CLAUSTRO POÉTICO, NÚM. 15.

ASOCIACIÓN CULTURAL CLAUSTRO POÉTICO - REAL SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS - CAJA RURAL DE JAÉN. JAÉN, 2004

 

Presentación de Claustro Poético, número 15.

De derecha a izquierda de la foto: Miguel Moreno Jara, Juan Antonio López Cordero, José Latorre García, Juan Carlos García-Ojeda Lombardo y Pedro Luis Mínguez Durán

 

 

Estado de la sala en la presentación del número 15 de Claustro Poético, 23-septiembre-2004

 

REDACCIÓN

Director:

Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Secretario:

Pedro Luis Mínguez Durán

Cronista:

Juan Antonio López Cordero

Tesorero:

Miguel Moreno Jara

COLABORADORES EN ESTE NÚMERO

Genaro Antonio de Montiel

 

Francisco Barranco

Carmen Julia Morago Lázaro (III)

 

Rocío Biedma Romero (1-II)

Manuel María Morales Cuesta

 

Miguel Calvo Morillo

Miguel Moreno Jara (III)

 

Antonio Campos Acevedo (III)

Fernando R. Ortega

 

Teresa Cívico Resina

Francisco Pérez Fernández (III)

 

Elena Cobo Gámez

Manuel Pérez del Moral (III)

 

Cristóbal F. Fábrega Ruiz (I - II)

Jorge Romero Aranda (III)

 

Alfonso Fernández Malo (III)

Asunción Santa-Olalla Montañés

 

Juan Carlos García-Ojeda Lombardo (III)

Guillermo Sena Medina (III)

 

Juan Antonio López Cordero

María Serrano Canavaca (III)

 

Laureano Luna Escalona

Carlos Sevilla Ruiz (III)

 

José Ángel Marín Gámez

Ana Toledano Villar

 

Pedro Luis Mínguez Durán

Rafael Valdivia Castro (III - III)

 

Ramón Molina Navarrete (III)

Josefina Vázquez Florido (III)

 

 

P R O E M I O.

                                                "La poesía es un arma cargada de futuro".

                                                                        (Gabriel Celaya)

 

                        La palabra poesía tiene diversos significados y casi todos ellos manifiestan la dificultad de definirla. El primer Diccionario de la Real Academia Española ya la explicaba en 1737 como "Ciencia que enseña a componer y hacer versos, y a describir y representar con ellos las cosas al vivo, excogitando y fingiendo lo que se quiere". También como "la misma obra o escrito compuesto en verso".

                        En las sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia Española del siglo XVIII se recoge la misma definición, que empieza a cambiar en el siglo XIX, período de grandes transformaciones en el pensamiento humano. Es ya en la edición de 1803 cuando las ideas de la Ilustración y el Romanticismo empiezan a influir en los miembros de la Academia, que precisan la poesía como: "Imitación en verso y con ficción de la naturaleza considerada en general y en particular, para enseñanza y deleite de los hombres"; una segunda acepción: "El fuego y viveza de las imágenes de la poesía; así se dice: esta obra aunque tiene buenos versos, carece de poesía"; como tercera: "Cualquiera obra o parte de ella que abunda de figuras, imágenes y ficciones. En este sentido se aplica este nombre a la prosa escrita en estilo poético, como es el de algunas novelas"; y como la cuarta: "Las obras de los poetas, en especial hablando de los modernos; como las poesías de Garcilaso, de los Argensola". Las nuevas definiciones empiezan a captar la idea integral de poesía y aparece por primera vez el concepto de prosa poética.

                        La edición del Diccionario de la Real Academia de 1822, que se produce dentro del Trienio Liberal, supone una nueva aportación a la definición de poesía incorporando, junto a las anteriores acepciones, el concepto de arte al referirse a la misma: "El arte, ciencia o facultad de hacer composiciones en verso con invención y entusiasmo, imitando a la naturaleza".                

El siguiente cambio académico en la definición de la palabra poesía tiene lugar en la edición de 1884, época de consolidación política del período de la Restauración, cuando se impone el positivismo. Las acepciones que aparecen en el Diccionario son las más completas realizadas hasta el momento, en las que se recogen básicamente todo el concepto contemporáneo de poesía: "Expresión artística de la belleza por medio de la palabra sujeta a medida y cadencia, de que resulta el verso"; "Arte de hacer versos"; "Género de producciones del entendimiento humano, cuyo fin inmediato es expresar lo bello por medio del lenguaje, y cada una de las distintas especies o variedades de este género. Poesía lírica, épica, dramática, bucólica, religiosa, profana"; "Fuerza de invención, fogoso arrebato, sorprendente originalidad y osadía, exquisita sensibilidad, elevación o gracia, riqueza y novedad de expresión, encanto indefinible, o sea conjunto de cualidades que deben caracterizar el fondo de este género de producción del entendimiento humano, independientemente de la forma externa, o sea de la estructura material del lenguaje, de que resulta el verso. Esta obra en prosa está llena de poesía; aquella en verso carece de ella"; "Obra o composición en verso, y especialmente la que pertenece al género lírico..."; "Cierto indefinible encanto que en personas, en obras de arte y aun en cosas de la naturaleza física, halaga y suspende el ánimo, infundiéndole suave y puro deleite".

                        Cierta variación definitoria se produce en el Diccionario de la Real Academia de 1985, cien años después; se matizan algunas acepciones como "Arte de componer obras poéticas"; "Arte de componer versos y obras en verso"; "Obra o composición en verso, y especialmente la que pertenece al género lírico"; continúa: "Conjunto de la actividad poética y de los poetas. La poesía española del Siglo de Oro"; y se recupera el carácter romántico de la misma al incluir la acepción de "Cualidad de las cosas, personas, y de la misma poesía, por la que se produce en el ánimo una emoción a la vez estética y afectiva. Un paisaje lleno de Poesía". En esta edición se definen las tipologías y se cambia la denominación de profana por la de tradicional: "Bucólica. Se dice de la que canta las bellezas de la vida campestre"; "Dramática. Género de poesía escrita en forma de diálogo, que generalmente está hecha para ser representada"; "Épica. Género de poesía en que el poeta relata hazañas heroicas; "Lírica. Género de poesía en que el poeta canta sus propios afectos e ideas, y, por regla general, se dice de todas las obras en verso que no son épicas ni dramáticas"; "Tradicional. La conservada originariamente por transmisión oral anónima".

                        Las definiciones de la palabra poesía volverán a ser matizadas en la edición de 1989 y, sobre todo en la de 1992, que sintetiza drásticamente todas las acepciones, las mismas que recoge la edición del Diccionario de 2001: 1. f. Manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa. 2.f. Cada uno de los géneros en que se dividen las obras literarias. Poesía épica, lírica, dramática. 3. f. por antonomasia. Poesía lírica. 4. f. Poema, composición en verso. 5. f. Poema lírico en verso. 6. f. Idealidad, lirismo, cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje. 7. f. Arte de componer obras poéticas en verso o en prosa.

                        Pero quienes mejor han definido el concepto de poesía son los poetas. Una de las definiciones más citadas es la de Gustavo Adolfo Bécquer:

 

"¿Qué es poesía?

                                                dices mientras clavas

                                                en mi pupila

                                                tu pupila azul;

                                                ¿Qué es poesía?

                                                ¿Y tú me lo preguntas?

                                                Poesía... ¡Eres tú!"

 

                        La definición que hace de la poesía o, más bien, de su poesía Gabriel Celaya encierra también ese concepto íntimo, personal y creativo como hace en su poema "La poesía es un arma cargada de futuro":

 

"No es una poesía gota a gota pensada.

                         No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

                         Es algo como el aire que todos respiramos

                         y es el canto que espacia cuanto adentro llevamos".

                       

Gabriel Celaya abogaba por una poesía militante, la poesía del oprimido, porque la poesía no puede enajenarse del mundo que le rodea. Un mundo donde oleadas de estímulos hacen vibrar las sensaciones del hombre y brotar la poesía arrolladora, combativa e incluso agresiva frente a la que llaman contemplativa. La militancia en la poesía se puede observar ya en el libro de los Salmos de la Biblia, puede también observarse en los poetas de la antigua Grecia y Roma, en los romances medievales o en la más reciente poesía moderna y contemporánea. En España, la última guerra civil fue un cruel enfrentamiento que estimuló la mente de los poetas, muchos tomando opción por el bando perdedor, como Rafael Alberti:

"Se equivocó la paloma.

                                               Se equivocaba.

                                               Por ir al Norte, fue al Sur.

                                               Creyó que el trigo era agua.

                                               Se equivocaba".

                        La complejidad de la poesía es fruto de la complejidad del hombre, pues forma parte de su esencia. Y, como el hombre, no es neutral, pero de una u otra forma siempre toma partido por la vida, es una herramienta del hombre para el hombre, por lo que en este sentido siempre es militante, aunque a veces el odio y la guerra sean el mensaje que transmita o sea utilizada en la lucha satírica entre los mismos poetas. Cabe preguntarse si es poesía la letra de los himnos militares o nacionales como la Marsellesa, cargado de incitación al odio y a la sangre, pero a la vez cargados del sentimiento puro de liberación y justicia; o si es poesía la Eneida de Virgilio o la Araucana de Alonso de Ercilla, o el anónimo Cantar del Mío Cid. Sin duda la poesía es un canto a la vida, donde el amor y el odio son dos caras de la misma moneda, y también la muerte, tan unida a la existencia.

                        Lo que no hay duda que sí es poesía son las siguientes páginas que componen este nuevo número de Claustro Poético, cargadas de vitalidad. Con el mismo ratifica la revista su larga tradición en la vida cultural giennense y se abre aún más a la sociedad. Cumple, pues, una extraordinaria función Claustro Poético, una revista también cargada de futuro. Las siguientes líneas son el reflejo de unos hombres y mujeres que nos dan mucho de sí a cambio de nada, lo que lo dice todo. Con gente así el futuro es fácil.

                                                                                  Juan Antonio López Cordero.

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"DESCENSO"

 

                        No es tu sangre

                        sino la juntura de un montón de labios.

                                   El hilo de tu voz

                                   lo acecho,

                                   alivio tus heridas

                        porque tu muerte no será

                        papel ni montaña horadada.

 

                        Dejaré que la helada alivie mi dolor,

                        hasta escuchar tu pálpito

                        y humedecer el clavel

                        enardecido de tus labios.

 

                        Soy un hombre perdido. Lo sé.

                        Ya he fijado mi amor en tu costado.

                        Cierro los ojos, cerrada muerte ya.

                        Pero si me hablas

                        no lo hagas desde ahí arriba.

                                                                                  Francisco Barranco.

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EL JARDÍN DEL DESENCANTO

 

Me dueles,

después de quebrarme la esperanza

y lanzar a mis entrañas un grito de soledad,

que me hace eco.

 

Y más me dueles.

 

Pero más camino desnuda hacia el alba

y se me clavan las lágrimas

allí donde las horas lentas

dibujan la tristeza de mi sombra en las paredes.

 

Me hieres

por encima de tus angelicales ignorancias,

y te hago morir con mi propia muerte,

que te termina y me termina,

y me late en las sienes al compás de tus mentiras

y me arrastra por el viento,

en busca del norte del olvido.

 

Y más me hieres.

 

Porque más veré nublarse el delirio del encuentro,

            y, aún más, desvanecerse la espera de tu abrazo.

Y ya tus ojos serán silencio

y la ternura de tus manos habrá destrenzado

el sendero de mis sueños.

 

Me mueres,

aunque ya muerta me hallaras.

