6. La oración
y la redención: las ánimas del Purgatorio. El culto a
las Ánimas del Purgatorio tenía ya una larga tradición en los siglos que se
citan en nuestro recorrido;,[1]
Hacia el Año Mil, la Iglesia
admitió esta creencia de la presencia de los muertos en un ámbito poco
definido entre el cielo y la tierra, donde tenían
un aspecto no muy diferente a la que tenían en vida.[2] Asimismo
creencias de orígenes remotos se mantienen todavía en los medios rurales y
populares de las tierras de Jaén, en las que los muertos exigen a sus parientes
y deudos el cumplimiento de viejas promesas incumplidas.[3] La creencia en las Ánimas al ser propia del
Catolicismo será potenciada durante la Contrarreforma
y adquirirá una gran vigencia entre los siglos XVI y XVIII. La estancia
en el Purgatorio era medida con parámetros temporales, en años y días, un
ejemplo es el de la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, que pasó en
dicho lugar un año y veintiséis días, según María Jesús de Ágreda[4];
el paso por el Purgatorio podía limitarse sólo a horas, como afirma Jerónimo
de Barrionuevo en 1654, de un difunto
que se apareció a un jesuita ...y que por la grande misericordia de Dios, no había
estado en el Purgatorio más que tres horas.[5] El acceso del alma del
Purgatorio a la Gloria podía ser contemplado por testigos, como fue el caso del
Venerable Domingo de Jesús que vio salir de tal lugar a Felipe II, con
san Luis y Santa Teresa; e Felipe III
ascendió del Purgatorio al cielo teniendo como testigo la Venerable
madre Casilda de Valladolid [6],
y la mencionada María Jesús de Ágreda vio
la salida del purgatorio de la reina Isabel de Borbón así como la del príncipe
Baltasar Carlos.[7] De manera
pareja el sacramento de la confesión y el ejercicio de la penitencia se
extenderán durante época medieval, y
ocuparán, junto a la devoción a las Ánimas del Purgatorio, un lugar de
indudable relevancia con la Contrarreforma, manifestándose con especial
intensidad en la religiosidad
popular de la época del Barroco.
La redención de los pecados no está sólo condicionada por las
penitencias realizadas en vida, también tras la muerte era posible obtener el
perdón, tras haber pasado por el purgatorio. Las oraciones por las almas de los
difuntos tienen este fin. En tal contexto se explica la importancia de las misas
y sufragios que se dejaban encargadas en los testamentos y las fundaciones. La
Iglesia mostraba un especial interés porque tales obligaciones se cumpliesen,
dada la gravedad de tales circunstancias.
Asimismo adquirió una gran importancia la devoción hacia las Ánimas
del Purgatorio. En muchas iglesias se contaba con pinturas y retablos con el fin
de difundir tal devoción, y propiciar las limosnas y las plegarias por ellas.
Ortega describe unos cuadros que encontró en las Ermitas de Córdoba:
“En la sacristía se ven dos cuadros que figuran una antítesis
dolorosa. Es uno la imagen horrenda de una pobre ánima del purgatorio ardiendo
en llamas de ocre; en u rincón del lienzo está escrito:
Alma en pena.. En el otro cuadro se lee: Alma
en gracia : representa a una mujer tan bella, con unos ojos tan azules, unos
cabellos tan augustos y dorados y unos labios tan deleitosos, que a no hallarnos
a tamaña altura sobre el nivel del mar y de los instintos, alguna inquietud nos
sobrecogería.”[8]
En el retablo de las Ánimas de la Iglesia de San Ildefonso, aparecen los
difuntos, rodeados por las llamas. Una vez más las ánimas del purgatorio son
presentadas con elementos y símbolos que representan a todos los estratos
sociales: una cabeza coronada, un clérigo tonsurado, un obispo tocado con su
mitra, hombres y mujeres, todos con los torsos desnudos. Sus rostros denotan
dolor, incluso amargura, pero no comparables a las expresiones de espantoso
horror de las almas de los condenados que se encuentran bajo ellos, antes
descritas. San Miguel aparece entre el purgatorio y el cielo como mediador, dos
ángeles alados consuelan a los que habitan el purgatorio. Arriba, en la Gloria,
Dios Padre y Cristo rodeados de ángeles y santos. El Arcángel facilita el
ascenso al cielo de un alma debidamente purificada.
