1.5.3. La peste de 1681. El decenio de peste de 1676 a 1685 probablemente provocó la muerte de un cuarto de millón de españoles([1]).
Se introdujo en 1676 por Cartagena, Murcia y Lorca, adoptándose en Jaén capital las medidas habituales, que se repitieron en 1679 ante los brotes de peste de Málaga, Antequera, Motril y Granada. No faltando las tradicionales procesiones de los santos protectores, como San Sebastián y San Roque([2]).
En la primavera de 1679, la plaga afectaba a la mayoría de las ciudades mayores de Andalucía oriental, pereciendo en
algunos pueblos dos tercios de la población. Tras el invierno, como era costumbre, la peste regresó en la primavera de 1680 por las mismas regiones. Andújar sufrió la epidemia. En Lupión, que contaba con 327 habitantes, murieron 180 (55 %) en el brote de peste([3]).
En Úbeda, desde 1676 empezaron a tomarse medidas preventivas, como el reconocimiento de la cerca de la cerca de la ciudad, cierre de ermitas y ventas del término, publicación de edictos prohibiendo el trasiego de personas y mercancías, etc([4]). El temor aumentó en Jaén en mayo de 1680 ante los rumores de que en Andújar había peste. Se adoptaron excepcionales
medidas preventivas de aislamiento, que llevaron incluso a levantar muros en las casas del Arrabalejo, situadas fuera del recinto amurallado, mientras cuadrillas de labradores vigilaban la ciudad continuamente. Algunos vecinos de Andújar permanecían fuera de la ciudad y esperaban un permiso de la
Junta de Salud local para poder refugiarse. Es el caso de Francisco Antonio Salcedo, que solicitó su entrada junto con su familia y enseres el 9 de octubre de aquel año, pues según su solicitud vivía en el sitio de "La Vanicuela", término de Jaén, desde el 22 de marzo, cuando dejó Andújar "pocos días antes que se publicase en ella el achaque de la epidemia"([5]). El miedo colectivo a la peste se incrementó con el terremoto que poco antes de la epidemia causó daños de consideración
en los edificios de algunas poblaciones, como en Huelma, afectando a la ermita de San Sebastián, donde estaba la capilla de Nuestro Señor, que al caer rompió la cubierta de la urna del Santo Sepulcro. Las primeras noticias sobre el contagio de peste en la provincia son de febrero de 1681, cuando Baeza y Úbeda figuran como
infectadas. Dos meses más tarde son las villas de Jódar, Torres y Jimena las declaradas oficialmente contagiadas([6]). Por estas fechas, la peste se extendía por la mayor parte de Andalucía. Claro ejemplo de la morbilidad de esta epidemia es la villa de Jódar, de la que dice de un memorial del Consejo de Hacienda: "Desde 20 de henero de 1681 fue Dios nuestro Señor servido de que los vecinos della padeciesen el achaque del contajio hasta 10
de septiembre del dicho año, el qual fue con tal rrigor y fuerça en las enfermedades que no rreservó en toda su vecindad, casa de pobre ni de rrico, que no padeciese esta achaque, quedando todos totalmente aruinados y destruydos, pues siendo así que al tiempo que començo esta enfermedad se hiço
padrón de todas las personas grandes y chicas, mugeres y onbres y allándose 2.135 personas al tiempo que se reconoció haver cesado, que se volvió a hacerse, ajusto haver muerto 1.055 dellas sin otras muchas que havían muerto antes, y los que havían quedado tan totalmente destruidos y aruinados
que no les a quedado un remedio para su sustento, porque como todos los más fueron tocados del achaque, para purificarse y quedar libres por escapar la vida no sólo quemavan los vestidos que trayan puestos, sino todos los demás vienes muebles que tenían en sus casas, saliéndose fugitivos al
campo a hacer sus quarentenas, sin más remedio ni socorro que lo poco que por él hallavan, tomando de los ganados que topavan, y talando los olivares para el abrigo y chozas que hacían, y con tal necesidad que muchos dellos después de haver echo sus quarentenas se quedavan en el campo por que no
les quemasen los vestidos, por no tener otros que se poner. Y a los que entravan en la villa se les quemavan y estavan aguardando se les diese de limosna y como esta villa se compone de pobres labradores y todos tenían sus panes sembrados, no pudieron por esta raçón acudir a recogerlo y
totalmente se perdió todo". En otro memorial de 1685, la villa afirmó haber tenido 1.600 muertos entre enero y octubre([7]).
