8. La ineficacia de la Justicia.

No existía una fuerza policial organizada y suficiente. Los corregidores no siempre eran rectos y podían ser violentísimos como ocurrió con Acuña Enríquez en 1624, que apaleó a un hidalgo por una cuestión de celos [1]. Es evidente que muchos de ellos se inhibían ante los excesos de los nobles locales, veinticuatros o parientes de éstos,por impotencia o para no tener problemas al final de su mandato, cuando los representantes reales eran sometidos a un juicio de residencia, en el que los regidores podían informar negativamente sobre su gestión y obstaculizar alguna prometedora carrera administrtiva. En otros casos no son obedecidos o ellos mismos son víctimas de atentados, como ocurrió en 1652 cuando fue asesinado el corregidor de Jaén.

Los alguaciles mayores, cuando dependían de los corregidores, podían indudablemente actuar con más independencia. Sufrían sin embargo ataques, como ocurrió con el alguacil mayor Juan Sánchez de la Morena, designado por el corregidor D. Luis de Guzmán en 1629 y acuchillado junto con otros alguaciles por varios caballeros, entre los que se encontraba D. Alonso de Moya, que debe de tratarse del mismo caballero que lineas atrás aparecía como acusado de la muerte de D0Petronila de Moya. [2]. En 1627 varios vecinos de Jaén eran acusados de la muerte del alguacil Rodrigo del Corral. [3]

Durante el reinado de Felipe IV se vende la vara de alguacil mayor al mejor postor. El conde de Villardompardo tenían interés sobre tal oficio. Al final la adquiere el Concejo y anualmente los caballeros veinticuatro sortean el oficio entre ellos. Al que le tocaba le correspondía designar a algún individuo de su predilección para ejercer este cargo. Es evidente que la autoridad quedaba una vez más condicionada.

En ocasiones los alguaciles mayores eran víctimas de ataques por malhechores comunes, como ocurrió en 1681 con el alguacil mayor D. Lucas Manuel de Velasco, que ante el escribano Ramos de Ulloa declaró estar "de presente erido y a peligro de muerte de un carabinazo que me dieron ". Se da el caso de que salvó la vida, según consta de una información hecha por el provisor del Obispado D. Juan de Quiroga y Velarde, gracias a un relicario que llevaba con la Imagen de Jesús, que recibió lo más duro del

impacto, quedando íntegro el cristal que guardaba la estampa. Sin que pretendamos poner en duda la noticia del milagro, publicada en D. Lope de Sosa en 1914, posiblemente por Cazabán, un acta notarial demuestra que la situación del herido era muy grave como atestiguaron los cirujanos Jacinto de Arteaga,, Antonio González Bazán y Cristóbal de Ureña presente en la declaración ante escribano. [4]



[1] El caso de Acuña Enríquez en: Aponte MArín, A., "Apuntes sobre la delincuencia en la primera mitad del siglo XVII" en Chrónica Nova. Núm. 15. 1986-1987, págs. 11-12.

[2] A. M. J. Act. 1629. Cab. 14-5. y Act. 1630. Cab. 23-5 (tarde)

[3] A. H. P. J. Leg. 1400. Fol. 445. 1627.

[4] A. H. P. J. Leg. 1711. Fol. 301. 1681. y D. Lope de Sosa. 1914. pág71.

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