2. Siglo XVII. A lo largo del siglo XVII se produce un declive en la situación militar de España, consecuencia de una larga etapa de
abandono y crisis generalizada. Una de las causas que motivaron el declive militar fue la sustitución de los ventajosos sueldos que los voluntarios recibían en el siglo XVI por los miserables salarios, aceptados sólo por aquellos que se veían impulsados a reclutarse por situaciones muy difíciles.
La recluta forzosa será la solución a los problemas financieros del ejército en el siglo XVII, sustituyendo así los voluntarios mal pagados por la obligación que se imponía a las poblaciones de contribuir con determinado cupo al servicio del Rey([1]). El descrédito de la profesión militar era tal que se decía: "está tan
persuadido el pueblo de que todos los que sientan plaza son gente infame, que no habrá sastre ni zapatero que no tenga por deshonra que se hijo lo sea". El mismo cabildo municipal de Jaén dice en 1640 que a la leva sólo iban "persona ociosas y
mal entretenidas"([2]). Las pérdidas demográficas se hacían más sensibles con motivo de las continuas levas. Es muy frecuente, a lo largo del
siglo XVII, la presencia en tierras del reino de Jaén de capitanes y alféreces encargados de levantar compañías, destinadas a Flandes, Italia y las Indias. Sentar plaza de soldado era además una salida habitual para escapar de la pobreza. En 1614 el duque de Medina Sidonia pidió a Jaén cien
gastadores para socorrer el fuerte de Larache, capturado en 1610, y luchar contra la piratería de Salé. Los soldados debían reclutarse en la citada ciudad y en los lugares de su tierra y villas eximidas, distribuidos de la siguiente forma: sesenta vecinos de Jaén, de las distintas colaciones, y cuarenta de las villas y lugares. La Mancha, Cambil, Campillo y Pegalajar debían mandar a Larache cuatro gastadores
respectivamente([3]). La presencia de compañías en los pueblos provocaban continuos problemas. Abusos, robos, violencias y pérdidas económicas
acompañaban a los contingentes militares que iban a alojarse en las distintas localidades de la Corona de Castilla. A veces se producían sucesos violentos como respuesta de los vecinos, o como medio para evitar tan pesada carga, como ocurrió en La Mancha a finales del siglo XVI e inicios del
XVII. En un poder otorgado por los veinticuatros y jurados de Jaén en 1601 se cuenta cómo "yendo don Juan de Tarsis capitán de ynfantería... a la dicha villa la resistieron y se entró con sus
soldados en la iglesia de la dicha villa a donde por la dicha villa y vezinos les tiraron muchos escopetasos y mataron algunos soldados y lo que más se siente es que los escopetasos que tiravan davan en las imágenes de la dicha Yglesia... y yendo el capitán Antonio de Leyva con su compañía
aloxar a la dicha villa se le resistieron y formaron escuadrón de gente y le ovieron muerto al dicho capitán y sus soldados...([4]). Los mismos hidalgos, que en el siglo XVI habían jugado un papel crucial en los hechos de armas de la corona, aparecen en el siglo XVII reacios a continuar con el mismo entusiasmo su servicio al rey. Así lo dejan entrever las declaraciones de los hidalgos giennenses en 1639 en su comparecencia ante un representante del Consejo Real, en una época de crisis, de guerra con Francia y con unas arcas estatales exhaustas. Para evitar el servicio, la mayoría de los hidalgos declaran ser pobres, o bien estar ejerciendo otros trabajos de mayor importancia para la corona, lo que resulta sospechoso([5]). Esta actitud de miedo y rechazo al servicio de las armas está generalizada por esta época en los hidalgos como en el pueblo llano.
([1]) Sales de Bohigas, Nuria: Sobre esclavos, reclutas y mercaderes de quintos. Barcelona, 1974, pág. 146.
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