Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 64. Primavera-2021 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
|
Batas blancas*
No sé en este caso si voy a contar una historia o historiar un cuento. Una historia es precisa en las coordenadas espacio-tiempo, un cuento ocurre en un lugar y época indeterminados. Esta historia-cuento comparte ambas premisas. Ocurrió en un lugar donde los hombres buscaban recetas de felicidad, en un laboratorio, santuario de la ciencia. Ésta, la suma diosa de nuestros tiempos, que tanto bien ha hecho al ser humano, estaba en ello, trabajando día y noche con mentes privilegiadas, en busca del bienestar de la humanidad doliente.
“Descabalada ciencia misteriosa nuestra felicidad: esta brisa tranquila bajo el sol del espíritu, breve tregua del alma con los cielos azules que fomentan acaso el inmortal anhelo de una alada conciencia más allá de la muerte.” Descabalada ciencia. Vicente Gallego.
Pero la ciencia carece de conciencia, no entiende de moralidad, como tampoco la tiene el hombre con frecuencia. Incluso cuando cree seguir el camino correcto, que no siempre suele ser el adecuado, como en aquel laboratorio. En él manipulaban los virus para curar tumores, y en su búsqueda encontraron uno que estimulaba las defensas del organismo para la destrucción tumoral, como manifestaban las primeras pruebas con ratones. Este tratamiento abría una ventana de esperanza a muchos condenados por la enfermedad, una nueva oportunidad de vivir y burlar a la muerte. Sin embargo, el camino de la ciencia es lento, necesita años de estudio, multitud de pruebas que confirmen la tesis en seres humanos y eviten efectos secundarios, pasos adelante y atrás. Pero el enfermo no puede esperar.
En aquél lugar, alguien piadoso sacó el virus del laboratorio e lo inoculó en un ser humano con motivos terapéuticos. No podía esperar, era un familiar querido y la vida se le iba. El prometedor virus se vio excarcelado de su prisión, libre de control pasó de un organismo a otro. La piedad abrió la puerta a la muerte. La parca desplegó su guadaña, rápidamente se extendió por el mundo segando miles de vidas, sacando del ser humano lo mejor y lo peor que tenemos. Vimos como los hombres huían unos de otros, los hijos no querían ver a los padres, se admiraba a los sanitarios pero se les rechazaba como apestados, los negocios se cerraban, los hospitales se desbordaban por el número de enfermos, los muertos se contaban a cientos de millares...
“Muertos sin alas y muertos sin ojos, muertos sin cuerpo y muertos sin nadie, aún no habéis tenido vuestra tumba, aún no habéis tenido vuestra muerte.
Os mostraremos la luz en la oscuridad.
No tuvisteis un dios, ni siquiera una mano en la hora del olvido.
Diremos no a vuestro silencio y a todo lo que os separa de lo eterno.
Porque la luz es dulce y es grato para los ojos contemplar el sol.
Lo peor del silencio es su intención de muerte.
Enterrad a los muertos y tocaréis lo extraño y visitaréis lo desconocido.
Enterrad bien a nuestros muertos antes que no haya compasión por el rastro de su vida, por el grito de su muerte.
Enterrad a los muertos, y dirán todo lo que ocultáis de ellos. Todo lo que ocultáis a todos. Todo lo que no hicisteis por ellos. Todo lo que no hicisteis por sus cuerpos. Todo lo que no hicimos lo diremos.
Escuchad en silencio todo lo que murmuran de vosotros, todo lo que esperaban de nosotros.
Tantos muertos juntos tienen razón y se levantarán contra nosotros.
Enterrad a los muertos dignamente. Los dejasteis morir sin dignidad. Y volverán un día, volverán a decir su verdad.
Nunca perdonarán el abandono. Nunca perdonarán tanta tristeza. Nunca perdonarán tanta miseria.
Enterrad mejor a los muertos, porque están en el sitio equivocado. En el miedo a la enfermedad y en el miedo a la muerte, y en el laberinto de la locura.
Enterrad a los muertos. Nunca enterraréis su memoria.
No hay lugar en el mundo adonde no llegue ella.”
Enterrad bien a nuestros muertos. Manuel Ruiz Amezcua.
Surgieron las dos caras del ser humano, eternamente presentes, construyendo y destruyendo, trabajando y parasitando… en la eterna espiral del tiempo. La epidemia retrató a los responsables políticos y sociales en su mediocridad, torpeza, picaresca e insensibilidad; a muchos otros en su egoísmo. Y también la epidemia elevó a otras personas en su grandeza, sacrificio y solidaridad.
"Resplandores llegan del lejano Oriente. Las fugaces estrellas que guiando van a los Reyes Magos, que con su presente ante el rey del cielo se irán a postrar.
Mientras que la tierra suplica clemencia, pero desde el virus que quitando está la vida de tantos seres inocentes y apagando el brillo de esta Navidad.
Pero unos pastores con batitas blancas, igual que pasara en aquel portal, te curan, te cuidan y te dan esperanza, si buscas posada en cualquier hospital.
Un ángel que anuncia a María la gracia, de esa la bendita madre de Dios a casa nos trae en tiempos de Pascua la feliz vacuna de la salvación.
San José, María, un buey y una mula fueron la familia de aquel redentor en la Nochebuena de su nacimiento pa colmar al mundo de paz y de amor.
Pero unos pastores con batitas blancas, igual que pasara en aquel portal, te curan, te cuidan y te dan esperanza, si buscas posada en cualquier hospital."
Batitas Blancas (Villancico). Vicente Bernal.
Este virus, entre vacuna y vacuna, terminará por formar parte del ADN del ser humano, en otro reto a la Naturaleza, afanada en reordenar el curso del mundo. Otra batalla, una más para la humanidad. La próxima, sin duda, no tardará en volver.
* Juan Antonio López Cordero.
Envíanos tus poemas
|
|||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||