Y se me acaba el firmamento

y la luz de las estrellas

y casi prefiero este rayo de ceguera

para, así, forjar la noche y la penumbra

y evitar el ver tus ojos, o tu boca,

o el diabillo que advertías,

o el sigilo en que me muero.

 

Y más me muero.

 

Mientras parto hacia el viaje de tu ausencia,

y deshago de tu boca aquellos besos nunca dados,

y de tu olvido, los te quiero hechos de lluvia.

 

Y me llevo en la maleta nada de odio,

ni reproches, ni lamentos, ni sollozos, ni perdones.

Y me voy dolida de dolores traspasados,

herida a fuerza de albas rotas y calladas,

            y muerta, y enterrada en el jardín del desencanto,

de lilas coronada y grises atardeceres,

mientras me llueve la angustia

y se me hace más ancho el sendero

que tú y yo no andaremos,

y me queman los pies el suelo,

mientras regreso de donde vengo sin ti,

a la nada.

. . . . .

                                                                                  Rocío Biedma Romero


PLENILUNIO

                                                                                              Para Alicia

 

            Podré coserme los labios con hilos de sueños desteñidos,

podré taparme los ojos con pétalos de rosas esparcidos por el suelo, 

podré ahogar mis palabras en el lago de silencio en que me muero

y esconder en un baúl mi corazón para dejar de oír sus latidos.

            Querré borrar mis recuerdos con algodón de nubes derramadas,

querré atarme las manos, que no escriban tu nombre malherido,

querré que no llegue la noche, para no soñar sin haber dormido

y romper la razón que desvela la elegía de mis lunas amarradas.

            Sabré que vendrá el sol para enjugarme las lágrimas de nieve,

sabré que, en el ocaso, alguna estrella bordará mi plenilunio.

Sabré que la tristeza fue tejiendo la tibia seda gris de mi infortunio

y un libro al alba haré con esa tela, para pasar la hoja que me hiere.

            Sabré secar mi lágrimas, querré borrar recuerdos,

podré callar palabras; pero di si no es verdad

que nunca ha habido nadie que, como yo, te sepa,

te quiera y pueda querer como te he querido.

. . . . .

                                                           Rocío Biedma Romero.


1.

ESTADÍSTICA

 

                         Para el año 2020 existirán tantos olivos

                        que los automóviles usarán, como combustible,

                        aceite de oliva.

                        Y habrá cientos de emiratos,

                        y la costa del Sol se llamará

                        "Costa del Aceite de Oliva".

                        Las gasolineras serán declaradas

                        "Monumentos Nacionales del Progreso Pasado".

                        Tal vez -lo dudo- se arranquen los olivos

                        y vuelvan a verdear los trigales

                        y en la lindes filas de higueras.

                        Hay quien asegura que en la sierra

                        volverán a plantar pinos y encinas.

                        Tal vez...

                         La tierra la creó Dios;

                        pero Dios no entiende de negocios.

. . . . .


2.

Ó L E O

 

                         Más puro que el oro

                        que uno de los Magos trajo

                        de Oriente para ofrendar al Niño.

                         Más puro que la nieve virginal

                        que pone de azucena

                        los picos sin fin del Himalaya,

                        más puro.

                        Tan puro, que lo llaman

                        óleo "virgen extra" de oliva.

                        Algo tendrían que descubrir

                        los sufridos olivareros.

                         Y ocurrió lo que nadie esperaba;

                        en los almanaques de aquel año,

                        debajo de una estampa de la Santa Madona,

                        mandaron imprimir:

                         FÁBRICA DE ACEITES

                        SANTÍSIMA "VIRGEN EXTRA" DE LA INMACULADA

                        Calle del Campo, 2000.

                        ANDALUCÍA (Spain).

. . . . .


y 3.

MILES DE AÑOS DESPUÉS DEL GÉNESIS

 

...Y díjoles el Señor, nuestro Dios:

¿Qué queréis?

-Y ellos contestaron: ¡Más olivos!

Y el Señor, nuestro Dios, le pobló los calmos

de frondosos olivos.

                       ...Y volvió a preguntar el Señor, nuestro Dios:

-Y ahora ¿qué queréis?

y ellos respondieron al unísono:

-Que nuestros hijos alcancen

carreras universitarias. De médicos, a ser posible.

                       Y conociendo la avaricia olivarera, insistió

el Señor, nuestro Dios:

-¿Alguna cosa más?

Que los hijos que no alcancen carrera

tengan un sueldo del Estado.

                       Y el Señor, nuestro Dios, dijo Sea.

Y los orondos olivareros se miraron

complacidos, diciendo: ¡qué grandes somos!

                       Y por cuarta vez, el Señor, nuestro Dios,        

-que a veces no se cansa de cometer injusticias- preguntó:

(No le dio tiempo de formular la pregunta).

                       -¡Señor -dijeron- danos muchos jornaleros!

Y el Señor, nuestro Dios, les dio una legión de jornaleros,

y dos batallones de parados.

¡¡Señooooor!! -exclamaron con ira-

Pero el Señor, nuestro Dios, ya no escuchó

sus ruegos.

                       De nuevo estaban ardiendo las iglesias,

y había estallado

la Gran Guerra Mundial del Aceite de Oliva,

en cuyo fuego se achicharraba

la Paloma de la Paz,

con un ramito de ramón en el pico.

. . . . .

                                               Del libro inédito SPLEEN.

                                               Miguel Calvo Morillo.

                                                Jaén, 2.000

 

 


                        C A N T A  el poeta

                        con la hechura instintiva

                        de una hembra oculta

                        que huye en clamores de distancia

 

                        con la voz derramada

                        como imposibles palabras

                        hasta el rellano

                        de su hombría iluminada.

                                                                                  Antonio Campos Acevedo.

 

 

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                                   I

 

                        ES tarde de cementerio,

                        de escurrir las necesidades

                        en los patios,

                        de clavarse en el centro

                        de todo lo muerto y en lo muerto.

 

                        De mirarse sin horizontes

                        en el azul cacique del tiempo.

 

II

 

                        ES tarde inmensa.

                        Tarde lenta,

                                               desesperada y fatal,

                        puta y gloriosa

                        como el íntimo y urgente decaimiento

                        de mis flores lapidarias.

                                                                                   (El muerto)

                                                                                  Antonio Campos Acevedo.

 

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MÁS ALLÁ DE MIS RECUERDOS.

 

            Tal vez este amor que yo te tengo

            no sea más que el tinte de una tela de algodón

            desgastado por el tiempo,                   

            una palabra escrita en el antaño

            oculta bajo la gruesa capa de un graffiti policromado,

            sin embargo,

            yo te sigo llevando más allá de mis recuerdos.

            Te llevo en los bolsillos,

            en mi cartera,

            sobre el cristal de la mesita,

            en el dedo de mi mano;

            en esta ausencia de ti que me confunde,

            donde todo lo que ayer se posaba boca arriba

            ahora se torna boca abajo.

            ¡Estar sin ti me está volviendo loca!...

            ¡Mira lo que soy!:

            una sombra...

            unos pies descalzos...

            una pobre mujer en pijama

            paseando la mascota de su dolor

            por la ruta doméstica de un pasillo...

            Más allá de mi voluntad

            se impone el caudal factor que no incluí

            en la impensable promesa de olvidarte,

            y es que,

            ¿en qué lugar puedo esconderte

            si estás allí donde te tuve

            y aquí donde no te tengo,

            en la sutil estela persistente del recuerdo

            que sin llamarlo me persigue,

            en la flagrante emergencia de mi piel

            que ignorada se despierta

            cuando sin querer

            -prometo que sin querer-

            se derrama sobre ella tu piel sedienta?

            No es fácil esta soledad...

            Pero, ya que estás aquí,

            que con urgencia rompiste los flancos precintados

            de mi voluntad mientras dormía,

            dime, ¿qué puedo hacer sino quererte?...

            No, no es fácil esta soledad...

            Una vez más, trataré de no morir.

                                                                                  Teresa Cívico Resina.

 

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                                               VIERNES SANTO 2004.

 

¡Oh triste madrugada!

de viernes frío

de Semana Santa.

 

Madrugada sin luna,

de amores que callan.

 

Lo busqué en el Arco San Lorenzo,

y sólo las sombras hallaba.

 

Lo busqué en la Merced,

y sólo la Fuente Nueva manaba.

 

Lo busqué en el cantón,

y la saeta trágica callaba.

 

Lo busqué junto a su madre,

y sólo encontré la alborada.

 

Lo busqué en las Bernardas

y hasta los pájaros callaban.

 

Catedral de Santa María,

carcelera de nácar,

           

 

deja libre al Nazareno

porque Jaén lo aguarda;

 

lo aguarda para mecerlo

entre llantos y palmas.

 

¡Oh triste madrugada!

Madrugada de amargura,

Madrugada de agua.

 Elena Cobo Gámez.

 

 

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Mi querida amiga,

 te escrito este poema con mi sangre destilada

 por tus venas, para decirte, si acaso no lo sabes,            

que no es amor aquello que yo siento,

sino el sentirme perdido si no existes,

hundido sin tus brazos,

cadáver sin tu vida.

Mi querida amiga,

te lanzo este suspiro con mis lágrimas vertidas

por tu ausencia, para que sepas, si aún no lo intuiste,

que me estás entrando dentro, que me envuelves

con tu nombre, tu llanto y tu sonrisa.

Mi querida amiga,

no es que me despida, tan solo

un "hasta luego" te dejo en la mesilla,

para poder vivir, mañana, en tu esperanza.

                                                             Cristóbal F. Fábrega Ruiz.

 

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Drogado

por ti,

hundido

por tu nombre,

derrotado,

enganchado

a ti,

deshecho.

Te estoy

odiando

tiernamente,

amándote

con furia,

destrozando

mi paz

con tu 

presencia.

Enganchado

a ti,

deshecho

por tu

cuerpo,

agobiado,

roto

en pedazos,

 TUYO.

                                   Cristóbal F. Fábrega Ruiz.

 

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                        Mi mano,

                        mi mano abrigando mi costado,

                        tu mano,

                        tu mano abrigando tu costado,

                        las manos,

                        las manos que fueron y se fueron

                        al terciopelo raído de un mundo subterráneo,  

                        las manos que nos han traído

                        a rendir viaje en estos pagos,

                        en el nombre del padre, del hijo y del espíritu humano,

                        a la frialdad

                        elegantísima

                        de un dios de telas y de orientes,

                        de hadas y nadas fulgurosas de hoja muy perenne,

                        en el nombre del hombre, hasta entregarlo.

                                                                                  (Inédito).

                                                                                  Alfonso Fernández Malo.

 

 

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Al menos, hoy, olvida que esté vivo, solamente hoy, por un día

déjame los charcos, sus rostros movedizos,

aléjame esa luna, tu curva inamovible,

quiero pedir en propia puerta, aunque se cierre,

atravesar mi piel hecha frontera

en vagones que dejen atrás lo que no anda,

regresar a la estación de origen,

desde tierras precintadas a tierras sin alambre,

decirle a los agentes secretos que me impidan el paso,

que existen matutes en los fielatos del hombre,

que esa dama de negro, a la que nunca atrapan,

la que asesta a la vida su inevitable asesinato,

hoy, al menos hoy, no viaja conmigo,

sino en esta máquina de cola que tanto empuja,

empecinada, hacia el túnel que busca y que se acerca.

                                                                                  (Inédito).

                                                                                  Alfonso Fernández Malo.

 

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P O E M A I

 

                        En el atardecer de los misterios inexplicables,

                        en la oscuridad de las murrias crónicas,

                        en la desazón de la enfermedad y la locura,

                        en los silencios de las lágrimas románticas

                        y también de las salivas del miedo,

                        forjaron el legado de sus experiencias

                        como un camino ya sutilmente andado

                        pos otros adoradores de la vanidad

                        que pisaron el cepo de dientes oxidados

                        emboscado en lo más visible de la vida.

