CAPÍTULO VI

EL BANDOLERISMO

            El monte era el refugio para el perseguido. Las grandes extensiones de monte despoblado en la provincia le daban cobijo. Durante toda la Edad Moderna y hasta bien entrada la segunda mitad del XIX, se concibió el monte, además de la tierra del lobo, como la guarida del bandido. A lo largo de los siglos son constantes las referencias a éstos. Continuos asaltos, muertes, secuestros, robos,..., que se incrementaban en determinados períodos, aumentando así la leyenda. Al desarrollo del bandolerismo contribuían en Jaén las condiciones político-sociales así como el carácter montañoso de grandes zonas de la provincia.

            En el siglo XVII son constantes las referencias a bandidos por las más diversas zonas. En 1624 actuaban por Alcalá la Real y Alcaudete, haciendo incursiones a zonas de la campiña como Marmolejo. Otras veces famosos bandidos de provincias limítrofes pasaban a Jaén, como Pedro Andrés, de Ciudad Real, provocando unos y otros la inseguridad en los caminos y las constantes quejas de los ciudadanos a los corregidores([1]).

            En el bandolerismo participan también gentes de origen noble que por sus enfrentamientos con la Justicia se "echan al monte" o bien ayudan a las cuadrillas de malhechores, que en algunos períodos aumentan considerablemente, como en 1667, año en que se incrementan los robos, muertes y heridas con armas de fuego([2]).

            El bandolerismo aunaba al problema de la criminalidad, el problema insuperable de las jurisdicciones municipales sobre las que la corona ejercía un control limitado. Esta cuestión se plantea con dramatismo en el reino de Jaén, según informaba el Consejo de Castilla en 1672:

 

               "Haviéndose tenido noticia en el Consejo que en el Reyno de Jaén havía falta de respecto a la justicia y se cometían algunos delitos atroces por dos cuadrillas de gente bandida que andaban en aquella tierra, resolvió embiar a Don Diego Jiménez, oydor de Granada, a que ejerciese el oficio de corregidor de aquella ciudad, con instrucción secreta... Y aunque se han visto algunos buenos effectos de su asistencia, se necessita de más remedio por ser muchas las villas eximidas que tienen la jurisdicción en sus propias, y muchos de los alcaldes tienen trato y amistad con los delinquentes, otros como tienen sus haciendas en el campo sugetas a su violencia no se atreven a sacar la casa, con que a parecido preciso embiar persona que por aora administre justicia y secuestre en nombre de Vuestra Magestad y tome en sí la jurisdicción civil y criminal de cinco villas que son Mancha Real, Pegalajara, Campillo, Cambil y Calzadilla"([3]).

 

            Parte del bandolerismo crónico de Jaén tenía una dirección aristocrática. Uno era don Pedro de Escobedo, caballero de Calatrava, que se había puesto fuera de la ley con siete compañeros y un esclavo. Otro era don Juan de Frías, que había formado una banda de diez seguidores, la mayoría de origen humilde. Ambos cabecillas controlaban el campo alrededor de Jaén, operaban juntos en el contrabando e incluso entraban en la ciudad a eliminar enemigos o tomar rehenes. Un oficial real decía:

 

               "aquí todos los temen i pasan por artas indignidades. Son tan dueños de las honras y las haciendas que pueden intentar qualquier osadía... Destruien los ricos enviándoles papeles a pedir dinero y si no lo dan se entran en sus casas y los pobres jimen i callan por no perder la bida"([4]).

 

            Pedro de Escobedo unió su partida a la de otro noble, Diego de Frías, con 19 hombres, y actuando de común acuerdo controlaban los campos alrededor de Jaén. En 1684 estos nobles se entregaron y culparon sus penas en los frentes de guerra sirviendo en el ejército.

            Otros famosos bandidos en el siglo XVII en Jaén fueron Alonso Félix de la Rosa, apresado en 1684; Pedro Juan, apresado con sus compañeros en 1691; Esteban el Guapo, que formaba parte de los romances de la época,...([5]).

