Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 52. Primavera-2018 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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Nómadas*
La historia del hombre está unida a la geografía, por la que ha deambulado desde que tuvo conciencia de sí mismo. Incluso hay filósofos, como Mostesquie, más conocido por su teoría de separación de los poderes, que adjudican a la climatología geográfica un papel determinante en el desarrollo de las civilizaciones; tanto que la consideraba determinante en la subsistencia de los pueblos, su densidad y nivel intelectual. Probablemente la geografía haya influido en el ser humano, y nuestra Península no ha sido ajena a esta influencia, pues siempre ha sido lugar de acogida, donde llegaron oleadas de pueblos para finalizar su incierto camino al quedarse sin salida. La Península no es tan ibérica como el nombre pudiera dar a entender. Quizás lo fue hace milenios, antes que la pujante población indoeuropea llegase en oleadas de pueblos celtas y, más tarde, germanos para establecerse en este confín de sus mundos.
“La Tierra como león enjaulado da vueltas alrededor del Sol con su cadena de hombres.
Desde que hemos nacido viajamos a ciento doce mil kilómetros por hora. La Tierra no se para y sigue dando vueltas, por eso hay tanto viento, por eso siempre hay olas, por eso envejecemos tan deprisa, por eso estamos locos, porque toda la vida haciendo un viaje sin llegada cansa mucho los nervios”
Viaje sin llegada. Gloria Fuertes.
Sin duda, el ser humano es nómada, va y viene como las estrellas, la Luna, el Sol… incluso los continentes; quizás porque todos somos de la misma materia. Buscamos la salida, sin saber que en este mundo no hay más escapatoria que el silencio. No importa, seguimos buscando, continuamos siendo un pueblo nómada. Quizás, los nuestros, los más osados de la tierra, desde la Península saltaron el mar para viajar, descubrir continentes y rodear el mundo.
“Viajar es marcharse de casa, es dejar los amigos es intentar volar volar conociendo otras ramas recorriendo caminos es intentar cambiar. Viajar es vestirse de loco es decir “no me importa” es querer regresar. Regresar valorando lo poco saboreando una copa, es desear empezar. Viajar es sentirse poeta, es escribir una carta, es querer abrazar. Abrazar al llegar a una puerta añorando la calma es dejarse besar. Viajar es volverse mundano es conocer otra gente es volver a empezar. Empezar extendiendo la mano, aprendiendo del fuerte, es sentir soledad. Viajar es marcharse de casa, es vestirse de loco diciendo todo y nada con una postal, Es dormir en otra cama, sentir que el tiempo es corto, viajar es regresar.”
Viajar es… Gabriel García Márquez (1927-2014)
También, hoy día, la sangre nómada nos espolea lanzándonos a viajar en busca de algo que no sabemos bien qué es. Es igual, el viaje causa placer mental, quizás producto de alguna ancestral hormona que aún rueda por la sangre. Yo debí perderla en algún momento. Ahora ya no me apetece viajar, lo que para los demás no suele ser comprensible, y parece tener poco de poesía.
“Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no se atreve a cambiar el color de su vestimenta o bien no conversa con quien no conoce. Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados. Muere lentamente quien no gira el volante cuando esta infeliz con su trabajo, o su amor, quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida, huir de los consejos sensatos... ¡Vive hoy! ¡Arriesga hoy! ¡Hazlo hoy! ¡No te dejes morir lentamente! ¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!
Nómada. Pablo Neruda.
No necesito viajar, pues creo haber atrapado la poesía que. aunque escurridiza, está en muchas partes, no sólo en el viento. Me atrae el paisaje de mis sierras con sus sinuosas y quebradas calizas, rotas por bosquetes de pinos y chaparros, en un contraste caótico que mi mente armoniza no sé cómo; mientras, más abajo, el ordenado olivar intenta adentrarse en un paisaje extraño. A lo lejos, las cumbres nevadas dibujan junto al cielo azul un blanco nítido, cargado de luz, que lo ilumina todo. No quiero viajar, no quiero dejar este cuadro de mi entorno que cada momento cambia, que no está colgado de una pared, sino que forma parte de mí mismo, me acompaña día tras día, me acoge y me ampara en su dulce regazo. No cambiaría mi paisaje ni por todos los de David Fiedrich, Monet o Turner, por más valor que tengan en los principales foros de arte del mundo. Lo más hermoso de este cuadro que me envuelve es su libertad, está vivo, no tiene dueño y, a la vez, es de todos.
*Juan Antonio López Cordero.
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