 

                        En el mutismo de sus razones eternas

                        y en la supuesta paz de los corazones,

                        no hay más que vacío y preguntas irrazonables

                        a un horizonte que se apaga rápido

                        entre malvas y tintes morados.

                        Se consuelan con los susurros lánguidos

                        y con las nubes que descargan raudas,

                        se asemejan a una canción repetitiva

                        dueña siempre del ánimo y del alma.

 

                        En la simplicidad de la maldita vejez

                        y en la falta de concentración de la mente,

                        ven la derrama de los huesos inertes

                        desfilar por el sendero sin luces

                        junto a un beso fugaz y una fama efímera,

                        y se adentran en el bosque proceloso

                        confiados en una recuperada tranquilidad

                        y en éxito banal e inevitablemente debilitado,

                        se sienten músicos, orfebres, pintores, poetas.

 

                        Mientras, todo se remansa en su mesura,

                        y ellos languidecen ahogados en orgullo.

                        Por otra parte, en una plaza huele a azahar

                        y una mariposas azules de la noche

                        revolean junto a la luz de una melancólica farola.

                                                            Juan Carlos García-Ojeda Lombardo.

 

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P O E M A II

 

                        Nadie leyó nunca sus versos en voz alta

                        ni le miraron a la cara cuando su faz

                        se iluminaba de éxtasis poético

                        como imagen de pintura tenebrista.

                        Nadie se preocupó de sus rimas y medidas,

                        ni de hacer un esfuerzo por indagar su verbo.

                       

                        Su declamación quedó envuelta en silencios

                        y, cuando llegó su noche,

                        lo vieron solo, esputando en la sábana,

                        rodeado de sus dulces recuerdos

                        -del amor de su vida, de sus hijos,

                        sus amigos, sus discos y un viejo libro

                        de Juan Ramón que robó de una estantería-.

                       

                        Siempre dijo que la prudencia era virtud

                        y que los poemarios no nacieron

                        para ser públicamente leídos.

                        Sin embargo, el destino jugó en su contra

                        y el tiempo abrazó a su inmortalidad,

                        su pensamiento fue la brújula

                        de la generación de todos los "neos"

                        y el intimismo tornó en multitud

                        y los versos se hicieron dogmas.

 

                        Junto a Van Gogh refulge prudentemente en la noche,

                        mientras el segador desparva heno amarillo.

                        Por otra parte, en la misma plaza sigue oliendo a azahar

                        y nuevas mariposas azules de la noche

                        revolean junto a la luz de una melancólica farola.

                                                            Juan Carlos García-Ojeda Lombardo.                              

 

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                                   A C A R M E N

 

                        Ahora eres la tierra blanda y buena

                        que pisamos.

                        La tierra blanda y buena y silenciosa

                        que, acaso sin saberlo,

                        pisamos muchas veces duramente.

                        La tierra donde arrojamos

                        amor, ingratitud, lágrimas, besos,

                        y que todo lo absorbe,

                        como la tierra buena,

                        como la tierra abierta y desgarrada y rota por el surco.

                       

                        Tu corazón se fue multiplicando dócilmente

                        por dos, por tres, por siete,

                        dejando tu cintura,      

                        al par que dolorida de mis brazos,

                        ceñida y coronada para siempre

                        del dolor de tus partos.

 

                        Ahora que estamos, Carmen,

                        cansada y dulcemente sentados

                        en este atardecer de nuestras vidas,

                        podemos hacer la cuenta de las cosas

                        que nos fuimos dejando,

                        la cuenta de las rosas

                        que nos fueron creciendo.

           

                        Podemos, por ejemplo, besar a nuestros hijos,

                        besarlos en sus vidas,

                        explosión formidable de las nuestras,

                        que nos llenan la casa,

                        que nos llenan el cauce y nos desbordan.

 

                        Podemos besarlos en los ojos

                        y sentir el aleteo de un pájaro caliente

                        apresado en la boca

                        y mezclar sus latidos con los nuestros

                        y beber sus latidos en sus copas.

 

                        Podemos besarlos en las sienes

                        o en los pómulos duros de fruta insazonada,

                        o en los cuellos azules, terriblemente abiertos

                        a todos los hachazos de la vida,

                        y aterrarnos y forjarnos como espada o escudo:

                        "yo me afirmo en la tierra y me endurezco".

 

                        Y enterrar nuestros besos en sus cuerpos

                        y crecernos los labios y el orgullo

                        y llenarnos de ellos hasta el borde

                        y adueñarnos de tanta tierra nueva

                        y aspirar con coraje el calor de sus cuerpos,

                        el olor de sus cuerpos.

. . . . .

                                                                        Laureano Luna Escalona.

 

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                                   DALÍ, (dedicatorias para un Salvador centenario)

 

      Al bruñidor de infantiles desencuentros,

      al temeroso temerario torturado.

 

      Al cándido escandalizador abandonado,

      al rescatador ladrón de sueños blandos.

 

      Al prófugo de la pasión persa,

      al monárquico cancelado.

 

      Al desdentado cancerbero del hermano muerto,

      al poeta cardíaco de sólo un costado,

 

      Pariente de frágiles jirafas encendidas,

      domador de toscas moscas góticas.

 

      Roto heredero del color roto,

      preludio ingrávido de pinceles lacerados.

 

      Al amante de odalisca Babilonia naufragado,

      al engolado dominical en Port-Lligat.

 

      Jurista concepturus,

      notario interruptus,

      Al extravagante elegante,

amordazado por su lengua y su verbo en el universo extenso,

 

      Al furioso piloto errante, ebrio de universo,

      navegante en la cosmogonía del huevo ancestral.

 

A la paradoja cincelada por la rúbrica genial del ingenio, esclavo zahorí encarcelado en la cornucopia de su propia firma.

                                                                            José Ángel Marín Gámez.

                                                                                                    Jaén, junio 2004.

 

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RELATOS BREVÍSIMOS.

"Resumen de lo publicado"

 

1

 

                        Los tripulantes de la nave ÑÑ-XYZ, que por ironía del destino, han aprendido el árabe antes de iniciar su viaje de salvamento, son detenidos en la M-40 por la PGC al carecer de DNI. Se les aplica el protocolo antiterrorista, pues a los miembros de la benemérita no les cuela el rollo de que son extraterrestres.

                        Mientras, el meteorito atómico sigue su violento curso a la velocidad de la luz +5,78 match hacia su planeta. Como no se den prisa yo creo que no llegan a tiempo de procesar la rogativa perforada en el codificador central de detener meteoritos asesinos y que, (¡no te lo pierdas!) está en los sótanos de la COPE.

 

2

 

                        Mari Pili se lleva por fin a la cama a Juande quien resulta ser (¡oh cielos!) un androide en misión oficial de reconocimiento pre-invasión planetaria (no, no tiene nada que ver con la historia anterior. Además siguen los pardillos en el calabozo de la SER)

                        La pobre Mari Pili muere electrocutada (y muy feliz) en el quinto envite sexual del supuesto y apuesto Juande. Por Jaén corre la noticia de que un maníaco sexual con una potencia desmesurada anda suelto.

                        La Policía Local, muy ocupada en firmar partes de denuncias a los peligrosísimos conductores que estacionan en zona azul, pide ayuda a la Guardia Civil para mantener a raya a la multitud de vehementes e insatisfechas mujeres giennenses que con sus vestidos más seductores salen apresuradas a la calle en busca del sátiro electrónico a fin de experimentar las sacudidas que sus maridos son incapaces de proporcionarles.

                        La historia colectiva se extiende y muchos son los maridos que dicen haber visto al ectoplasma orgasmo-carbonizado de Mari Pili increpándoles su ineficacia.

                        El androide hecho unos zorros y con los circuitos más

"descolocaos" que el pelo de Anasagasti en Tarifa, huye despavorido a la "Sevillana" donde reponer fuerzas (recomendamos la tarifa nocturna) y establecer comunicación con sus superiores y decirles, entre otras cosas, que neutralicen al lumbrera que señaló a Jaén en como Paraíso Interior.

                        El Pleno Municipal (mayoría de hombres -aquí la afiliación partidista importó un carajo-) condena el uso de prótesis cibernéticas en el engrandecimiento de la sociedad a la vez que se insta a los científicos del país a abandonar la investigación con células madre y comenzar la fabricación de androides bien parecidos que gatilleen a la hora de la verdad para distribuirlos por el Paseo de la Estación y devolver el prestigio al desconsolado pluriempleado giennense.

 

3

                        El precio de las patatas sube. Mientras tanto, Mari comunica a Joe que Tom abandonará a Liza porque Alice engañó al cuñado de Robert McDermoth que fue el que contrató a Spencer para descubrir los amores secretos de Ruth, la hermanastra de Frank Roberty quien, a la postre de fresas con nata, estaba destinado a acceder a la fortuna de Esther por una extraña disposición testamentaria hábilmente urdida por el abogado Charles Lombardi O'Jean.

                        Jonh, que no digiere bien la nueva, la devuelve sobre su primo George que, ni corto ni perezoso se llena de estupor e, indignado, se arroja en brazos de Josefine, la pendona que ya sabía de qué va el asunto, pues a la sazón era la amante del corredor de bolsa Anthony McFarland. (Sí, el mismo que tuvo "pollillas" con Abrahán Saferty -liquidado como recordará el amable lector en el capítulo CXXIL).

 

4

 

                        Tras veinte años de noviazgo, Roberto David consigue casarse con la multimillonaria Ágate Daniela; sin embargo, sus padres no ven con buenos ojos el apareamiento, por lo que deciden operarse de cataratas antes de la ceremonia. Es el tío Jorge Andrés el que siembra cizaña en el seno familiar porque piensa que Roberto David es un cazafortunas, un gigoló, un sinvergüenza, un desaprensivo, un maestroscuela sin plaza fija, un muerto de hambre que no "tié" donde caerse muerto y que ha visto el cielo abierto al poder seducir a su sobrina.

                        Lo que no sabe tío Jorge Andrés y que ya se publicó en el capítulo LXXII, es que Roberto David es en realidad una excelente persona, que desde pequeño cuida de sus nueve hermanos que yacen bocabajo en camillas junto con su madre sordomuda histérica y a su padre hebreo locuaz.

                        Lo que no sabe el tío Jorge Andrés es que el bueno de Roberto David tiene tatuado el mapa de un tesoro señalado por el ombligo y que si fuera por dinero hubiera recogido su tesoro, su mapa, su familia y su ombligo y tendría ahora una fortuna sin tener que aguantar impertinencias. ¡Pues no faltaría más!.

 

5

 

                        Andrew O'Neil obtiene su cátedra en la Universidad gracias a las sucias y nepóticas maniobras de su suegro Jeremiah Warren, que puso perdido el despacho del rector. Éste le invita a dejarlo como antes de la extorsión, pero Jeremiah, temeroso de que le descubrieran su vocación oculta de empleada de la limpieza, asesina al rector ensuciando aún más el despacho y accediendo "ipso facto" su yerno a tan alto puesto y tan puerco gabinete.

                        No sabiendo qué hacer con el cadáver, el nuevo rector convoca "ad hoc" un concurso de ideas al respecto.

                        Alertado por su instinto y un anónimo veneciano, el inspector detective de Scotland Yard (Jardín de Escocia) mientras saborea un whisky no tuvo aún claro el asunto, se puso unos cuantos más y decidió dejar a los alumnos de Farmacia que lo resolvieran. Éstos deciden adoptar posturas encontradas sobre las 20'00 en Hig Street (Bernabé Soriano) para mojar el gaznate, mientras piensan en cómo adelantarse a los de Medicina en sus planes respecto del cadáver del cada vez peor oliente ex-rector. Aprovechando la confusión, los estudiantes de Psicología determinan adoptar el cadáver como mascota, ganando así el concurso de ideas convocado.