            Indudablemente, las causas socioeconómicas están en el origen de la mayoría de los casos de bandolerismo, tanto aristocrático como plebeyo. Este es el caso de Pedro de Valenzuela, que formó parte de la conspiración para asesinar al Corregidor de Jaén. Todo empezó con las deudas a la Hacienda Real por parte de los vecinos de Pegalajar y de otros lugares, que maltrataron al encargado de su cobranza, Manuel Méndez Correa, lo que hizo intervenir al Corregidor Antonio de las Infantas, yendo en persona a Pegalajar a prender a los causantes de tal hecho. Ya cerca del pueblo, en el puertezuelo del Cajigal, fue asesinado junto con los dos guardas que le acompañaban. Según la investigación realizada, entre ellos estaba el noble Juan López de Mendoza y otros individuos, la mayoría de Pegalajar. Uno de ellos era Pedro de Valenzuela, que huyó al monte para evitar la horca y durante muchos años capitaneó una partida de forajidos, terminando por arrepentirse. Murió en el monasterio de Basilios de Santa Cruz([6]).

            Durante el siglo XVIII continuó el endémico bandolerismo giennense, a pesar de algunas importantes medidas encaminadas a su extinción. Una de ellas, que tuvo esta causa entre otras, fue la repoblación de Sierra Morena con colonos en gran parte extranjeros, intentando llenar un gran vacío geográfico en el que tenían muchos bandidos su refugio. Clarificador a este respecto es un informe enviado a Campomanes por el Corregidor de Úbeda, José García de León y Pizarro, en el que describe Sierra Morena como un lugar "frecuentado por ladrones, desertores, contrabandistas y toda clase de forajidos... siendo expresivas señales de las muertes y desgracias allí sucedidas las muchas cruces que encuentran y acuerdan al caminante el riesgo y peligro a que en aquel terreno va expuesto". Y el mismo Olavide comenta al respecto, hablando del Arroyo de Carboneros, como un lugar de lo más "áspero y montuoso", que provocaba gran terror en los pasajeros, pues en aquel sitio se producían muchos asaltos, "tanto que aún se mantenía poblado de miembros cortados, puestos por orden de la justicia para escarmiento"([7]).

            El contrabando, principalmente de tabaco, estuvo unido al bandidaje en la zona y, pese a importantes éxitos en la lucha contra él, continuó endémico hasta la segunda mitad del siglo XIX.

            También en otras zonas de la provincia continúa la eterna lucha contra las móviles partidas de ladrones y contrabandistas. Algunos de ellos procedían de Levante y se introducían en Jaén por los pasos de Quesada y Pozo Alcón; para combatirlos se creaban expresamente partidas de escopeteros, como la que formó en Jódar el Corregidor José Troyano y Sánchez a finales de siglo, que tuvo diversos y sangrientos enfrentamientos armados con aquellos([8]).

            En el siglo XIX el crónico problema del bandolerismo se envuelve en una visión romántica, que va cambiando la figura del bandolero. Para muchos ya no es un bandido sino un justiciero, impregnándolo de una rebeldía de tipo social, producto de la injusticia. Lo cierto es que el bandolerismo tenía un apoyo social entre las clases más bajas de la población, de donde procedían la mayor parte de sus componentes. De hecho circulaban por los puestos de libros, colocados generalmente en la vía pública, obras que estaba prohibido vender en las librerías y que se pregonaban por caminos y aldeas. En 1868 el Gobernador Civil definía estas obras como romances dedicados a "rendir culto a la memoria de bandidos y malhechores, se leen con avidez por gentes ignorantes y sencillas que se acostumbran insensiblemente a considerar dignos de imitación y alabanza hechos que solo merecen alejamiento y reprobación"; por lo cual ordenaba a los alcaldes de los pueblos de la provincia que vigilaran a los vendedores ambulantes para que no vendiesen en las ferias y mercados de los pueblos estas obras por considerarlas inmorales y perniciosas([9]).

            Esta es una idea romántica que abanderan los escritores de la época y que no solo afecta al bandolero, sino también al entorno geográfico que lo envuelve. Es sobre todo la zona de Despeñaperros y Sierra Morena, lugar obligado de paso para el viajero, el que sirve de inspiración para estos románticos. Así a Alexander Slidell le impresionó este paso, al atravesarlo un día lluvioso, por "las escabrosas crestas de las montañas, que colgaban por encima... como un serrucho que desgarra las espesas nubes... y las rocas y árboles interpuestos parecían participar en la celeridad del movimiento y todo el paisaje cambiaba a cada paso". Pasado Despeñaperros, el autor continúa ensalzando el paisaje por su belleza, resaltando su "carácter bravío y romántico", pues hasta finales del siglo XVIII sólo estuvo habitada la zona "por lobos y ladrones"([10]).

