Me dijeron que saliste

con una porcelana en las manos

modelada por el torno

de una lejana tierra, inspirada

en un poema de agreste belleza,

como si los caminos no fueran ya

una vírgula de emociones,

que se adentraran en el corazón

del deseo más desaforado de todos;

visitar el templo de la belleza

y quedar extático, en medio de la noche,

mientras las luciérnagas juegan

a dibujar los pensamientos.

Creí oír tu voz,

al silbar el viento entre el taraje,

pero comprendí que tu cerámica,

era una lágrima amorosa y rota,

mezclada con el polvo arrinconado

de sueño parsimonioso

que adornaba el juego de la oscuridad.

Y me dejé ir,

e imploré ver de nuevo

tus emociones,

sin reparar que el canto se hacía difuso,

a modo de ecoicos recuerdos.