                        Ya sin"corpus delicti", el inspector no se salva del "delirum tremens" por empeñarse en buscar "on the rochs" el "modus operandi".

 

6

 

                        Nuestro héroe Plash Gordo tiene que enfrentarse al dragón bicéfalo si quiere volver a su novia Dale-Que-Dale. El doctor Zircov avisa a su amigo de que el dragón va primado y con tanta EPO, que más que un dragón parece una serpiente multicolor. Plash toma nota de ello, momento que es aprovechado por el dragón esforzado de la gruta para asestarle una bocanada de ácido sulfuroso y cinco opas hostiles.

                        Plash requiere las asistencias de Zirkov a quien se le permite reparar al héroe para proseguir la lucha con mayor solvencia y espectáculo. Mas, incomprensiblemente, Min detiene la pelea y declara vencedor de la misma a Plash por inferioridad técnica del saurio.

                        Dale-Que-Dale, ante tamaña injusticia, va en busca del dragón que, aunque triste, siempre estuvo mejor dotado que Plash.

                                                                      

...¿Continuará ?

                                                                                  Pedro Luis Mínguez Durán.

 

 

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TRAS EL 11-M

 

                        A mí no me preocupa que la sangre

                        derramada en las vías, que la hiriente

                        mirada de unos ojos abrasados

                        por el golpe terrible de un repente

                        que estalla en los vagones y deshace

                        la carne entre los hierros, que la leve

                        conciencia de haber sido al quedar sólo

                        en huesos calcinados para siempre,

                        cambiara el voto y fuera vencedor

                        quien quiera serlo..., a mí lo que me hiere,

                        lo que me deja helado, lo que rompe

                        este concepto extraño de creerme

                        algo más que un animal, es comprobar

                        que alguien igual que yo, de mi presente,

                        semejante en la forma, parecido,

                        pudiera, en una fe de oscura nieve,

                        o movido por una horrible sed

                        de venganza o de odio, detenerse

                        y arrancarse de golpe el corazón

                        para estrellarlo ahí, donde más duele:

                        en el rostro de un niño hacia la escuela,

                        en el pecho redondo y aún caliente

                        de una madre que va hacia una limosna

                        para comprar los suelos, en el vientre

 

                        de un inmigrante triste que no come

                        desde antes de nacer..., aquí, en la frente

                        de este obrero camino a su cansancio...,

                        o aquí, en mi alma, con tanta mala suerte

                        que dudo ya de dioses y bondades,

                        que dudo de esperanzas..., que me escuece

                        este ser con instintos homicidas

                        que llevamos por dentro hacia lo inerte.

 

                        A mí no me preocupa ni me importa

                        que esta masacre indigna y loca llegue

                        y cambie los gobiernos y políticas...

                        A mí lo que me importa plenamente

                        es que no cambie el hombre y se haga hombre,

                        espejo de una paz hacia lo urgente...,

                        y deje así -ya siendo-, de una vez,

                        de asesinar y asesinarse, deje

                        ya de matar, de aliarse con las sombras

                        que llevan a un enjambre de cipreses,

                        deje ya de arañar carne irredenta,

                        deje ya de verter sangre inocente...,

                        y no ponga más cepos a la vida,

                        y no dé más gusanos a la muerte.

                                                                                  Ramón Molina Navarrete.

 

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DIGO JAÉN

 

                        Digo Jaén y vuela la memoria

                        a luchas sin cuartel en campo abierto,

                        a secuelas de olvidos, a concierto

                        de silencios sin fin, a amarga historia...

                       

                        Digo Jaén y cansa esta oratoria

                        de palabras vacías, este incierto

                        altar en el tener, este desierto

                        hecho quietud.., y tanta vanagloria.

 

                        Tanto de olivo aquí, tanto sudor,

                        tanta cadena y cuerda atando el bien,

                        tanto juicio a inocentes y confesos...

 

                        Y sin embargo -veis-, pese al dolor

                        y a este triste sentir, digo Jaén

                        y me tiemblan de amor hasta los huesos.

                                                                                  Ramón Molina Navarrete

 

 

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                        MIL Y UN LUNARES

 

                        Calle abajo me pedías explicaciones

                        de mis ausentes palabras

                        y yo, como color negro,

                        te pintaba arquitabres,

                        nos bajábamos de la melancolía,

                        me miraba al espejo y me daba

                        cuenta que era un hombre de paja

                        geométrico y orgánico

                        que no podía fumar porque me quemaba

                        la lengua, ni podía beber buen vino

                        pero no te engañaba.

 

                        Tú estabas entre lo inmortal

                        de los dieciséis

                        y yo bogaba por el humanismo

                        y la decepción.

                        Pero tú nunca me decepcionaste.

 

                        Eres la estrella que colgué

                        en el espacio

                        y a quien todas las noches velo.

                                                                        Genaro Antonio de Montiel.

 

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                                                                                               “Octubre se había

                                                                                               instalado en el patio.”

                                                                                               Gabriel García Márquez

 

He buscado una palabra,

esa, la más hermosa,

la palabra exacta

para regalarte.

Y no tener que contarte

una elegía.

Lo he intentado sin penas,

bailándome de memoria,

cogiendo manzanas

bajo tu ausencia.

...y las hojas de un octubre terminado

han llenado tu butaca.

                                                                                  Carmen Julia Morago Lázaro

 

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-NO ENCUENTRES EL RELOJ-

 

Me crecen amapolas de los labios,

surgen tréboles que en verde

se afanan a mi pecho

en este sabor a ti con eucalipto.

Paso del amarillo al rosa

y en azules baño en tu camino

los pies,

fríos,

llenando de vida

cada gota que recogen tus pulmones.

¿Has visto el tiempo macerando

entre las ratas?

¿El polvo que desprenden

los silencios?

¿Has sentido cómo la soledad

nos cae a pedazos?

...se quedó deshabitada

en el alto del cerro

sin pies que la pisen

y sin abrir las ventanas...

Tomaste mi leche como alimento

de la mañana,

como el trino lejano

            que acerca lasa ganas de volar

yotú, yotú, yotú, yotú.

Bebía de tu aliento

como el estanque lo hacía

de la zarzamora,

sin prisa.

Hechizando cada segundo

para hacerlos eternos.

Y pequeños, nos alejamos

por la arena

hasta dormir en los tejados

a media luna.

                                                                                              27/28-04-04

 Carmen Julia Morago Lázaro

 

 

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                                               E L G E S T O

 

                                                            Nunca nos damos cuenta, pero en

                                                            cada uno de nosotros hay un gesto,

                                                            uno solo, que nos define tan

                                                            exactamente como una rúbrica

                                                            o una huella digital.

                                                            Antonio Muñoz Molina,

                                                                                   (Ardor Guerrero)

 

                        Hacía ya varios años que había acabado la carrera, pero no conseguía ganar ni a tiros alguna de las exiguas plazas convocadas en las oposiciones de instituto. Y las innumerables solicitudes que presentaba en los colegios privados también eran sistemáticamente rechazadas.

                        Sólo me quedaba la opción de aguantar, vivir austeramente con el dinerillo que me daba mi padre e intentar engordar poco a poco mi curriculum investigando y publicando mis trabajos.

                        El periódico local solía admitir algunos de mis artículos, pero sólo los más lacónicos, y, por supuesto, sin pagarme un duro. Pero yo era consciente de que ese tipo de publicaciones no me valdría prácticamente nada en el baremo de la delegación de Educación y Ciencia, tampoco me puntuaría casi nada en las oposiciones, y no sería valorado por los directores de los centros privados. Yo lo que necesitaba era publicar en revistas culturales y literarias, sobre todo en las de la Universidad.

                        Por eso, en la Facultad de Filosofía y Letras, en la que yo había estudiado, y donde había dejado una huella casi inexistente, mis visitas se hicieron cada vez más habituales, con la vana esperanza de poder publicar algún trabajo en su revista.

                        Aquella mañana era una más. Como casi siempre me dirigí directamente al despacho del Decano, que era el encargado de coordinar las publicaciones de la Facultad. Y como casi siempre me encontré con la puerta entreabierta y nadie dentro. Esperé pacientemente durante más de media hora, pero por allí no acudía nadie. La secretaria, que ya estaba acostumbrada a verme deambular por los fríos corredores del edificio, me observaba desde el despacho contiguo donde ella se encontraba, tenía una expresión que no era de enfado ni de sorpresa, sino más bien de desprecio y de lástima. Por fin, me indicó que pasara al decanato, que me sentara y esperara allí al Decano, que ya no podía tardar mucho.

                        Con cierta aprensión me decidí a entrar, pero en lugar de sentarme me puse a hurgar en las estanterías. Estaban repletas de libros, de carpetas, de adornos, de placas y trofeos, y tengo que confesar que sentí una profunda envidia por todas las personas que tenían la oportunidad de trabajar y ganarse la vida en aquel mundo que a mí tanto me gustaba.

                        Sin darme cuenta de lo que hacía, comencé a tocar algunos objetos de las estanterías y a hojear algunos libros. Cuando lo vi entrar, me llevé tal susto que se me cayeron al suelo dos pesados volúmenes, una figura de porcelana, que se hizo añicos, y la carpeta con mis papeles.

                        El Decano se quedó mirándome con una expresión que no era de enfado ni de sorpresa, sino más bien de desprecio y de lástima. Me dijo que esperara, esbozando una rutinaria disculpa que no llegué a entender, y ni siquiera me miró mientras ordenaba con cierto pudor mecánico los papeles de su escritorio.

                        No era aquélla, ni mucho menos, la primera visita que hacía a su despacho de la Facultad, pero nunca me había determinado a observarlo tan concienzudamente. Su cara recordaba la de un payaso, aunque no era graciosa. La cabeza redonda, los pómulos salientes y sonrosados, las cejas pobladas, y una gran nariz presidiéndolo todo.

                        Yo, por entonces, todavía tenía la creencia que me había obsesionado desde niño de que un simple gesto podía demostrar mi pusilanimidad y hacer comprender a todo el que me mirase que no valía la pena tenerme en cuenta. Yo, por entonces, seguía obsesionado con la idea de ocultar aquel gesto que, a ciencia cierta ni siquiera yo sabía en que consistía, pero cuya ocultación podría contribuir a cambiar mi destino y me ayudaría a abrirme paso en la vida y, sobre todo, en mi carrera como escritor e investigador. Cualquier descuido por mi parte, cualquier pequeña desviación que me obligara a mostrar mi gesto podría provocar la hecatombe, variando, quizá de forma terrible, lo que me deparaba el futuro. Por eso, mis movimientos eran metódicos y estudiados, y obedecían a un extraño reglamento que me proponía mi intuición y que no me permitía actuar con audacia, sino midiendo cada paso.      

                        Así que me estuve quieto y no dije nada, ni me marché, y aguanté una vez más la humillación del desprecio, porque eso parecía marcarme mi estéril código de comportamiento. Y una vez más decidí no hacer caso a las vibrantes palpitaciones de otra parte de mi espíritu, o de mi cuerpo, que me pedían a gritos decir algún disparate y marcharme de allí sin perder un minuto.                                                  

                        Por fin, el Decano me habló, pero no se dignó mirarme. El artículo no se va a publicar, creo que me han dicho que no aporta nada, que no vale o algo así, me dijo. ¿Pero que no vale, por qué?, me atreví yo a preguntar, asustado de mi audacia.