            Opinión semejante a la del italiano Edmundo de Amicis (1846-1908), escritor italiano, que escribe de sus viajes a España la obra La Spagna, Florencia, 1873. En ella relata su paso en tren por Sierra Morena, "famosa por los cantos de los poetas y las hazañas de los bandoleros", imprensonándole las altas peñas a su paso por el desfiladero, a las que describe como "revoltijo de formas caprichosas, de figuras de edificios fantásticos, de formas gigantescas, de ruinas que ofrecían a cada paso miles de perfiles y aspectos inesperados". La alusión al caballero de la triste figura, que saltaba en camisa entre las rocas para hacer penitencia de sus pecados, también está presente al referirse a este paraje de Sierra Morena. Contrasta la maravilla con que define el paso de Despeñaperros con la monotonía de la campiña de Jaén([11]).

            Las referencias expresas a las partidas de bandidos son también constantes en el siglo XIX, que también en determinados momentos llegan a proliferar demasiado. Es el caso de la Guerra de la Independencia, que como en cualquier otra época de crisis, supone un crecimiento de la actividad bandolera, que muchas veces se confunde con la guerrillera. Uno de estos casos fue el de Jaime El Barbudo (1783-1824), que actuó por las sierras de Cazorla y la Loma de Úbeda.

            Tras el conflicto bélico, de nuevo se crean los cuerpos de escopeteros para perseguir a los bandidos y, en 1817, una Real Cédula ordena la persecución y aprehensión de facinerosos y bandidos con cuantas tropas haya disponibles; tropas que también en años sucesivos colaboran en estas persecuciones. En 1831, Fernando VI volvió a dictar una Real Orden para perseguir con dureza el bandolerismo, dada la poca eficacia de las medidas anteriores, en una época en que algunas bandoleros extienden su influencia por diversas provincias, caso de José María el Tempranillo. Esta R. O. buscaba detener "los frecuentes robos asesinatos y otros crímenes, que... se cometen en todo el Reino, y particularmente en las provincias de Andalucía por el crecido número de bandidos y salteadores, que reunidos en cuadrillas vagan por los caminos y despoblados, despojando de los bienes y la vida al indefenso viagero y traginante, y á los pacíficos habitantes de las alquerías y pueblos de corto vecindario".

            Entre las medidas especiales y extraordinarias que se adoptaron estaba la publicación de la Ley I, título 17, libro 12 de la Novísima Recopilación, y el establecimiento de Comisiones Militares, que debían formar tribunales para juzgar duramente a los bandidos.

            La anterior Ley de la Novísima Recopilación , que recogía las pragmáticas de Felipe IV de 15 de junio y 6 de julio de 1663, ordenaba declarar "rebeldes, contumaces y bandidos públicos" a aquellos delincuentes y salteadores que anduvieren en cuadrillas dedicados al robo en caminos o despoblados sin aparecer ante los jueces. Esta declaración permitía a cualquier persona poder apresarlos o incluso matarlos sin pena alguna. Aquellos capturados serían "ahorcados y hechos cuartos y puestos en los caminos lugares donde hubieren delinquido", pues todos los Corregidores y Justicias podían proceder a ejecutar la pena capital contra ellos. Y el perdón sólo podía llegar al bandido por traición a otros compañeros, entregando o matando a algún otro que mereciere pena de muerte([12]).

            En 1838, continuaba el alto índice de bandidaje en los campos de la provincia de Jaén, a base de "robos y vejaciones" que sufrían los viajeros, especialmente en los términos de situados al Noreste de la provincia (Torredelcampo, Jamilena, Martos, Fuensanta, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava, Porcuna, Lopera, Torredonjimeno, Fuerte del Rey, Andújar, Higuera de Arjona, Marmolejo, Villanueva de la Reina, Cazalilla, Espeluy, Mengíbar, Jabalquinto, Bailén y Baños).

            Las nuevas medidas a adoptar fueron más contundentes. Se elaboró un proyecto formado por una Junta de los pueblos afectados, que se habían unido para levantar partidas de fuerza armada en persecución de los forajidos. Así se formaron tres cantones que comprendían las siguientes jurisdicciones:

 

            11. Cantón de Andújar. Comprendía los términos de Andújar, Marmolejo, Villanueva de la Reina, Arjonilla, Lopera, Porcuna, Arjona, Higuera de Arjona y Escañuela. Su partida estaba compuesta de 24 infantes y 12 caballos.

