, personalidades y cuerpos deformes,...
-"Aquí una esquizofrénica erética, aquí unos compañeros que van a venir a charlar con vosotras"
¡Caray! ¿Quién estaba más loco: la interna que conservaba su tranquilidad o el manojo de nervios que seguía sonriendo compulsivamente? Preguntas tan trascendentales me hacía cuando apareció ella. Podría tener entre treinta o sesenta años y medir un metro sesenta y dos metros (según si la miraba desde enfrente o desde el agujero donde me hubiera gustado meterme). Desde que me vio, se puso a aporrearme con un muñeco de goma dura caducada (pues sus escasas propiedades de elasticilas leyendasdad se extinguieron con los dinosaurios) que tendría unos treinta centímetros de altura y un enorme cabezón tocado con una gorra roja pálida de visera afilada que sombreaba unos ojos de iris borrados por el tiempo y las babas, que le conferían el aspecto de tener catarata y el contagio irreversible de todas las patologías mentales que albergaban esas paredes.
"Le has gustado, Pedro" me dijo una cuidadora en medio de gran alborozo y alivio insolidario de la otra estudiante de Psicología que se apuntó a esta aventura y cuyo kit de maquillaje no conseguía camuflar su evidente deterioro facial.
Esquivando muñecazos me adentré por la sala intentando entablar conversación con las otras internas con tanto éxito como si hubiera pretendido hablar de filosofía en el bar del barrio mientras los vecinos observan de gorra un Madrid-Barsa televisado en PPV. (O casi).
La cuidadora se acercó y se puso a charlar con las otras dos. Dilema fatal: Me uno a la tertulia y me trago los partos que veía estaban a punto de relatarse o me sumergía en las profusas veleidades de la demencia que me rodeaba a costa de perder el equilibrio de un momento a otro. A pesar de que el temblor de piernas carecía de la más mínima estética y el sudor era frío y abundante, opté por lo último.
De repente noté un dolor intenso cuya causa se encontraba justo enfrente de mí. Sonriendo. Babeando. Apretando. La mamá del muñeco (¡La madre que la parió!)
Con la mano poderosa, sucia y libre me había asido de los testículos con una fuerza que me hizo olvidar cualquier otra elucubración. Un rapidísimo vistazo a mi alrededor me hizo comprobar que mi delicadísima situación no era contemplada por nadie más; lo que, si bien no mitigaba la presión sobre mis cataplines, sí al menos la hacía menos embarazosa. No pedí ayuda pues creía que recuperar mi paquete genético era una cuestión muy personal. Temía que al coger la mano asesina, ésta se cerrara aún más fuerte y llenar de cascarones el salón; así pues (hábilmente) distraje su atención arrebatando de su regazo el muñeco-porra de la porra, lo arrojé un poco más allá para que al ir en su busca el nuevo ángulo de presión facilitara mi huida. Con un rápido retroceso me vi libre de nuevo.
A los dos días regresé solo. "Yo ahí no vuelvo ni loca" declaró la pusilámine estudiante de Psicología que actualmente regenta como consorte una óptica.
Me mantuve alejado de la mamá del muñeco un par de semanas (lo que me duró el dolor genital). Le compré un muñeco (un precioso e inofensivo patito de esponja con el que fantaseaba ser "golpeado"). Cuando se lo di, me miró dulcemente y lo hizo trizas a mordiscos mientras ambos nos reíamos de mi soberana estupidez. "Tienes razón -le dije- mi madre tampoco me cambiaría por alguien más inteligente".
Durante el siguiente año aprendí de las "enfermas" más de lo que yo les pude ayudar, pero nunca averigüé si la mamá del muñeco se sintió atraída por mi paquete o estaba hasta donde me agarró de que viniera tanto estudiante listillo a "visitar el zoo".
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SOY TIERRA.
De la tierra surgí y hacia la tierra
voy. Soy polvo, puñado de horas, tiempo
hacia el olvido, voz de arcilla, campo
para el sembrado blanco de los sueños.
Soy paisaje elevado al horizonte
de este espacio con alas para el vuelo
preciso de ser hombre de esta forma
capaz de transformar la nieve en fuego,
las rocas en besana hacia la siembra,
la sequedad en lluvia para el riego,
el sudor en abono hecho perfume,
las espinas en rosas para el beso.
Soy semilla y sembrado, y soy cosecha
de mi propia labranza sin linderos,
ansío abrir mi carne y florecer
de trigo el corazón, de gozo el pecho,
de bondad las pupilas de los ojos,
de justicia las ramas de los dedos,
de paz esta conciencia que anda errante,
de entrega todo el ser que llevo dentro.
Busco ser en mi ser mi propio yo,
enterrarme de lumbre bajo el suelo
para luego ser flor y dar la vida
sin pedir nada a cambio, en el silencio.
Deseo ser pradera en libertad,
recolección de amor en mi barbecho:
racimo que se pisa y da su sangre,
espiga que se corta y da su cuerpo.
Pretendo, como tierra, ser la tierra
que dé cuanto es posible, cuanto puedo,
para luego, al ser tierra, tierra al fin,
descansar en mí mismo hacia lo eterno.
Soy campo, y barro, y polvo... -ya lo veis-,
y semilla también, y soy un sueño...
De la tierra surgí y hacia la tierra
voy. Dar fruto -sabed- es cuanto quiero.
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. "F U G A".
Corre sin mí, huye,
no soportes más la turgencia del aire
y fecunda espumarajos de mar al alféizar,
sigue trashumante por fuentes y arriates
inmaculada permanencia sonorísima.
Pero no sigas por correr el tiempo
hasta que el hastío desatine
al néctar de las brasas,
¿de verdad no te heriste tus manos
en la atalaya ya falsamente?
¿O fue el destino quien te sacó
la lengua,
acaso en soledad la estela
de silencio no aparece más desarmada
y la prisa se licúa en vuelo de albatros?
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P A S E O.
Sola conmigo en armonía
de malvas ténues,
en ritmos con cadencias árabes,
en sabor amargo de esperanza.
Olores y color lapislázuli
sobre mi sien adormecida.
Todo un murmullo brotando
del río que derramen mis pupilas.
No hay calor sino ternura
envuelta en cerezos de primavera
vestidos y dispuestos en hilera
a cantar nanas en tu entierro.
Sed de locura y maremoto
que el antifaz se pone sobre
días que pasaron montados de un lado al otro
en autobús.
Ahora me perpetúo tras los pasos
enjuagando mis ojos con montañas,
árboles y nubes nuevas cada día.
Comenzando a ver que no sabía
más que lo que pintan tras el negro
pequeñas gotas que de lejos
parecen realidades sostenidas.
Subida, enredada y sin vida
dejo que el cemento condensado
pare un tiempo lo pasado
cubriendo al mundo de monotonía.
No ser un hito reducido a números,
ni un papel amarillento e incomible,
ni tampoco una foto en un marco.
Voy dejando en huellas mi recuerdo,
soy en mi existencia una triste con
sonrisa,
y en ello se me va deprisa
todo un reguero de pensamiento.
5-2-2003.
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PANTA REI.
Es verdad, nada queda. En el pretérito
lo hemos perdido todo. Acaso
fuimos duelos de la alegría
en otros mundos y otros años.
Sé que estaremos siempre solos, que estuvimos
en nuestra soledad acompañados,
y eso es bastante. Ahora, porque el tiempo nos quema,
sólo tengo cenizas de una tarde en las manos.
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QUIERO DECIRTE ADIÓS.
Cuando muere la tarde; en un momento
en que el rumor se agranda
vengo contigo a conversar despacio,
con débiles palabras
que se quedan temblando y sin sentido.
Me atraes como un vértigo,
pero nunca lo sepas. Me desatas
de estar encadenado en mis memorias
junto a un lago de músicas amargas.