                        Entonces me miró, con violencia, y un golpe eléctrico sacudió mi estómago. No sé exactamente, se limitó a decir. ¿Y cómo podemos saber seguro lo que han dicho?, pregunté yo, decididamente inspirado, y envalentonado.

                        El decano cortó bruscamente la conversación. Debió de percatarse de mi gesto. Sí, eso fue exactamente lo que me aseguraron, que no aportaba nada, dijo con sequedad.

                        En lugar de marcharme y dejarlo con la palabra en la boca, sonreí y dije que qué se le iba a hacer. Otra vez mi congénita timidez, y el miedo a poner mi gesto, me habían obligado a hacer un comentario pusilánime.

                        Me despedí con educación, y ya estaba cerrando diplomáticamente la puerta cuando oí otra vez la desagradable voz del Decano. No sabía si se dirigía a mí o si estaría hablando por teléfono. Mi desconcierto no me ayudaba y no sabía qué hacer. Me quedé con la mano estúpidamente agarrada al pomo de la puerta, contemplando un trozo de despacho pero sin verlo a él.

                        Entonces, su mano invisible tiró del pomo gemelo del otro lado de la puerta y me arrastró hacia adentro. Chocamos violentamente. Mi frente se estrelló contra la narizota del Decano, reboté y caí al suelo golpeándome la espalda y la cabeza.

                        Quedé aturdido, pero desde el suelo me pareció oír que me hablaba, mirándome desde arriba y dejando que las gotas de sangre de su nariz cayeran sobre mí. Me dijo algo sobre una profesora, sobre una posible modificación de mi artículo, ampliarlo, ponerle más bibliografía, o más notas a pie de página, o no sé cuántas cosas más, que quizá así colaría.

                        Me levanté con dificultad, esbocé una simpática despedida y hasta me disculpé. Yo sabía quién había intercedido por mí. Sin duda había sido mi amiga la profesora de literatura contemporánea. Ya que no me atreví con el Decano, decidí desahogarme con ella.

                        Subí las escaleras, dos pisos más arriba. Anduve por los pasillos, fui sorteando a los bulliciosos estudiantes y a algún que otro bedel que pretendía cortarme el paso. Por fin llegué al despacho que buscaba, mucho más pequeño y cuadrado que el del Decano.

                        Hubo suerte. Allí estaba la única amiga que tenía entre mis antiguos profesores de Filosofía y Letras. Me invitó amablemente a pasar y me indicó que me sentara frente a ella al otro lado de su mesa.

                        Le conté lo que acababa de ocurrir, la agradecí su bienintencionada intervención en mi favor, y me desbordé. Le dije, con una vez hueca que incluso a mí mismo me resultaba lejana, que no había derecho, que había venido mil veces y nunca me publicaban nada, y siempre con excusas estúpidas, le dije que si la revista era sólo para el corrillo de adentro y para los enchufados, pues que lo dijeran. Que lo modifiques, que lo arregles, que en el próximo número, y ahora, que no aparta nada, esto es ya lo que me faltaba, es que no se trata de eso, es que esta vez se trata simplemente de una reflexión sobre el concepto de poesía andaluza, quién puede, a estas alturas, aportar algo nuevo a ese tema, es que no entienden nada, quiénes son los tíos que forman el consejo de redacción de la revista, y el Decano por qué controla eso si no tiene ni idea, ni sensibilidad, ni nada, seguro que no sabe ni leer, habrase visto pandilla de inútiles, qué sabrán de poesía, y menos de poesía andaluza, pero qué es lo que quieren, esto es un artículo, no una tesis doctoral, y además ya estoy harto de mendigar que me publiquen mis trabajos, que les den morcillas a todos, no pienso publicar mi artículo, que me lo devuelvan, que me lo devuelvan...

                        La profesora mi miraba preocupada. Yo ya no estaba hablando, lo que hacía era gritar desproporcionadamente, como se me hubiera vuelto loco. Mi vista se había nublado, y tuve que parpadear varias veces, con intensidad, para poder ver lo que me rodeaba.

                        Poco a poco fui advirtiendo, con extrañeza, que el Decano, sangrando desconsideradamente por la narizota, estaba junto a la profesora de literatura contemporánea, pero no eran las únicas personas que había allí, mirándome, también había estudiantes, bedeles, profesores y toda una muchedumbre de rostros sorprendidos y sonrientes.

                        No comprendía cómo podía caber tanta gente en un despacho tan pequeño. Pero, en seguida, me di cuenta con horror de que no estaba sentado en ningún despacho, sino tumbado en el suelo de un amplio pasillo, junto el decanato.

                        Me levanté. Sin permitir que nadie me ayudara, recogí mis papeles y los coloqué atropelladamente en la carpeta. Eché a andar, aturdido y cabizbajo, hacia la puerta de salida. Cuando ya me marchaba, miré hacia atrás, y debí de poner mi maldito gesto, porque todos me observaban con expresiones que no eran de enfado ni de sorpresa, sino más bien de desprecio y de lástima.

                                                                                  Manuel María Morales.

 

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LAS LEYENDAS DE JAÉN.

FERNANDO IV EL EMPLAZADO.

                                                                                               

                        A Sancho IV el Bravo[1], rey de Castilla, sucedióle en el trono su hijo Fernando IV[2] el Emplazado, bajo la regencia de su madre, doña María de Molina[3], que supo conjurar todos los peligros que amenazaban el trono de su hijo, buscando el apoyo del estado llano, presto siempre a la defensa de los reyes en sus luchas contra la nobleza. Pero el joven príncipe, una vez declarado mayor de edad, correspondió con lamentable ingratitud a su augusta madre, obligándola a rendir cuentas de su administración, de las cuales resultó que doña María de Molina no sólo había empleado convenientemente los caudales de la nación, sino que había adelantado parte del suyo; con lo cual tuvieron que enmudecer sus infames detractores, y de un modo especial su atolondrado hijo[4].

                        Lleva Fernando IV el nombre de Emplazado porque, habiendo condenado a muerte en Martos a dos caballeros, éstos, inocentes del crimen que se les imputaba, emplazaron al Rey, al tiempo de morir, para que en el término de treinta días se presentara ante el tribunal de Dios a responder de su injusta sentencia; y se cuenta que aquél fue hallado muerto en la cama al cumplirse el referido plazo.

                        El suplicio de los aludidos caballeros hizo entonces gran ruido y adquirió después gran celebridad histórica, tanto por haber acontecido la muerte del Rey en circunstancias muy singulares, como por haber dado motivo a que se le aplicara el sobrenombre de El Emplazado, con que es conocido en la Historia.

                        Cuenta la Crónica que hallándose el Rey en Palencia, al salir una noche del Palacio Real el caballero don Juan Benavides[5], fue asaltado y asesinado por dos hombres. Sospechóse de que eran los asesinos dos caballeros que encontró el Rey en Martos al ir en dirección a Jaén con su ejército, y aunque ellos protestaron de su inocencia ante el Monarca, no les hizo éste caso, y sin forma de proceso "...mandólos despeñar de la peña de Martos". Al tiempo de morir, "...viendo -dice la Crónica- que los mataban con tuerto". esto es, injustamente, emplazaron al Rey para que compareciese con ellos a juicio ante el tribunal de Dios dentro de treinta días.

                        Llamábanse estos dos caballeros, que eran hermanos, Pedro y Juan Alonso Carvajal[6]. Hecha la ejecución, el Rey se fue al campo de Alcaudete, donde enfermó de tal suerte que hubo necesidad de llevarlo a Jaén, donde murió justamente el día del vencimiento o de cumplirse el plazo de los treinta días fijado por los hermanos "Carvajales" para comparecer con ellos ante Dios. Murió a la edad de veinticinco años, habiendo reinado algo más de diez y siete. Del trágico suceso y misterioso fin del Monarca se hizo eco la musa popular con el celebrado romance quetambién aportamos.   

                        En Martos se distingue todavía con el nombre de Cruz del Lloro el sitio en que, según la leyenda, presenció la multitud, entre rezos y lamentaciones, la ejecución de los hermanos "Carvajales"; y se denomina las Tres Cruces el punto donde fueron a parar los cadáveres de aquéllos, cuyos restos parece ser se conservan en el templo de Santa Marta[7]. Dice la tradición que fueron precipitados dentro de una jaula por el tajo o derrumbadero llamado Peña de Martos.

                        En cuando al Rey, dice el Padre Mariana[8] "que su poco orden en comer y beber le acarrearon la muerte". Lo cual no sería de extrañar, pues al decir de la Crónica: "vínose para Jaén con la dolencia, y non se queriendo guardar, comía carne cada día y bebía vino".

                                                                                  Miguel Moreno Jara.

 

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"¡NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA"!.

                                                                        Por Isabel Camps Arredondo[9].

 

I

En el año mil trescientos

                                               doce de la era cristiana,

                                               cuando Don Fernando cuarto             

                                               hizo en Martos corta estancia

                                               al ir a prestar auxilio

                                               a las tropas, que asediaban

                                               a la villa de Alcaudete

                                               que fue más tarde tomada,

                                               por ciertos vagos rumores

                                               que de Palencia llegaran,

                                               la muerte de los Benavides

                                               se juzgó bien aclarada,

                                               recayendo las sospechas

                                               ¡sospechas muy infundadas!

                                               en dos jóvenes señores

                                               del Orden de Calatrava.

                                               Dos hermanos, que el ejemplo

                                               de nobles e hidalgos daban

                                               y que esclavos del honor

                                               jamás al honor faltaran.

                                               Don Pedro llamóse el uno,

                                               otro Don Juan se llamaba

                                               de Carvajal, y en la villa

                                               su residencia fijaran.                                                               

                                               Era aquel Rey que tan solo

                                               veinte y cuatro años contaba,

                                               de carácter violento,

                                               arrebatado, entusiasta,

                                               aunque justo y comedido

                                               muchas veces se mostrara.

                                               Mas entonces, olvidándose

                                               de la autoridad sagrada

                                               que tenía como Rey,

                                               sin permitir que la causa

                                               sometida fuera al fallo

                                               de una acción justificada,

                                               mandó que a los "Carvajales",

                                               aunque nobles, aherrojaran,

                                               y la sentencia firmó,

                                               sin que su mano temblara,

                                               imponiéndolos ¡cruel!

                                               una muerte horrible, bárbara,

                                               que en los fastos de la historia

                                               otro ejemplo no encontrara.                            

                                               Protestaron su inocencia

                                               mas su protesta fue vana,

                                               que a su razón y defensa

                                               no dio oídos el monarca.

 

II

                                                El triste día amanece

                                               en que han de ir al suplicio

                                               los muy nobles "Carvajales".

                                               ¡Día de llanto infinito!

                                               Hasta parece que el cielo

                                               toma parte en el conflicto;

                                               pues niebla espesa le oculta

                                               quitando al sol luz y brillo

                                               cual si de Dios la mirada

                                               se apartase de aquel sitio.

                                               La gente se arremolina,

                                               se oyen lamentos y gritos,

                                               quién, separa la mirada,

                                               quién, la fija con ahínco,

                                               quién, al mismo rey maldice

                                               por no haberles concedido

                                               que con pruebas eficaces

                                               aclarasen el delito...

                                               Por un ángulo aparecen

                                               con paso lento, tardío,

                                               los nobles comendadores,

                                               que en busca van del martirio.

                                               Llevan alta la cabeza,

                                               el mirar es atrevido,

                                               y en sus rostros se retrata

                                               un desdén supremo, altivo.

                                               El Rey quiere presenciar

                                               lo que llama su castigo;

                                               y a la hora señalada

                                               se hace conducir al sitio.

