NOTAS A LA INDEPENDENCIA JURIDICA
(1) Archivo General de Simancas. Expedientes de Hacienda. Leg.
356.
(2) De profesión labrador, estaba casado con Catalina de Párraga (Archivo Municipal de Pegalajar. Libro de Desposorios, nº 1, f. 19r.).
(3) Dicha carta de privilegio real se conserva en su original en el Archivo Municipal de Pegalajar, en parte deteriorada. También se conserva copia de ella en el Archivo General de Simancas.
Esta carta, fechada en Valladolid el 3 de junio de 1559, otorga la independencia jurídica de la villa de Pegalajar respecto a la ciudad de Jaén. Los vecinos que aparecen a la cabeza de los peticionarios son Juan García Bailén, Luis García Bailén, y el licenciado Tapia. Este último como representante del resto de los vecinos entre los que se nombran a Juan Cobillo, Alonso Fernández de Medina, Alonso de Herrera y Cebrián López Serrano. Todos ellos se verán involucrados al año siguiente en los acontecimientos consecuentes a la independencia; algunos de forma muy directa, como Luis García Bailén y Cebrián López Serrano.
En la carta de privilegio también se recogen los inconvenientes de su vinculación como aldea a Jaén, que le llevaron a pedir su exención. Uno de ellos era no tener alcaldes con jurisdicción en causas criminales y civiles (hasta la cuantía de 100 maravedís), dando lugar a molestias y gastos por consecuencia de desplazarse los vecinos a Jaén, pues dependían enteramente de la justicia de esta ciudad. Otra causa era vincular la nueva población perpetuamente a la Corona, impidiendo su venta a cualquier señor. Y, sobre todo, la sensación de ser libres, pues en una población que había vivido casi tres siglos de frontera con el reino musulmán de Granada, la libertad era un don muy valorado y, por lo tanto, también los símbolos de jurisdicción propia: horca, picota, cuchillo, cárcel y cepo.
La misma carta recoge además el temor a los posibles obstáculos que el corregidor de Jaén podría poner, como más adelante se hará realidad, por lo que en ella se expresa explícitamente:
"... e mandamos al nuestro corregidor de la dicha cibdad de Jahén ... que agora ni en tiempo alguno por alguna manera no se entremetan a os perturbar la dicha jurisdición".
La nueva villa, aunque quedaba incluida en el corregimiento de Jaén, podía hacer sus ordenanzas y ejercer su justicia. Y el Corregidor solo podía ir a visitarla una vez al año y no por más de ocho días, sin poder sacar preso a nadie, pues ello incumbía a los alcaldes ordinarios.
Todas estas circunstancias no serán tenidas en cuenta y darán lugar a la división de los vecinos en dos grupos irreconciliables y a la intervención de la Corona.
(4) Alonso de Heredia era calificado por algunos como "hombre bollicioso e reboltoso e interesa e levanta el público".
(5) El deseo de Alonso de Heredia era que los alcaldes encarcelasen a Luis García de Bailén, pues estaba molesto por los requerimientos que hacía y sus quejas a la Corte. Públicamente decía que allí iba "con mentiras e marranás e que todo quanto trae es mentiras y marranás".
(6) Según las primeras ordenanzas de la villa de Pegalajar, las heredades disponían de guardas. Los nuevos alcaldes derogaron estas ordenanzas y quitaron los guardas que había. Así que los dueños tenían que vigilarlas personalmente y poner las oportunas denuncias con testigos por entrada de ganados u otros daños.
(7) Durante toda la Edad Moderna, la Hacienda de Castilla vendió oficios públicos a particulares y éstos los transmitieron por venta o vía hereditaria. Su posesión era muy apetecida por los beneficios que producía. Quizás por ello (Ver Tomás y Valiente, Francisco: Gobierno e Instituciones en la España del Antiguo Régimen. Alianza Universidad. Madrid, 1982, pp. 156-157), Cervantes se haga eco en el Quijote de este hecho en la figura de Sancho Panza, hombre villano, analfabeto, sencillo y codicioso, al que su señor había prometido grandes beneficios en las arriesgadas aventuras que iban a emprender; entre ellos la posesión del reino de Micomicón, cuyos vasallos eran negros, por lo que Sancho, hombre sencillo y práctico, calculó el beneficio a obtener trayéndolos a España, donde los podría vender, cobrándolos al contado, y continuaba reflexionando:
"de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida".
Así pues, la posesión de un oficio era la mayor ilusión de Sancho; no para ejercerlo, pues sus conocimientos eran nulos, sino para vivir de sus rentas.
Es lógico que ello repercuta sobre la población, al convertirse los oficios en objeto de lucro, olvidando el papel de servicio público que conllevaba su uso.