3. Siglo XVIII.

            El siglo XVIII es una continuación del temor a las quintas, que se acrecienta con la Guerra de Sucesión que tiene lugar en los primeros años del siglo. Un caso clarificador de esta situación es el siguiente: Tras la victoria de las tropas borbónicas en Almansa, en 1707, durante a Guerra de Sucesión, el soldado Juan Ruiz del lugar de Carchelejo, que por sorteo se incorporó al Ejército tres años antes, desertó. Ello suponía que su pueblo debía enviar a su regimiento otro mozo que lo sustituyese. El miedo a la incorporación a filas estimuló la búsqueda del fugado por parte de los vecinos del lugar, encontrándolo en la limítrofe población de Cárchel, siendo enviado de nuevo a su regimiento con la custodia de dos guardas([1]).

            La desesperación por evitar el servicio llevaba a algunos reclutas a buscar amparo en lugar sagrado, aprovechando así la diferente jurisdicción que correspondía a estos lugares e intentando provocar un posible conflicto estamental. Iglesias, conventos y ermitas se convierten en lugares temporales de refugio. Por regla general se permitía la entrada a la Justicia; pero, a veces, la Iglesia facilitaba la fuga de los refugiados, antes que permitir la violación de sus privilegios. Este es el caso de dos desertores que se refugiaron en la Catedral de Jaén en 1717, a los que el Cabildo Eclesiástico, tras desarmarlos, les dio unas limosnas para que pudiesen comprar ropa de paisano y huir de la ciudad, debido al riesgo de perder la vida si eran aprehendidos por sus oficiales([2]).

            Las deserciones del ejército durante la guerra de Sucesión fueron abundantes. En Úbeda hubo numerosos quintos desertores en este período y los repartimientos de soldados provocaron confictos durante estos años([3]). Los reclutamientos se hacían a menudo con violencia en exceso, prisión y extorsiones, por lo que desde las misma altas esferas de poder se instaba en 1703 a las autoridades locales a suavizar los métodos. El cupo de quintos correspondiente a cada población se extraía de un padrón de mozos elaborado por las autoridades locales, que no siempre se ajustaba a la preceptuado, incluso a veces se incluían muchachos de 8 o 10 años como candidatos a ser sorteados. El pánico a la quinta, que conducía a la huida de los afectados, se generalizaba a las familias de éstos, pues los veinticuatro apremiaban su regreso embargando la hacienda o presionando de cualquier otro modo a los padres.

            Las deserciones llegaron a ser tantas que hubo un momento en el cual los que desertaban eran más que quienes tomaban las armas. Se pagaba hasta 100 reales a quienes delatasen la presencia de un desertor([4]).

            En plena guerra de Sucesión austriaca, Felipe V dicta la Real Ordenanza de fecha 5 de diciembre de 1741 para una leva de 7.919 hombres, correspondiendo 180 a la provincia y 20 a la ciudad de Jaén. Conociendo el rechazo a las levas por parte de la población, la ordenanza apercibe de las medidas que utilizan muchos mozos para evadirse, ausentándose de sus poblaciones y buscando las ciudades, por lo que se ordena a los corregidores y justicias hacer pesquisas de estos mozos y los prendan.

            El porcentaje de mozos que correspondía a cada pueblo se hacía atendiendo a su población, de ahí que se falsease con frecuencia su número para evitar esta sangría humana, así como aminorar la cuantía de los impuestos. La duración del servicio de quintas era de tres años. Para asegurar la presencia de los mozos en el sorteo, el corregidor de Jaén ordenó prender a aquellos de los que debían salir los 20 soldados pedidos a la ciudad. En total eran 153, incluido el listado de milicias. Se consiguieron con gran trabajo 30 mozos, "sacando a unos de sus camas, y a otros que se encontraban en la calle". De ellos, sólo encontraron 10 aptos físicamente, de lo que se deduce una población crónicamente subalimentada, propensa a toda clase de enfermedades.

            Para encontrar al resto de los mozos huidos de la leva se hizo necesaria su busca por los cortijos y heredades del término, recogiéndose a 28 hombres, en gran parte también incapacitados físicamente para el servicio. Finalmente sólo se hallaron 13 mozos aptos para el sorteo. También se buscó a los huidos en las iglesias y conventos de la ciudad, sin encontrar ninguno. Finalmente, hubo de incluirse en el sorteo también a los mozos que servían en milicias, cuyo número era de 36; once de los cuales completaron el cupo -tras el sorteo- junto a cuatro presos que incluyó el corregidor y el resto capturado, haciendo así el total de los 20 mozos que correspondían a Jaén en la leva de 1741([5]).

            Estos hechos suelen ser comunes a todas las poblaciones, y frecuentes las referencias a ellos. Así, al pueblo de Carchelejo le correspondió un mozo en la leva de 1741 y, aunque sólo era uno, había quien huía para evitar el sorteo. Es el caso de Juan Morenillas que buscó refugio en el limítrofe monasterio de Cazalla; o el de Francisco de Vilches, también vecino de Carchelejo, en el leva de 1845, perseguido por la Real Justicia por el mismo caso([6]).



([1]) González Cano, Jorge. "La Guerra de Sucesión: su incidencia en el lugar de Carchelejo". En Sumuntán, n1 4 (1994), pág. 194.

([2]) A.H.D.J. Act. 1717. Cab. 30-6.

([3]) Tarifa Fernández, A.; y Parejo Delgado, M0 J.: "Incidencias socioeconómicas en la guerra de Sucesión en Úbeda". Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 154. Jaén, 1994, pág. 201.

([4]) Rodríguez de Gracia, Hilario. "Fiscalidad de guerra en Jaén entre 1700-1715". En Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, n1 154. Jaén, 1994, pág. 210-211 y 217.

([5]) Latorre Mengíbar, F.: "Jaén y la leva de 1741". En Actas del I Congreso Jaén. Siglos XVIII-XIX. Febrero, 1989. Vol. I. Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B. de Jaén. Granada, 1990, pág. 354-360.

([6]) A.H.P.J. Leg. 7171. Autos contra Juan de Morenillas. Carchelejo, 1741; y autos contra Francisco de Vilches. Carchelejo, 1745.

 

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