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D.L. J-309-2005 ISSN 1699-6151 |
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Muérdago*
Las ramas del muérdago
se enroscan,
verdes,
lentas y perseverantes
como el fluido inestable
de calderas apagadas.
El jardín invernal va dejando paso
a la cóncava esperanza de la primavera
y ésta
acusará al verano de sumergir
sus flores
en el páramo de las hojas secas
y la noche de San Juan lo rememora.
En torno al solsticio
todo circula
frente a cambios,
con ritmo inexorable
y el muérdago,
ya dorado,
se mantiene
como testigo imperturbable.
*Juan Manuel de Faramiñán Gilbert.
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