            21. Cantón de Bailén. Comprendía los términos de Baños, Bailén, Jabalquinto, Espeluy, Cazalilla, Mengíbar y Linares. Su partida estaba compuesta de 20 infantes y 8 caballos.

            31. Cantón de Torredeonjimeno. Comprendía los términos de Villargordo, Fuerte del Rey, Jaén, Torredelcampo, Jamilena, Martos, Fuensanta, Torredonjimeno, Santiago de Catalatrava, Higuera de Calatrava y Villardompardo. Su partida estaba compuesta de 16 infantes y 20 caballos.

 

            En cada cantón se creó una junta gubernativa compuesta por un miembro de cada pueblo federado bajo la presidencia del alcalde de cada cantón. Las partidas de escopeteros eran sufragadas por los pueblos y se creaban por un tiempo de tres meses, prorrogable en caso necesario con permiso del Jefe Político de la provincia.

            Las juntas estaban facultadas incluso para disponer de fondos con los que pagar a espías o a miembros de las partidas que se distinguiesen en acciones contra las "gavillas de malhechores"([13]).

            No por ello decreció la delincuencia en el campo. Por esta época, en 1839, una partida actuaba en la comarca de Andújar, era la de Choclán, perseguida por el Ejército([14]). La penuria de los pueblos no podía mantener a partidas de seguridad pública durante mucho tiempo, mientras que por otro lado no se atajaban las causas que producían tal rebeldía, como era la misería y la injusticia social. El bandolerismo llegó a ser alarmante en 1844, por lo que el Comandante General de la Provincia manifestaba que su fuerza era muy reducida en relación al número de bandidos existente, debiendo pedir el Jefe Político ayuda al Capitán General del 71 Distrito para que apoyase con sus tropas a la Partida de Seguridad([15]).

            Tanta era la preocupación que el bandolerismo provocaba, que en 1839 Vicente M0 Molinos publica en su Proyecto de Ordenanzas Municipales, por encargado de la Diputación para que sirviese de modelo a los pueblos, los siguentes artículos:

 

                        "...Art. 90. La persona que aprehendiere a un ladrón y lo presentare a la autoridad será premiada en el acto con la décima parte de cuantos valores cogiere en poder del ladrón...

                        Art. 91. El que cogiere y presentare a la autoridad un ladrón o desertor del ejército o de presidio será inmediatamente remunerado con ciento sesenta reales, que se satisfarán del fondo general de la provincia.

                        Art. 93. El que abrigare a sabiendas un ladrón será procesado criminalmente: el que lo hiciere a un desertor del ejército sufrirá la multa de ciento a trescientos reales, y de tres a diez días de prisión...

                        Art. 336. En ninguna casa de campo se dará albergue a personas sospechosas, ni a las desconocidas que no presentaren pasaporte o documento que testifiquen en favor de sus personas. Los que contravinieren serán multados de diez a cincuenta reales.

                        Art. 337. Los moradores de las casas rurales, los pastores y demás personas que estuvieren en el campo, darán parte a la autoridad lo antes posible, de los criminales o sospechosos que hubiesen visto cruzar los caminos, o tenido noticia de que existen o frecuentan algunos sitios...

                        Art. 338. En las casas de campo en que a juicio de los ayuntamientos pueda oponerse resistencia a los malhechores tendrán siempre existentes seis cohetes al menos, de trueno estrepitoso, y de la clase que denominan lágrimas o iluminados. En el momento de llegarse los ladrones a dichas casas, sus dueños dispararán desde ellas uno o más cohetes, y todo el que los viere u oyere deberá prestar auxilio, ya dirigiéndose al punto donde procedieren, ya dando parte a la justicia del pueblo inmediato...".([16]).

 

            Con la llegada de la Guardia Civil a la provincia en octubre de 1844, se inició una dura pugna con el bandolerismo, pese a lo cual sus acciones en un primer momento no disminuyeron. Ante los continuos robos en el campo por cuadrillas armadas, el jefe político ordenó a los alcaldes de la provincia no permitir la vecindad a ninguna persona sin haberlo solicitado antes y la formación de un expediente en el que se hiciese notar la conducta moral del individuo en su último domicilio; haciéndose extensivo a aquellos residentes que en el día no habían obtenido la vecindad con los requisitos expresados. A estas disposiciones le añadieron otras en diciembre de 1847 ante la presencia de nuevas partidas bandoleras. Estas disposiciones eran las siguientes:

 

                        "11. Los salteadores de caminos, los ladrones en despoblado y en poblado, estando en cuadrilla de cuatro o más, si fuesen aprehendidos serán juzgados militarmente con arreglo a la Ley de 17 de Abril de 1821.