Imágenes similares se encuentran en la iglesia de San Andrés donde en
una pintura San Miguel intercede por las Ánimas portando una balanza, donde se
debían de pesar culpas y penitencias, para que una vez reparado el pecado
fuesen abiertas las puertas del cielo.
La imagen del Purgatorio contemplada por María Jesús de Ágreda era
“una profunda caverna, y muy dilatada, llena de fuego, en que estaban
padeciendo muchas almas..”.[9] En el día de Ánimas de 1645, en los maitines y
oficios de difuntos narra dicha religiosa cuenta que “Se me
manifestó el purgatorio con grande multitud de almas que estaban padeciendo, y
me pedían las socorriese con lo
que yo podía hacer por ella” .[10] y vería a la reina Isabel de Borbón, muerta en
1644 Vestida con las galas y guardainfantes que traen
las damas, pero todo era de una llama de fuego.[11]
Llamas que tenían un carácter material, siendo herético negarles tal
naturaleza.[12]
En la segunda mitad del siglo XVII un visitador del Obispado mandó que
un cuadro, aún existente en la parroquia de San Miguel de Vilches, se reformase
para cubrir los cuerpos semidesnudos de las ánimas para evitar indecencias.[13]
El culto a las Ánimas del Purgatorio se potenciaba a través de las
muchas cofradías existentes en siglos pasados, que en algunos casos pervivirán
hasta nuestro siglo. Conocemos interesantes datos de las existentes en Jaén, a
través de distintas aportaciones de Rafael Ortega y Sagrista y Manuel López Pérez.
Así, había en Jaén cofradías de Ánimas en las iglesias de San Agustín
(1556), San Ildefonso (1590), San Lorenzo, La Merced, San Bartolomé (1612), San
Miguel (1632), San Pedro (1669), La Magdalena (1672), Santiago (1682), San Juan
(1689), Santa Cruz (1708) y otra más en la Catedral.[14] Estas cofradías realizaban en ciertas ocasiones
la llamada “ronda del pecado mortal” y ante los lugares de perdición,
comitivas de cofrades,, provistas de farolillo, azafate y campanilla recitaban
letras de carácter evidentemente disuasorio para tahures, rufianes, mujeres de
mala vida y fornicadores, como aquella que decía: <<...
Hombre que estás en pecado,/ si en esta noche murieras,/ piensa bien adonde
fueras...>>. [15]
En Lopera hubo una cofradía de Ánimas que pervivió hasta poco antes de
la Guerra Civil. [16]Los
miembros de esta cofradía se encargaban de recoger limosna durante todos las
noches del año, concretamente los llamados “Hermanos de Campanilla”, además
de hacer que se oficiasen misas y responsos por los difuntos. Pantoja Vallejo
hace una descripción, de algunas actividades de dicha cofradía ya en nuestro
siglo, que nos recuerdan a las pinturas de Solana, así habla de viejas vestidas
de negro, cubiertas con velos, que recorrían la calles de Lopera, a media
noche, recogiendo limosnas, con el natural temor de los vecinos, que incluso temían
ser víctimas del “mal de ojo”, y para evitar el maleficio ponían higas a
los niños.
Hubo otra cofradía de Ánimas en Martos, con funciones similares a las
de los ejemplos antes descritos[17]
y otra en Arjonilla.[18]
Y un ejemplo más lo encontramos en Vilches, donde había una cofradía que
contaba con precedentes al menos desde finales del siglo XVI, y que por
diferentes avatares fue refundada en 1778.[19]
A finales del XVII donde un visitador del Obispado ordenó cubrir los cuerpos de
las ánimas, reproducidos en una pintura que las representaba por considerar
indecente tanta desnudez.[20]
Las limosnas y las oraciones suponían para el fiel indulgencias, que en un
futuro serían bien útiles para salir del doloroso trago del purgatorio. De
esta forma, en 1662 el licenciado don Gabriel Jurado, visitador general del
Obispado ordenó en Vilches abrir una venta en un lateral de la iglesia de San
Miguel y “se le eche rexa” con
“algunas calaberas y güesos y una cruz en medio y se pida a el arçobispo
mi señor conceda las yndulgencias que pueda a los que reçaren o dieren limosna
para la benditas ánimas del Purgatorio”[21]. La expansión
de dicha devoción y cofradías, con tareas y costumbres similares, era notoria.
