CAPÍTULO VII

EL MIEDO A LAS QUINTAS

 

1. Siglo XVI.

            Desde siempre, el servicio de las armas ha supuesto para la población una serie de molestias y de contribuciones, económicas y de sangre, que llevaban la aflicción a gran parte del pueblo. Algunas poblaciones sufrían más a menudo esta situación por el hecho de estar situadas en el paso obligado de las tropas en sus desplazamientos, lo que conlleva una serie de servicios que los vecinos habían de cumplir y de lo que con frecuencia se quejaban al rey, como es el caso de los vecinos de Mengíbar, que expresaban así su malestar en 1528:

 

               "...En nombre del concejo del dicho lugar y vezinos dél digo que por estar dicho lugar  en el camino rreal que va de castilla al rreino de granada mis partes an gastado y todavía gastan muchas sumas de maravedís en dar badajes carretas y bastimentos a los que pasan a poblar el dicho rreino de granada conforme a las Provisiones que sobre ello Vos al concejo tiene dadas y porque hes rrazon que semejantes cargas se rrepartan entre los pueblos comarcanos...".

 

            No sólo eran de tipo económico los daños que el paso de las tropas provocaba en la población de Mengíbar, sino también físicos y morales. El miedo a la soldadesca, incluso en tiempos de paz, es común en todas las poblaciones, más aún en Mengíbar por su situación geográfica. Es elocuente al respecto el paso de la compañía del Ejercíto por Mengíbar en 1528, que mandaba Pedro de Acuña, compuesta por 747 soldados y 25 mujeres, "alojados en casas particulares durante dos días y dos noches, dejaron tal secuela de delitos y gastos, que las autoridades locales decidieron poner el asunto en manos de las justicias provinciales"([1]). Las mujeres que los acompañaban eran prostitutas, que solían seguir a las compañías en sus desplazamientos.

            En sus quejas, los vecinos manifestaron que los soldados les robaron lo que tenían (sayas, harina, cebada,...). A pesar de que los hospedaron  y dieron de comer, los individuos de la tropa vejaban a sus huéspedes llamándoles "bellacos, puercos y otras descortesías", y les amenazaban diciendo que los iban a matar. Algunas de las mujeres de mundo que les acompañaban hacían que los vecinos que les alojaban, contra su voluntad, les "lavasen las piernas con vino caliente, con especias y otras cosas", haciendo en total unos gastos entre 50.000 y 75.000 maravedís. El sargento y el capitán en ningún momento atendieron las quejas de los vecinos frente a los desmanes de sus soldados; por el contrario, como contestación eran mandados "al diablo"([2]).



([1]) Barahona Vallecillo, Sebastián: "El paso del ejército por Mengíbar en 1528". En Senda de los Huertos, n1 32 (1993), pág. 113. Envía a Archivo General de Simancas. Sección Cámara de Castilla, legajo 191, folio 2.

([2]) Barahona Vallecillo, Sebastián. "El paso del Ejército..., pág. 114-115.

 

volver