4. El lobo.

El lobo era particularmente temido. Su aparición significaba con frecuencia tiempos de penuria, pues "el hambre echa al lobo del bosque". Era un animal misterioso por vivir en el monte, que le llevó a estar presente en multitud de refranes y fábulas. Se le representaba como animal sanguinario, enemigo de los hombres y de los rebaños, compañero del hambre; por lo que ha sido siempre considerado un gran enemigo del hombre en el medio rural, sobre todo en una sociedad que, como la giennense, tenía una amplia base ganadera. Tanto era así que en determinados momentos el lobo fue identificado como el espíritu del Diablo, imagen alimentada como relatos espeluznantes, como el hallazgo de cadáveres comidos por lobos, caso de Noalejo en 1538([1]).

El lobo formaba parte del grupo de animales al que el hombre tenía que enfrentarse por su competencia, al que desde un primer momento perseguiría y seguirá persiguiendo a través de los siglos; pero su extinción era muy difícil, más aún teniendo en cuenta el amplio territorio de actuación.

Ya nos encontramos en época medieval que el lobo está muy presente en el hombre giennense a través de sus ritos, la cinegética o sus intereses ganaderos. Como otros animales, formaba parte de su vida lúdica, participando en los actos festivos. Así observamos que en 1468, con motivo del nacimiento del hijo del Condestable Miguel Lucas de Iranzo, "inventaron y buscaron placeres (...) y fizo poner en una azémila un lobo, que á la hora le habian traido, é así fueron todos con muchos sabuesos é canes é bozinas y gritas (...)"([1]).

Como recuerdo del pasado de su papel central en la vida humana, la toponimia giennense recoge la palabra lobo en la denominación de muchos lugares, tales como el Pennón de la Senda el Lobo y Senda del Lobo en Mancha Real([1]), o la denominación de Lopera a diversos lugares.

Por miedo al lobo, en los lugares alejados de los pueblos los pastores solían llevar perros para defender sus rebaños. Los perros utilizados eran mastines, de tamaño suficiente para enfrentarse a los lobos, que en época de superpoblación actuaban como plaga, como también podían hacerlo otros animales, como los gorriones o la langosta. Hay que tener presente que la relación histórica del hombre con la naturaleza es muy diferente a la actual. No hay que olvidar que el hombre moderno vive en una sociedad agraria tradicional, teme aún a la naturaleza. Es una relación de desafío, que envuelve de cierto mito sus elementos: bosque, tormentas, lobos, bandoleros, etc.

La sobrepoblación de lobos incidía perjudicialmente sobre los ganaderos y hasta para el viajero solitario. Los lobos estaban diseminados por todas las sierras. En la comarca de Jaén los encontramos en Sierra Mágina, La Pandera, Puerto Alto, Los Villares, Dehesa de Yeguas, Dehesa de Ríocuchillo, Jabalcuz, Ríofrío, Sierra de Jaén, Valdepeñas, Pegalajar, Matabegid,...([1]). La forma de lucha contra éstos en la ciudad de Jaén viene recogida en las ordenanzas municipales de la primera mitad del siglo XVI, o bien las de la villa de Segura y su tierra. Normalmente consistía en recompensas individuales por lobo muerto, cuya cuantía variaba según los años. A veces eran cien maravedíes por cabeza u orejas de lobo presentadas, y otras veces cincuenta, y el mismo precio por camada. En 1562 se pagaba medio real por camada y un cuartillo por lobo grande. Y cuando los ganados recibían muchos daños, se autorizaba el uso de zarazas (masa hecha con agujas, sustancias venenosas, etc.)([1]).

Otras formas de lucha contra los lobos eran las batidas. Éstas fueron promovidas en continuas ocasiones. Así vemos que en 1788, la Real Cédula de 27 de enero de ese año, contiene acciones encaminadas al exterminio del lobo y otras alimañas. La Real Orden previene que en los pueblos donde existiesen lobos se habrían de realizar dos batidas al año, una en enero y otra de mediados de septiembre a finales de octubre, encargo que debían realizar las justicias, corregidores y alcaldes mayores. Los gastos se reducían a municiones de pólvora y balas, y a un refresco de pan, queso y vino para los participantes, que debían pagarse proporcionalmente al número de cabezas de ganado estante y trashumante, o a costa de los caudales públicos. Finalizada la montería, la piel, cabeza y manos de los lobos abatidos quedaba en poder de los justicias para evitar que alguién las utilizase para pedir limosna([1]). Además, también los zorros eran perseguidos como animales dañinos.