Sin embargo, no fue la más afectada de la provincia, pues otras poblaciones situadas en lugares de importante tránsito, como es Andújar en la carretera de Andalucía, sufrieron en altísimo grado la morbilidad de la peste. En esta población, el 27 de marzo de 1681, ya habían muerto más de seis
mil personas, siendo el contagio "mayor que padezió lugar ninguno de la Andalucía según el vecindario..."([8]). El miedo a la peste estaba íntimamente unido al miedo al hambre, pues la declaración de epidemia conllevaba un
aislamiento de la población y, por consiguiente, la falta de avituallamiento y el libre desarrollo comercial. De ahí que las poblaciones se opusiesen a la declaración de la epidemia. El ejemplo de la ciudad de Baeza en julio de 1681 ilustra esta situación anterior, lo que llevó a un funcionario del
Consejo de Hacienda a informar lo siguiente: "Oy estamos en esta ciudad de Baeza peor que nunca. Pues aora se a echo ospital y carneros, que desde que entré en esta ciudad
no abido más de una continuada desdicha, sino que esta ciudad a dado en mantener que no ay peste, lo que nunca a faltado, pues abrán muerto, a mi parezer, tres mil personas"([9]). La obstinación del Concejo de Baeza a declarar la ciudad invadida fue tenaz. Cuando aumentaron los rumores, el mismo rey
Carlos II, en una carta dirigida a Francisco de Palacios, receptor de la Audiencia de Granada, se refiere a una petición de Diego Blas de la Torre, vecino y veinticuatro de la ciudad de Úbeda y comisario de la diputación para la guarda de ella. En la carta dice haber tenido noticia de "que
la ciudad de Baeza se había tocado del contagio, de que morían muchas personas y los que estaban de dicho achaque los sacaban a qurar a las casas de Peláez Peralta y Ochoa"([10]). Las medidas de vigilancia se relajaron en 1681 y en marzo de este año la peste atacó la ciudad de Jaén -así lo afirmó
el superintendente de la guarda de la peste frente a la negativa del cabildo([11]). En mayo, el hospital provisional de apestados de la Fuente de Don Diego no podía albergar ya tantos enfermos, ocupándose casas vacías cercanas al hospital. Se estudió el traslado de éste por estar cercano a la catedral y en una zona donde residía la mayor
parte de los canónigos, pensándose para tal fin el Arrabalejo. El traslado de 200 enfermos era peligroso y costoso, y el mismo cabildo municipal también lo consideraba pernicioso por los "efectos que obra la luna nueva". Al final, el Consejo de Castilla prohibió el traslado([12]). Este tema fue todo
un enfrentamiento dialéctico entre los facultativos y las autoridades eclesiásticas. Agustín Lara, médico de la ciudad, escribió todo un discurso apologético sobre la necesidad de continuar la ubicación del hospital de apestados en el paraje de la Fuente de Don Diego, que recoge un estudio
geográfico muy detallado sobre la ubicación de la ciudad y los vientos dominantes, por lo cual encontraba en esta zona la mejor ubicación del hospital, en contra de la opinión del canónigo doctoral de la Iglesia Catedral Francisco Cruzado Caballero, que deseaba trasladarlo al Arrabalejo, llevándolo
lejos de las cercanías de la Catedral y las viviendas de los canónigos. Otro sitio donde se pensó su ubicación, también rechazado por Agustín de Lara era la Puerta de Martos([13]). La peste se incrementó en los meses de junio y agosto en medio de la quema de ropas y enseres de los afectados y la búsqueda
de enfermos no declarados, el éxodo al campo se incrementa, y empiezan a escasear los víveres en la ciudad. Por suerte, a mediados de agosto empezó a remitir el número de apestados, declarándose la ciudad libre de epidemia el último día del mes, favor que la población atribuyó a Nuestro
Padre Jesús Nazareno([14]). Del fin de la epidemia daba fe el escribano Alonso Pérez de Aguilera, basándose en el médico Juan Bautista García, el
