2.5. El culto a San Gregorio.

San Gregorio Ostiense, o Nacianceno según otras fuentes, fue el Santo especialmente dedicado a combatir las plagas de langosta, aunque no es fácil precisar cuando los documentos se refieren a uno u otro, pues existía en los siglos pasados cierta confusión al respecto, de la que se hace eco W.A. Christian, Jr.[1]  El origen de dicho culto como protector contra la langosta y la oruga parte del siglo XII.([1])

 

 

Es conocida la importancia taumatúrgica de las reliquias para la mentalidad religiosa más tradicional. No faltarán por tanto reliquias de dicho Santo en España, concretamente en el Santuario que le estaba dedicado en el valle de Berrueza, concretamente en la villa navarra de Sorlada. Allí se encontraba la cabeza de San Gregorio, y el agua que se pasaba por ésta tenía una especial gracia para espantar las plagas. El prestigio de dicha reliquia se mantuvo al menos hasta los mismos inicios de la Edad Contemporánea, como tendremos ocasión de demostrar.

Asimismo la devoción a San Gregorio se manifestaba a través de votos, por los cuales se celebraba una fiesta anual. En 1620 se decidió votar una fiesta en su honor, en medio de una plaga de considerable importancia. Al desaparecer la langosta, y el paso del tiempo, suponía el olvido o la relajación en el cumplimiento de la citada obligación. La vuelta de las plagas originaba el recuerdo de viejos compromisos, como ocurrió en 1671. ([1])

En abril de 1708, el veinticuatro D. Gonzalo Messía informó a la Ciudad de que

 

“tenía notizia de que la hermita del Santo estava en el Reyno de Navarra en la jurisdición de los Arcos donde asistían capellanes y para pedir el agua se escribía de parte de la ciudad o villa donde se necesitaba con el testimonio de que el dador yba por ella y en el se ponía la limosna y se ynbiaba que hera boluntaria”([1])

 

Unos días más tarde D. Alonso de Gámez, también regidor, propuso “buscar en un crédito el dinero que fuese menester” para conseguir el agua de San Gregorio a Navarra “que en la última plaga que se experimentó en este Reyno se aplacó por ynterposición del Santo.”([1])

Pero Navarra estaba muy lejos, y si bien un concejo poderoso, aunque arruinado, como Jaén podía enviar un vecino a buscarla al santuario, esta posibilidad era muy difícil para concejos más modestos. Ésta pudo ser la causa que motivaba que hubiera ocasiones en los que el carácter general de la plaga y su gravedad, moviese a los cofrades de Sorlada a recorrer España con la reliquia, para que todos pudiesen beneficiarse del agua milagrosa. Así ocurrió a mediados del siglo XVI y en 1756, y en ambas ocasiones pasó por Jaén. ([1])

En 1756 Jaén tuvo acceso al agua pasada por la Cabeza de San Gregorio, ya que con el patrocinio de la Corona, la reliquia del Santo recorrió las regiones afectadas por la plaga con el fin de que todos los pueblos contasen con agua bendecida para combatirla.

En noviembre de 1756 el corregidor de Jaén informó al Cabildo Municipal de la llegada de

 

“los comisarios que conduzen y traen la caveza del Señor San Gregorio para que por su yntterzesión Su Magestad sea servido favorezernos extinguiendo la plaga de langosta, pulgón y oruga con que los campos están padeziendo “ ([1])

 

En septiembre de ese año se planteó la posibilidad de que una persona “ de la maior satisfazión y confianza se ymbíe por dicha agua para usar de ella en la forma acostumbrada” dados “los maravillosos efectos con el agua que se trae donde se halla el cuerpo del glorioso sr. San Gregorio”.([1])

En enero de 1757 se hacía mención en el Concejo de como

 

“con motivo de haber estado en esta ciudad la cabeza de Sr. S, Gregorio en fuerza de las reales órdenes a este fin expedidas y haberes practicado las correspondientes diligencias de bendecirse los campos con el agua pasada por la cabeza del glorioso santo para que con su intercesión se consiga de la divina misericordia la extinción de dicha plaga y que también se han experimentado, muchas nieves y lluvias lo que puede haber ocasionado la ruina de mucha parte de ella”([1])

