Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 61. Verano-2020 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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Pedro Cuarterón*
Me crié en un mundo de hombres y bestias, animales de carga que compartían la vida del labrador tradicional, rápidamente borrada por la vorágine de nuestro tiempo. Todos desaparecieron, o casi todos, porque hace poco vi al último de los hombres de aquel mundo perdido. De sopetón, me lo encontré en el camino, yo iba en mi coche y él llevaba su mula y su burra, como aquellos otros de tiempo atrás que ya no están, tranquilo, sereno, sin prisa, saboreando el tiempo como si no pasara.
“Arquitecturas instantáneas sobre una pausa suspendidas, apariciones no llamadas ni pensadas, formas de viento, insubstanciales como tiempo y como tiempo disipadas. …” Intervalo. Octavio Paz.
El sonido de los cascos de las bestias, entre mil sensaciones del ambiente, es algo que hoy día pocos han podido gozar, mientras el movimiento del cuerpo en los lomos de bestia marcaba el monótono ritmo de un “vaivén” en el que el reloj no tiene sentido. Vidas seculares de muchas generaciones terminan con él, el último mulero, al que ya no podrá cantar el poeta.
“… Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca, si llegan a un sitio, preguntan a dónde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja, y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra.”
He andado muchos caminos. Antonio Machado.
Al último mulero de mi pueblo, le llaman Pedro Cuarterón que, a falta de caminos de herradura, usa los carriles que atraviesan el paisaje. Hoy comunican todos los parajes y penetran hasta los más recónditos rincones. Pero para Pedro su tiempo es otro, el que siempre fue, el que vivieron nuestros antepasados, el de la vida sencilla y tradicional, cual extraño Amish en un perdido pueblo. Aún ara los campos con grada, siembra cebada para sus bestias, y la siega con la hoz, al ritmo del segador.
“El segador, con pausas de música, segaba la tarde. Su hoz es tan fina, que siega las dulces espigas y siega la tarde.
Segador que en dorados niveles camina con su ruido afilado, derrotando las finas alturas de oro echa abajo también el ocaso.
Segaba las claras espigas. Su pausa era música. Su sombra alargaba la tarde. En los ojos traía un lucero que a veces brincaba por todo el paisaje.
La hoz afilada tan fino segaba lo mismo la espiga que el último sol de la tarde.”
Segador. Carlos Pellicer.
Veo en Pedro al tiempo detenido, una imagen viva del pasado, mejor y peor según se contemple, pero sin duda muy diferente. Aquel tiempo lo atesoró Pedro, lo vive y lo disfruta como sólo él sabe hacerlo, en la sencillez y la felicidad del que sabe disfrutar de la empatía de la vida.
“Nada como quedarse detenido en un punto de luz azul del tiempo, en un verbo fugaz, en una almohada, que más que en esa cama está en el mundo, que más que en el sopor está en la calma. Nada como dejar que todo pase, que el día encuentre al sol en la ventana, que el sombrero del árbol nos salude diciendo buenos días con su aroma de naranjas, nada como ciudades en que el viento no mueve ni un cordel ni una guitarra, en que todos los cuerpos se han dormido en que por fin reposan las palabras, no hay guerras que ganar ni laberintos que resolver en nueces coloradas, ni fechas que cumplir, ni compromisos con el banco o los jefes o la nada. …”
El tiempo detenido. Óscar Pérez.
No quiero que Pedro y sus bestias se vayan, quiero que permanezcan muchos años más en mi pueblo. Es el último y único hilo que queda entre el mundo tradicional y el nuevo, el recuerdo vivo de un pueblo sencillo y orgulloso de sí mismo. Por más que unos u otros rodamos sobre el caucho, surquemos veloces los mares o nos acerquemos a los cielos, no podremos encontrar aquello hoy perdido y que atesora Pedro Cuarterón, el último mulero.
*Juan Antonio López Cordero.
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