Echo de menos tardes del futuro,
tardes que ya he vivido en el presente,
como si de la ausencia de ti misma
floreciera un recuerdo.
No te quedes
no te marches del todo. Es muy difícil
esta forma de amar hasta la muerte.
Pero me miras ya desde otro reino.
Quiero decirte adiós como si fueras
a volver otra vez. Aquí me tienes
con las plantas hundidas en mi tierra.
Decirte adiós es algo tan inútil
como decir que vuelvas;
es apretar un nardo entre las manos
y sentir, no perfume, sino ausencia.
Únicamente así podré llevarte
como un hueco total en mi tiniebla.
Bajo la lluvia de la noche envío
esta oración al Dios de tu esperanza:
Tú, principio y final de su cadena,
Tú, inventor de su fábula;
todo lo que aún ignora de mí mismo
¿se lo dirás mañana?
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SIEMPRE MUERTOS.
Yo sé que tú crees,
que vosotros creéis
que por la noche dormís
y durante el día veláis.
Pero no, no es cierto,
durante el día
también estáis dormidos,
o peor:
Estáis muertos,
siempre muertos.
Porque todo lo que hacéis son costumbres,
las formas concretas del ritmo
que son las costumbres.
Siempre estáis pagándole cuotas
al ritmo de las costumbres.
Vuestros días y vuestras noches
son una rueda precisa y exacta
que da vueltas y vueltas
sin saber variar.
Esa es vuestra tarea,
vuestra misión en la vida,
dar vueltas sincronizadas,
y precisas,
y exactas.
Vueltas que velan
y vueltas que duermen.
Estáis muertos,
siempre muertos.
De día y de noche,
envueltos en un ritmo
cansino y cansado,
ni lento ni rápido,
uniforme, igual.
Estáis muertos,
siempre muertos.
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LA DESAPARICIÓN DE CATI.
(Cuento).
En casa nos hemos quedado sin nadie que nos haga la limpieza, y no es que sea esto un hecho especialmente anormal. Visto desde fuera por alguien ajeno a nuestra familia puede parecer, incluso, un hecho intranscendente o, en todo caso, de fácil solución. Pero la cosa es mucho más compleja de lo que puede creerse. No es que no tengamos dinero -precisamente ahora eso es menos problema que nunca- para contratar a una buena asistenta. Tampoco se trata de que sea imposible encontrar a alguien más eficaz que Cati -que así se llama la muchacha que realizaba esos menesteres en nuestro hogar-. El motivo real es que ya no necesitamos a nadie que nos limpie. Y no se trata de que ahora seamos nosotros mismos los que limpiamos -nunca se nos ha dado demasiado bien ni nos ha gustado realizar esas tareas a nadie de la familia-, no, no es eso, es que literalmente no necesitamos que nadie nos limpie porque nuestra casa nunca se ensucia. Y no se trata, tampoco, de que no paremos en ella, o que seamos muy limpios y precavidos, no, no es nada de eso. Los motivos, por muy extraños que puedan parecer a alguien ajeno a nuestra familia -a nosotros también nos lo parecieron en un principio-, tienen una explicación que voy a intentar desarrollar con la mayor precisión posible.
Todo empezó la tarde en que Cati se dio un golpe en la cabeza con el plafón del aseo. No es que fuera este un hecho anormal, o demasiado significativo, porque solía hacer las cosas muy deprisa y se golpeaba con cierta frecuencia. Lo verdaderamente raro fue que, a partir del porrazo, el aseo se iluminó con una intensa luz.
Cati era una buena chica y limpiaba bastante bien, aunque era algo atolondrada y solía rompernos todo tipo de objetos con más frecuencia de lo que nosotros, y ella misma, hubiéramos deseado. Se podría decir, con cierta pena, que poseía una rara habilidad para tirar al suelo y convertir en añicos las figuras y piezas más queridas por los miembros de la familia. Pero lo llevábamos con resignación, porque la apreciábamos y porque sabíamos que los destrozos los cometía sin intención. Además, existía otro elemento a su favor: siempre sostuvo, con una sorprendente convicción, que algún día nos resarciría de tanta pérdida. Y no es que nosotros creyéramos realmente que nos pagaría los desperfectos o que nos regalaría objetos y utensilios equivalentes a los destrozados, no, no era eso, pero tanto su buena fe como el tono indiscutiblemente sincero con que se expresaba eran motivos más que suficientes para que la perdonáramos de buena gana y siguiéramos utilizando sus irregulares servicios.
Como todo el mundo sabe, en los asuntos cotidianos casi todo lo que ocurre suele tener una explicación razonable. Con el caso del porrazo lo más lógico era pensar que yo había colocado dos bombillas y una de ellas se había aflojado, con lo cual el golpe lo único que hizo fue activar el sencillo circuito eléctrico de la lámpara traslúcida pegada al techo del aseo. ... eso hubiera sido, en efecto, lo más lógico, si el plafón hubiera contenido dos bombillas. Pero no era el caso. Como yo mismo había tenido oportunidad de comprobar en un buen número de ocasiones, tantas como veces se fundía la bombilla, el plafón tan sólo tenía una. No había ninguna duda al respecto. Otra explicación podría haber sido una súbita subida en la tensión eléctrica, pero esta también era desechable, no sólo porque hubiera sido mucha casualidad que se produjera justo en el momento del golpe, sino porque no afectó a ningún otro punto eléctrico de la casa.
El hecho, sin más, resultaba curioso. Pero, aunque pronto
dejamos de buscarle un motivo, tampoco podíamos olvidarlo,, ya que ocurrió en uno de los lugares más transitados de nuestro hogar, el cual, al no tener ventana al exterior, necesita de la iluminación artificial a todas horas del día. Cada vez que entrábamos tanto mi mujer, mis hijos o yo mismo, podíamos contemplar con emoción, e incluso con un poco de estupor, cómo todos los objetos y utensilios allí presentes habían cobrado una especie de halo misterioso, una tonalidad brillante y un fulgor argentino. El espejo ovalado reflejaba nuestras imágenes con una nitidez que mejoraba nuestros semblantes y nuestras figuras; la taza y la cisterna del inodoro, y el lavabo, se mostraban más blancos que nunca; los cepillos de dientes parecían sin estrenar; el jabón, la brocha de afeitar, las barras de labios, los lápices de ojos, los peines, todo parecía nuevo y perfecto; hasta el polvillo blancuzco que casi siempre permanecía en las baldas de cristal del estante -Cati, creo haberlo dicho ya antes, no era perfecta- había cobrado una apariencia selenita que constituía el complemento igual para convertir el aseo en un escenario mágico y asombroso.
Otro dato que también debo aportar para la completa explicación
de aquel extraño suceso, y de las consecuencias que tras de él se derivaron, fue la marca que Cati dejó en el suelo la misma tarde del golpe con el plafón. Por lo visto, derramó algún material corrosivo de limpieza -tampoco era raro este tipo de estropicios- y nos echó a perder el mármol de una de las baldosas que lindaban con el aseo. La marca, contemplada desde algunas perspectivas, parecía una media luna, pero si se la miraba desde dentro del aseo parecía más bien una gran boca en actitud de amplia y franca sonrisa.
El caso es que, desde aquella tarde del golpe en el plafón del aseo, Cati ya no regresó más a nuestra casa. Nosotros no entendíamos el motivo y tardamos en empezar a relacionar el suceso con su súbita desaparición. No sé exactamente cómo ocurrió, no era fácil apreciar día a día los pequeños cambios que se iban produciendo. Nada en la casa se ensuciaba, cada rincón cobraba poco a poco el mismo fulgor de la luz irradiada por el plafón, todo brillaba más y era más hermoso, mis hijos empezaron a sacar mejores notas, a mí me ascendieron en el trabajo, mi mujer, que no entiende nada de fútbol, acertó un pleno al quince, mejoró nuestro humor y mejoraron nuestras relaciones, todo nos sonreía y todo era tan agradable como extraño.
