Anclado en las paredes,
por todos los silencios de la casa
echa el tiempo sus redes.
Mientras, la vida pasa
llevándonos su dicha siempre escasa.
El tiempo que interroga
desde una esfera abierta en el vacío.
El tiempo en que se ahoga,
tempranamente frío,
este desalentado aliento mío.
El tiempo, contemplado
como un paisaje inmóvil que sucede.
El tiempo limitado
que prescindirnos puede.
El tiempo que a diario nos agrede.
Sentados en el parque
ejercen su cansancio los ancianos.
No hay tiempo que les marque.
Ya todo son lejanos
ecos de la memoria entre sus manos.
Que tarde nos parece
si hacia el reloj un tanto detenemos
el paso que nos crece
y en él reconocemos
el tiempo en que ni fuimos ni seremos.
Y sin embargo nada
puede pasar al tiempo inadvertido,
siquiera una mirada.
Todo al nacer ha sido
dispuesto para el tiempo y el olvido.
Francisco
Javier Cano Expósito
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