Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 14. Otoño-2008

Asociación Cultural Claustro Poético

 

Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Hipocresía

La perdiz

Tarde a la lumbre

No todo es soledad

La marcha de los días

Sin máscaras

Hay noches

Brindis

Senectud

Aseptisismo

Goteas

Pedofilia

Busco ventanas

Silencio

Ambrosía

Y si estaba tan verde...

Solo tristeza

Somos

Tu y yo

Un río lejano

Pasión tan viva


Colaboraciones

Poesía, legado original...

La playa


Noticias

XVIII Premio de Poesía Ateneo Jovellanos

XII Edición Premios TIFLOS de Poesía

XXXIX Premios Literarios Kutsa ciudad de Irún


Colaboran en este número


Nos anteriores

 


 

 

La playa*


 

Se va el verano, y con él las vacaciones, el descanso... y la playa, un ritual de la sociedad contemporánea que sigue siendo mayoritario y nos empuja inconscientemente a realizar cada año. Pero es éste un acto complejo que, aunque parezca relativamente reciente, es heredero de tradiciones seculares, realizado en un lugar donde el mar y la tierra se dan la mano. Allí se rompen los esquemas tradicionales, la llanura de arena denota la igualdad, al igual que la desnudez del ser humano, que muestra su imagen primigenia, de homínido, que en hordas desorganizadas acude a la llamada del instinto; como si inconscientemente quisiera rendir homenaje al mar, de donde surgieron los primeros seres animados que cometieron el “pecado” de colonizar la tierra.

 

“Entonces conseguiste llegar hasta la playa
y allí,
junto a lo libre,
para que todo acabara de una vez,
para no seguir siendo una niña distinta,
una niña lacrada,
te hincaste de rodillas en la linde de la marea,
y te bañaste poco a poco,
y te bañaste lustralmente,
para lavar entre las olas
ese pecado que es más viejo que el mundo,
ese pecado que nunca echa raíces,
ese pecado virgen que consiste en no ser culpable y nadie
       quiere perdonar.”
                       El pecado. Luis Rosales.

 

Es un ritual ancestral, que procede de la noche de los tiempos, cuyas huellas lleva el hombre impreso en sus neuronas. Es el acto repetitivo de purificación con la inmersión del cuerpo en el agua, un renacer bajo el testigo del dios Sol, del que los cuerpos absorben sus efluvios a través de sus rayos. Todos juntos, en masa, desnudos, hermanos, sin diferencias de clases sociales o estamentos.

 

“Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.”

               Se querían. Vicente Aleixandre.

 

 

Unos junto a otros, ocupando el mismo suelo, la misma agua, compartiendo las mismas olas, recordando ese estadio de comunismo primitivo que estableció Engels en su evolución histórica de la sociedad. Al caer el Sol, el ceremonial se interrumpe, la playa está triste, queda desierta y la noche libera las penas.

 

“Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes,
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.”

           Tengo estos huesos hechos a las penas. Miguel Hernández.

 

Desafiantes en los roquedos, faros y torres vigilan el mar; hoy día en calma. Hace tiempo que los piratas no arriban a las playas, cambiaron los bermudas por el traje y la corbata. Hoy, en cambio, el mar trae a la playa cayucos y pateras cargados de sueños e ilusiones. Gentes que también volverán a playa de donde vinieron y, entre el Sol y el mar, seguir su instinto.

 

“¿Oyes el mar?
Eternamente estaremos escuchándolo.
Lo llevaremos dentro como la sangre, como la paz
como te llevo a ti misma.
Todo, todo irá acabando: la tristeza, la vida,
la soledad tan grande en que me has dejado.
Sólo el mar, amor mío, el mar sigue existiendo.
Me asomo: lo contemplo desde esta tarde lenta,
desde esta fría y herrumbrosa baranda
adonde no te asomas.”

                            Definitiva soledad. José Albi.

            *Juan Antonio López Cordero

 

 

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