Como todo el mundo sabe, no es inteligente buscar explicación a los éxitos ni a las buenas rachas, hay que disfrutar de ello y esperar que dure lo más posible. Pero yo tenía un pequeño resquemor, sabía que tras aquella serie de sucesos tenía que haber algo. Menos mal que hace unos días salí de duda y ahora ya puedo dedicarme a disfrutar, sin más, de mi buena estrella y la de toda mi familia. Y sí, ya sé que la solución definitiva de este enigma puede no satisfacer a alguien ajeno a nuestra familia que reciba cumplida información del suceso, sobre todo si ese alguien tiene una mente excesivamente cuadriculada o poco predispuesta a la fantasía, pero lo que ocurrió hace unos días es motivo más que suficiente para no darle más vueltas al asunto: cuando, desde la terraza de mi piso -un noveno- vi pasar a Cati volando, montada en una escoba como las que solía utilizar cuando venía a limpiar nuestra casa, y puede comprobar, dada la poca distancia que me separaba de ella, cómo me guiñaba un ojo y me dedicaba una amplia y franca sonrisa con forma de media luna, el asunto quedaba, en lo que a mí respecta, zanjado con carácter definitivo.
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SONETO A MI PADRE.
Te he visto tantas veces, padre mío,
que recordar no puedo las que fueron.
Mis ojos infantiles te siguieron
por las calles del viejo caserío.
Llegado el tiempo del furor impío,
también mis ojos tus pisadas vieron
por las desiertas calles que tuvieron
un temblor de silencios y de frío.
Y así, todos los días de mi vida,
veo tu dulce imagen preferida,
con emoción que mi fervor levanta,
sin que te ruegue nada, ni te pida,
porque la voz, rubí, queda escondida
con angustioso nudo en la garganta.
3º B.U.P. (1985).
Autor
José de la Vega Gutiérrez, según versión de Miguel-Jesús
Moreno Cantos.
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LAS LEYENDAS DE JAÉN.
LAS NAVAS DE TOLOSA.
Deseoso Alfonso VIII[1] de aminorar y resarcirse del descalabro sufrido por sus tropas en Alarcos[2] hizo los preparativos para una nueva expedición contra los moros. Solicitó su concurso a los demás príncipes cristianos; obtuvo del Pontífice[3] concedióse honores de Cruzada a tal expedición; accedieron a ella muchos caballeros y gentes extranjeras, los reyes de Navarra y Aragón, don Sancho VII el Fuerte[4] y don Pedro II el Católico[5], don Diego López de Haro[6], tropas portuguesas, las Órdenes Militares[7], mesnadas feudales, milicias concejiles, varios prelados y el arzobispo de Toledo[8], historiados de la jornada: era España toda, dispuesta a realizar un supremo esfuerzo para acabar con el poder de la Media Luna. Todos ansiaban el momento de medir sus tizonas con los alfanjes.
Comenzaba el estío cuando se puso en marcha el ejército, camino de Andalucía, sosteniendo encarnizados y victoriosos combates a su paso por Malagón[9] y Calatrava[10].
Los ultramontanos o extranjeros, so pretexto de no pode sufrir los rigurosos calores de la estación, empezaron a desertar, dejando a los nuestros casi solos. Prosiguieron éstos su marcha hasta Alarcos, lugar de tristes recuerdos para el rey don Alfonso VI de Castilla[11], pero en el cual entró ahora triunfante, huyendo a su vista los moros. Allí unióse a su ejército el no menos brillante del rey de Navarra, dispuesto a tomar parte también en la cruzada. Al llegar los ejércitos reunidos al puerto de Muradal, en Sierra Morena, se encontraron con el formidable paso de la Losa[12], defendido por la muchedumbre mahometana. Colocados y parapetados los moros entre riscos casi inexpugnables, encajonados los cristianos entre desfiladeros y angosturas que impedían desplegar su caballería, su posición no podía ser más crítica y apurada.
En tan comprometida situación, presentóse un pastor, llamado Martín Alhaja[13], dice don Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés[14], manifestando al rey de Castilla que, por haber apacentado mucho tiempo sus ganados por aquellas sierras, conocía muy bien todas las sendas y sabía de un camino o vereda por donde podría subir el ejército, sin ser visto, a una montaña en cuyas laderas estaba tendido el campamento de los Almohades. Era este sitio el llamado las Navas de Tolosa, donde tuvo lugar la gloriosa batalla del mismo nombre el día 17 de Julio de 1.212.
Al amanecer del siguiente día levantaron sus tiendas los cristianos, ordenándose en cuatro cuerpos, cuyo centro ocupaba el rey de Castilla; enfrente de este ejército que avanzaba, permanecía quieto el de Almohades, repartido en cinco divisiones y formando una media luna, en cuyo centro estaba Mahomed Al Nasir, llamado el Miramamolín[15], bajo rica tienda de seda, rodeada y defendida por una guardia de diez mil negros, que formaban con sus picas una muralla de acero. Jamás en cinco siglos -dice un historiador- se había visto reunido en España tanto número de combatientes, a lo menos por parte de los musulmanes: "nunca antes rey alguno había congregado tan inmenso gentío, pues iban en aquel ejército ciento sesenta mil voluntarios entre caballería y peones, y trescientos mil soldados de excelentes tropas almohades, alárabes y zenetas, siendo tal la presunción y confianza del emir en esta muchedumbre de tropas, que creía no había poder entre los hombres para vencerle".
Serían los cristianos como la cuarta parte, y bien era necesario que al número supliese el ardor y la fe. Suenan los atabales y clarines en uno y otro campo, bajo cuya señal se acometen moros y cristianos, arrojándose con igual ímpetu y coraje a la pelea. La lucha, por demás terrible y cruenta, duró todo el día; pero asaltada por los navarros la fortaleza de carne humana que levantaba la guardia negra, y que defendían gruesas cadenas, los infieles se desbandaron en precipitada fuga, siendo perseguidos los fugitivos por los cristianos hasta cerrada la noche, después de lo cual los defensores de la religión y de la patria, rodilla en tierra, entonaron un Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso y en conmemoración de tan gloriosa jornada.
El número de los que perecieron en aquel memorable día se calcula en doscientos mil guerreros árabes y en unos veinticinco mil cristianos. La lujosa tienda de seda y oro del gran Miramolín fue a la capital del orbe católico a servir de trofeo en la basílica de San Pedro; Burgos conservó la bandera del rey de Castilla; Toledo, los pendones ganados a los infieles, y Navarra añadió al escudo bermejo de sus armas cadenas de oro atravesadas en campo de sangre, como en memoria de haber sido el primero a saltar las cadenas que ceñían el campamento enemigo.
La piadosa tradición refiere, como de costumbre, varios milagros ocurridos en aquella batalla: que una cruz roja se había aparecido en el cielo durante la pelea; que en medio de tanta mortandad no se había encontrado en el campo rastro ni señal de sangre; que los moros se habían quedado aterrados al mirar el pendón de Castilla con la imagen de la Virgen, y otros prodigios semejantes, sin contar que harto prodigio fue el triunfo obtenido contra el más numeroso ejército congregado por los sectarios del Profeta. La Iglesia lo conmemora y solemniza anualmente con el nombre del Triunfo de la Santa Cruz, fiesta que con particular solemnidad se celebra el 16 de julio en Toledo, llevando en procesión los pendones conquistados en la gloriosa jornada de las Navas de Tolosa.
El triunfo de las Navas de Tolosa, si no un milagro, fue por lo menos un prodigio, ya que en dicha jornada se resolvió virtualmente el triunfo del cristianismo contra los bárbaros del Mediodía. El gran drama de la reconquista, que tuvo su prólogo en Covadonga[16] y cuya primera jornada concluyó en Calatañazor[17], avanza y deja entrever en la escena de las Navas el desenlace que tiene en expectativa al mundo. Nuestro Romancero describe como sigue el clamoroso triunfo de la Batalla de las Navas.