Las medidas de extinción son continuas a lo largo de los siglos. Desde el gobierno de nación, a petición del Honrado Concejo de la Mesta, se ordenaba la incentivación en la persecución de las "alimañas", principalmente lobos y zorros, a través de recompensas monetarias que debían pagar los ayuntamientos; los cuales, por su difícil situación económica, a menudo no lo hacían([1]), por lo que a veces se disparaba su población. Así, en 1859, era tanta la influencia de estos animales en la sierra de propios de la ciudad de Jaén, que estaban causando graves daños a los ganados que pastaban en ella. Esta abundancia de lobos también afectaba a Sierra Mágina, donde se encontraba la finca de propios giennense de Mata Begid.

Por la caza de lobos y otros animales dañinos continuaban abonándose ciertas cantidades tras presentar las pieles. Cuando en época de calor estas pieles desprendían mal olor, bastaba con sólo presentar las orejas([1]). La montería era la forma de caza más extendida. Las recompensas, como en el épocas anteriores, se daban tanto para el exterminio de los lobos como de otros animales.

A principios del siglo XX desaparecieron los últimos lobos de la mayoría de las sierras de Jaén. Hoy día, tan sólo quedan algunos ejemplares en Sierra Morena. Odiados por los pastores y representando en la mentalidad popular la imagen de animales dañinos y depravados, fueron continuamente perseguidos con batidas, cebos envenenados y otras trampas hasta que los aniquilaron. Sin embargo, las razones para su exterminio son más profundas, para el hombre el lobo era el animal dañino por excelencia. A esta razón de tipo económico se le añaden otras de tipo cultural, al ser un arquetipo literario que ocupa un primer puesto en la historia de la mitología popular.



([1]) Amezcua Martínez, Manuel: El Mayorazgo de Noalejo..., p. 60.

El temor de los pastores a verse atacados por el lobo en el campo llevaba a establecer una serie de normas para salvarse de su acoso, tales eran encender una buena lumbre, pues solían atacar de noche, rodeando el corral con bardas o red de guita con el fin de establecer un círculo de fuego en caso de peligro; si se encontraba solo en el campo, dejar la faja arrastrar por el suelo mientras caminaba hasta poder refugiarse en un lugar poblado; chisquear el mechero de pedernal frente al lobo;... (Amezcua Martínez, Manuel: Crónicas de cordel. Área de Cultura de la Diputación Provincial de Jaén. Jaén, 1997, pp. 226-227).

([2]) "Relación de los fechos del mui..., pág. 387.

 

([3]) Nombre que aparece en el amojonamiento de la Dehesa de Ríex (Mancha Real) en 1486 (Porras Arboledas, Pedro. Ordenanzas..., pág. 275‑276 y 129; y A.H.P.J. Catastro del Marqués de la Ensenada. Rollo 34 (II). Mancha Real, 1752.

([4]) Aponte Marín, A. "Lobos en Jaén". Diario Jaén, Dominical, 19‑noviembre‑1989, pág. 26/VI.

 

([5]) Porras Arboledas, Pedro A. Ordenanzas..., pág. 184 y 187.

 

([6]) Amezcua Martínez, Manuel. "Las batidas de lobos en Ubeda en el siglo XVIII". Senda de los Huertos, n1 19, pág. 55‑56.

 

([7]) Durante las primeras décadas del siglo XIX, estuvieron en vigor las Reales Cédulas de 27 de enero de 1788 y 3 de febrero de 1795, que ordenaban las cantidades que debían ofrecerse a aquellos que matasen animales dañinos. En caso de que por la concurrencia de manadas de lobos se viesen amenazados los habitantes, viajeros o ganados, aconsejaba aumentar el premio por cabeza de lobo, loba y lobezno, impuesto (A.M.J. Leg. 125. Circular del Corregidor de Jaén a los ayuntamientos sobre animales dañinos, 30‑septiembre‑1824; y Circular del Jefe Político a los ayuntamientos sobre animales dañinos, 4‑agosto‑1813).

 

([8]) López Cordero, J.A. Jaén durante..., fol. 98.

 

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