Miro por la ventana

de la jornada que languidece

y atisbo tu soberbia exultante,

y ese aroma a decadencia

que arrasa la belleza de la vida

y hunde en la murria a la mente

dejando un vacío seco, silente.

Miro por la ventana

que da al campo de cultivo

y veo una vírgula de sudor frío

moviéndose a ninguna parte,

arrinconada en la faz prudente

de un hombre, testimonio del olvido,

que labora a destajo, sin sentido.

Miro por la ventana

que añora la razón eterna

y veo mi alma lejana y etérea

deambulando sola, entre la gente,

adormecida, inútil e imprudente,

con la sensación de la derrota

frente a la materia y la avaricia ignota.

Miro por la ventana

y apenas si me conozco.

Miro por la ventana

y siento el corazón roto.

        *Juan Carlos García-Ojeda Lombardo

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