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EL ROMANCERO DE JAÉN.
TRIUNFO
DE LAS NAVAS DE TOLOSA.
Al príncipe Alfonso.
Antonio Almendros Aguilar[18].
I.
"Caballeros de Castilla,
los que seguís mi bandera,
los que mandáis mis concejos
en la paz como en la guerra...
Rey Don Pedro de Aragón,
dechado de la nobleza,
a cuyo nombre el alarbe
tras de sus peñascos tiembla...
Sancho el Fuerte de Navarra,
el que en las lides se ciega,
el de la cruz de esmeraldas
sobre la armadura negra...
Freiles duros Calatravos,
muralla de mi frontera,
donde la espuma de sangre
la mar se rompe agarena.
Caballeros del Apóstol,
que lleváis en una pieza
cruz y montante en el pecho
porque os da la fe su fuerza...
Caballería del Temple,
cuyos arneses se templan
al fuego de vuestras almas
con el licor de las venas.
Orden noble Hospitalaria
de San Juan, en cuyas diestras
se tornan rayos las lanzas
y las espadas centellas...
Don Rodrigo, mi Arzobispo
de la Toledana Iglesia,
que lleváis la "capa al coro"
y el "pendón a la frontera"...
Arzobispo de Narbona,
que entre tu gente francesa
escudada va la Virgen
de Roca Amador excelsa.
Oíd, oíd y el esfuerzo
deje el puesto a la prudencia,
que somos muro de Europa
y pedirnos pueda cuentas
si el Dios que rige los hados
hora su amparo nos niega.
Estos montes nos atajan,
no hay camino que los hienda;
el moro ocupa las cumbres
y un saetero puede en ellas
a mil detener, si osan
enredarse en sus malezas.
Sólo el jabalí las vive,
sólo el lobo las pasea,
sólo las pace el venado,
sólo las cruza la cierva
porque alas de acero dióle
en las pies naturaleza.
De Jaén y de Granada
son la muralla primera;
el moro andaluz se duerme
tras de sus verdes almenas.
Allí el infiel tiene reinos,
templos, palacios y termas,
puertos, ciudades, castillos,
ricas minas, ricas vegas,
y son dos mares el foso
de ese jardín de la tierra...
Allí Córdoba, la rica,
Allí Sevilla, la regia,
de Itálica la romana
y la famosa bandera.
Allí Granada, en que nace
la luz del alba serena.
Jaén allí, reposando
cual lagarto en una peña.
¡Suelo donde el sol se para!
por llamarlo mío, diera
mi hija la más hermosa,
la mitad de mi diadema.
Con innúmeras falanges
allí Muamed nos espera
y llegar a la victoria
impide Sierra-Morena.
Tornarnos fuera cobarde,
seguir, peligroso fuera...
Aconsejadme y el brío
deje el pueblo a la prudencia."
II.
Así una tarde de Julio,
cuando el sol toca en la tierra,
habla Alfonso a los caudillos
que a caballo le rodean,
sobre un llano con jarales
donde principia una sierra,
lejano del campamento
donde su hueste hormiguea.
Sobre el cuello del caballo
tira la bordada rienda,
la mano sobre el estoque
en el talabarte enreda,
con la diestra plega el manto
y sobre el hombro le echa,
y así, de sus capitanes
está esperando repuesta...
Alfonso octavo, aquel rey
que dio vida a tantas hembras,
que tuvo dos reyes santos
su inmediata descendencia,
que el amor partió y el cetro
con Eleanor de Inglaterra,
aquel de la minoría
tan larga como revuelta,
llamado el Noble y el Bueno
sin que al llamárselo mientan,
que dio en sus años de fuego
a la Judía más bella
-aunque hay en España antiguas
escrituras que lo niegan-
horas de amor, que son horas
que en el tiempo no se cuentan.
El que, en Alarcos vencido,
morir quiso en la pelea
remojando en roja sangre
de la corona a la espuela...
El que ha retado a los moros
de Marruecos y la Bética
y ha pregonado cruzada,
y, de Toledo en la huerta,
ración, asilo y soldada
otorgó con mano espléndida,
y ha recabado del Papa,
con la bendición suprema,
rogativas que hace Roma
por el tiempo de la empresa.
Que ha dicho Muamed el verde,
llamado así porque lleva
de ese color el turbante,
que hollará la Europa entera
y cuadras hará del alto
Vaticano en las cancelas,
y está con tantos soldados
el Muradal a Baeza,
que al exender la batalla
parece falte la tierra.
III.
Sancho a hablar se disponía,
cuando, en medio de las breñas,
ve un pastor, la honda por banda
y en la mano la ballesta,
que, a saltos como una corza,
a los cruzados se acerca.
"Reyes cristianos -les dice
destocando la cabeza-
de vuestras fuertes ciudades
cobijaos con las peñas,
tornadvos como quien fuye
si fe non habedes luenga,
la lobada viene aullando
que non la vide más fiera,
ni vio más moros el mundo
que son al pie de esas crestas.
Si traedes la fe granada
y en Dios esperanza fecha,
ordenad que vos recojan
agora mesmo las tiendas
y yo, por servir a Cristo,
mientras el lucero llega
para trasmontar las cimas
mostrarvos he la vereda."
IV.
La voz del cielo oye Alfonso
y sus bravos en aquella;
ordénase la partida
y a muy poco, por las quiebras,
va desliándose el campo
en marcha callada y lenta
como va soltando anillos
en el bosque la culebra.
V.
¿Por qué me tiembla la mano
sobre el papel insegura
al evocar los recuerdos
de la gigantesca lucha?
De la memoria los ojos
sondan la hueste moruna
y en la derrota posible
piensa el alma con angustia...
¡Ay mi Castilla! si al moro
la victoria presta ayuda.
¡Ay mi Aragón, mi Navarra!
¡Ay mi Galicia, mi Asturias!
¡Mi Barcelona!, ay de Europa!,
si el Atila de las lunas
rompe ese campo de cruces
y a los breñales lo empuja!...
El Corán dirá o la espada,
al arrojaros con furia
las astillas de los cetros,
que habrá arrancado en la pugna
a los tres monarcas muertos
con valor y sin ventura.
Y los huesos de Pelayo,
sintiendo perdida en una
la labor de cien batallas
y que la cruz está en fuga,
temblarán de espanto y rabia
dentro de su sepultura.
¡Y acaso no vendrá el día
de la reconquista nunca!
VI.
¡Cides, Alfonsos, Ramiros!
descansad en vuestras tumbas
que góticas catedrales
en sus capillas ocultan.
En los ojos de este Alfonso
victoria grande se anuncia;
torne la calma a mi mano
y escriba lauros la pluma.
VII.
Perezoso llega el día
rompiendo la negra bruma
cual si temiera la aurora,
tantas haces viendo juntas,
que han de comenzar la liza
en habiendo luz alguna.
Pedro de Aragón Segundo,
con la corona y la púrpura,
junto a un altar, con la imagen
del Salvador se apresura
a otorgar a Nuño Sánchez,
que tiene la sangre suya,
la orden de Caballería,
y Nuño va con la túnica
blanca y el acero a espaldas
a la ceremonia augusta.
Dice misa Don Rodrigo
el Arzobispo, que escuchan
cien mil hombres de rodillas
y, al elevar a la altura
la Sagrada Forma, el sol
rasga el Oriente e inunda
de luz dorada soldados,
campos y altar y armaduras.
VIII.
¡Caso raro! los tres Reyes
la noche pasada turbia
con una cruz han soñado
que no saben lo que augura...
y los tres a un tiempo, ahora
miran al frente confusa
la árabe tropa ordenada
que cinco leguas ocupa.
