Claustro Poético Boletín virtual de poesía, edición trimestral. Nº 65. Verano-2021 Asociación Cultural Claustro Poético
Director: Juan Carlos García-Ojeda Lombardo Coordinador: Juan Antonio López Cordero |
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La fuente del camino*
Hubo una vez un camino por donde viajaban gentes de antaño, y una fuente a su vera que calmaba la sed del caminante. Así, durante muchos años, muchos siglos, muchos milenios. Y lo sabemos, porque junto a esta fuente afloran los restos de cerámica neolítica, ibérica, romana... Porque, quizás allí hubo un lugar de culto, donde el descanso del viajero o del pastor invitaba a una oración de gratitud por saciar la sed en el cansado viaje.
“la luna de oro, en un tropel, volvían los rebaños; el agua dormida de la fuente tenía en su cristal pájaros que gemían y las tristezas amarillas del poniente. Un grillo vacilaba, y las confusas flores del blando prado ungían la brisa taciturna, y, en la vereda, retardaban los amores la dulce languidez de la vuelta nocturna... Sueños adolescentes volaban de las cosas, el mundo era romántico, las penas eran bellas, y los pechos se abrían, con fragancia de rosas, á la luz intranquila de las verdes estrellas...” Juan Ramón Jiménez.
La llamaban fuente de Aleixandre en los textos del siglo XVI, primeros documentos en que se cita. Hoy la llaman fuente de Alejandrillo, consecuencia de la evolución del topónimo después de cinco siglos.
“¡Oh, sola gracia de la amarga tierra, rosal de aroma, fuente del camino! Auras... ¡Amor! Bien haya primavera; bien haya abril florido, y el solo amado enjambre de mis sueños, que labra miel al corazón sombrío. Y en una triste noche me aguijaba la pavorosa espuela de mis pasos... Sentirse caminar sobre la tierra cosa es que lleva al corazón espanto. Y es que la tierra ha muerto... Está en la luna el alma de la tierra y en los luceros claros.” Y estas palabras inconexas. Antonio machado.
Aquella fuente, que tanta sed quitó al caminante, ya no la bebe el viajero, ni tan siquiera la ve. Está encerrada en obra humana. Una arqueta con candado impide su visión. Sólo la frondosidad del entorno es la muestra de su fertilidad. Bajo la arqueta una tubería conduce el agua muchos metros más abajo, hacia una alberca de riego de olivar.
Fuente de Alejandrillo
Ya no hay quien surque el antiguo camino, perdido en algunos de sus tramos. El carril que lo ha sustituido ni tan siquiera pasa por la fuente. El silencio es atroz por los antiguos parajes de Las Hoyas, Almoroche y Tercera, que atravesaba el sendero, dejando a su paso antiguos cortijos, hoy sin caseros, a veces en pie, otras arruinados. La sensación de vacío humano copa el paisaje, mientras el olivar empequeñece frente a la multitud de encinas y pinos que cubren la falda de la sierra y amenazan con bajar en alud hacia él.
“Ya está el campo sin gente, los montes apagados y el camino desierto; sólo de cuando en cuando canta un cuco en la umbría de los álamos.” Federico García Lorca.
El viejo camino surcaba la base Norte de la sierra de Grajales, dejando al fondo el valle del río Guadalbullón, al que buscaba. Aún se resiste a ser borrado del todo, El polvoriento carril de agricultores, que solapa algunos de sus tramos serpenteando por la vieja vereda, olvidó a la fuente, como también el pastor y su ganado, que el tiempo ha desterrado del lugar. Y, sin embargo, algo mágico tiene el entorno de la vieja fuente del camino, que calmó la sed a tantos caminantes y rebaños, algo que se resiste a desaparecer.
*Juan Antonio López Cordero.
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