                                               ¡Se acerca el fatal momento!

                                               ¡Ya llegan al precipicio!

                                               ¡En jaulas de hierro espesas

                                               ya los han introducido!

                                               ¡Los inclinan!... ¡Los empujan!...

                                               ¡¡Van a rodar!!... De improviso,

                                               Una voz grave, severa,

                                               cual salida del abismo,

                                               se eleva, llega hasta el Rey

                                               y estas razones le dijo:

                                               "¡Rey Fernando! Mis palabras

                                               en tu memoria es preciso

                                               queden fijas, indelebles.

                                               A Dios pongo por testigo

                                               de que somos inocentes

                                               y que inocentes morimos,

                                               como, a fe de caballeros,

                                               juramos sin ser creídos:

                                               mas emplazado te quedas

                                               a dar cuenta de tu juicio

                                               ante el tribunal de Dios

                                               a los treinta días fijos;

                                               y cuéntalos desde hoy

                                               porque empieza tu castigo:

                                               que ante su augusta presencia

                                               ¡te esperamos...! Un ruido

                                               horrible y aterrador

                                               de hierro y huesos partidos,

                                               desde el fondo de la sima

                                               sube a la cumbre del risco;

                                               pues los nobles "Carvajales"

                                               rodaron al precipicio.

                                               . . . . . . . . . . .

 

III

                                                Pasaron los treinta días

                                               desde aquel inolvidable

                                               en que despeñados fueron

                                               los hermanos "Carvajales".

                                               Era el siete de Septiembre:

                                               Fernando en Jaén hallábase,

                                               cuando el emplazado Rey

                                               entró en su estancia a la tarde.

                                               Lo que sucedió allí dentro

                                               solo Dios es quién lo sabe:

                                               pero cuando, ya impacientes,

                                               los nobles las puertas abren,

                                               a sus ojos se presenta

                                               del Rey el yerto cadáver...

                                               ¡No hay plazo que no se cumpla!

                                               ¡No hay deuda que no se pague!

                                                            Miguel Moreno Jara.

                                                            Recopilador del Romancero de Jaén.

 

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EL HOMBRE QUE NO SOY

 

      El amanecer no llena mi quejumbrosa cama

      como tampoco estas laureadas lágrimas

      mis retinas diseñadas por lápices de colores;

      la tarde sólo extiende maldiciones gitanas

      por las habitaciones que taladran mi cuerpo

      y asisto traslúcido al cantar de la noche;

      la noche infausta designa mis caminos,

      aparta las estrellas de la vida mortecina

      transformando las patas de mi cama en estacas

      celestiales en mi corazón clavadas,

      partiéndome por mitad, como el horizonte

      como papel al ser acariciado por las manos de un niño

      y un barco navegante parir, con sus picos;

      dobleces de una vida, traspiés alterados

      en descalzas escalas, sin sentido, sin salida,

      peldaños impasibles, acicalados y brillantes

      por mis latidos, envueltos en papel de estraza

      servidor al mercader de los sentimientos

      para delinear la envoltura del precio de mis errores

      catapultando hasta la eternidad mis dolencias;

      ese que no soy yo precesiona cada día

      a la llanura de la atonía convencido

      de las mieles de los terrones que se sitúan

      en lo más alto de los campanarios sin campanas,

      sin badajos, sin muertos ni comitivas;

      no hay novias, partieron los marineritos; flores marchitas.

 

      Después de caminar tras de mí

      he visto a ese que no soy yo,

      al que llena abismos de lágrimas abrazando a la noche,

      al que ama sin sosiego en el rellano

      de la escalera de caracol de este torreón de lamento.

                                                                                                    2004

                                                                            Fernando R. Ortega.                       

 

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A UN GUANTE ROTO, PERDIDO EN EL PARQUE

 

                        Abandonado estás. ¿Qué cruel aguja

                        a remendar, heridas, tus arterias

                        se ha negado? Me duele, interrumpida,

                        tu piel rizada, llena de agujeros.

 

                        Dos madrugadas más mutilarán

                        el trébol incompleto de tus dedos.

                        Escuálido de barro y tierra, nunca

                        tendrás un viejo armario donde duermas

 

                        -alcanfor y polilla- la nostalgia

                        de siete infancias cuyos sueños guardas.

                        ¡Si al menos te nacieran fieras uñas

                        al roce con la escarcha!... Rasgarías

 

                        los labios alevosos del verdugo

                        que llaman intemperie los geólogos.

                        Nadie sabrá que en una tarde gris

                        rendiste al polvo, sin luchar, el alma.

 

                        ¡Cuántas caricias nácar, hojas gualda

                        no logran imitar! Eternidad

                        piden tus fibras al destino infame.

                        Tienen sabor tus ruegos a sentencia.

 

                        Arena y polvo romperán tus últimos

                        e improvisados puntos. Morirás

                        y el eco rezará un responso breve.

                        Si acaso irás al aire, y serás nido.

                                                                                  Francisco Pérez Fernández

 

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      REENCARNACIÓN

 

      Aunque, tras esta vida, pienso que está la nada,

      cuando muero entre sueños, me habla Dios y me obsequia

      con volver a este mundo; y, buscándole al alma

      alojamiento digno, siempre el alba me encuentra.

 

      Mas, si un día amanece y yo sigo dormido,

      y resulta inmortal, pero no inmaculada,

      esta pecadora alma, quiero ser biennacido,

      pues yo soy el culpable..., y encontrarle morada.

 

      ¿En el suelo hospedarse, o ser pluma en el aire?

      Mudar piel en otoño, musicar las antenas

      con oscuras corcheas, o tener nictitante

      el ojo que hipnotiza al ave, y ser culebra.

 

      Salpicar los olivos de lunares alados

      y atiplar de silbidos las claras de la aurora.

      Ser venenosa víbora o simple escarabajo,

      ser lirio en Sierra "Nívea" o violeta en Cazorla.

 

      Altivo gavilán o cantarina fuente

      que da brillo a las flores y textura a la piedra.

      De esbelto campanario, donde doblan a muerte,

      y a fiesta las campanas, ser ave carroñera.

 

      En la más alta torre, ser tórtola que anida;

      ser miope lagarto o ciega escolopendra;

      ser cigarra cantora o laboriosa hormiga;

      ser estridente grajo o amarilla oropéndola.

 

      ¿Ser animal o planta, o el agua que ellos beben?

      Lo malo de volver, es esta duda eterna;

      si reencarnarse en fuego o en esencia de nieve,

      si ser junco o ser río, ser olmo o ser ribera.

 

      Antes de decidirlo, será mejor no obstante

      rogar al Creador; por si acaso pudiera

      de la boca del niño donde se posa el hambre,

      las moscas de sus labios ser brisa que se lleva.

 Francisco Pérez Fernández.

 

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                                   DIATRIBAS

 

                        Ya sellado el racimo de las horas,

                        quedaron tras celajes y cortinas

                        sólo el arco y el iris de unos ojos

                        que esperaban ver rosas venusinas,

                        teñir los anchos patios con su rojos.

 

                        Guedejas de suspiros, suspendían

                        en el aire miméticas deidades

                        envolviendo a la sombra trepadora

                        de misterios vestidos de verdades

                        con gotas de ansiedad y paz sonora.

 

                        Brillaban en el árbol las cerezas

                        como copos de mágicos rubíes

                        y al asirlas probé de su dulzura

                        bajo el canto de notas sefardíes

                        cuando el día tensó su luz más pura.

                       

                        A veces me mostraba de su boca

                        el nítido marfil de su sonrisa

                        a la par que, mirándome curiosa,

                        bajo el palio argentado de la brisa,

                        me hablaba de infinitos caprichosa.

                        Nevaba el azahar de los naranjos

                        en sus hombros de cálida vertiente

                        recubriendo su piel tersa y rosada,

                        y no hubo más ruido, solamente,

                        el agua entre sus manos, luego... nada.

                                                                                  Manuel Pérez del Moral.

 

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DESMESURA

(El viejo rapsoda)

 

                        Locura, a veces desmesura,

                        hierático perfume para una razón

                        en el vino de los años diluida.

                        Obsesiones de un viejo rapsoda

                        que aún busca en el arca del pecho

                        sacar sus agridulces poemas

                        para reavivar un deseo

                        entre sus canas dormido.

                        El iris de sus ojos se resiste

                        a componer una lenta Pavana.

                        La gota gris de sus dudas

                        es un juramento intemporal

                        en el alfil reseco de sus labios,

                        de continuo humildes y temblorosos.

                        El tiempo desdora su piel,

                        arrugando su garganta,

                        que ya se ajorda sin apostura,

                        mientras arrastra su voz caliente

                        bajo brumosas luces de neón.

                        Ya no perduran sus palabras

                        ni los graves límpidos de su voz

                        sobre el ébano y las alfombras.

                        Él, mandaba a sus ojos llorar

                        y los ojos lloraban,

                        mandaba clamar a las manos

                        y las manos clamaban,

                        le mandaba a su boca reír

                        y la boca reía...

                        Hoy nadie pasa por la puerta

                        entreabierta del anciano rapsoda,

                        y, más, cuando su espalda se encorva

                        buscando la tierra que lo vio nacer.

                        Hoy, en nuestro agitado presente,

                        tan pagados todos de algarabías,

                        ya no tiene cabida el viejo trovero,

                        ese alfarero de palabras hermosas...

                                                                                  Manuel Pérez del Moral.

 

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                        CAZANDO MIRADAS.

 

                        Hace algún tiempo que no huyo,

                        se ha varado el aliento

                        y ahora suena equidistante

                        ante la atenta mirada del silencio,

                        caen las hojas habitadas de polvo

                        y no me importa nada el pesado desaliento

                        de sus ecos cuando sucumben,

                        cuando son ajenas todavía

                        a mis pasos aún enamorados

                        que hace algún tiempo que no huyen.

                        He pensado en la causa efecto,

                        en esa pérdida paulatina de las facultades,

                        no sé, le habré puesto nombre a mi cabeza,

                        o precio a todo aquello que le ronda.

                        Hace ya algún tiempo

                        que no persigo a las miradas,

                        como un cazador furtivo

                        de lágrimas furtivas,

                        he dejado de ser un pájaro errante,

                        ahora miro todo lo que nunca miré,

                        lo que ya estaba codiciado.

                        Hace algún tiempo que no huyo,

                        que siento calambres en mis miembros

                        y a propósito de miembros...,

                        hace tiempo que no huyo,

                        le llamo noche a la noche desnuda

                        y quedo flamantemente tieso

                        sin buscar el suich que la conecta,

                        sin cazar las miradas carentes,

                        miradas de desahucio que ya nadie quiere,

                        aquellas que yo siempre quise.

                        Hace algún tiempo que no huyo,

                        y sé que nunca es tarde,

                        la huida se hizo eterna en la palabra

                        y pendió para siempre,

                        en aquella fuente sin nombre, pero cierta,

                        por eso vivo tranquilo,

                        habitando esta inestable hoja de árbol

                        que blande burlona mi cuerpo cansado,

                        por eso hace algún tiempo que no huyo.

                                                                                  Jorge Romero Aranda.

 

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LO QUE PUDO SER.

 

                        Me persigue tu hábil sombra,

                        su caricia pasajera y trozos de aire,

                        siempre vive el aire en mis pupilas

                        ensanchadas a golpe de misterios

                        que encadenan su mensaje

                        a las almenas de mi cuerpo.

                        Tu sombra

                        recibe un nombre recién caído

                        desde la prisa del enamorado,

                        que creyó perderlo todo en

                        un segundo de abandono,

                        el descontrol de la ignorancia

                        y la ira del errado silencioso.