Jamás en hidalgos pechos
entra el áspid de la duda
mas la sangrienta hecatombe,
forzosa ya, les conturba.
IX.
Divídense los cruzados
en tres mesnadas robustas:
va Castilla a la derecha,
Lara su estandarte ondula;
el centro tiene Navarra,
Gómez García asegura
su insignia; en el ala izquierda
Aragón sus filas junta
bajo el pendón de San Jorge
que no retrocede nunca.
X.
El alarbe en una navas
que enfrente están, se sitúa,
allí está el hijo de Atlas,
allí los hijos de Nubia,
el Numida, el Mauritano
y la morisma andaluza.
En un foso a la rodilla
está metida la turba
de peones, y sujetos
entre sí con ligaduras,
brava, gallarda, robusta,
potros árabes cabalga
más ligeros que las brumas.
Viste el "Miramamolín"
-que en nuestra lengua figura
el jefe de los creyentes-
rojo manto, el hierro empuña
dentro de una rica tienda
do el oro brilla y la púrpura.
Junto a él, en áurea silla,
luce el Corán su escritura
rodeado de un palenque
de recios troncos, que juntan
gruesas cadenas de hierro
que le dan fuerza y le escudan.
Diez mil negros tiene dentro,
hijos de la sombra oscura,
llamados los inmortales
porque jamás capitulan.
Recorre Alfonso las filas
sobre un caballo de Úbeda,
defendido con la malla
de rica labor menuda
que el negro pecho blanquea
con anchos copos de espuma.
En el centro se coloca,
la noble espada desnuda;
con ella al frente señala
y en voz exclama segura:
"Cristianos, allí está el moro
que nuestra tierra subyuga;
¡que hoy nos dé la tierra nuestra
o gloriosa sepultura!"
¡Oh Dios, por tu fe lidiamos!
Nuestras plegarias escucha...
¡Qué podremos sin el soplo
de tu omnipotencia suma...!
Súbito, y ensordeciendo
los ecos cercanos, zumba
el rudo grito del árabe
para comenzar la lucha.
Detiene el campo de Cristo
la audaz embestida ruda,
como a las ondas el dique
que, al verse rotas, retumban:
retroceden, se rehacen,
voltigean y se abultan,
a chocar vienen de nuevo
y no lo salta ninguna.
El moro extiende sus filas
en tenaz, inmensa curva,
queriendo encerrar las cruces
que, al fin envueltas se juzgan;
cían sin orden, y presto
en huida se pronuncian.
Quiere Alfonso detenerlas,
su voz se pierde confusa;
reyes, nobles, caballeros
con ansia la muerte buscan...
Entonces, rauda una nube
el éter límpido cruza,
sobre los cristianos para,
de una cruz toma la hechura,
y el sol, orlándola en oro,
la recorta y la dibuja.
Luego, Domingo Pascual
Cruciferario, con una
de hierro que lleva un índice,
se mete en medio a la chusma:
un haz de flechas le lanzan
que en el hierro se despuntan
y sano hiende el turbión
de moros que le circunda.
"¡Milagro!, dice, ¡Milagro!"
mil labios gritan y estrujan
al árabe consternado
por la acometida súbita.
XI.
Sancho el Fuerte cien jinetes
tras de su caballo aduna
y por los moros se mete,
y al palenque llega, y pugna
por entrarlo, y de un hachazo
la cadena desanuda,
y pica al corcel, y salta,
y mil le imitan... y, en suma,
ya no es derrota, es matanza
del palenque a la llanura.
XII.
¿Quién refiere tantos hechos?
Quién reduce a cuento muchas
hazañas del fausto día
tan fatal para las lunas...?
XIII.
Levanta un cántico el clero
junto de la tienda turca
y Alfonso gozoso alzando
la vista al cielo, pronuncia:
"Tuyo es, ¡oh Dios!, el triunfo
y será la gloria tuya.
¡Qué es el hombre sin el soplo
de tu omnipotencia suma!"
Recopilador del Romancero de Jaén.
________________________________________________________
LAS HOJAS Y EL VIENTO.
(Ayeres jaeneros).
Calientes espirales de hojas tristes,
quiso el viento ocultar entre los bancos
de una Alameda, ya con canas grises,
que me hablaba de adioses y de abrazos.
Reflejos de sierras y de olivares
flotaban en el agua de los charcos
después de que una lluvia sin altares
en el Cerro y en la Cruz dejara cantos.
Recuérdame, Pastira ¿Qué sentiste,
al ver a tu Jaén entre los brazos
de una Luna, en tanto en los jardines
al "melenchón", jugaban lirios blancos?...
_________________________________________________________
SERENO GUADALQUIVIR.
(Junto a la dama de la rosa).
Cuando pasas con sombra soñadora
notarás que soy río sin frontera
vestido cada noche de quimera,
buscando mi verdad con voz sonora.
¿Quien me impide decirte que te añora,
viendo en ti a la dama que saliera
de una cita de amor en primavera
del Omeya palacio que aún te llora?
Todo arco de mis ojos peregrina
en busca de tu piel y de tu aliento,
en medio de mi lar lleno de prosa.
Puesto sabes del "ay" de cada espina,
del instante feliz y del lamento,
te presiento en el alma de la rosa...
___________________________________________________
Me alegro de haberte conocido,
de saber que existes
aunque yo no esté en tus sueños.
Permíteme que te adore en el silencio de mi soledad,
como una luz que en candela amé.
Como un sol que de día me iluminó.
_____________________________________________________
PALOMINO, AMIGO.
Querido Rafael...
Así una vez y otra...
Desde el frente, los años treinta.
En los cuarenta, desde mi exilio marroquí,
luego, desde Cataluña,
-¿otro exilio?-
esta tierra tan igual y tan distinta,
en los cincuenta,
y en los sesenta.
Y empezábamos ahora con los años setenta.
Querido Rafael...
Así una vez y otra
hacia la mano amiga,
hacia el calor amigo,
también hacia la tierra,
nuestra tierra,
de plateadas colinas,
de agrestes y azules y ocres montañas.
Una vez y otra
hacia la amistad,
tan radiante y tan oscura al mismo tiempo,
tan compleja y tan simple,
tan remota y tan próxima,
tan segura
frente al tiempo y la distancia,
tan indispensable
para quienes somos capaces de aniquilarnos
por un minuto de amor.
Querido Rafael.
Te llamaba a ti
y nombraba también
a todos los de entonces.
A los del bachillerato,
a los de la guerra,
al maestro de aquellos días extraños,
entre cultura y bombas,
entre horror y entusiasmo,
entre amistad y muerte.
Con Rafael Porlán
--¡cuántos Rafaeles desde entonces!--
marchábamos todos entre la devoción y el asombro,
<<cosiendo con sílabas las heridas>>,
en la creencia
de que el difícil,
dificilísimo camino,
seguiría.
Aunque, de pronto,
un día de primavera,
todo se hundió.
Había que empezar de nuevo.
Pero ya no íbamos como iguales
sino a remolque.
Ya no construíamos
sino que nos reconstruían.
¿Cuánto habremos salvado
de la alienación?
Tal vez nada,
como no sea una vaga nostalgia,
un impulso ciego,
<<contra viento y marea>>,
con el que hoy te has ido
y mañana se irá otro
y todos luego.
Querido Rafael,
a veces las cosas
se nos vienen encima, en tromba
de dolor y de náusea,
como a mí me ha ocurrido
en esta helada primavera de 1972.
¿Y sabes, sin embargo, cuál es la imagen terca
que vuelve una vez y otra?
Perdóname su puerilidad.
