(A Sebastián Moral)

Yo nunca te imaginé en tu romanticismo,

cortando una flor del vergel imperecedero

y tampoco con la mirada errática y sobria

de quien convence en su voz primero.

Y es que eras un remanso fugaz de luz

en tus torrentes de sabio consejero,

sobre todo cuando mirabas a la luna

y te tornabas en un intrépido viajero.

Eras capaz de emocionar al desheredado

y acercar la risa al niño del nuevo sendero,

aquel que caminaba entre viejas zarzas

y tú le apartabas la espina y el acero.

Y es que eras un remanso fugaz de luz,

para los amores del corazón efímero;

tu compañera, tus frutos, tu sensibilidad

que acariciaba el viento dulce y somero.

¡Si Seba!, hubo quien no estuvo atento,

confundiendo el eco del trueno verdadero,

tu bondad sin límites y tu alma delicada,

un remanso fugaz de luz imperecedero.

               *Juan Carlos García-Ojeda Lombardo.