                        21. Los que hiciesen resistencia con armas de fuego o blancas o con cualquier instrumento ofensivo a la tropa que los aprehendiese, así del ejército como de la guardia civil, serán juzgados en Consejo de guerra ordinario con todo el rigor de la ley citada.

                        31. Las autoridades populares presentarán el auxilio correspondiente a la fuerza militar encargada de la persecución de malhechores, y trabajar de consuno, así como los Comisionarios y Celadores de protección y seguridad pública para conseguir su exterminio.

                        41. Estas disposiciones que se publicarán por bando y fijarán en los sitios públicos acostumbrados de esta Capital y pueblos de la Provincia, se aplicarán inmediata y rigurosamente a fin de mantener la tranquilidad de sus habitantes.

                        Jaén, 15 de Diciembre de 1847.

                        José María Prieto"([17]).

 

            A partir de mediados del siglo XIX, el bandolerismo giennense se bate en franca retirada, sólo esporádicas acciones se producen en la provincia. Aún en 1868, el Gobernador Civil hace referencia a la existencia en algunas comarcas de "criminales tristemente célebres, cuyos hechos infunden... un pánico que hay que desvanecer a toda costa"([18]).



([1]) Coronas Tejada, Luis: Jaén..., pág. 422.

([2]) Coronas Tejada, Luis: Jaén..., pág. 423-424. Envía a A.M.J. Cab.  27-junio-1667.

([3]) Kamen, Henry: La España de Carlos II. Editorial Crítica. Barcelona, 1981, pág. 317-318. Envía a AHN. Consulta de 29-IV-1672, 7.182/10.

([4]) Kamen, Henry: La España..., pág. 317-318. Envía a AGS. CJH 1.063. D. León de la Cueba al Consejo de Hacienda, 17-XII-1683.

([5]) Coronas Tejada, Luis: Jaén..., pág. 425-426; y López Pérez, M. "El bandolerismo en la provincia de Jaén. Aproximación para su estudio". En Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 121 (1985), pág. 35.

([6]) Coronas Tejada, Luis: "La inseguridad ciudadana en Jaén en el siglo XVII". En Senda de Los Huertos, n1 1 (1986). Asociación de Amigos de San Antón. Jaén, pág. 27-32.

([7]) Sánchez-Batalla Martínez, Carlos: "Bandolerismo y delitos en las colonias de Sierra Morena. Toro de Caña. Revista de Cultura Tradicional de la provincia de Jaén, n1 1. Diputación Provincial de Jaén. Jaén, 1997, pág. 555-556.

([8]) López Pérez, Manuel: "El bandolerismo en la provincia de Jaén. Aproximación para su estudio". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 121 (1985). Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1985, pág. 40-51.

([9]) B.O.P.J. 20-agosto-1868.

([10]) Bernal Rodríguez, Manuel. La Andalucía..., pág. 71. Envía a Alexander Slidell "Mackenzie (1803-1848) [A year in Spain. J. Murray. Londres, 1831, vol. 21, pág. 85-87, 92-95 y 96-102 (Despeñaperros)].

([11]) Bernal Rodríguez, Manuel. La Andalucía de los libros de viajes del siglo XIX. Biblioteca de la Cultura Andaluza. Editoriales Unidas. Sevilla, 1985, pág. 209-210.

([12]) A.M.J. Leg. 94. Comunicación que el Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia ha comunicado al Consejo. Madrid, 15-abril-1831. Hecha pública por el Corregidor de Jaén. Jaén, 26-abril-1831.

([13]) A.M.J. Leg. 47. Robos y asaltos a propietarios y viajeros, 1838.

([14]) López Pérez, Manuel: "El bandolerismo en la provincia de Jaén. Aproximación para su estudio". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 121 (1985). Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1985, pág. 40-51.

([15]) A.D.P.J. Cab. 12-febrero, 3-abril, 17-abril y 1-junio-1844.

([16]) López Pérez, Manuel: "El bandolerismo en la provincia de Jaén. Aproximación para su estudio". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 121 (1985). Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1985, pág. 40-51.

([17]) B.O.P.J., 4-octubre y 17-diciembre-1847.

([18]) B.O.P.J., 8-marzo-1868.

 

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