Pero una vez y otra
te veo venir
con tu grande, cordial y triste humanidad
hacia el pasaje tras la Catedral,
hacia los redondos veladores de mármol
de <<El Sanatorio>>,
donde yo estoy de paso,
acompañado de hermanos, sobrinas y demás familia,
en espera de un amigo,
una vez y otra,
un año y otro,
para reforzar un lazo y un aliento,
razón de ser frente a los embates
de todo lo demás
que creímos más importante
y no lo fue.
Querido Rafael,
a veces pienso
dónde van a parar nuestros mundos.
No me refiero a nuestros cuerpos
ni a nuestros espíritus, no,
sino a la totalidad de cosas acumuladas,
a nuestras mejores posibilidades
a flor de piel,
a nuestros grandes proyectos.
Pienso en Diego Martín Montilla,
ahorcado en una encina de Extremadura,
con su uniforme de gran jefe militar
y sus milenarios 21 años;
en Rafael Porlán,
cruzado de la luz y la poesía,
severo profesor angloandaluz
muriéndose a conciencia lentamente;
en Rafael Zabaleta
creador de imágenes poéticas
con el olor y la luz de nuestros campos
diluyéndose en la muerte
por un abandono infantil;
en Clemente Cariñena,
cronista de raros homenajes,
diciéndonos adiós furtivamente
desde su castizo taller artesano madrileño.
Y pienso en ti,
y no puedo verte y no verte,
saber que has recibido el golpe
en acto de servicio,
llevándole poesía a nuestros esquilmados pueblos.
¿Dónde están vuestros mundos?
¿Es verdad que éste es el otro?
Lo único seguro
(no hay más que el pájaro en la mano)
es que estáis aquí,
con nosotros,
conmigo,
real y verdaderamente.
Ésta es nuestra muerte por entregas.
Y vuestra inmortalidad,
como decía nuestro poeta,
en letra chiquitilla.
(de su libro Antología Breve,
ed. Carena, Barcelona, 1986) ________________________________________________
L U M U M B A.
Era demasiado blanca
tu sonrisa de negro.
Tu palabra
de hijo de esclavo
tenía demasiada luz.
Se vio demasiado pronto
que eras bandera flamante.
Habías encontrado la verdad.
La verdad sin norte ni sur,
sin este ni oeste.
La verdad
en el centro preciso
de la liberación de un pueblo.
Era el sueño ignorado
de millones de seres
lo que llevabas
en la circulación de tu sangre.
Por allí pasaron
el miedo y la magia.
Por allí
el terror uniforme
y la civilización servida
en vacías formas rituales.
Descubrir la verdad
es grave, Patricio.
En un lugar cualquiera
puede llevar
a la muerte.
Pensaba decírtelo
cuando te veía radiante
en la pantalla pequeña
de mis horas de comer.
Pero todo fue inútil.
Mi voz no se oye.
El caso es que
tu luz y tu sonrisa
ya no existen.
Y tan sólo
la libertad
y el amor
las echarán de menos.
(de su libro Antología Breve,
ed. Carena, Barcelona, 1986)
________________________________________________________
EL CENTINELA.
Miro tu camino mojado cada mañana
y al cabo de las horas cada tarde
me hablas con espuma en lo tobillos,
es tu idioma,
y firmas con nácar la presencia enrojecida
que durará más mucho más de mil segundos,
en esta huida sin sentido de la que vienes
atormentando de celos al centinela.
Sé que vienes creyendo en la inercia
de un viento que no ha nacido aún,
que arrastra su vida gastada por las calles
de la desesperación,
al final te esperan la ciudad de los espasmos
plagada de todo aquello que resultó
no ser sólo bruma, y el centinela,
también te espera el centinela.
No tocarán sus manos las plazas solitarias
que mecían azules los sueños de tu cuna
ni los suburbios ni los trenes
que abarrotados de pleamar los oropeles,
no las distancias escogidas.
Sé de tu camino mojado
se aquello que puedo saber,
el poco gris, la periferia
y un trozo de papel manchado
que moja mi cuerpo cada vez
que intento plasmar en él tu latido,
aquello que tantos llaman la ausencia,
aún así, no nombrará tu nombre
aquel centinela que no te entiende,
no pondrá una etiqueta en tu vida,
en la que brote tu precio detrás de los cristales,
para él te llamarás rugido,
y llenarás de rabia
el eco de sus hombres,
serás rugido para él y para saciar la nada
de los buitres que brillan enfurecidos,
no habrá pasión en sus miradas
y tu camino mojado seguirá y seguirá,
y vendrán más hombres con papeles manchados
para pedirte prestado ese sonido,
tu latido.
_____________________________________________________
V É R T I G O.
No puedo pensar en el vértigo,
en ese asalto sin mirada
en el que surgen las dudas
desde la nada imaginada.
No puedo pensar en el silencio
sino como un aliado eterno
que oprime al viento en sus escapada
para que hiera de amor
al que se hace llamar rivalizado.
No puedo pensar en la pena,
no ahora, que llega herida
hasta la puerta yerta
de la guarida,
no ahora, que vive
otra vez pretendiente,
mueca libre de cándidos cimientos
en busca de dueño y musas
que la liberen de la piedra tosca,
con vértigo sueños y lanzas,
con besos recién caídos
desde la última partida
y terciopelo abandonado que
huye del reino de la esperanza.
No puedo pensar en el vértigo
pero reina en mi pecho la inercia
de las piedra lanzadas,
el eterno caos de las bocacalles,
la pena inscrita de los papeles,
y el aire fugaz que me obliga a no mirar
tras un segundo perdido
en ese mapa descarnado.
No puedo pensar ahora,
ni mirar, no puedo nada,
ni la mismísima duda, no puedo.
Deduzco mi tiempo detrás de todo lo habido
chapoteando en ese mar que bulle deprisa,
masacrando uno a uno esos pobres segundos
que habitan el espejo,
balbuceando aquello que yo les digo: nada,
es entonces cuando todo cambia,
cuando surge la oscuridad más absoluta,
cuando ya no puedo ser un temeroso más
gritando al suelo que aquieta los pasos,
el nombre de todo aquello que aprendí:
hágase el vértigo.
____________________________________________________
PLAZA CRUZ RUEDA.
La tarde con soledad
se desliza entre las rejas
llenando de largas sombras
la antigua plaza Cruz Rueda.
Plaza de encaladas casas,
casas de fachadas viejas,
viejas hablan con la gente,
gente sentada en las puertas.
Ya no se escucha a los niños
jugando en la plazoleta
de aquellos juegos de antaño
de los que nadie se acuerda.
Sesgaron el kiosco verde
que había plantado en ella,
tejadillo de hojalata,
esqueleto de madera.
Anclado en los adoquines,
varado junto a la acera,
casco de un viejo velero,
desvencijada patera.
Hoy al volver a la plaza
en tardes de primavera,
cuando el jazmín perfumado
se asoma a las azoteas;
colmada de soledad
saturada de tristeza,
nadie en sus pétreos bancos
al anochecer se sienta.
________________________________________________________
PRIMAVERA EN JAÉN.
Caminando el camino, voy
caminando.
Entre rosas de mayo, te
voy buscando.
Y suspiro y requiebro, mi voz
al viento.
Para cantarte, ¡mi niño!
Cuánto Te Quiero.
Pues te Quiero y quiero,
decirlo a voces
que se entere el romero, el olivar...
el monte entero.
Que sin ti, me muero.
Porque quizás tú has hecho,
sin tú saberlo...
que mi corazón sea
tu prisionero.
1 de Abril de 2003.
Asunción Santa-Olalla Montañés.
________________________________________________________
A TI QUE VELASTE MI SUEÑO.
A ti, que velaste mi sueño cuando estaba perdida,
quiero subir hasta el cielo, y robar las estrellas,
para hacerte soñar.
Quiero construir una casa que esté hecha de fuego,
de ilusión y ternura, sin rutinas, ni miedos.
Quiero que enfermemos de dicha, de besos, de vida
y contagiar al mundo.
