1. La genealogía de la violencia.

Describamos el contexto histórico. Un prestigioso historiador francés describía Occidente entre los siglos XV al XVIII como "una ciudad sitiada". Epidemias de origen desconocido y con desconocidos remedios, plagas de langosta, el fantasma del hambre... Una permanente familiaridad con la muerte y el dolor físico. Realidades expuestas en nuestro trabajo a través de no pocos ejemplos.

La presencia de la noche. Rotundamente oscura en ciudades sin alumbrado, cargada de misterios y terrores. Y una sociedad en la que el respeto a la vida y a la integridad de la personas es vista con unos criterios muy distintos a los de nuestro tiempo.

Este hecho es generalmente olvidado o desconocido. Todos tenemos dentro de nosotros mismos la nostalgia de una edad de oro, y pensamos a veces que la violencia que tristemente se produce en nuestras ciudades, de la que tenemos noticia en los medios de información, es una carga, un precio del mundo moderno. Y lo es en cierta medida, al menos determinadas formas por las que se manifiesta esta lacra.

Sin embargo es difícil pensar que la actual provincia de Jaén hace siglos podía ser una tierra peligrosa, de acuerdo con nuestra visión, en la que homicidios, asesinatos y agresiones físicas eran frecuentísimas y de irreversibles consecuencias. Un hecho no sólo frecuente en los medios habitualmente delictivos o marginales, sino extensivo a todos los estamentos sociales, y no limitado a las ciudades y villas populosas, o a sus barrios más peligrosos, sino a los más modestos lugares, a las poblaciones y a los yermos.

La pregunta es simple: )A qué se debe la proliferación de actos violentos en la sociedad tradicional?. Las líneas siguientes podrán contribuir a la respuesta.

 

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