 

En 1805 aún se conservaba agua procedente de aquel año guardada en el Archivo del Concejo. Se decidió distribuirla por

           

“ Todos los pueblos afligidos o amenazados de esta plaga a fin de que por la intercesión del Santo asperjando los campos con ella se digne el Todopoderoso preservarnos de tan terrible azote”([1])            

 

En 1805 el Cabildo Municipal de Jaén decidió enviar una representación al Cabildo Eclesiástico para que participase “como lo a hecho todos los años, a la función que el día nueve de este mes se ha de celebrar al glorioso señor San Gregorio a la Iglesia de San Juan de Dios en hacinamiento de gracias de los beneficios que por su intercesión ha recibido esta ciudad de la misericordia de Dios, Nuestro Señor, librándola de la plaga de langosta, experimentada en tienpos antiguos y espera que continue su protección en el presente en que se ha descubierto semejante plaga en la villa de Vilches y sus inmediaciones”([1])

El culto a San Gregorio Nacianceno se difundió paulatinamente por los distintos pueblos del Reino de Jaén. Es posible que adquiriese una mayor expansión a partir del siglo XVIII, cuando la reliquia llegó a Jaén. Un dato que puede dar solidez a esta conjetura es que a mediados del siglo XVII, Jimena Jurado solamente cita una ermita dedicada a San Gregorio Nacianceno, situada en Vilches.([1])

Una costumbre muy interesante es la existente en Pozoalcón, centrada en la “Piedra de San Gregorio” en la que se une la creencia en las “piedras del rayo”, útiles prehistóricos considerados la punta de los rayos que descargaban en las tormentas y que preservaban a sus portadores de ser alcanzados por aquellos, y en el conjuro contra la langosta.([1]) José Manuel Leal describe la piedra de San Gregorio de Pozoalcón como “una piedra semiesférica en donde aparecen resaltadas una cruz, una inscripción y los tres clavos de Cristo”, y más que un fragmento de meteorito es una “piedra testimonio” entregada a algún pastor por el miembro de alguna orden religiosa en misión pastoral por la zona. ([1])Y éste parece ser su origen según algunos ya que según una leyenda su culto se inició con motivo de una gran tormenta ocurrida, estando de misión pastoral unos jesuitas que fueron los que grabaron en dicha piedra los motivos antes descritos.([1])

Es interesante la relación de dicha piedra con las puntas de rayo, creencia antiquísima ya que según Robert Graves, Pitágoras en su iniciación en la doctrina órfica fue purificado por un rayo

 

“es decir que simularon matarlo con un aerolito o con un hacha neolítica confundida popularmente con un rayo”.([1])



[1] Christian, Op. Cit., pág. 61

[2] Vázquez Lesmes, R. Santiago Álvarez, C. Las plagas de langosta en Córdoba. Córdoba, 1993. págs. 133.

[3] A.M.J. Act. 1671. Cab. 6-2.

[4] A.M.J. Act. 1708. Cab. 23-4.

[5] A.M.J. Act. 1708. Cab. 27-4.

[6] Flores Arroyuelo, El diablo en España. Madrid 1985.,págs. 99.

[7] A.M.J. Act. 1756. Cab. 5-11.

[8] A.M.J. Leg. 152. 4-9-1756.

[9] A.M.J. Leg, 152..

[10] A.M.J. Act. 1805. Cab. 7-5.

[11] A.M.J. Act. 1805. Cab. 2-5.

[12] Jimena Jurado. Op.Cit, pág. 184.

[13] Pérez Ortega. Op. Cit. pág. 821.

[14] Leal, J. M. ASan Gregorio, culto y romería@. Diario Jaén. 9-5-1991.

[15] Pérez Ortega. Ibidem.

[16] Graves, R. La diosa blanca. Madrid, 1986. T. II. pág. 395. También han tratado sobre la piedra del rayo: Sir James Frazer en La Rama Dorada F.C. E. 1986, págs. 104 a 107, Mircea Eliade en Tratado de historia de las religiones. Morfología y dinámica de lo sagrado. Madrid, 1981, págs. 77, 99 y 235. y Álvaro Cunqueiro en Viajes imaginarios y reales. Barcelona, 1986, pág. 26.

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