Canta, vive, muere, para vivir otra vez.
Muramos juntos y empecemos de nuevo,
patinando sobre calles mojadas.
Corramos con el último beso, aún fresco.
Huyamos, que este mundo está enfermo.
Extiende tus manos, llénalas de aire.
"Volemos al infinito".
Asunción Santa-Olalla Montañés.
___________________________________________________________
AMANECIDO AMOR.
A Emilia, mi mujer.
"Vivir siempre en agonía
con el alma lacerada
por la espera.
Morir dos veces al día
y tal vez de madrugada
la tercera".
Rafael de León.
I
Cede la luz al aire su sentido
al tiempo que la noche se engalana
con perfumes de sombra en la ventana
mientras la tarde apaga su gemido.
Tengo en mi boca el último latido
del beso que me diste de mañana,
que resuena a repique de campana
llenándome las horas su sonido.
Eres, amor, como la primavera,
como el arroyo que refresca y canta,
como la flor que rompe su fragancia.
Eres, amor, el ser que me libera,
la fuerza que me empuja sacrosanta,
la vida que me entrega su sustancia.
II
Bella es la noche que nos enamora.
Más bella la sonrisa de tu boca.
Bellísima la gracia que provoca
mis ansias de quererte hora tras hora.
Bella es la luz que tus cabellos dora,
tanta ternura en una vida loca,
este don que hace beso cuanto toca
y la fragancia que en tu cuerpo mora.
Bella es la sinrazón que mi locura
por tanto amor al fin correspondido
tras mucho tiempo de dulce amargura.
Bello el amor, tu amor amanecido
sobre el encanto de tanta hermosura,
al que mi corazón quedó prendido.
2º Premio del I Certamen de Poemas
de Amor de la Asociación Amigos de
las Bellas Artes y las Letras (ABAL)
de Cartagena, 2002.
______________________________________________________
Lo que realmente
me rompe, es
saber que no estarás
en muchos momentos
de mi vida,
donde contaba contigo
para sonreírte desde dentro.
Lo que me raja las alas,
y las varea,
hasta dejarlas hechas
jirones,
es saber que hay momentos
que no volverán a ser,
y que querría que hubiesen
sido.
Lo que me duele
hasta llevarme a sangrar
hacia dentro,
es saber que los momentos
contigo, hoy...
...ya son sólo recuerdos.
...y lo que me abre
las alas y las colorea
de nuevo,
son todos esos recuerdos,
todos esos trocitos de
mi yo-contigo...
...ahora todo lo que
nos queda son sonrisas.
Volaste, así, de pronto,
para no dejarnos nunca.
__________________________________________________________
Peter Pan, sin sombrero
ni pluma,
ni polvos mágicos
para volar hasta la
luna.
Peter Pan, con dos coletas
y bailando sevillanas,
así eres tú,
con disfraces de colores,
haciendo el carnaval
cualquier día laborable,
con juegos de muñecas
y jerséis a rayas.
Sonriendo desde dentro,
disfrutando cada minuto...
...viviendo...
¡QUE AMANEZCA UN MUNDO NUEVO!
I
Que no tenga puerta el sol
ni se calle la campana,
que sea clara la mañana
y en la tarde haya arrebol.
Que a la luna bese el sol
y sonrían las estrellas;
que se olviden las querellas
y siempre haya lucero;
que brote todo sendero
con miles de flores bellas.
II
Que los hombres sean hermanos
y agonicen las tensiones;
que resuenen las canciones
en bocas de los humanos.
Que todos se den las manos
en una paz que amanece;
que a brotar la dicha empiece
y la guerra esté en olvido;
y que en mundo dolorido
haya amor, del que adolece.
III
Que nazca la primavera
en un mundo que es desierto,
que florezca todo huerto
y sea alfombra la pradera.
Que alegre esté la ribera
y el viento se vuelva risa;
que brote ya la sonrisa
como flor en cada boca;
que la tierra no sea roca
y la tempestad sea brisa.
________________________________________________________
EL DESIERTO DE TU AUSENCIA.
Buscándote en mis recuerdos
para encontrarme contigo.
Laberinto sin salida
donde se perdió tu risa,
tus pasos y mis suspiros.
Qué pensarán las estrellas
que ya no te ven conmigo.
Las sábanas de nuestro lecho
sin arrugas y sin mimos.
Dicen que sale la luna
para alumbrarte el camino.
Los trigales se acarician
y se besan los olivos,
mientras mis manos cansadas
retienen tu tacto herido.
Dónde se fueron las noches
mezclando luces y sombras,
cómplices de mis delirios.
Brisa preñada de aromas
que enredaba mi vestido,
trepando hasta mi boca
para quedarse contigo.
Recorriendo este desierto
que es tu ausencia en mi camino,
el alba me sorprendió,
buscándote en mis recuerdos
para encontrarme contigo.
_________________________________________________________
L A T I D O S.
Pasean las amapolas descalzas,
tímidas,
todas juntas y cada una sola,
perdidas,
voy caminando entre nubes de algodón,
recordando,
temiendo que llegue el olvido,
el tuyo,
la respiración cansina se niega a purificar mi pecho,
siento que me ahogo,
vuelvo a caminar por senderos de ilusión,
dorada ilusión,
tu mirada se clava en la mía profundamente,
como fiero aguijón de avispa enfebrecida.
Me acaricia un vientecillo,
¿es tu suspiro?,
siento que algo roza mi boca,
¿ha sido un beso?,
¡ay, si yo pudiera!,
pero no puedo.
Un arco en el recuerdo,
pensamiento mío,
horizonte terriblemente lejano,
deseado,
presente que pugna por ser pasado,
imposible,
pasado que grita por ser futuro,
¿podrá ser?,
vuelvo la cabeza buscándote,
nada,
y sé que estás, pero no te tengo,
flotas en el humo de mi existencia
y te siento,
vidas que ruedan sin sentido,
la tuya y la mía,
amor infinitamente infinito,
el nuestro.
[1] Rey de Castilla, tras la muerte de su padre (1.158), aunque su reinado efectivo no comenzó hasta 1.169. *Soria, 1.155, +Gutierremuñoz, 1.214. Hijo de Sancho III y doña Blanca de Navarra. Casado con doña Leonor Plantagenet (1.170). Firmó con el rey Alfonso II, el tratado de Cazorla para establecer los límites futuros de expansión por los territorios musulmanes (1.179). Fundó en Palencia la primera universidad española (1.209). VARA THORBECH, Carlos.: El Lunes de Las Navas. Torredonjimeno (Jaén), Universidad de Jaén, 1.999, pág, 23 y ss.
[2] Cerro cercano a Ciudad Real, por Abu Yusuf Ya'cut I Al Mansur, sultán almohade, casado con la hija de don Sancho II de Navarra (más conocido por Almanzor, 1.195). Posteriormente se fundó Villa Real, hoy Ciudad Real.
[3] Inocencio
III. Lotario de los Condes de Segni, de Anagni (1.198-1.216). DEGALLI, F.: Historia
de la Iglesia. Barcelona, Editorial Codex, 1.963, pág, 211.
[4] *Tudela
(Navarra), 1.160. Hijo de don Sancho el Sabio de Navarra y doña Sancha de
Castilla. Coronado a la muerte de su padre (1.194). Desposado con doña
Constanza, hija del conde de Tolosa (1.195). Aunque trató de ayudar a su primo,
Alfonso VIII de Castilla, en la batalla de Alarcos, no llegó a tiempo. Al no
tener descendencia designó como heredero a Jaime I de Aragón. VARA THORBECK,
Carlos, op. cit, págs, 53-54.
[5] *¿, 1.174 +Muret (Francia), 11-9-1.213. Hijo de Alfonso II, rey de Aragón y doña Sancha, hija de Alfonso VII el "Emperador", y padre de Jaime I el "Conquistador". A la muerte de sus padres nombrado rey de Aragón y I de Cataluña. Ibídem, pág, 37.
