Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 36. Primavera-2014

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinadores: Fernando R. Ortega Vallejo y Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Fantasías sobre el algarrobo

Haikus alfanuméricos

Minerva

Soñando

Primavera

Sueño 283

¿Cómo ocurren los milagros?

Quien soy

Un defecto genético

El amor supera el tiempo

El entusiasmo

Hacia el encuentro

La melancolía del viaje

La primavera llena las lagunas de la ignorancia

Pensar en lo que soy

Por el camino del ascesis

Salió la bella trucha cimbreante

Aquel día

Sentido eterno

Alegría de amar

Luces

Puedo

 


Colaboraciones

Lluvia


Noticias

Premios de poesía abril-junio 2014


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Lluvia*


 

Siempre me gustó la lluvia, mucho antes de que mi mente pudiera comprender la unión de átomos de hidrógeno y oxígeno, la condensación por movimientos de masas de aire, y la formación de nimbos en el cielo; quizás porque vivía en una tierra donde por sus períodos de escasez se desea intensamente, quizás porque desde niño veía a las gentes del pueblo gozar con la caída de esas lágrimas celestes que dinamizaban la sementera y auguraban una buena cosecha, o quizás porque parecía envolver de magia el entorno y me hacían acurrucarme en el brasero.

 

 "La lluvia tiene un vago secreto de ternura,

 algo de soñolencia resignada y amable,

 una música humilde se despierta con ella

 que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

 

 Es un besar azul que recibe la Tierra,

 el mito primitivo que vuelve a realizarse.

 El contacto ya frío de cielo y tierra viejos

 con una mansedumbre de atardecer constante.

 

 Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores

 y nos unge de espíritu santo de los mares.

 La que derrama vida sobre las sementeras

 y en el alma tristeza de lo que no se sabe".

                          La lluvia. Federico García Lorca.

 

De niño soñaba con ese maná del cielo, corretear con botas y chubasquero entre los charcos de la calle o, ya de mayor, pasear bajo el paraguas tatareando cierta canción. Hasta que supe que la lluvia tenía un dios, que sus gotas se personificaban en Tlaloc, un ser caprichoso que alternaba la bondad con la crueldad. Dios de la fertilidad de las tierras, pero también de las tormentas, del granizo, de las inundaciones y de las sequías. Dios de la vida y de la muerte. Y como buen dios acogía a los ahogados en su paraíso, de permanentes verdes sembrados y boscosos frutales. Descubrí la otra cara de la lluvia y sentí miedo.

 

Siete días largos la lluvia monótona

Golpeó mi ventana.

Siete días largos.

El corazón mismo se llenó de lágrimas.

Nubes en los labios,

En el pecho sombras,

Libros en las manos, las mejillas blancas ...

Siete días largos ...

Las aceras húmedas, los negros paraguas.

...

     Lluvia pasada. Alfonsina Storni.

 

 

Hoy la lluvia me trasmite tristeza, me quita una luz que ansío para vivir, cual planta clorofílica a la que le roban su fotosíntesis. Me lleva a la profundidad de la laguna, a la oscuridad, al silencio, a la ausencia de oxígeno, a la selva-cárcel del guerrillero, a la soledad del ahogado, al recuerdo de un pasado que no floreció.

 

Llueve

sobre la arena, sobre el techo

el tema

de la lluvia:

las largas eles de la lluvia lenta

caen sobre las páginas

de mi amor sempiterno,

la sal de cada día:

regresa lluvia a tu nido anterior,

vuelve con tus agujas al pasado:

hoy quiero el espacio blanco,

el tiempo de papel para una rama

de rosal verde y de rosas doradas:

algo de la infinita primavera

que hoy esperaba, con el cielo abierto

y el papel esperaba,

cuando volvió la lluvia

a tocar tristemente

la ventana,

luego a bailar con furia desmedida

sobre mi corazón y sobre el techo,

reclamando

su sitio,

pidiéndome una copa

para llenarla una vez más de agujas,

de tiempo transparente,

de lágrimas.

           Llueve. Pablo Neruda

 

Ya no me agrada el sonido del agua al caer, ni tan siquiera tras los cristales, tras la seguridad del hogar, desde que sentí las gotas sobre el rostro mientras le decía adiós en esa tarde oscura, de lluvia, impía frente a mis sentimientos. Ya no quiero sentir la lluvia caer sobre mi cuerpo, me trae el recuerdo de profundas heridas, me quema la piel cual inocente napalm. Y sin embargo, aún creo ver entre las cortinas de lluvia persistente, que no deja decaer, el claro en la tormenta.

 

Bruscamente la tarde se ha aclarado

Porque ya cae la lluvia minuciosa.

Cae o cayó. La lluvia es una cosa

Que sin duda sucede en el pasado.

 

Quien la oye caer ha recobrado

El tiempo en que la suerte venturosa

Le reveló una flor llamada rosa

Y el curioso color del colorado.

      La lluvia. José Luis Borges.  

 

            *Juan Antonio López Cordero.

 

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