[22] También se
realizaban festejos taurinos, como el de Baños de la Encina a finales del siglo
XVIII. En 1795 la cofradía de las Ánimas del Purgatorio de dicha villa
“de tiempo inmemorial ha tenido la costumbre dicha cofradía de correr
un novillo todos los años con lo que han juntado crecidas limosnas que se han
inbertido en sufragios”.
Más la cofradía en aquel año contaba con el obstáculo
de las leyes que proscribían los espectáculos taurinos, vigentes en el reinado
de Carlos IV, por lo que solicitó un permiso
“para que vuelba dicha cofradía a recuperar la antigua costumbre que
tenía y con ella las crezidas limosnas que reportaba”.[23]
y otorgó los pertinentes poderes a procuradores para que gestionasen en
la Corte la autorización.
La creencia en las Ánimas del Purgatorio está estrechamente relacionada
con las historias de fantasmas y aparecidos, con los llamados “miedos”[24].
Los espectros pertenecen al mundo tradicional. Oswell Stiwell afirmaba que los
fantasmas se marcharon al llegar la electricidad[25]. En la novela gótica inglesa el fantasma trata
de comunicar a los vivos algún mensaje, a través de una presencia terrible,
aunque sus fines sean benéficos.[26]
Tampoco faltan los fantasmas en Jaén, frecuentemente en un entorno
rural, bien distinto al de las novelas de Henry James, pero con rasgos que
pueden ser igualmente,e incluso más inquientantes o abiertamente pavorosos,
como en los casos recogidos por López Fernández, centrado en la comarca de
Villanueva del Arzobispo. Hay interesantes noticias de apariciones en los Avisos
de Jerónimo de Barrionuevo, en menor grado encontramos historias de este tipo
en Jaén. En la tradición católica la aparición está frecuentemente
relacionada con la petición de sufragios o el cumplimiento de votos no
consumados en vida. Así, encontramos numerosos casos de apariciones en la
provincia de Jaén, en los que los muertos tratan de pedir a sus parientes la
consumación de antiguas promesas, cuyo incumplimiento no les deja descansar en
paz. Un caso más conocido es
el de la Casa del Miedo, de la plaza de San Bartolomé[27], relacionado con la suntuosa residencia del
conde del Águila donde se produjo un desgraciado accidente que ocasionó la
muerte de un niño de corta edad, hijo de dicho título. En los años veinte los
niños de dicha plaza cometían diversas travesuras en las tardes oscuras, como
entrar en las buhardillas de las casas y hacer ruido en los terrados y accionar
los llamadores de las puertas mediante cordeles, todo ello con la lógica
aprensión de los vecinos. Sin duda el ambiente creado por la casa del miedo
contribuía a crear tales estados de ánimo. La propia casa del Conde inspiraba,
por sus propios rasgos estéticos, un sentimiento de misterio.
Un caso más antiguo y de carácter claramente
barroco, es el representado por los fenómenos y prodigios ocurridos en Arjona y
relacionados con el descubrimiento de las reliquias de S. Bonoso y S. Maximiano
en 1628. El lugar de las apariciones era considerado como encantado y propicio a
tales manifestaciones, pero con la exhumación de los huesos de dichos mártires
estos extraños sucesos se hicieron más frecuentes y espectaculares: bultos
blancos y transparentes o vestidos con sayales pardos, alguno de ellos de
talante agresivo, niños de corta edad vestidos de blanco y morado, de expresión
angelical y portadores de cálices, ostias y velas, Jesucristo, la Virgen y el
Niño Jesús, cuerpos y torsos desnudos, decapitados o crucificados, entre otros
ejemplos.[28]
Los descubrimientos de las reliquias se desarrollan entre un cráneo
que mana sangre y huesos que exhalan un intenso olor a violetas, todo ello
unido a curaciones milagrosas.[29] Es frecuente que existe cierta indeterminación o ambigüedad, en la diferenciación entre los fantasmas y los duendes, llamados en Porcuna asombros o martinillos. [1]
En el mundo antiguo se creía
que los muertos que no recibían
sepultura digna y que por tanto no recibían sacrificios y ofrendas,
efectuaban apariciones y males diversos contra los vivos, pidiendo que se
reparase la impiedad de la que eran objeto. Vid., Coulanges, F. de, La
ciudad antigua, Edaf, Edic.
