Claustro Poético

Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 45. Verano-2016

Asociación Cultural Claustro Poético

 

  Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

  Coordinador: Juan Antonio López Cordero

D.L. J-309-2005

ISSN 1699-6151

CONSEJO DE REDACCIÓN

Poemas

Aforismos dedicados a Manuel Gahete Jurado

El Parque

Ordet

El regreso

Insomnio

A mi hija María

A mi hija Rocío

Ámese, y cuando se quiera, pruebe amar a sus próximos

Buscando al Niño me hallé con Dios

Con ser amor, soy de Dios

Crecido por la esperanza

Cristo ha resucitado

Dejémonos amar por el creador

El deleite de Dios es nuestra vida

A ti, mi querida Penélope

Viéndote

Error

La yegua soberana

Soneto XXXIV

Soneto XXXV

Conversaciones

Poema del número cero

 


Colaboraciones

Verde


Noticias

Premios de poesía verano 2016


Colaboran en este número

 


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Verde*


 

   El verde del paisaje siempre ha atraído al ser humano. Ese color que da la clorofila y oxigena el mundo, que es sinónimo de fertilidad. El verde es el bosque exuberante, el oasis del desierto, la planta mimada del hogar, los seres de nuestros sueños… y, también, la esperanza, virtud que quedó atrapada en la caja de Pandora. Creo que sus ojos eran también verdes, color que le dieron los dioses para trastornar al primer hombre, por ello -dicen- que esos ojos son enamoradizos y traidores.

 

“Aquellos ojos verdes

de mirada serena, dejaron el mi alma

eterna sed de amar

anhelos de caricias, de besos y ternura

de todas las dulzuras que sabían brindar.

 

Aquellos ojos verdes

serenos como un lago

en cuyas quietas aguas, un día me mire

no saben la tristeza

que a mi alma le dejaron,

aquellos ojos verdes, que yo nunca besare”.

 

            Agustín Lara.

 

   Los ojos verdes de las ninfas siembran de algas las fuentes, rodean de musgo los olmos y encaraman el muérdago a las copas de los robles. Miles de ojos vigilan en el bosque, atentos a la vida que viene y va sin más boato, sin más rito que el de supervivencia, en un ciclo que la mirada humana detiene por un momento. Es el verde de los ojos, la inspiración del poeta, que cual fuego griego prende el alma, plasma en palabras de amor las blancas cuartillas, o bien deja su huella en la imagen de cuadros y fotografías, Y aún más arde cuando los ojos verdes iluminan el desierto, donde el polvo se enseñorea del paisaje, dando poesía y vida al lugar.

 

http://6www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/d69/732/e7f/d69732e7f5a3b101651f3654bf7175d0/los-ojos-de-afganistan.jpg?mtime=1399464457

Chica afgana, Peshawar, Pakistán, 1984, Steve McCurry

 

 

“Porque son, niña, tus ojos                     

verdes como el mar te quejas:                 

verdes los tienen las náyades,               

verdes los tuvo Minerva               

y verdes son las pupilas               

de las hurís del profeta.                

 

   El verde es gala y ornato                      

del bosque en la primavera.                    

Entre sus siete colores                 

brillante el iris lo ostenta.             

Las esmeraldas son verdes,                    

verde el color del que espera                  

y las ondas del Océano                

y el laurel de los poetas."

 

     Gustavo Adolfo Bécquer.

 

   Es el verde natural, no el de la bandera que copió el político o se apropió el grupo ecologista de turno. Es el verde del poeta, del romance que surgió frente al mar. El verde que impregna el viento y llena de canto la naturaleza. Donde la vida hierve todo es verde, incluso los sueños del hombre buscan el verde color.

 

“Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura

ella sueña en su baranda,

verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata.

Verde que te quiero verde.

Bajo la luna gitana,

las cosas le están mirando

y ella no puede mirarlas.”

 

             Romance sonámbulo. Federico García Lorca

 

   El verde es mujer, fertilidad, belleza frondosa, agua, naturaleza, paisaje… El verde obsesiona al iris del desierto, al druida de las selvas europeas que sabía de duendecillos verdes, quizás los mismos que encuentra el esotérico contemporáneo en el espacio. Pequeños porque se ven poco o porque lo verde, como la pequeña alhaja, manifiesta riqueza. Y en la inmensidad del bosque la grandeza inefable, la riqueza inmensa, el paraíso… ¡Cómo no!, para adorar tan inmensa y verde belleza la hacemos madre, mujer, diosa.

 

“La tinta verde crea jardines, selvas, prados,

follajes donde cantan las letras,

palabras que son árboles,

frases que son verdes constelaciones.

 

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran

como una lluvia de hojas a un campo de nieve,

como la yedra a la estatua,

como la tinta a esta página.

 

Brazos, cintura, cuello, senos,

la frente pura como el mar,

la nuca de bosque en otoño,

los dientes que muerden una brizna de yerba.

 

Tu cuerpo se constela de signos verdes

como el cuerpo del árbol de renuevos.

No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:

mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.”

 

             Escrito con tinta verde. Octavio Paz.

 

   Pero también la muerte, como mujer, es verde para el poeta. Es su otro rostro, el de la frustración, que se introduce hasta en el testamento del que siente su proximidad: "considerando la brevedad de la vida humana y como no ay cosa mas çierta que la muerte ni mas ynçierta que la hora della".

 

“Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,

pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,

de violetas acostumbradas a la tierra

porque la cara de la muerte es verde,

y la mirada de la muerte es verde,

con la aguda humedad de una hoja de violeta

y su grave color de invierno exasperado.”

 

          Sólo la muerte. Pablo Neruda.

 

                                        *Juan Antonio López Cordero.

 

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