Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 47. Invierno-2017 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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El retorno a la poesía viviente del amor*
Al morir la tarde descubrí que tras la procesión de las estrellas, se van deshojando sentimientos y enhebrando visiones cual corazón que se purifica para que al romper la aurora, volvamos a ser el poema perfecto, la invocación del Creador.
Abrámonos a su llamada con el espíritu del caminante, siempre dispuesto a tomar aliento para abrazar horizontes, pues tras los mantos celestes, el santuario de lo eterno, nos llama a ser un alma para todos y todos para un alma.
Que nadie abandone la esperanza de ser para la vida el amor, y de poblarse de sosiego como incensario que arde lentamente, a la espera de clarificar nuestras raíces en la nívea poesía, de la que somos sustento cada cual consigo mismo en los demás.
El ser humano no puede matar al humano ser que lleva consigo. Perdería las vísceras del yo y el dominio de los ojos soñadores. Cualquier savia merece dejarla brotar para que sea cauce de luz, en un mundo tan ciego como cruel, tan satánico como diabólico.
Regresemos al silencio e interroguémonos en soledad con el verbo. Nada se nos ha dado en exclusiva, todo es de toda la humanidad. Hagamos donación antes de que sea demasiado tarde, vaya que nos sorprenda la muerte haciendo acopio de lo ajeno.
Demos fortaleza, que coexistir y trascender es liberarse de sí. No seamos deslucidos palacios, sino moradas de acogida. Acompañémonos unos a otros, y otros a unos acompasándonos. ¡Qué el poema de Dios resplandece en el pulso del hombre!.
En efecto, nos creaste Señor de la nada y somos todo para ti. Nos hiciste, Padre, para ser amor y de amor estamos hambrientos. Vuélvenos a ti, que nuestra voluntad nada es sino es contigo. Por eso andamos impacientes y tensos hasta morar en ti.
Necesitamos nutrirnos de la fuente del cielo para ser vivientes. Vivientes de un mar de bondades donde las olas sean aliento, que nos activen el deleite, pues los lamentos nacen en mí, cada vez que nos aferramos a vivir donde no hay amor.
*Víctor Corcoba Herrero (22 de septiembre de 2016)
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