C. Garcia Gual, Madrid 1982, pág. 33. García Gual, C., Mitos,
viajes y héroes, Taurus, Madrid, 1996, págs. 35 ss.
[2]
Duby, G. El Año Mil, Gedisa, Barcelona,
1988, pág. 58. [3]
Destacaremos los casos recogidos por: López Fernández, M. : “El
Guadalquivir: Un río de leyendas”, en El
Toro de Caña, 2, págs. 527-558
y Amezcua, M. “Relatos de
luna y fuego: creencias heterodoxas en Jaén”, en El
Toro de Caña, 4, págs. 589-605. [4]
Ágreda, María Jesús de Correspondencia
con Felipe IV, Castalia- Instituto de la Mujer, Edic. Consolación
Baranda, Madrid, 1991, pág. 94. [5]
Barrionuevo, J. de, Avisos,
Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1968, II, pág. 53. [6]
Sánchez Lora, J.L., Mujeres,
conventos y formas de religiosidad barroca, Madrid, FUE, 1988, págs.
335-336, la referencia de Consolación Baranda, op., cit., pág. 90. [7]
Ágreda, op., cit., págs. 95 y
114. [9]
Ágreda, pág. 90. [10]
Ibid., pág. 93. [11]
Ibid., pág. 92. [12]
Bataillon, M., Erasmo y España, Fondo
de Cultura Económica, Madrid 1979, págs. 191-192. [13]
Pérez Ortega, p. Cit., pág. 1.152 [14] Un
ejemplo en López Pérez, M. Cartas a
Don Rafael...pág. 351. [15]
Ibíd. 350. [16]
Pantoja Vallejo, J.M.
“Glosa al acta fundacional de la cofradía de las Ánimas del Purgatorio
de la Villa de Lopera en 1594 y
nuevas adicciones a la misma en 1783”. En
B.I.E.G. Núm. 162. T. II, págs. 1331 y ss. [17] López
Molina Historia de la villa...págs,
467 y ss. [18] Rueda
Jándula, I. “La cofradía de las Ánimas
Benditas de Arjonilla. Historia y tradiciones”. El toro de caña.
Revista de cultura tradicional de la provincia de Jaén. Núm. 3., págs. 63
ss. [19]
Más detalles en: Aponte Marín, A., “La devoción a las ánimas del
Purgatorio en Vilches (Siglos XVI al XVIII)”, en prensa. [20] Pérez Ortega. Op.
Cit., pág. 1.152.
[22] Pérez Ortega. Op.
Cit. Sobre todo T. I., págs.. 107 y ss. [23]
A.H.P.J. Leg. 6. 190. Fol. 64. 1795. [24]
Es interesante mencionar el ceremonial del siglo XVIII del sitio del Real
Sitio de San Ildefonso para el día de los difuntos, “día de las ánimas
de nuestros viejos miedos”, en Tarifa Fernández, A., y Linage Conde,
A.:“Roma triunfante: la liturgia de la Colegiata de la Granja”, II
Jornadas de Historia de la Abadía
de Alcalá la Real, Diputación Provincial de Jaén, Área de Cultura,
Jaén 1999, págs. 610-611. [25] Perucho,
J. Dietario apócrifo de Octavio de
Romeu., pág. 27. [26] Ibíd., pág. 26. [27]
Ortega Sagrista, R. “Los duendes, las sabandijas y el gato” , en Crónica
de la “Cena Jocosa” de 1984, Jaén, 1985. También en López Pérez,
Cartas... pág. 25 ss. También en
: Rus Martínez, J. Aguas pasadas. Recuerdos del Jaén antiguo. Jaén, pág.
153. [28]
Sabalete Moya, J.I. “Los espectros de Arjona”, El toro de caña. Revista de Cultura Tradicional de la Provincia de Jaén.
Núm. 3, págs. 267 y ss. [29]
Fuentes Moreno, A., Navas Ureña, J. Y Sabalete Moya, José I. Guía
Histórico-Artística de Arjona. Jaén, 1991, págs. 47 y 48. |