III PARTE. LA VÍA MISTERIOSA.

 

            -¿Quién sois que a tal hora llamais?

            -Soy un caballero extraño, respondió.

            -Así parece, que descansáis de día y andais de noche para no tener que combatir. A esta hora no hallareis más que diablos.

            (Amadís de Gaula)                  

            

            Sólo de lo que aparentemente está a la luz del día, de lo tangible, puede salir el alto efecto del misterio.

             (Hugo von Hofmannsthal, El libro de los amigos.)

   

Sé que habitan los pozos frías voces/que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,/de un alma sola o muchas almas./No sé./ Decídmelo

            ( Rafael Alberti, Sobre los ángeles.)

                       

            Pero el orden debe reinar incluso en la mansión de los muertos.

            (Antoine de Saint Exupery,Vuelo nocturno.)

 

 

CAPÍTULO VIII. LA MUERTE, EL PECADO Y EL PERDÓN

 

             No sólo existe el miedo a las epidemias, las plagas o a las alteraciones climatológicas. Para todos estaba la inminencia de la muerte, vivida como hecho cotidiano, y con ella la prueba suprema: el dar cuenta de la vida propia, después o el más supremo de los espantos, el infierno, o la salvación. Un paso intermedio, pero no irreversible, estaba representado por el Purgatorio.

            Pero el miedo no hacía caer a las gentes del pasado en la desesperación y en la angustia. La muerte no es tan insoportable cuando se tiene fe en la vida ultraterrena. Tampoco existía la soledad ante estos sobrecogedores misterios, pues la Iglesia acompañaba al fiel, desde el bautismo a la sepultura, tampoco el demonio tiene todo en su mano,ya que la oración y la confesión, la predicación y la penitencia, también el milagro, son muestras de que nadie estaba solo, y que lo mismo que se encuentra acompañado por familiares, vecinos, compañeros de oficio y cofradía, la Virgen y los santos están lado de los buenos creyentes. Entraremos en este aspecto de la vida de los siglos pasados.

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