[6] +¿,
16-9-1.214. Llamado "el Bueno". X histórico Señor de Vizcaya, de la
Rioja, de Bureba, de Castilla la Vieja, de Berolado, de Pancorbo, de Haro, de
Alcubilla, de Torrecilla, y otras más tierras. Estuvo presente en todas las
gestas bélicas de Alfonso VIII. Al igual que su padre alcanzó el cargo de
Alférez Real. Casado en primeras nupcias con doña María Manrique, hija del
conde Manrique de Lara, y en segundas, con doña Toda Pérez de Azagra, hija de
don Pedro Rodríguez de Azagra, señor de Albarracín. Ibídem, págs, 77 y ss.
[7] Orden de los Hospitalarios (1.113), al mando de don Gutierre Ermenegildo; del Temple (1.118), al mando del maestre don Góme Ramírez; de Calatrava (1.147), al mando del maestre de su Orden, don Rodrigo Díaz y de Santiago (1.170), al mando del maestre don Pedro Fernández. Ibídem, págs, 174 y ss.
[8] Don
Rodrigo Ximénez de Rada. *Puente de la Reina, 1.170 +17-7-1247. Hijo de don
Ximeno Pérez de Rada, Sr. de Puente de Rada y de doña Eva de Finojosa, era hija
de don Miguel Nuñez de Finojosa y hermana de San Martín de la Finojosa,
fundador y abad del monasterio de Huerta y obispo temporal de Sigüenza. Actuó
de cronista de la batalla. Canciller Mayor de León y Castilla. Legado
pontificio de Honorio III. Primado de España. Guarda del sello Real de oro.
Iniciador del Consejo de Castilla. Preceptor de los hijo de San Fernando, los
infantes don Felipe y don Sancho, que serían Arzobispos de Sevilla y Toledo,
respectivamente. Testamentario de Alfonso VIII y su apoyo espiritual en Las
Navas de Tolosa. CASTRO ALAVA, JOSÉ RAMÓN.: "Don Rodrigo Ximénez de
Rada", Navarra, temas de cultura popular nº 30, Diputación Foral de
Navarra, págs, 6 y ss.
[9] Provincia de Ciudad Real.
[10] Que se extiende por la provincia de Ciudad Real. Capital geográfica: Almagro.
[11] Alfonso VI el Bravo. *¿, 1.040 +Toledo, 7-1.109. Rey de León (1.065) y Castilla (1.072). Hijo de Fernando I el Magno y doña Sancha (hermana de Bermudo III, de León). Rey de León y de Castilla (1.065-1.l09). Para ser reconocido como rey de Castilla, tuvo que jurar no haber intervenido en la muerte de su hermano don Sancho II el Fuerte, ocurrida en el cerco de Zamora, por exigencias de los caballeros castellanos, encabezados por el Cid Campeador (1.072). Ambos hermanos se enfrentaron por el poder único, y don Alonso fue derrotado en Llantada (1.068) y Golpejera (1.072). La más glorioso de su reinado fue la conquista de Toledo (1085), que provocó la llegada de los almorávides a la península en auxilio de los reinos de taifas. Fue derrotado por éstos en Sagrajas (1.086) y Uclés (1.108). SANZ Y DÍAZ, J.: "Navarra y sus reyes", Temas españoles nº 154. Madrid, Publicaciones Españolas, 1955, págs, 17-21.
[12] Se localiza actualmente en las coordenadas X=422959, Y=4244719. VARA THORBECH, Carlos.: Op. cit, pág, 305.
[13] Un ángel en traje de pastor, según la tradición.
[14] Militar, político e historiador español. *Madrid, 1.478 +Valladolid, 1.557. Luchó con los tercios en Italia y Flandes. Pasó a América como cronista, escribano real y veedor de las fundiciones (1.514). Regresó a España para acusar a Pedrajas (más conocido por Pedrarias), y nombrado gobernador de Cartagena.
[15] Su filiación auténtica fue: Abu Abd Allah Muhammad b. Ya'cub b'Yusuf b'Abad Al Mu'nin, conocido por Al Nasir. *en la primavera de 1.181 +Marrakech, 25-12-1.213. Hijo de Ya'cub Al Mansur, el vencedor de Alarcos, y de una esclava cristiana llamada Zahar (Flor). VARA THORBECH, Carlos.: Op. cit, pág, 65 y ss.
[16] Los cristianos refugiados y amparados entre los riscos asturianos, dieron el primer grito de independencia en Canica (Cangas de Onís), que se conoce con el nombre de Reconquista. Capitaneados por don Pelayo, cristiano y español, y gracias a su estratagema de refugiarse con su ejército en la elevada cueva de Covadonga, se enfrentan a Alkamah; éste creyó que los tenía acorralados en una madriguera, pero fue tal el cúmulo de peñascos, piedras y troncos de árbol que por todas partes les venía encima, que se hace indiscriptible la derrota infringida a los sarracenos (718). PORTFOLIO.: Historia de España nº 10. Barcelona, Casa Editorial Seguí, pág, 10.
[17] En la provincia de Soria. Legendaria batalla de los cristianos contra Almanzor (Abu Amir Muhammad, 1002).
[18] *Jódar (Jaén), 25-5-1825 +Jaén, 13-5-1904. Hijo de don José Almendros de los Reyes (*Úbeda, 1794 +Jaén, 31-12-1862. Hacendado y escribano; notario de Alcalá la Real en 1830; se establece en Jaén donde adquiere una escribanía en 1833, se hace cargo de la Escribanía Mayor del Cabildo y durante la década de los treinta se convierte asimismo en arrendatario vitalicio de la Contaduría de Hipotecas) y doña Lucía Aguilar Mengíbar (*Úbeda). Autor teatral, aunque espiritualmente poeta. Casado con doña Luisa Camps Arredondo (Jaén, San Pedro, 1864; ella, hija de don Antonio María Camps y Camacho, padre de los laureados poetas, don Mariano y doña Isabel Camps Arredondo, Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Jaén (1849-1850 y 1856-1857, Magistrado honorario de la Audiencia de lo Criminal de Jaén, miembro de sociedades secretas de Jaén). Afortunadamente el autor del celebérrimo soneto A la Cruz, ha sido rescatado de las tinieblas del olvido, por el inolvidable profesor don Alfonso Sancho Sáez (a cuya bibliografía remito al lector, amén de otros autores), por lo que resultaría pretencioso por nuestra parte intentar su cita. ARCHIVO HISTÓRICO DIOCESANO DE LA CATEDRAL DE JAÉN.: Libro de Desposorios de la Parroquia del Sagrario, libro 15, folio 280 y vuelto. CABALLERO VENZALÁ, Manuel.: Diccionario Bio-Bibliográfico del Santo Reino de Jaén, I (A-B). Jaén, IEG, 1979, págs, 53-62, refª, 507-562. MORENO JARA, Miguel.: Historia del Ilustre Colegio de Abogados de Jaén, inédita. NIEVES CARRASCOSA, Juan Enrique.: La desvinculación de la propiedad en la comarca de Jaén durante la primera mitad del siglo XIX (1798-1845). Jaén, Ayuntamiento de Jaén, Concejalía de Cultura y Turismo, Servicio de Publicaciones, 1991, págs, 240-241. PÉREZ ORTEGA, Manuel Urbano.: "Antonio Almendros Aguilar, de su labor como cronista de la provincia de Jaén, sus libros no natos y otras notas afluyentes", BIEG nº 153, I. Jaén, julio-septiembre de 1994, págs, 17 y ss. SANCHO SÁEZ, Alfonso.: Almendros Aguilar, una vida y una obra en el Jaén del siglo XIX. Jaén, IEG, 1981.