cual se hallaba en cuarentena en la calle del Barranco. Según él, desde el día 20 de agosto no había curado enfermo alguno de peste, y sólo algunas personas estaban en convalecencia en las calles Olid y Rivera, que estaban "tapiadas y cerradas por la
parte superior e inferior", quedando solo abierta la calle del Barranco, donde estaba en cuarentena dicho médico([15]). Mientras tanto, la peste campeaba por otros lugares de la provincia; en el mes de julio afectaba a las ciudades de Úbeda y
Bailén. En Úbeda, la situación alarmante queda expresada textualmente en una comunicación del mes de julio que dice así: "...el estado de la enfermedad contagiosa de esa ciudad causaron... el grave desconsuelo que se dexa reconocer; no hallando exemplar no
solo en los principios, sino ni aún después de asegurado más y más este trabaxo, de que en ciudad ninguna, donde haya picado, como fue en Málaga, Murcya y Cartagena, Luzena, ni otra alguna, aya tenido número tan crecido en tan pocos días, como el de 316 personas que se picaron en esa ciudad y
214 que murieron"([16]). En los lugares invadidos se tomaban medidas semejantes, con la habitual incomunicación de personas y mercancías. Cuando
se descubría a alguna persona, que procedente de lugares contagiados la había burlado, era puesta en cuarentena bajo vigilancia, lo que frecuentemente no conseguía el fin apetecido. Tal es el caso de Huelma, donde la peste se cebó cruelmente en la población por haber levantado el celo en el
cordón sanitario, probablemente durante el desarrollo de la romería de Virgen de la Fuensanta, pues hacia mediados de mayo comienzan a detectarse casos, aunque la epidemia no es reconocida hasta finales de junio. Allí se habilitó el castillo como hospital de apestados, que pronto se quedó pequeño.
Los enfermos que no iban al hospital eran incomunicados en sus casas y, en caso de muerte, el terror al contagio hacía que no hubiese quien se atreviese a sacar las ropas de estas casas "por no haber en esta villa franceses y esclavos, que son los que se
suelen ocupar de estos menesteres", por lo que hubo que recurrir a Granada y traer tres individuos para realizar dicha labor([17]). En Huelma, como en todas las poblaciones, la aflicción de la población hallaba su mejor expresión en las procesiones de
rogativa, donde la Virgen de la Fuensanta ejercía el papel central como patrona de la localidad, junto con otras figuras, como la Virgen del Rosario, Jesús Nazareno, San Agustín, Santa Rosalea y el Santísimo. Finalmente, la epidemia dejó un saldo trágico en esta población durante el período
que duró el contagio, de mayo a noviembre de 1681, con un total de 902 defunciones, casi la mitad de la población, gran parte de la cual había huido a los montes. La mayor parte de los supervivientes quedaron en la pobreza, pues las cosechas no se recolectaron y se perdieron, de las casas
afectadas se quemaron las alhajas y ropas, más demás gastos de purificación, sahumerios, vestidos, etc.([18]) En Úbeda, la epidemia se declaró por desaparecida en el mes de octubre de 1681; ya no quedaban enfermos en el hospital de
apestados, que se cerró "llevando en prozessión general para hazerlo, a Jesús nazareno y a su Santíssima madre, Ntra. Sra. de Guadalupe, a quien en hazimiento de grazias se entregaron las llabes dél, y después se les zelebraron fiestas solemnes"([19]). En Jaén capital, a pesar de haber desaparecido la epidemia a finales de 1681, a principios del año siguiente aún
continuaba sin repoblarse el barrio de la Fuente de don Diego, donde estuvo ubicado el hospital. No obstante, la peste seguía afectando a poblaciones limítrofes. Es el caso de Torredonjimeno y Martos en julio de 1682, poniendo en alerta a las autoridades giennenses. En 1684 hay nuevo contagio en
Jaén por el verano, aumenta el número de defunciones pero es difícil cuantificar la mortalidad que tuvo como causa la epidemia([20]).