                        Luego queda todo inacabado

                        detrás de la duda, el derroche

                        del aire mal utilizado que muestra

                        su brillo eterno y mal querido,

                        la pena herida, la sangre, ese olor

                        impune pero necesario para el clamor

                        y el eco forjado de la palabra

                        que no se dijo nunca,

                        ni aún segundos antes.

                                                                                   Jorge Romero Aranda.

                       

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A MI PADRE, ESE GRAN HOMBRE

 

      Hoy quiero escribirte a ti

      a quien debo lo que soy y el ser

      de quien he aprendido, porque tenías la sabiduría de

      lo sencillo, de lo puro.

      Tu alma siempre inocente, no pudo soportar la

      crueldad de la vida, su violencia, su soledad.

      Por eso partiste pronto.

      Volaste a otros mundos, más limpios, menos hostiles.

      Descansaste.

 

      Cuánto te ignoré sin olvido, cuánto te quise.

      Cuánto te quiero.

 

      Te siento, como jamás te he sentido.

      Te tengo, me abrazas, me ayudas.

      Porque ahora sé lo que sufriste y lo que anhelaste.

      Lo que deseaste y no tuviste.

      Tus sueños y tus apegos, a la vida, a la tierra, al amor,

      al fuego, a la muerte.

 

      Los cimientos del hombre, su estructura.

      Fuiste como todo lo grande: plenitud y vacío.

      Humildad sin límites y grandeza inmensa, indescriptible.

      Violencia y paciencia, ternura y hostilidad.

      Fuiste amado en la ignorancia. Enpequeñecido y exaltado.

      Nadie te entendió, nadie aceptó tu alma, en su total desarmonía.

      porque era demasiado grande, demasiado intensa, hasta para ti.

      Nadie supo quererte, con el amor sin límites que necesitabas.

      Lo necesitabas todo, pero no podías pedirlo.

 

      Este mundo no estaba hecho para ti, por eso te fuiste,

      tranquilo y desconcertado, como siempre estuviste.

      Nos mirabas a todos con ojos de súplica, de preguntar

      hasta última hora, el POR QUÉ, el por qué de todo,

      nunca encontraste el camino hasta el final.

      Y viste la luz y la aceptaste, con resignación, con

      humildad, como siempre habías vivido.

      Y humillaste, una vez más, tu cuerpo dolorido, destrozado.     

Pero tu alma escapaba poco a poco y te sentías libre y en paz.

      Y esa paz, inundó tu cara y tus miembros.

      Pero tú ya no estabas allí, te habías ido

y te habías quedado para siempre con nosotros.

 

      Ahora con toda tu frescura, con toda tu ingenuidad de niño

      que jamás creció.

                                                            Asunción Santa-Olalla Montañés.                                                

 

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AL AIRE DE.. . ANTONIO NAVARRETE

                           “Porque apetece vivir delante de la vida

                           sin edad en los ojos, eternos y elementales,

                           como el agua que late debajo de las piedras

                           o el aire que atiranta la mañana.”

                                                 Antonio Navarrete Magaña.

 

                         Al aire de tu voz que se ilumina,

                        toda Quesada en vuelo se levanta

                        cuando tu verso agreste rima y canta

                        cual agua de la sierra, cristalina.

 

                         Piedra a piedra tu tiempo se encamina

                        por las calles del pueblo, eterna planta,

                        buscando en Tíscar la presencia santa

                        y entre olivos la esencia campesina.

 

                         Recuerdas a tu amigo Zabaleta,

                        palabras y poemas por paleta.

                        Quieres "vivir delante de la vida"

                        con gente elemental que no se olvida.

                        Y sueñas con sentir en tu ventana

                        "el aire que atirante la mañana".

. . . . .

                                                                        La Carolina 23-3-97

                                                Guillermo Sena Medina.

 

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AL AIRE DE... PEDRO GARFIAS

                                                           "La primavera rápida se esquiva,

                                                           se rompe en mil pedazos

                                                           el aire de veloz cristalería

                                                           y cubre al sol sus desnudados miembros

                                                           como una virgen tímida.

                                                           Yo quedo sobre un monte de tinieblas

                                                           aullando al horizonte de mi vida"         

                                                                        Pedro Garfias

                                                           (Primavera en Eaton Hasting, México 1939, p. 56)

 

                         Pasaste por aquí, por Carolina,

                        antes de que estallara la tormenta,

                        "Ala del Sur", donde se fundamenta

                        tu canción inicial tan cantarina.

 

                         Tu voz se encoleriza y contamina

                        por odio y soledad, se torna lenta

                        nostalgia que el recuerdo condimenta,

                        haciéndose profunda y negra mina.

 

                         "El aire de veloz cristalería",

                        Eaton Hasting en plena primavera,

                        nos rompe en mil pedazos tu partida,

                        mas alza vigorosa tu poesía,

                        rayo de luz que aflora con la espera

                        "aullando al horizonte de tu vida".

. . . . .

                                                                                  Cuenca 15-1-98

                                                                                  Guillermo Sena Medina.

 

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                                    DESPUÉS DEL ÚLTIMO TREN

                                                                                               "... después

                                                                                               de la prisa cansada     

                                                                                               de los últimos trenes

                                                                                                nada vuelve..."

                                                                                               (Luis García Montero)

 

                        Después de la prisa cansada

                        del último tren

                        casi nadie volvió...

 

                        Hubo silencio dos segundos

                        y al tercero...,

                        el estadillo de los móviles

                        inmovilizaba

                        la certeza de estar vivo.

 

                        Después del último tren

                        hubo muertos y recién nacidos:

                                   Concesiones abrasadas

                                   de dioses podridos,

                                   poderosos herederos

                                   de un reino de desprecio

                                   y mala sangre.

                        Después del último tren

                        cayó el silencio,

                        entre manos rojas y manos blancas:

                        ¡otro muerto!

                                                                                  María Serrano Canovaca.

 

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ENTIERRO.

 

                        No queda más adiós que este:

                        Un canto de muertos

                        con plañideras y enterrador.

                        Un adiós sin voz ni miradas,

                        porque los muertos no hablan ni ven

                        y tú no vas a resucitar para hacerlo.

 

                        Estuviste hecha de pellejo y mentiras

                        y más real que este adiós

                        no existirá jamás nada.

 

                        Te he matado, con ésta,

                        una sola vez,

                        has muerto entre mentiras;

                        pero es tan real que ya no existes,

                        que no sé qué hago en este entierro,

                        sin flores y sin lágrimas,

                        no recuerdo epitafio alguno,

                        no consigo saber quién es el muerto.

                                                                                  María Serrano Canovaca.

 

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                        Muéstrame el bebedizo inerme

                        que muere en tu sonrisa, miénteme

                        mientras yo me demoro, mustia,

                        bajando desde el laconismo

                        breve, viril y minucioso

                        de tu ebria masculinidad,

                        pronuncia aquellos hilarantes nombres

                        de mujeres lascivas mitigados

                        al ritmo machacón de la milonga,

                        besaré con mis labios la unánime

                        noche de los nenúfares

                        y beberé despacio aquellas viejas

                        pócimas en letargo que la niña

                        oculta de tus ojos me negaba,

                        el índice indiscreto de mi mano

                        hará brotar el agua de tus penas

                        y saciaré, colmada de tus sueños,

                        la sed intransigente de mis oquedades.

                                                                                              Inédito.

                                                                                  Carlos Sevilla Ruiz.

 

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                        Nos hemos encontrado en un patio de vecindad,

                        sin fuentes y sin ramas en los árboles

                        que meza el viento, una triste luna

                        se había acomodado en las vidrieras

                        de una entidad bancaria de éxito.

                        Esta brisa de abril nos lame de frente la mirada,

                        se ha posado en tu nunca un suave escalofrío:

                        no esperabas el tacto de mi mano

                        sobre tu rostro en lágrimas.

                                                                                   Se ha estremecido la noche,

                        la parda soledad de un gato se nos ha dibujado

                        a lo lejos de pronto, dos imperdibles de luz

                        se han clavado a los ojos, nos sangra el deseo

                        y se ha hecho fuerte la memoria, por un instante,

                        en el diván coqueto del orgullo.

                       

                        Luego, un reiterado soplo primaveral

                        ha barrido de golpe la estancia

                        y me hace tiritar una sonrisa,

                        alguna vez te he perseguido así,

                        te he preferido entre bambalinas

                        y como troceada en cristalitos.

                       

                        Con la estirada sombra de la tarde

                        un remolino de oro me deslumbra,

                        me sabe a cieno tu cabello en la boca

                        y cuando abro los ojos y respiro

                        mi aliento empaña tu recuerdo

                        ¿por dónde?, dime, ¿por dónde te has ido

                        ahora que comenzaba a comprenderte?,

                        ¿ni el aroma de tu vientre me has podido dejar?

                                                                                              Inédito.

                                                                                  Carlos Sevilla Ruiz.

 

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ALGÚN DÍA

 

                        Somos, y dejamos de ser

                        en un segundo,

                        y ya sólo hay tristeza...

                       

                        y da igual la historia

                        que estés escribiendo,

                        y dan igual las cosas que

                        dejes a medias,

                        y las fotografías que acumules

                        para mañana verlas.

 

                        Dejas de ser,

                        se pierden tu mirada, tu voz

                        y tus caricias, se pierde tu

                        futuro en la maraña impávida

                        de cosas.

 

                        Y dejas tristeza. A seres que se

                        quedan esperando que vuelvas,

                        que les digan que la muerte

                        es mentira,

                        que todo va a ser como era.

                        Contigo. Más contigo que nunca.

 

                        Te vas, y nadie

                        pregunta lo que queda,

                        pero el mundo lo sabe.

 

                        Somos. Por eso tenemos

                        que ser alegría, sonrisa,

                        luz que llena,

                        fuego que arde de vida.

 

                        Porque... ya seremos ausencia,

                        algún día...

                                                                                   Ana Toledano Villar.

 

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SOMBRA Y LUZ

 

I

 

                         En la dureza de mi noche oscura

                        recorro mi camino en solitario,

                        es subida que llega hasta el calvario

                        de una soledad que se hace dura.

 

                         Perdido voy en bosque de espesura,

                        desgranando las cuentas del rosario

                        del duro caminar, que es lo diario,

                        y en densa oscuridad que me perdura.

 

                         Espero que amanezca bella aurora

                        que ponga hermosa luz en mi camino,

                        suavizando lo duro, lo cansino

 

                         de esta mi soledad de cada hora.

                        El alma, mi Señor, espera y llora

                        un rayo de tu luz claro y divino.

                                   Rafael Valdivia Castro.


II

 

                         Cuando la niebla invade mi morada

                        y su aguijón punzante le perfora

                        la paz en que descansa, el alma llora

                        y busca su reposo en tu mirada.

 

                         Queda a su paso el alma quebrantada

                        y, en su silencio, solitaria añora

                        tu dulce amanecer de bella aurora

                        que deja mi penumbra ya dorada.

 

                         En esta soledad el alma indaga

                        en duro interrogante que atormenta:

                        ¿Por qué se me oscurece la tormenta

                         

                                   con esta oscuridad que es como daga?

                        Mas siempre tu presencia me la apaga

                        y brota tu sonrisa que me alienta.

                                                           Rafael Valdivia Castro.


III

 

                         Aunque mi alma dolorida muera,

                        perdida en los recodos de la pena,

                        quiero que me aparezca muy serena

                        y sólo una sonrisa salga fuera.

 

                         Tan sólo sé mirar a tu ribera,

                        que es plena floración en limpia arena,

                        llena de hermosa luz y tan amena

                        que tu bonanza la hace primavera.

