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Al
hijo poeta*
Cómo
ibas a olvidarte
de cantar al Cid, Ruy Díaz,
sin tristeza de elegía,
sin la loa que comparte
la comparación con Marte,
cómo no elevar tu canto
al sacrificio y quebranto
del guerrero gaditano,
a su talante espartano,
a lo egregio de su manto.
Cómo no alcanzar la fama
de ser bravo capitán
luchando como un titán,
que todo guerrero ama
el buen nombre de su dama,
de su pueblo y su nación,
Diego Ximenez Ayllón
hombre de raza escogida,
de memoria merecida,
entre su gente eslabón
que en Arcos encadenado
dio vida a la historia hispana,
que entre los siglos desgrana
con fulgor de heliograbado
ese genio destacado
en la concepción del arte,
que el cancionero comparte
con literaria poesía,
que es del pueblo la alegría
y la tristeza al dejarte.
Sirviendo al duque de Alba
se paseó por Sicilia
y durante la vigilia
escribió versos en salva,
restos impresos en malva,
entre los que había sonetos
medidos, ritmos concretos,
cuya esencia descubría
aunque el destino querría
que entre libros y panfletos
publicase Garcilaso
antes que lo hiciera Diego,
triste desplante a su ego,
pues en aquél metro escaso
fuiste primo en el parnaso,
premonición de agonía
que ilustró a Andalucía
con tu esfuerzo sobrehumano,
transformando el castellano
en fronteriza poesía.
* José Mañoso (miembro
de
la Asociación Prometeo
de Poesía y de la Asociación Canadiense de Hispanistas)
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