En 1685 la peste desapareció por completo del país. En resumen, por encima del hecho real de la peste, detectamos un halo mítico impregnado de terror. El gran talismán
frente a ella suelen ser los intercesores divinos. El papel de los santos es crucial en el hombre de la Edad Moderna, como lo había sido en la Edad Media, pues son punto de referencia continua en la vida de la población. La peste levanta las procesiones de rogativa, penitencias, plegarias, etc.;
así como actos mágicos de purificación, como fuegos en las plazas públicas; y, sobre todo, la huida masiva de la población, la única verdaderamente efectiva en la época, pues los remedios médicos habituales eran inútiles.
([5]) A.M.J. Leg. 254. Solicitud de Francisco Antonio Salido para entrar en la ciudad de Jaén, 9-octubre-1680. ([6]) Amezcua Martínez, Manuel: "La peste de 1681 en Huelma, aspectos socio-económicos". En 550 Aniversario de la toma de Huelma (1438-1988). VI Jornadas de Estudios de Sierra Mágina. Ayuntamiento de
Huelma / Cronistas e Investigadores de Sierra Mágina. Granada, 1992, pág. 468. ([7]) Kamen, Henry: La España..., pág. 89. Envía a Envía a Memorial de 31-V-1682. AGS: CJH Consulta de la Junta de Hacienda, 1052; y Memorial de 1685, CJH 1105. ([8]) Gómez Martínez, Enrique: "Problemática medioambiental de Andújar en el siglo XVII". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 155 (1995), pág. 46. ([9]) Kamen, Henry: La España..., pág. 94-95. Envía a AGS: CJH 1.031. D. Miguel de la Moneda a D. Ignacio Baptista de Ribas (22-VII-1681). ([10]) A.M.U. Legajo sobre la peste (sin n1). Carta de Carlos II a Francisco de Palacios, 1980. Otros pueblos cercanos a Baeza sufrieron tanto como la ciudad las consecuencias de la epidemia. En el caso
de Rus dejó tal huella que dio origen a un ritual que aún hoy día se celebra con el nombre de Fiesta de los Mozos. Hubo una gran mortandad en población, sobre todo entre los jóvenes varones, con las conseguientes rogativas: se procesionó al Santísimo Sacramento. Finalizada la epidemia
volvieron a repetirse los actos de procesión del Santísimo en acción de gracias con igual solemnidad que en el Corpus, y la salida de las máscaras que habitualmente lo acompañaban en esta fiesta (Diario Jaén, 19-septiembre-1996, pág. 21). ([13]) A.M.J. Leg. 90. Discurso apológico que hace don Agustín de Lara. Médico de esta ciudad de Jaén y satisfación diaphorética que da a el parecer del lizenciado Don Francisco Cruçado, cavallero, canónigo
doctoral de la sancta yglesia cathedral de esta ziudad, en que contradice lo practicado de el hospital para la curación de el contagio contra el dictamen de la maior parte de los médicos de ella, 6-julio-1681. ([14]) Coronas Tejada, Luis. Jaén..., pág. 108; y Cazabán, A. "El origen de las llaves que lleva la imagen de Nuestro Padre Jesús de los Descalzos, de Jaén". En Don
Lope de Sosa, n1 141, pág. 275-276. ([15]) A.M.J. Leg. 90. Certificación del escribano Alonso Pérez de Aguilera sobre el cólera, 1681. En Respuesta de D. Agustín de Lara, médico, al canónigo doctoral de la Iglesia de Jaén sobre lo practicado en la cura de enfermos del contagio. ([19]) A.M.U. Legajo sobre la peste (sin n1). Certificado oficial del fin de la epidemia de peste en Úbeda, 28-octubre-1681. Sobre esta epidemia de peste en Úbeda se editó en 1681 el libro Relación
sucinta del contagio que ha padecido la ciudad de Úbeda en este presente año de 1681, escrito por Andrés Cuevas de las Vacas, el cual no hemos podido localizar.
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