 

                         Acrecienta mi pena tu tardanza,

                        los días se hacen largos en demasía

                        y la espera aumenta mi agonía,

 

                                    pues retarda su pago a mi esperanza;

                        pero mi gozo pleno hoy se alcanza

                        pues me llega contigo un bello día.

                                                                        Rafael Valdivia Castro.

 

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                                   M O R I R D E A M O R.

 

                        Morir de amor...

                        ¿Sabes tú acaso lo que es morir de amor?

                        No.

                        Morir de amor no es

                        cerrar los ojos dulcemente un día cualquiera

                        y dejarse llevar por el largo túnel de las sombras

                        hasta caer en el vacío de la nada.

                        No.

                        Morir de amor no es

                        bajar a las profundidades sepulcrales

                        buscando el más allá para volver a vivir.

                        No.

                        ¡Qué sabes tú lo que es morir de amor!

                        Morir de amor es

                        buscar un amanecer en la negrura de la noche

                        y despertar bañado en el frío sudor de la soledad.

                        Morir de amor es

                        extender las manos hambrientas de otras manos

                        y notarlas vacías, cansadas por la espera.

                        Morir de amor es

                        sentir correr el llanto garganta adentro

                        mientras la risa salta juguetona

                        de labios para afuera.

                        Y luego, más dentro aún,

                        correr esa pena por las venas

                        hasta sentir el corazón preso de dolor

                        y el estómago encogido de tristeza.

                        Y si yo supiera que en esta muerte tú

                        estarías esperándome, merecería la pena

                        sentirte y no tenerte, y así...

                        morir de amor, de esta manera.

                                                                                  Josefina Vázquez Florido.

 

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DESPERTAR DE LA PRIMAVERA.

 

                        qQuedó el poeta dormido

                        en la quietud invernal,

                        y un soplo primaveral

                        a despertarle ha venido.

 

                        ¡Despiértate, amado mío!,

                        le dice la Primavera

                        al poeta que en su espera

                        se quedó adormecido.

 

                        Vuelve a cantarme tus versos,

                        dame en tu alma cobijo,

                        y acúname como al hijo

                        causa de tus embelesos.

                       

                        Deja que te acaricie suave

                        la brisa de mi mañana,

                        y pinta tu boca de grana

                        en la aurora de la tarde.          

 

                        Llama al Amor en mi nombre

                        y teje con mano tierna,

                        una gran guirnalda llena

                        con tus rimas y mis flores.

 

                        Pon en tu corazón la risa

                        del canto de mis jilgueros,

                        y escribe tus cancioneros

                        con pasión, pero sin prisa.

                       

                        Llena tu pecho de ansias,

                        tus pensamientos de amores,

                        que yo llenaré de flores

                        tu camino y tu esperanza.

 

                        Deja que tome tu mano

                        y colme tu pensamiento,

                        con mil susurros de viento

                        y tibios besos tempranos.

                                                                      

Josefina Vázquez Florido.

 

 



[1]          Rey de Castilla y León, *¿ 1258 +Toledo, 1295. Hijo de Alfonso X, a la muerte de su hermano, Fernando de la Cerda, se proclamó príncipe heredero, luchó contra su padre. A la muerte de éste se proclamó rey (1284-1295), junto con su esposa María de Molina, y retuvo a los herederos de su hermano, los infantes de la Cerda, en Játiva. Su reinado estuvo marcado por las luchas con los partidarios de los de la Cerda, quienes reinvidicaban sus derechos sucesorios, así como por las revueltas de algunos sectores de la nobleza, contrarios a la política del privado López Díaz de Haro. A instancias de la reina, dio muerte al valido y firmó una alianza con Francia. Conquistó Tarifa (1292). A su muerte heredó el trono su hijo Fernando, bajo la regencia de María de Molina.

[2]          Rey de Castilla. *Sevilla, 1285 +Jaén, 1312. Hijo de Sancho IV y de María de Molina. Heredó el trono en 1295, bajo la regencia de su madre y comenzó su reinado en 1301. Los hijos de Fernando de la Cerda, primogénito de Alfonso X, le disputaron el trono, ayudados por Jaime II de Aragón y por Juan, hermano de Sancho IV. Jaime II invadió Castilla. apoderándose de Murcia (1296), y el infante Juan se proclamó rey de Castilla (1295). La guerra con Aragón continuó hasta 1304, en que fernando reconoció el dominio aragonés sobre Murcia y Alicante y el infante Juan renunciaba a sus pretensiones castellanas. Su muerte repentina dio origen a la leyenda de haber sido emplazado ante el tribunal de Dios por los hermanos Carvajal, injustamente condenados por el rey.

[3]          Reina de Castilla. *¿, 1265 +Valladolid, 1321. Hija del infante Alfonso de Molina, en 1281 contrajo matrimonio con su primo, el futuro Sancho IV, sin obtener la dispensa papal. Tras la muerte de su esposo, asumió la regencia de su hijo Fernando IV (1295-1301), durante la minoría de su nieto Alfonso XI (1313-1321).

[4]          Tirso de Molina ha retratado con vivos colores el carácter de esta reina en su comedia La prudencia en la mujer. En uno de los diálogos que supone con su hijo, pone el autor en boca de doña María la siguiente descripción de cómo se hallaba el reino cuando se encargó de la regencia y del estado en que se lo entrega cuando el rey llega a la mayoría de edad: Un solo palmo de tierra/no hallé a vuestra devoción;/alzóse Castilla y León,/Portugal os hizo guerra,/el granadino se arroja/por extender su Alcorán,/Aragón corre a Almazán,/el navarro la Rioja,/pero lo que al reino abrasa,/hijo, es la guerra interior,/que no hay contrario mayor/que el enemigo de casa./Todos fueron contra vos,/y aunque por tan varios modos/os hicieron la guerra todos,/fué de nuestra parte Dios. (Acto III, escena primera).

[5]          ver.

[6]          Dice al respecto el libro Recuerdos de un viage (sic) por España: "...corría el año 1312 cuando el monarca llegó con su corte y tropas a Martos con objeto de auxiliar a su hermano, el Infante D. Pedro, que a la cabeza del ejército fuera sobre Alcaudete. Agitóse entonces la causa en averiguación de los asesinos de un caballero llamado Benavides que fué (sic) muerto violentamente en Palencia al salir del Palacio Real. Recayeron las sospechas en dos nobles hermanos Comendadores de Calatrava y residentes entonces en Martos llamados D. Pedro y D. Juan Alfonso de Carvajal... En el mismo instante en que iban a ser despeñados, dijeron en alta voz que apelaban, de la injusta sentencia del Rey, a la sentencia de Dios, y que le emplazaban para dentro de treinta días a que compareciese ante el tribunal del Rey de los Reyes... Hallábase el Rey en Jaén el jueves 7 de Septiembre día en que se cumplía el terrible emplazamiento y habiendo comido con buen apetito se retiró a dormir la siesta. Extrañando los cortesanos tardase en despertar más de lo de costumbre fueron a su lecho y lo encontraron muerto". CAZABÁN LAGUNA, Alfredo.: Don Lope de Sosa, Crónica Mensual de la Provincia de Jaén. Jaén, edición facsímil, Elías Riquelme Ibáñez y Arturo Vargas-Machuca Caballero, 1918, págs, 170-174.

[7]          Pese a lo anteriormente expuesto, es lo más cierto que se llevó a efecto reformas en la Parroquia de Santa Marta, y más concretamente en el altar de Nuestra Señora de los Dolores, a expensas de doña Dolores Torres Castillejo, donde una lápida recuerda que es el sepulcro de los Carvajales. Por iniciativa de don Juan Francisco Paéz, párroco de la misma y a requerimientos de don José López Luque, decano de los médicos de Martos y de don Rafael de la Haba y Trujillo, Juez de Primera Instancia e Instrucción de la Villa, que asiduamente les mostraron sus deseos de levantar la lápida e inspeccionar el interior de la sepultura. Y en efecto, con la cautela debida, y con el auxilio del maestro que dirigía las obras, se aperturó el panteón. Se removieron los restos sacándolos de entre la tierra y polvo, clasificándolos por el doctor López Luque, especialista en Anatomía; aseveró que todos ellos pertenecían a sólo dos personas de gran corpulencia. El triunvirato mantuvieron unánimes que no se explicaban cómo los huesos largos se enocntraban integros y sin fracturas, hecho inverosímil, máxime teniendo presente la horrenda ejecución de los mismos: "... en la cumbre de la Peña y bajando despeñada y dando golpes y sacudidas en las rocas, la jaula de hierro en que se les encerró, hasta caer en el sitio donde está enclavada "La Cruz del Lloro". Ibídem, págs, 203-204.

[8]          "El Padre Juan de Mariana, de la Compañía de Jesús, natural de la Villa de Talavera, en el Arzobispado de Toledo, que murió a 17 de febrero del año de 1623, fué (sic) uno de los más ilustres, célebres, i (sic) doctos escritores, que ha producido esta esclarecida Religión, fecunda madre de gloriosos hijos en santidad, i letras; a quien fuera de los progressos (sic) con que adquirió el crédito que conserva, así en la inteligencia de las Divinas Letras, como en todo género de erudición, Sagrada i Profana, se le aumentó con grandes realces la Historia General de España...". Con estas palabras inicia don Gaspar Ibáñez de Segovia, Peralta y Mendoza, Caballero de la Orden de Alcántara, Marqués de Mondejar sus Advertencias a la Historia del P. Juan de Mariana. Quienes estén interesados en conocer la inmensa bio-bibliografía de este universal jesuita, vid obra citada. BALLESTEROS GAIBROIS, Manuel.: El Padre Juan de Mariana. La vida de un sabio. Barcelona, Editorial Amaltea, S.A., 1944.

[9]          *Jaén, 1832 +Madrid, ¿. Hija de don Antonio María Camps y Camacho (perteneciente a la burguesía intelectual de Jaén; Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Jaén y miembro de sociedades secretas) y doña Juana Arredondo del Arco (ella +Jaén, 1866). Hermana de don Mariano, notorio poeta y abogado de Jaén, afincado en Madrid; además hermana política del vate don Antonio Almendros Aguilar. Nuestro ilustre polígrafo don Manuel Caballero Venzalá opina de ella: "Isabel, nacida en el seno de la burguesía local, vivió en un ambiente de cultura y amor a las bellas artes. Estudió piano y canto con el Maestro de Capilla de la Catedral, D. José Sequera, el cual le dedicó en 1847 la canción "Misterios de amor", cuya partitura fue publicada en El Guadalbullón, con letra del que posteriormente había de ser su cuñado, D. Antonio Almendros Aguilar. Fue mujer de talante bastante liberal. Es significativo que el hecho de que su aparición en el mundo de las letras se produce en un momento de exaltación liberal: la revolución de Espartero...". Su primer poema conocido se publica en la Corona esparterista (soneto, 1854). Su firma aparece en El Ramillete, Revista Semanal, el Álbum poético de El Industrial y La Semana. En ésta última revista, publica en folletones su novela sentimental Rosa. Colabora asimismo en la revista gaditana La Moda Elegante. Se traslada a Madrid con su familia (su padre se estableció en una inmensa casa de su propiedad, sita en la C/, Hortaleza nº 26 (1851). Tradujo el libro de Alberto Merlín El gran libro de los oráculos, dioses, diosas, héroes y personajes más famosos de la antigüedad, que despierta también en ella la atracción que sintiera su padre: el esoterismo. CABALLERO VENZALÁ, Manuel.: Diccionario Bio-Bibliográfico del Santo Reino de Jaén, II (C). Jaén, IEG, 1986, págs, 64-65. MORENO JARA, Miguel.: Historia del Ilustre Colegio de Abogados de Jaén. Inédita, págs, 476.