3. El miedo al Cólera

 

            El cólera morbo asiático invadió en varias ocasiones la península, en una época donde aún perviven algunas manifestaciones del viejo régimen demográfico. Era una enfermedad que por su morbosidad, el desconocimiento de su forma de propagación y por sus síntomas, producía el pánico y el terror entre la población, como se puede deducir por la descripción que los facultativos de la época hacían de esta enfermedad en sus tres fases, llamadas colerina algidez y reacción.

            El período de la colerina era rápido en algunos casos, pero la mayoría de las veces lento; en él se producían los vómitos, vértigos, síncopes, deposiciones parecidas al cocimiento del arroz, fiebre...

            En el segundo período, llamado de algidez, era donde la manifestación terrorífica de la enfermedad adquiría un grado sumo, se producía una mayor alteración del semblante, con una mirada "lánguida" y un hundimiento de los ojos, "...los párpados se abren con dificultad y están rodeados con un círculo azulado que se va extendiendo según toma incremento la enfermedad; el mismo color toma la piel que corresponde al músculo orbicular de los labios..., la piel se enfría hasta que adquiere el frío marmóreo característico del cólera".  A estos síntomas se añadían la afonía, anuria, deshidratación, calambres, dolorosísimos en las piernas, etc.; "...en el profundo abatimiento  en que se hallan, sólo les queda una voz sepulcral con qué hacer distinguir sus pausados ayes que desgarran el corazón de los asistentes que comprenden todo lo terrible de aquellos padecimientos...".

            Conforme avanza la enfermedad, el cuadro se vuelve más imponente, "el color azulado... se generaliza; las uñas de los pies y las manos están lívidas, casi negras; la piel de los dedos se arruga casi considerablemente..., los únicos esfuerzos del enfermo son para arrojarse de la cama... Un instante después pierde el uso de la palabra, pierde el oído, no tiene tacto, está bañado en sudor helado y muere".

            La tercera fase, o de reacción, podía producirse en cualquier de los dos períodos antes descritos.

            En cuanto al período de duración, la colerina solía ser de uno a tres días, y si llegaba a la segunda fase tenía una duración variable que no pasaba del cuarto día. Muchos morían a las primeras horas, pero la mayoría lo hacía después de los dos días([1]).

            El tratamiento contra el cólera era ineficaz, por no decir negativo. Era una enfermedad contra la que poco se podía hacer a mediados del siglo XIX, entre otras cosas por el desconocimiento del bacilo del cólera y su transmisión por vía oral.

            En cierta forma, el cólera viene a ser un anacronismo, viene a sustituir a mediados del siglo XIX a las antiguas epidemias de siglos pasados y a producir toda una serie de rogativas públicas, típicas de las grandes calamidades. El miedo al cólera, como anteriormente el miedo a la peste, mueve a ello. Así nos encontramos que la provincia se cubre de hojas con oraciones, como el "Preservativo Espiritual contra la peste y el cólera", y demás talismanes frente a él; tal es la cruz doble que se aconsejaba llevar, compuesta por San Zacarías, Obispo de Jerusalén. Se decía que los poderes de esta cruz ya habían hecho efecto frente a la peste de Trento en 1546, lo que se repitió posteriormente en diversas épocas y lugares de Portugal, España y Francia. La Iglesia concedía indulgencias por llevar dichas cruces, así como por rezar determinadas jaculatorias. Algunas de ellas decían:

 

            "Por vuestras llagas,

            Por vuestra cruz,

            Libradnos de la peste

            Y del cólera, Divino Jesús".

 

            "Santo Dios,

            Santo Fuerte,

            Santo Inmortal,

            Libradnos Señor

            De la peste,

            Del cólera,

            Y de todo mal".

 

            "Aplaca, Señor, tu enojo,

            Tu justicia y tu rigor.

            Dulce Jesús de mi vida

            Misericordia, Señor"([2]).

 

            También formaban parte de cánticos expresamente destinados a obtener el favor divino frente a la epidemia, como los siguientes:

 

            "Virgen pura, madre bella

            a quien los cielos adoran

            consuelo de los que lloran

            refugio del pecador,

            tú que siempre has librado

            nuestros pesares prolijos

            libra Señora a tus hijos

            del cólera destructor...([3]).

            ...

            Cuando el cólera furioso

            su maldad tanto extendía

            acudieron a María

            los vecinos pavorosos...

 

            Del cólera contagioso

            atacada la ciudad

            a Jesús, padre amoroso,

            acudió con humildad...([4])



([1]) Academia de Medicina, Cirugía y Farmacia de Jaén. Observaciones sobre el cólera morbo. Jaén, 1855, pág. 30-66.

([2]) Ortega y Sagrista, Rafael. "García de los Santos y el cólera-morbo de 1854". En Paisaje, n1 58 (1849), pág. 1586-1587.

([3]) Estrofa de una súplica a la Nuestra Señora de la Capilla. Amezcua Martínez, M. "La Virgen..., pág. 25.

([4]) Estrofas de acción de gracias a Nuestro Padre Jesús y la Virgen de la Capilla. Amezcua Martínez, M. "La Virgen..., pág. 25.

 

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